Habían estado juntos desde que tenía uso de razón. Era su mejor amigo, la persona a la que le contaba todas sus inseguridades, con la que compartía sus alegrías. Y aun así estaba devorándole con la mirada, gravando en su retina cada curva de su cuerpo. Tenía suerte de estar en el comedor y estuviera obligado a contener sus impulsos. Su mente divagaba sobre todo lo que le haría a aquel joven cuerpo, cómo le cubriría de besos, como tocaría cada centímetro de su cremosa piel, cómo le haría el amor y le arrancará de sus hermosos labios los más dulces gemidos.
Su mente seguía girando en torno a ese perfecto cuerpo sin darse cuenta de que cierta persona se había sentado a su lado. La chica en cuestión le miraba esperando que se diera cuenta de su presencia, pero esto tardaba en ocurrir. Puso una mano en su hombro, provocando que diera un botecito.
-Eren ¿Pasa algo con Armin? No dejas de mirarle
Las mejillas del muchacho se tornaron rojas al ver que le habían descubierto. Miró al lado contrario para que no viera su sonrojo, aunque ya era tarde. Mikasa seguía mirándole con su expresión estoica de siempre, esperando una respuesta que simplemente no llegaba. Eren se levantó, decidido a dejar los platos sucios e ir a sentarse cerca del joven rubio.
Armin se encontraba concentrado leyendo un libro, picoteando del plato que tenía frente a él de vez en cuando. Eren se sentó a su lado, mirando el libro que estaba leyendo. Armin se percató de su presencia y levantó la mirada para sonreírle. Eren le devolvió la sonrisa, acercándose un poco más a él.
-¿Tan interesante es que no puedes venir a comer con nosotros?
-Me gustaría terminarlo pronto, y estando en vuestra mesa sin prestaros atención me parecería fatal...
-¿Quieres que te deje y así puedes leer tranquilo?
-No, quédate, me gusta tenerte cerca.
Al oír esto los dos giran el rostro sonrojados. Eren esboza una pequeña sonrisa mientras que Armin traga saliva algo nervioso. Uno pasos se acercan a donde ellos están hasta pararse junto al rubio.
-Hey Armin ¿Qué tal?
-Oh, Hola Jean –Sonríe disipándose el sonrojo- Bien ¿Y tú?
El chico se encoge de hombros como respuesta. Mira a Eren sentado junto al rubio, frunciendo el ceño mientras le Mira. Jean frunce la nariz en respuesta a su mirada, sentándose al otro lado de Armin. Lo dos comienzan a hablar calmadamente, dejando un poco de lado a Eren, que gruñe internamente como un perro al que le han robado la presa. Ver a Armin hablar tan familiarmente con Jean le molesta, haciéndole imposible desfruncir el ceño. Quiere que se vaya, desea con todas sus fuerzas que eres molesto Jean se marche y los deje a solas. Jean debe leer mentes, porque mira a Eren con una sonrisa ladina, apoyando el codo en la mesa y la mejilla en la palma, acomodándose para hacer notar que pensaba quedarse. Eren frunce más el ceño si cabe, rechinando los dientes. Estaba celoso. Celoso de que más gente a parte de él fuera cercano al chico.
Armin se giró levemente para mirarle y al cruzar sus miradas el castaño suavizó su expresión. No podía estar realmente enfadado alrededor de su pequeño, porque era suyo, no de la forma que él quería, pero era suyo. Eren vio de reojo el libro y sonrió con superioridad.
-Armin, tú querías leer y aquí estamos molestándote. Mejor vamos a buscar un lugar tranquilo.
Antes de que pudiera responder le toma de la mano, haciendo que se levante y arrastrándole sin hacerle daño fuera del comedor. Armin gira la cabeza para despedirse de Jean, que les mira irse con una risita burlona, contento por haber conseguido molestar a Eren.
Los dos chicos fueron detrás de las barracas, donde se sentaron a la sombra, Eren con las piernas cruzadas y lo pies bajo las rodillas y Armin con las rodillas flexionadas a un lado de su cuerpo. Así sentado estaba femenino e inocente, faceta que por cierto a Eren le encantaba. Armin esperó a estar calmados y cómodos para empezar a reprenderle.
-Eren, no debiste hacer eso. Es de muy mala educación irse de esa forma, además ¿Por qué nos hemos ido si puede saberse?
-Porque Jean me estaba robando mí tiempo a solas contigo.
De nuevo a sus mejillas se les coloreó la piel de rojo, al rubio mucho más que al castaño. Eren desvió la mirada alborotándose el pelo con la mano algo nervioso. Armin dirigió su rostro al lado contrario a donde se encontraba Eren para que no le viera.
Eren le miró unos segundos fijamente, frotando sus manos nervioso. Quería confesarle lo que sentía por él. Quería terminar con la incertidumbre. Siempre serían amigos si lo peor llegaba a ocurrir, así que decidió quitarse ese enorme peso de encima.
Antes de que pudiera empezar a hablar, Armin le miró con sus grandes ojos azules, dejándole con las palabras atragantadas,
-Eren, no deberías enfadarte cuando está Jean cerca, es un buen chico y también es mí amigo, es normal que queramos charlar...
-¿Y no prefieres quedarte conmigo?
-Nos pasamos juntos casi todo el rato que tenemos libre. Solo porque pasemos el rato con otros amigos...
-Estamos con "otros amigos" a todas horas, Armin. No paso contigo a solas ni un mísero segundo, y cuando tengo un rato que podemos estarlo te pones a charlar con Jean...
-Eren no seas crío, si quieres pasar tiempo conmigo me lo dices, no me arrastras hasta aquí por tú cuenta.
Eren frunció el ceño algo enfadado. Prefería estar con otras personas a pasarlo con él. Se sentía dolido y apartado. Se levantó de un salto mirándole por encima del hombro.
-Muy bien, vete con tus amiguitos, seguro son mejor compañía que yo.
-Eren, por lo que más quieras...
-Lo que quiero es estar contigo, pero por lo que veo tú prefieres a Jean.
-Pues sí, Eren, en estos momentos prefiero estarlo. Al menos él no tiene rabietas por estas tonterías
Eren se giró dándole la espalda ofendido y hundido al escuchar esas palabras. Sus ojos pierden su brillo mientras mira al suelo. Armin le mira sabiendo que sus palabras le ha dolido, él está molesto y no entiende del todo a Eren, pero no quiere por nada discutir con él.
-Eren, yo...
-Déjalo, Armin.
Comenzó a caminar dejándole allí sentado cabizbajo. Estaba destrozado. Sus ganas de confesarse se habían marchado y ahora solo quería dar marcha atrás y seguir en el comedor aguantando la molesta voz de Jean, al menos así seguiría al lado de Armin sin molestarle. Fue directo al cuartel, quería meterse en su habitación y tal vez no salir nunca de aquel húmedo y frío sótano. Al llegar, se tira en la cama, abrazando la almohada con fuerza, suspirando. Iba a ser un día muy largo.
