En la última batalla con Darcia, por abrir el paraíso dentro de aquélla montaña, Kiba lucia mal herido, tratando de proteger a la virgen de la flor en su último acto, Darcia había sido envenenado por la sangre de cheza.

Ya que éste no estaba protegido por la flor, Darcia se acerco a los bordes de un pequeño charco que rodeaba la parte de tierra donde cheza y kiba estaban, ingenuamente creía que esa era la entrada al paraíso, tocó apenas la orilla del agua y se lleno de un esplendor de luz que recorrió su cuerpo con enjundia, desapareciéndolo del mundo que acababa.

Kiba se acercó mal herido a cheza, arrastrando su resquebrajado cuerpo abrazó fuertemente a la flor quien también agonizaba por las heridas que Darcia le hizo, se aferró a ella y le dijo:

-Ahora, a quién protegeré, me he quedado solo-

-Tú y yo pudimos encontrarnos gracias a que la flor te protegió, gracias a que tú me cuidaste, la flor puede florecer de nuevo, por eso en el próximo mundo, cuando se abra el paraíso, seguro esta vez es el deseado.

La virgen se convirtió en miles de millones de semillas que se esparcieron por todos lados, en los brazos de kiba solo quedó su manta, mientras gritaba al cielo de desesperación y tristeza, vagando solo quedó tendido en el suelo, sus ojos se comenzaron a cerrar y miles de flores empezaron a nacer alrededor de él, el hielo comenzó a derretirse rápidamente, hasta que de pronto, sintió una gota de agua fría en su nariz.

Aun no he muerto. Pensó, mientras débilmente se levantaba para seguir adelante, caminó y caminó hasta que de pronto llegó al pié de una pequeña roca hueca en donde pudo refugiarse de la lluvia.

Quedó dormido profundamente hasta que un agradable y fresco aroma lo despertó y al abrir sus ojos un hermoso esplendor iluminó sus ojos, un campo de flores blancas, aves volando libremente, sus heridas parecían ya estar secas. Salió de la cueva su cara reflejaba una admiración y felicidad radiante, miró hacia su alrededor para ver si veía a alguien conocido, pero fue en vano. Usando sus instintos fue en busca de agua, saltó al lago donde no muy lejos caía una cascada, y él se sentía tan bien una gran calma lo invadió, acompañada de soledad y recuerdos vagos de una vida pasada.

-Que calma…. Me pregunto, si estaré solo.

Sentado frente a su refugio mirando la luna aullaba, en todo el valle se escuchaba solamente su aullido que acompañaba a la luna en su esplendor.

-¿Habré muerto?, ¿estoy vivo?, ¿será este el verdadero paraíso?, y si lo es… ¿dónde estarán los demás lobos?

El frio comenzaba a sentirse, y algunas manadas de ciervos comenzaban a migrar. La nieve comenzaba a caer, era más difícil conseguir comida, los días pasaron hasta que la nieve cesó y la primavera comenzó de nuevo.

Un día de la primavera kiba salió de su guarida a buscar comida, cuando llego a la cascada le pareció escuchar un aullido muy lejano, le recordó a Tsume, entonces corrió hacia la dirección del aullido tratando de comunicarse de nuevo sin obtener respuesta, estuvo buscando a lo largo de dos días tratando de descubrir de donde provenía, pero al no obtener respuesta ni rastro, decidió pensar que fue su imaginación. De regreso a su guarida encontró una huella de lobo, y un olor familiar recorrió su nariz, era…

-Tsume?

Tratando de seguir el rastro fue en vano, el olor desaparecía rápidamente. Suspiró y entro a su guarida como si su mente le hubiese gastado una broma. Al día siguiente al salir, varios kilómetros cruzando un rio había un ciervo muerto. Corrió hacia él para poder comerlo, y se dio cuenta que el ciervo ya había sido alimento de alguien más vio las mordidas en su cuello y rápidamente percibió el olor familiar de la vez pasada, entonces comenzó a pensar que no era nada más su imaginación decidió caminar sin rumbo cuando de pronto vio a lo lejos en una roca la sombra canina de alguien…