Disclaimer: THG no me pertenece, ni su historia, ni sus personajes.
Fic para el mini reto de Agosto del Torneo entre distritos en la arena, del foro "Hasta el final de la Pradera".
Objeto: He usado el anillo único, sí, el anillo élfico del Señor de los Anillos.
Distrito 4.
Polvo y oro.
Abrió la puerta, y esta crujió, la madera se había abultado por la humedad de los últimos días. Cuando entró el polvo le dio la bienvenida, hacia tanto que nadie entraba en ese lugar. Su estómago se revolvió, pensó que era una mala idea, pero antes de dar un paso atrás y escapar, como solía hacerlo con todo, una fuerza extraña la empujó dentro.
Se quedó parada en medio del apagado pasillo y suspiró.
Acarició su vientre otra vez, necesitaba fuerzas y confianza, pero más que nada necesitaba un consuelo a todo el dolor.
Caminó suavemente, el ruido de sus propias pisadas la desconcertaba, pero al mismo tiempo el aroma que reinaba en esa casa la llamaba a seguir adentrándose. Todo ahí olía a él, todo ahí era él.
Subió las escaleras, la madera crujió bajo sus ligeros pies y el polvo se removía al paso de su mano.
Con cuidado entró a lo que fue su habitación, la cama seguía sin hacer, el armario con las puertas abiertas y una de sus camisas yacía en el suelo. Sonrió, su alma seguía en aquella habitación, en aquella casa, en aquel lugar.
Se sentó con cuidado sobre la suave cama y tomó la camisa que había ahí, la arrugo y la abrazó. Cuanto lo necesitaba, cuanto lo extrañaba.
Algo duró llamó su atención, metió su blanca mano dentro del bolsillo de esta y tocó algo pequeño, frío y circular.
Lo sacó y miró, era un pequeño anillo, dorado y con extrañas escrituras a su rededor. Las ganas de llorar la consumieron, el día de su boda no hubo anillo – pero no le importó – y la idea de que ese era el que quería darle cuando le contó que le pediría matrimonio si volvía de los juegos la llenó.
Se lo puso y con una sonrisa tibia en sus labios, caminó hasta el espejo que había en la pared. Pero cuando se paró frente a este, no había reflejo, no había nadie.
Ella seguía ahí, pero su reflejo no la saludaba como siempre.
Ahogó un sollozo y acarició el anillo en sus dedos.
Una vez, antes de venirse, había escuchado a gente decir que "la loca Annie Cresta, ahora se volvería más loca" y ahora comenzaba a creérselo, era su falta, era él. Le faltaba para tranquilizarla.
Se quitó la fría y dorada joya, cuando pasó la vista por el espejo, ahí estaba ella otra vez. Sus ojos se abrieron, se examinó con cuidado, y volvió a ponerlo en el dedo corazón, su imagen desapareció ante sus ojos otra vez.
De repente palabras del pasado llegaron a su mente, muchas veces ella se preguntó cómo le había hecho para pasar desapercibido, para poder luchar desde adentro contra el Capitolio, cómo le hacía para poder escapar y estar con ella.
Esa pieza de oro, reluciente, fría y pequeña era su respuesta.
¿Dónde lo había sacado? ¿Cómo lo obtuvo?
Eran preguntas que ya no le importaban, estaba agradecida de ese instrumento, le había mantenido vivo y le habían dado a ella los mejores recuerdos de su vida.
Se lo sacó con cuidado y lo guardó en su bolsillo, ese pequeño anillo era una parte de la vida de él y también de ella, aunque en su tiempo no lo sabía.
Sentía las lágrimas bajar por sus mejillas, le necesitaba, y cada segundo lo notaba. Se abrazó a sí misma, buscando confort en aquella casa, en su aroma, en lo que quedaba de él.
— Deberías estar aquí.
