Disclaimer: Todo lo que reconozcan es autoría de la maravillosa J.K Rowling, excepto la historia :3 que es completamente mía (muajajaja).
Advertencias: Lenguaje un poco explícito, muerte de personajes (no específicadas tampoco), Soft Slash/ Leve Relación hombre/hombre (aunque realmente solo son "insinuaciones" y toques de humor xD). Universo alterno.
Antes que nada :3 ¡Hola! xD Buen s días, tardes, noches, según sea el caso :) Esta historia fue concebida... en un sueño ._., algo que apareció de la nada un día mientras me quedé dormida a media tarde, presa de un dolor de cabeza causado por estrés jajaja (buen inicio ¿no?) Solo tomé prestados los nombres y características del mundo de HP ^o^ al cual amo (aunque alteré algunas, que serán muy notorias cuando lean :B). La principal pareja es James/Lily, pero también habrá otras más ._. tanto cannon como las que no lo son xD.
Espero les agrade la historia (ya había subido algunos capitulos pero corregí algunas cosas) y dejen un comentario de lo que piensen sobre esta :) se aceptan críticas, comentarios y todo lo que quieran xD. ¡Un saludo!
Capítulo I, Despojada
Año 20 de La Nueva Era.
Valle de Godric, Oeste de Inglaterra.
—¡Tonto! —Exclamó al aire cuando se encontró sola. Había corrido a todo lo que sus piernas dieron cuando le vio partir sin si quiera despedirse de ella. Sin decirle adiós.
Bufó realmente molesta al sentir la mirada borrosa y las lagrimas caer por sus mejillas. Ella había practicado durante tanto tiempo la tonta canción que había entonado aquel día, solo para él, para decirle que le esperaría, para darle a conocer sus sentimientos. ¿Por qué? ¿Por qué tenía que irse? ¿Por qué tenían que llevárselo? ¿Por qué precisamente a él?
Su mejor amigo solo había agachado la mirada mientras cada nota salía melodiosa de su garganta y había pasado de ella cuando quiso acercarse. De verdad era un verdadero tonto. Tomó una piedra del suelo y la lanzó al lago que se extendía brillante por aquel claro, descargando todo su enojo en aquel tiro. Lo odiaba, odiaba a aquel chico que le había hecho compañía desde que tenía memoria, era el único que le comprendía y le hacía sentir feliz. La única persona en la que confiaba. Le extrañaría tanto, le haría mucha falta su compañía, y ahora tampoco podría saber que sentía él por ella.
Odiaba al estúpido Ministerio por llevárselo, a él y a todos esos chicos que habían seleccionado para enlistarse en el dichoso proyecto para "mejorar el mundo". No entendía para qué, se suponía que tenían todo bajo control y allí, donde vivían, no había peligro alguno, entonces ¿por qué?
La pequeña piedra surcó por el aire presurosa, rebasando los límites del cuerpo de agua y dirigiéndose a los arboles. Ella jadeó cuando el cansancio por la carrera y el llanto se hizo presente, respiró agitadamente y se quedó mirando la piedra hasta que desapareció.
—¡Auch! —Escuchó que exclamaba una voz distorsionada. Uno de ellos.
Rápidamente, empujada por el miedo y la molestia, se resguardó en la seguridad de un enorme arbusto, desde donde también podía observar sin ser descubierta. Retiró un pequeño cúmulo de hojas que impedía su visión y logro enfocar la figura de un chico que se encontraba al otro lado del lago. Miraba a todos lados, buscando al dueño de aquella piedra que le había golpeado tan repentinamente.
Aquel chico estaba ataviado en un traje negro y rojo escarlata que cubría su cuerpo por entero y era bastante conocido para ella, su amigo también vestía uno muy parecido al marcharse -exceptuando que el del otro contenía color verde oscuro en lugar del rojo-, llevaba lo que parecía ser un casco a juego, sosteniéndolo en su brazos y se apreciaba un raspón en el cristal, donde seguramente había ido a parar la piedra que lanzó.
Cuando fijó su vista al frente, a donde ella se encontraba hace apenas unos momentos, pudo apreciar su rostro. Él tendría más o menos su edad y poseía un cabello azabache muy alborotado; era muy apuesto a decir verdad pero, lo que más llamó su atención, fueron esos ojos, verdes cual esmeraldas, tan fastuosos que hicieron que su pecho doliera por la aceleración de su corazón.
—James —Le llamó alguien a su espalda, lo cual le hizo volverse para mirarlo—. ¿Qué haces aquí? —Le preguntó.
—Nada —Respondió escuetamente para empezar a caminar sobre sus pasos e internarse en el bosque. El otro individuo, alto y ataviado en un traje parecido, le imitó. Caminaron en silencio durante un tiempo hasta que el mayor decidió romperlo.
—¿Qué le ha sucedido a tu visor? —El chico no respondió—. Sabes que está prohibido revelar tu identidad.
—Ya —Gruñó en única respuesta y se colocó lo que él consideraba su mascara, su maldición.
—Escucha hijo… —Dijo el hombre, tomándole del antebrazo y obligándole a que lo mirara—. Sé que estás molesto, pero todos debemos cumplir con nuestro destino.
—Para ti es fácil decirlo —Le escupió con enojo—. Nadie escogió el tuyo y te dan oportunidad de elegir.
El menor se soltó bruscamente del agarre y siguió su camino con paso firme. El que lo hayan marcado como su propiedad no significaba que podrían con su orgullo. No, él les demostraría que, para lograr controlarle, primero se las verían bien buenas. Tal vez no podría decidir sobre su destino, pero sí sobre como quería actuar hasta que ese día llegara.
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Año 25 de La Nueva Era.
Hacía exactamente veintiséis años que el demonio había sido creado.
Los científicos de La Federación Ministerial -un departamento más de investigaciones sobre avances genéticos- habían descubierto la forma perfecta de mutación múltiple para seres humanos. Constaba en tomar el gen predominante en el ADN para aislarlo e insertar la proteína que daría paso a la fragmentación del individuo, permitiendo una reproducción meramente asexual del sujeto pero que sus clones serían capaces de heredar a sus hijos el mismo ADN propio. Esto mejoraría el estado en el que la raza humana se encontraba en dichos momentos.
La contaminación que aquejaba al planeta había mermado a velocidades alarmantes la cantidad de mujeres capaces de quedar en estado, provocando que la población disminuyera hasta llegar a los índices de peligro de extinción. Si bien solo quedaban siete ciudades habitables en todo el mundo y la salud de aquellos que allí vivían parecía ser muy buena -ya que su periodo de vida era largo-, solo dos de cada diez mujeres lograba concebir. Por lo tanto, éste descubrimiento podría mejorar la calidad de la raza humana, puesto que al encontrar a un hombre o mujer que poseyera un ADN perfecto, sano y libre de mutación, esta se clonaría y permitiría repoblar el planeta.
Se encontró un único individuo con dichas características en su genética perfectamente adaptada para volver a la humanidad a su etapa reproductiva, es decir, llevaba la salvación en sus cromosomas. Su nombre: Tom Ryddle.
El proceso de clonación fue un éxito.
Al poco tiempo, siete bien formados e idénticos jóvenes se encontraban en incubadoras para el periodo de observación, pero un fallo en la asimilación del sujeto de prueba provocó que el ADN cambiara completa y abruptamente su estructura, lo que concluyó en su muerte. Poco a poco, cada uno de los clones fue pereciendo de la misma forma sin que los científicos pudieran impedirlo. El proyecto Horrocrux, la única esperanza para restaurar la raza humana, había fracasado frente a sus ojos.
Fue allí donde se desató la pandemia.
Antes de que se dieran cuenta los sujetos de prueba mostraron señales de actividad cerebral, sin embargo, todo ellos estaban irremediablemente muertos. Uno a uno, se fueron levantando y atacando a los habitantes del laboratorio, absorbiendo el núcleo central de la vida: la energía. Entre más de esta consumían, más parecían reproducirse; la transformación del ADN dio paso a un virus que generaba una extraña mutación en las células, quitando la vida y ejerciendo un influjo sobre el sistema límbico central, controlando el cuerpo inerte. Estos seres eran llamados Inferi.
Los Inferi habitaban lugares húmedos y oscuros, así como aguas poco profundas; la creciente contaminación del planeta disminuía los lugares seguros al convertir el cielo permanentemente en gris. Lentamente todo se fue consumiendo.
Un año más tarde, el ministerio logró aislar a los sobrevivientes del ataque Inferi, resguardándolos en las ciudades, que habían pasado de ser siete a solo tres.
Desde aquel entonces a aquella se le denomino La Nueva Era.
La Era de la Oscuridad.
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—¡Auxilió! —Se escuchaba en diferentes voces y no se podía determinar de que lugar surgía cada una, parecían estar por todos lados. Todo estaba tan oscuro y fangoso.
Corría a todo lo que daba por encima de las raíces prominentes de los arboles intentando evitar todo contacto con el suelo, que se hallaba inundado por un agua tan oscura como el mismo cielo. Los gritos de las personas retumbaban en su cabeza tan cerca y tan lejos a la vez. Volteaba hacia todos lados, escudriñando en la oscuridad y respiraba dolorosamente con agitación. Todo había pasado tan rápido.
La luz de las callejuelas se había extinguido repentinamente, dando paso a la oscuridad, solo la campanilla mantenía su luz azulada pero eso había sido suficiente. Los Inferi se colaron en la ciudad -o lo que quedaba de ella- al no tener ninguna barrera que les impidiera hacerlo. Hacía casi un año que una inundación había puesto todo aquel lugar, antes verde y con vida, en el estado deplorable que se encontraba; agua por doquier, convertida en fango. El nivel del mar se había incrementado a tal punto que la ciudad y el bosque eran lo único que había logrado sobrevivir al hundimiento del subsuelo, ahora un improvisado puerto se visualizaba en los límites. No había escapatoria.
Mataron todo a su paso.
Unas lágrimas furtivas rodaron por sus mejillas al recordar como su padre les había encerrado en la cocina -a su madre, su hermana y ella- para protegerles de un grupo de esas criaturas, sacrificándose él. Lograron salir por la puerta trasera y se encaminaron al comienzo del bosque que se encontraba detrás de su casa, antes de salir del patio trasero vio con horror como un Inferi solitario se llevaba la vida de su madre. Petunia había gritado con horror, atrayendo a los demás.
Ahora corría totalmente sola. Escuchó resoplidos lejanos, como si alguien susurrara, chillidos espeluznantes, gritos desgarradores y de pronto… silencio. Se quedó estática, intentando escuchar algo, lo que sea. Entonces lo sintió. Un aliento gélido, alguien respirando en su nuca.
Volteó rápidamente para encontrarse cara a cara con un rostro pálido y carente de vida; sus ojos, blancos como una densa niebla, fijos en ella. Intentó alejarse pero la criatura lanzó un chillido que le saco un grito aterrorizado y le hizo retroceder tropezando con una raíz y caer al fangoso suelo. La criatura se abalanzó sobre ella.
Lily cerró los ojos esperando la muerte.
Esta, sin embargo, no llegó. Escuchó el chillido del Inferi y luego el sonido sordo de un chapoteo, luego nada.
Sintió que alguien la tomaba en brazos y la estrechaba contra su cuerpo con mucho cuidado. Abrió los ojos lentamente para encontrarse con un ser al que unas delgadas líneas rojas le surcaban la anatomía, el brillo reflejado en el visor. Un hechicero. Éste corrió a una impresionante velocidad con ella en sus brazos. El aire frío azotaba su cara dolorosamente. Luego él se detuvo abruptamente, solo para tomar impulso y dar un portentoso salto hacia el cielo. Lily contuvo el aliento mientras subían y luego bajaban, cayendo en un árbol. Saltó de copa en copa con mucha agilidad. Al instante, dos siluetas delineadas por un rojo neón, se le unieron y, al igual que él, llevaban una persona en brazos.
Cuando llegaron al linde del bosque volvieron a saltar una distancia considerable y avanzaron de techo en techo por la ciudad, apenas iluminada por la campanilla. Pudo ver a los Inferi surgir de la oscuridad, algunos aun intentaban alimentarse de unas pocas y desafortunadas personas pero los hechiceros intentaban impedirlo a toda costa. Conforme se acercaban al límite de la ciudad, muchas más siluetas se unieron a ellos, llevando a los ciudadanos que habían podido sacar.
Por el rabillo del ojo, a Lily le pareció vislumbrar pequeñas luces que titilaban. Posó su mirada en aquella dirección y justo enfrente, en el puertecillo, una nave se alzaba a la espera de sus tripulantes. Era del tamaño de un buque de guerra y tan alta como un edificio de 30 pisos, quizá más. Subieron por una rampilla, que al final daba paso a una abertura triangular plenamente iluminada. Cerró los ojos ante la luz cegadora.
El hombre se detuvo y Lily abrió los ojos cuidadosamente, un desfile de trajes negros y escarlatas transitaban frente a ellos. Una vez el último hombre hubo abordado, el que la sostenía la deposito en el suelo junto a los demás sobrevivientes.
—¿Era el último? —Preguntó con voz distorsionada.
—Sí Capitán —Respondió otro con la misma distorsión. El hombre se volteó y paseó la vista por el salón, contando a las pálidas y asustadas personas. Treinta y nueve. Muy pocos. Lily notó que el cristal del visor había desaparecido y miró en sus ojos, tan rojos como el de un demonio, la furia que sentía.
—¡Malditos Inferi! —Rugió con tono atemorizante a la nada.
Lily se encogió de miedo al escucharle, aquel hombre no le agradaba en lo absoluto. Desvió la mirada de él hacia el piso, blanco como el mármol y sintió un nudo apretado en la garganta. El hechicero posó su mirada en aquella chica que había salvado y se quedó mirándole por un momento.
—¿Capitán? —Le llamó uno de sus hombres.
—Retirar trampilla —Dijo con voz neutra pero autoritaria.
Al momento, la nave acató su orden y la trampilla volvió a su apartado, la entrada se cerró también, dejando solo una abertura que le daba apariencia de ser una especie de terraza.
—Den abrigo a nuestros invitados —Le pidió al hombre que antes le llamara.
Éste asintió y de inmediato se apresuraron, algunos a salir, otros a dar mantas a las personas.
—¿Seguro que no ha faltado nadie? —Volvió a preguntar al mismo hombre, éste afirmo de nuevo—. Bien, zarparemos de inmediato.
Lily despegó la mirada del suelo al escuchar aquellas palabras. Miró alrededor, buscando algo que no encontró, alguien cercano a ella. Cuando la nave comenzó a moverse, se levantó acercándose al mirador y se apoyó en él, como si la vida se le fuera en ello.
A la lejanía pudo ver la luz de la campanilla.
Cuando el nacimiento de un niño acaecía en una de las tres ciudades, el Ministerio enviaba a un especialista para determinar si su ADN estaba en buenas condiciones. Casi siempre sucedía que sí y eso solo significaba una cosa: Se hacían acreedores de una plaza Hogwarts, el centro de investigaciones y entrenamiento de los Hechiceros.
Los Hechiceros eran los encargados de proteger a la humanidad, eran seleccionados desde su nacimiento y reclutados en cuanto llegaban a la edad de once años. Allí eran entrenados para cumplir con su labor. Cada que un niño de la ciudad debía partir, ésta se vestía de las luces más brillantes y coloridas. Pero la que más destacaba era, sin duda alguna, la Snitch dorada que se alzaba al centro de la plaza. Todos en la ciudad solían llamarle "campanilla"; al momento de la despedida, su luz era dorada pero los demás días mantenía una luz azulada tenue.
Su madre solía decirle que la campanilla brillaba como un faro, diciendo a los que se iban que, mientras su luz no se extinguiera, siempre les estarían esperando al volver. Apretó los puños con fuerza al ver como la nave se alejaba del lugar que hasta ahora había sido su hogar, pero sabía que no había nadie allí. Su padre, su madre, su hermana, sus amigos, gente inocente y niños pequeños… todos se habían ido en el ataque.
Sentía que se asfixiaba y que si no gritaba en aquel momento explotaría. Abrió la boca, pero lo que salió de ella fue todo, menos un grito.
—Es el comienzo, como en los sueños que tenía todos los días… —Entonó con voz quebrada, aquella era la melodía que inundaba su mente al ver la campanilla. Las lágrimas corrieron por sus mejillas mientras recordaba la sonrisa de su madre, el olor a hierba buena y tabaco de pipa de su padre, la voz chillona de su hermana. La campanilla brillaba para ella—. Ahora puedo conocer todas las luces en el mundo y todo tiene un aroma por ti…
Eran ellos, le estaban diciendo: "Te esperaremos aquí".
—Quiero darte todos los sueños que quieras —Otra voz, más suave y melodiosa se le unió. El mismo tinte de dolor, la misma promesa—. Seré tu campanilla en el cielo…
Conocía a aquella chica rubia, la había visto muchas veces en la plaza. Narcissa era su nombre.
Al igual que la primera nieve que cae en invierno.
Como el sol a comienzos de la primavera.
Yo veo en ti una misteriosa magia.
Del fondo de la habitación otra voz surgió, esta era más ronca pero irradiaba el mismo sufrimiento.
Cuando el enemigo del mundo de hielo.
Envíe un viento frio a nosotros un día.
Prométeme que lo superaremos juntos.
Los tripulantes de la nave observaron en silencio cómo cada una de las personas presentes alzó su voz en una emotiva despedida a sus familias, a su hogar… prometiendo volver.
No me asusta nada
Siempre y cuando este contigo
Serás mi campanilla en el cielo.
Lily cantaba con todo su corazón, cantaba todo su dolor.
Como el océano en el verano, como el cielo a fines de otoño.
Es un sueño que comienza…
Las cosas que quiero hacer contigo son cada vez mayores.
Y me preocupa el tiempo que tenemos…
No es suficiente.
Al igual que la primera nieve que cae en invierno.
Como el sol a comienzos de la primavera.
Como el océano en el verano.
Como el cielo a fines de otoño.
Es un sueño que comienza…
La nave se alejó más y más, hasta que la campanilla desapareció en el horizonte.
Cuando la luz azulada brilla.(*)
(*) Tinkerbell - Girl's Generation (Traducida)
