Este fic participa en el Reto Especial: "Toujours pur" del foro First Generation: The Story before books.

Disclaimer: Los personajes de esta historia pertenecen a J. K. Rowling


La lluvia caía sobre la delicada figura de Andrómeda. Caminaba lentamente por las calles del Londres muggle, sabía que si era vista por cualquier amigo de la familia no se libraría de la ira de su madre. Pero también sabía que ningún amigo de la familia se dignaría a aparecer por allí, por lo que era territorio seguro para estar sola.

Su mano se dirigió a su cuello, de donde pendía un sencillo anillo de plata. Ted le había prometido que si aceptaba, haría todo lo posible por conseguir la joya que ella merecía. Ella había tardado menos de un segundo en callarle, lo único que necesitaba era a él a su lado. Y ese anillo era la promesa de un futuro. Juntos.

Andrómeda suspiró. Sabía que desde el momento en el que había iniciado su relación esta no podría durar mucho. Ella era plenamente consciente de que su madre quería casarla con Rabastan Lestrange. Sin embargo, ella quería casarse por amor, formar una familia, alguien a quien acompañar y que la acompañase. Quería a alguien con quien pudiera ser ella misma, y ahora, mientras jugueteaba con la fina alianza en su dedo, sabía que esa persona no era otra más que Ted Tonks.

Tendría que irse de la casa que la vio nacer, alejarse de sus hermanas. No vería la hermosa boda de su hermana Bella ni tampoco el compromiso de Cissy con el engreído de Malfoy. Muy probablemente no podría volver a ver a Regulus, el único que parecía entenderla un poco más que los demás.

¿Estaba dispuesta a perder tantas cosas por fugarse con el loco aventurero de Ted? Sonrió en respuesta. Sí que estaba dispuesta, mucho más que dispuesta en realidad. No quería llegar a la edad de su madre y parecer tan miserable como ella por estar con un hombre al que no amaba. No, esa vida de máscaras no era para ella.

Ella quería llevar siempre una sonrisa en su cara, ya fuese provocada por un rápido vuelo sobre la escoba de Ted o por jugar al escondite en el parque como si fueran dos niños.

Además, habiendo sido la hija mediana, no es como si su madre fuera a echarla mucho de menos. Siempre había sido a la que menos caso había hecho.

Cambió la dirección de sus pasos, casi corriendo deshizo todo el camino que había hecho. La lluvia le golpeaba la cara, pero su sonrisa cada vez se hacía más grande. Subió de dos en dos los escalones del apartamento de Ted. Si su madre la viera así por un hombre...por un muggle.

Tocó el timbre, Ted se asomó por ella con la camisa desabrochada. Pillándolo por sorpresa se lanzó a sus brazos, besándole. Ted la separó ligeramente de su cuerpo.

-¿Por qué has vuelto tan pronto Dromeda? ¿Ha ocurrido algo?

-Sí. Lo tengo claro, acepto. Quiero ser tu esposa, Ted Tonks. Quiero un futuro juntos.

Y Ted lo único que hizo fue sonreír como solo su Dromeda conseguía que hiciera.