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–Eres un aburridoooo~ –canturreó Lucy en el oído de Natsu.

Natsu gruñó molesto. A veces se recriminaba por haberle dado una copia de la llave de su departamento a Lucy. No había día en el que no apareciera de la nada en su recamara o en su oficina, a veces vestida completamente y otras casi desnuda.

No es que le molestara.

Pero días como estos, en los que Lucy se ponía terriblemente hiperactiva y quería su atención, pareciera que Lucy escogía lo días cuando él tenía más trabajo. Ahora mismo estaba a punto de explotarme la cabeza por lo incontables papeles en mi escritorio y por la despampanante rubia casi encima de mí.

Suspiro.

Tomé a Lucy de la cintura y la senté en mi escritorio.

–Lucy. Por favor, déjame terminar esto. –dije con tranquilidad. –Luego haremos lo que quieras.

La pequeña rubia hiso un puchero.

–¿Es más importante tu trabajo que yo? –preguntó, cruzándose de brazos.

–Lucy…. –dijo él con tono serio.

–Siempre estas ocupado. –continuó ella con reproche. –Trabajo aquello, trabajo esto… Ya no salimos. Ya no me llevas a la heladería que tanto me gusta o me llevas al cine o hacemos comida juntos o vamos con Gray y Erza a algún lugar.

Bien, Lucy tenía la razón. Natsu siempre ha sabido que Dragneel's Company sería su responsabilidad cuando fuera mayor de edad, así que se encargó de ser lo que su padre Igneel deseaba. Y no es que le molestara ser parte de la empresa familiar, eso le resolvió el estrés de tener que elegir que ser en un futuro. Estaba feliz de convertirse en el presidente de su propia empresa, ser el jefe, pero ahora que comprendía el estrés diario de su padre, ya no estaba seguro de si haber elegido esto haya sido buena idea.

Cuando se era adolecente, Lucy era su fiel compañera de travesuras y de salidas. Ambos eran un tifón de problemas andante. Después de que Lucy se mudó a la mansión Dragneel las cosas se volvieron un desastre para sus padres, siempre era mantener un ojo encima para que no siguieran ocasionando problemas. En aquel entonces, era Natsu el irresponsable y Lucy era la chica dedicada a la escuela y bien portada. Ahora cuando eran adultos, pareciera que cambiaron de roles. Lucy era hiperactiva, divertida y llena de sorpresas, Natsu seguía siendo un causante de problemas cuando se juntaba con Lucy, pero eso había cambiado cuando se dio cuenta de que tenía responsabilidades.

Lucy ha sido su mejor amiga-hermana de ley por casi diez años. Desde que ella apareció por la puerta de mi casa me di cuenta de que Lucy y yo debíamos estar juntos.

–Si me dejas terminar con esto. –dijo Natsu refiriéndose al papelerío bajo Lucy. –Saldremos esta noche. A donde quieras.

–¿Cómo una cita?

Natsu se encogió de hombros. Lucy y yo no éramos lo que se le llama "novio". Pero nos comportábamos como si lo fuéramos y no entendía del todo por qué.

Todos los que nos conocían aseguraban que teníamos algún tipo de romance secreto, pero la verdad es que no. Lucy no parecía interesada en mí en ese aspecto, ya que, ella ha tenido incontables novios.

Sonreí.

–Sí. Como una cita.

¿Y yo sentía algo por ella? Bueno, es complicado. Lucy tal vez sea la chica más sexy y hermosa con la que alguna vez me haya topado, sí, me atrae como un loco. Pero amor… amor esa una palabra muy complicada… y muy extensa en el grato sentido de la palabra.

No lo sé.

Quiero mucho a Lucy, si algo le pasara me haría pedazos. Ha demostrado ser una muy buena amiga, una muy buena mujer, compañera… hermana.

Pero no arruinaré lo que tenemos por mis sentimientos. Aunque ni yo sé que es lo que tenemos en realidad, no sé cómo fue que todo cambio, no sé porque le di una copia de la llave de mi departamento a Lucy, no sé porque esperaba a encontrármela en alguna de las habitaciones. Nuestra situación era completamente desconocida.

Sentí los pequeños labios de Lucy en los míos devolviéndome con fuerza a la realidad. Moví involuntariamente mis labios, como siempre lo hacía cuando nos besábamos. Mi mano se movió por cuenta propia, sujetando a la joven mujer de la cabeza y dar más presión al beso. Lucy rápidamente se sentó en el regazo de él, enredando los dedos de sus manos en el cabello sedoso de su tan inseparable amante.

Nadie podía superar a Natsu, ninguno de sus novios le llegaba a los talones a Natsu. Todos habían sido aburridos y completamente patanes. Nada más que un par de aficionados.

Pero, Natsu, él era completamente perfecto en todo. Tanto en divertirse, en seguirles sus travesuras y en la intimidad era un dios. Podría llegar a ser un pesado a veces, pero era alguien tan… irresistible.

Amaba como el me seguía cuando yo lo besaba, me hacía pensar que tal vez, solo tal vez, él podría sentir más que un deseos sexual.

Poco a poco me fui acercando, lentamente, hasta terminar cómodamente sentada sobre su regazo. Envolví mis brazos por su cuello, acortando toda molesta distancia que separaba nuestros cuerpos.

Natsu mordió sin nada de delicadeza mi labio inferior, logrando que diera un leve respingo. Me separé lo suficiente para verlo a la cara, su rostro estaba sombrío, no por el deseo, sus ojos habían perdido el cautivador verde brillante. No estaba excitado, estaba enojado.

–Lucy. –dijo mi nombre con amenaza.

Puse ojos de cachorrito herido con la intensión de que me dejara disfrutar de él un poco. Su trabajo no puede ser tan importante. Estoy seguro de que en el fondo –muy en el fondo – él me desea, desea poder estar a solas en la recamara, disfrutar de nuestra compañía, solo nosotros.

–Natsu. –dije su nombre con reproche.

Mis ojos de cachorrito no estaban funcionando. Resoplé frustrada cuando él logró sacarme de la oficina y echar el seguro para que no volviera a entrar.

Mirando con desprecio la puerta, me giré para caminar directo a la salida. No iba a permitir semejante humillación, me había sacado de su oficina sin decir ni una palabra, deshaciéndose de mí de la manera más cruel.

–¡Le valió un soberano cacahuate y me sacó! –exclamé frustrada mientras bebía con furia mi café helado. –¡¿Puedes creerlo?! ¡Me las pagara!

Frente a mí, Levy dio un pesado suspiro mientras observaba y escuchaba atentamente mis quejas y gritos. Había sido muy amable de acompañarme a un café para platicar. Si Natsu no iba a salir conmigo, entonces saldré con mis demás amigos.

–¡¿Y si se cansó de mí, Levy-chan?! –pregunté horriblemente asustada. –¡Le reviento!

–Lu-chan. –dijo Levy tomando mi atención. Guarde silencio para ver su rostro serio. –Natsu solo está haciendo su trabajo. Dudo mucho que se haya cansado de ti.

–¡¿Tú lo crees?! –pregunté, esperanzada.

La gente comenzaba a mirarnos extrañamente, Levy hiso una mueca de disgusto, yo ignoré todo a mi alrededor. Seguía pensando seriamente en como haré para que Natsu sea solo mío esta noche, tenía tantas posibilidades después de que me dio la llave de su apartamento. Podría llegar a la hora que se me dé en gana y sorprenderlo.

–¿A Dan no le molesta que salgas tanto con Natsu? –preguntó Levy alzando un ceja.

A penas si lograba verme con Dan. No voy a mentir, Dan es todo un dios griego, es guapo, inteligente, trabaja en una muy buena empresa editorial, en fin, es un buen partido. Y es mi novio.

Con él puedo hablar de cosas que me gustan como los libros, es caballeroso y todo lo que quieras en un hombre, pero… no es mejor que Natsu.

–Dan ve a Natsu como mi hermano mayor. –dije mordisqueando de la pajilla de mi café. –Dan no tiene nada de que quejarse. Salgo con él cada fin de semana.

Levy cabeceó la cabeza.

–Pero sales más con Natsu que con él. –dijo Levy. –Y Natsu no es tu novio.

Me encogí de hombros.

–¿Y cuál es el plan? –pregunté. –¿Qué me despegué de Natsu?

–Eso sería un muy buen plan. –asintió Levy.

Hice una mueca ante la idea. He sido inseparable a Natsu desde el día en que me mude a la casa Dragneel. Nos hicimos súper mejores amigos desde el momento en el que nos conocimos, muy raro ya que ni siquiera compartíamos los mismos gustos. Él siempre ha sido tan práctico, tan simple. Tal vez eso fue por lo que me acostumbré a su constante compañía.

–No quiero eso…

–A ver, a ver. –dijo Levy, confundida. –No entiendo. Te gusta Natsu ¿No? –alcé la vista y asentí. –¿Y por qué no se lo dices?

–Porque yo a él no le gusto. –dije en un susurro.

–Oh, vamos. –exclamó Levy, incrédula. –¿Te crees eso?

Fruncí el ceño, confundida.

–Bueno. No nada más es por eso. –comenté frunciendo los labios. Levy me miró con curiosidad. –Es un obsesivo del trabajo. Apenas si nos vemos después de que tomó el puesto de presidente de la empresa Dragneel. Sé que es un trabajo atareado y estresante, un trabajo que requiere concentración y responsabilidad… pero…. –dejé caer mi mano sobre la mesa con frustración. –¡Diablos! Un poco de libertad no estaría mal, algo de diversión. Que me miré a mí más que a sus estúpidos papeles.

Levy dejó recargar su espalda sobre el respaldo de las sillas. Se le veía comprensiva y un poco confundida. Miré con recelo mi vaso semi vacío de café helado.

–Habla con él, entonces. –dijo Levy con seriedad. –Dile lo que sientes. Sé sincera con él y contigo misma.

-Ugh ...

-Lucy.

–Si es que logramos tener algo de privacidad esta noche. –murmuré con pesadez. –Si me saca una tonta excusa de que no va a poder esta noche por x cosa, voy a castrarlo.

Levy soltó una pequeña carcajada burlona. Me sentía muy bien salir con mi mejor amiga de vez en cuando. Levy ha sido mi mejor amiga por ya hace años. Levy es una pequeña cerebrito amante de los libros tanto como yo, he ahí el nacimiento de nuestra profunda amistad.

Ella se dedicó a la escritura de libros. Muy buenos libros debo de decir. La vida de una escritora no es tan fácil, me ha dicho, cuando es el momento de escribir un nuevo libro siempre llega el estrés y la irritación, los dolores de cabeza y el insomnio. Todo tiene una fecha y las fechas deben ser respetadas.

Pero a pesar de ello. Levy ama escribir y es buena haciéndolo, así que no veo ningún problema.

Yo por mi parte, me la paso relajada, a la espera de otra gira. Mi representante Mirajane Strauss parece tan emocionada por encontrarme otro lugar en donde tocar.

La música siempre ha sido mi pasión. La música siempre ha sido parte de mi familia. La dinastía Heartfilia es muy bien conocida por sus interpretaciones y canciones clásicas. Mi madre Layla era una amante del piano y tocaba en solitario, hasta que conoció a mi padre, Jude Heartfilia un famosísimo director de orquesta. En el momento en que se conocieron se dieron cuenta de que el amor verdadero existía y ambos comenzaron a crear la música más hermosa que yo nunca había escuchado.

Incluso, desde antes de nacer, mamá tocaba el piano solo para mí. Me cantaba y cuando ya no podía tacar el piano, ponía grandes piezas de música. Ella deseaba con todo su corazón que su hijo, hija, fuera tan amante de la música como ella y mi padre.

Y lo logró.

Ambos fueron mis maestros y desde pequeña siempre fui a concursar en los diferentes concursos de música. No es por presumir pero siempre lograba quedar en el primer lugar. Hasta que la Disquera Strauss se hiso cargo de mí.

Yo por mi parte, estaba enamorada de la música y del piano de mi madre. Siempre que encontraba el momento tocaba mi canción favorita, la canción que mi madre siempre me tocaba antes de dormir, aquella a la que nunca le encontré un nombre, aquella a la que mamá nunca le puso un nombre.

Nunca entendí porque.

Papá me enseñó a tocar más instrumentos, entre ellos: el Chelo, el Violín, la Guitarra, el Saxofón, la Trompeta, la Tuba y la Flauta. Gran diversidad de instrumentos y todos y cada uno de ellos me encantaba. Pero mi favorito siempre fue el piano. Todo era lindura y colores, hasta que aquel día llego…

Un día, cuando yo tenía siete años, un día. Mi casa se tornó fría y vacía. Gente vestida de azul, oficiales, llegaron a mi casa. Me agarre de Virgo, asustada.

Ellos lo dijeron, ellos dijeron que mis padres habían muerto en un accidente.

Desde aquel día, yo me quedé sola en el mundo.

O al menos eso pensé…

Luego conocí a la familia Dragneel. Al parecer mi padre había dejado en su testamento que mi custodia se iría al Sr. Igneel Dragneel y a la Sra. Grandeeney Dragneel una vez que mis padres murieran y me haya quedado sola. Yo no conocía a esta gente, eran completos desconocidos para mí, papá nunca me habló de ellos.

Lloré mucho cuando me dijeron que me iría lejos de mi casa, cuando me dijeron que me iría a vivir con completos extraños. Estaba aterrada. No quería dejar ni a Virgo, ni a Capricornio, ni a Taurus a nadie de la casa Heartfilia. Pero al final me obligaron.

Creí que mi vida se volvería un infierno, pero grata fue mi sorpresa cuando conocí a los Dragneel.

Eran gente amable y cariñosa. La Sra. Grandeeney me quiso como si fuera su hija, al igual que el Sr. Igneel. En poco tiempo me encariñé de ambas personas.

Pero la mejor parte fue cuando conocí al hijo del matrimonio. Un curioso peli rosado sucio y desarreglado, muy diferente a ambos padres arreglados, limpios, estéticos. El chico llevaba la ropa toda desalineada, el cabello rosa revuelto, lleno de tierra, las rodillas llenas de pequeñas cicatrices, en sus manos llevaba un balón igual de sucio.

Igneel suspiró girándose hacia su hijo. Grandeeney rió entre dientes un poco divertida.

–Natsu. Te dije que te mantuvieras limpio. –regañó Igneel sin levantar la voz o ser duro. –Te dije que teníamos una invitada muy especial.

–Fue culpa de Gray. –dijo el pequeño niño haciendo un puchero. –Él me retó a unas cascaritas de futbol.

Me reí entre dientes. El nerviosismo y el miedo principal se habían esfumado repentinamente. Aquel chico era gracioso.

Natsu me miró y sonrió. Dejó el balón en el suelo y se acercó a mí, con una radiante sonrisa extendió su mano.

–Hola, soy Natsu. –se presentó. –¿Y tú?

–Me llamo Lucy. –dije estrechando su mano con timidez.

Había hablado en un leve murmuro. Natsu soltó mi mano y ladeó la cabeza mirándome fijamente.

–¿Luigi? –preguntó Natsu.

-Lucy. -repitió.

Natsu miró hacia sus padres luciendo confundido. Igneel dio un paso hacia nosotros.

–Lucy vivirá aquí de ahora en adelante. –dijo Igneel con seriedad. –Será tu hermana.

–¿Por qué? –preguntó Natsu con curiosidad. –¿Y sus padres?

Bajé la mirada mientras abrazaba con fuerza mi violín blanco que mi padre me regalo en mi último cumpleaños juntos. Igneel tosió, incomodo.

Sé que Natsu no dijo aquello con la intensión de lastimarme o hacerme sentir mal, pero aun así logro doler dentro de mí.

Grandeeney se movió rápidamente.

–Ven, Lucy. Vamos a mostrarte tu nueva recamara. –dijo rápidamente Grandeeney con tono dulce.

Tomé su mano con cuidado y ella me llevó escaleras arriba hasta la que sería mi recamara. Una recamara tan grande como la que tenía en mi casa, pintada de color rosa y blanco. Grata fue mi sorpresa cuando miré el piano de mi madre en la recamara.

Dejé mi violín blanco en la cama. Corrí hacia el piano, alegre, rebosante de felicidad.

Creí que sería una de las más cosas a las que les diría adiós. Pero no, ahí estaba. Lo abracé con cariño. Ahora podría tocar la canción de mamá todo el tiempo que querría. Miré hacia a Grandeeney que sonreía con ternura.

–Gracias. –murmuré.

–Ahora puedes tocar todo lo que gustes. –había dicho.

Sí, no me arrepiento de haber vivido con los Dragneel. Luego la llegada de la pequeña Wendy fue mejor, siempre desee tener una hermana pequeña, tanto Natsu como yo cuidamos de la pequeña Wendy.

Ahora Wendy está en un intercambio escolar en Francia. Fue muy doloroso cuando nos dijo que se iría de intercambio, pero era algo que ella quería así que no tuvimos más opción que aceptar.

Natsu se dedicó a trabajar como el próximo presidente de Dragneel's Company, mientras que yo me encargaba de tocar en conciertos y de vez en cuando concursar por diversión.

Por supuesto, estudié arte en la UIM, Universidad Internacional de Magnolia. Aunque quería olvidarme de la escuela, la verdad que estudiar arte no sonaba nada mal. Natsu estudió Administración de Empresas por obligación de Igneel.

Cuando menos lo pensé el tiempo había volado y ya era de noche. Dejé a Levy en su casa, despidiéndome y conduje por la ciudad aburrida. No quería volver a casa, ahora me sentía como una intrusa, quería dejar que Igneel y Grandeeney disfrutaran de su casa. Por lo general ya ni me paseaba por ahí, solo para dormir y a veces ni eso, la mayoría del tiempo dormía en el departamento de Natsu o iba directamente a la Mansión Heartfilia.

De hecho, planeaba pasearme a visitar a Virgo y capricornio hasta que un mensaje de celular logró detener mi camino. Detuve el carro y miré el mensaje.

Era Natsu. Y quería que nos viéramos.