Durante una visita de Ananké al Olimpo en medio de la noche, se anuncia un cambio en el destino y una amenaza para la civilización. Apolo tendrá que buscar un objeto y ponerlo a salvo del monstruo que lo amenaza. Nadie le dijo que eso conlleva un drama de siglos y un anhelo de venganza.


¡HOLA A TODOS! Admito que este fic no me dio tanta guerra como el anterior, así que aquí lo tienen: con este, ya solo queda el fic de Radamanthys para que vuelva a ver qué pasa en el Santuario de Athena. Para referencias a mi estilo y a ciertos aspectos del fic, lean 'Littera Minima' y sus secuelas. En esta ocasión, sumen 5 años a las edades del canon (sí, hubo cambio de año, recuerden). O si les resulta más fácil y menos complejo, dense una vuelta por el perfil de Ekléctica, donde encontrarán la línea de tiempo oficial: al principio de cada año aparecen las edades.

Un especial agradecimiento a Seika Lerki, Tsuyu Ryu y Ekléctica (El Concilio del Fic), madrinas y lectoras de prueba de este fic, que además de incentivarme y animarme a escribir, aplacaron mis instintos asesinos y varios personajes vivieron para contarlo.

Una recomendación especial, si quieren ver este universo expandido, lean "Madness of Love", de Lady Seika Lerki y el omake "Lo que Sueño de ti" y las adorables miniserie "Familia" y "Futuro" de Ekléctica. Finalmente, "Luz Amatista", de Tsuyu Ryu, es una joya. Las conversaciones que las inspiraron a ellas, de paso me inspiraron a mí para retomar este hábito mío de escribir fanfictions. ¡VAYAN A LEER! =D

Por cierto, ¡Tsuyu actualizó Luz Amatista! =D

Saint Seiya, la trama y sus personajes pertenecen al genialísimo Masami Kurumada y a quienes han pagado por el derecho respectivo. No estoy ganando dinero con esto, nada más entretengo a mi imaginación y le doy más trabajo a mi Musa. D8 ¡NO TENGO FINES DE LUCRO!


ADVERTENCIA.

Cualquier coincidencia con la realidad, con situaciones reales y semejanzas con personas vivas o muertas, es una mera coincidencia. Se pide criterio y discreción por parte de los lectores. Debido a la naturaleza de algunas escenas gráficas, se pide extra cuidado. No me hago responsable de castigos, lesiones, o penas capitales derivados de la lectura de este capítulo.

¡No intenten nada de esto en casa!


"XXI. VENDETTA"
("Venganza")

Apertura: La Cercanía del Destino

Monte Olimpo.

4 de agosto. 22:46 horas.

Era una noche despejada, pero de agradable temperatura. El verano seguía su curso a paso tranquilo y la vida avanzaba con sus agitaciones de siempre, pero de alguna manera no alcanzaban a afectarlo. Zeus se cruzó de brazos, apoyándose en una de las tantas columnas que rodeaban al gran salón de asambleas del Olimpo. Miraba hacia la lontananza, al mundo mortal cubierto por un manto de estrellas, escuchando y sintiendo.

¿Qué querría Ananké?

La diosa de lo inevitable lo había contactado hacía unos días, diciéndole que necesitaba verlo a él y a su esposa, quien aún fungía como reina del Olimpo. Tenía noticias que debían escuchar, para poder alistarse a lo que fuese que se les viniera encima. Zeus gruñó de mal humor: ¿es que la señora del huso de diamante no se había percatado que ya tenía bastantes problemas? Los dioses del Olimpo se encontraban inquietos y su corazón estaba apesadumbrado. Le preocupaban sus hijos, Artemisa sobre todo, cuya panza parecía haberse inflado de improviso, pero no era la única. Apolo seguía con su investigación, pero el reciente quiebre con la hija de Hypnos lo tenía algo emo.

Al menos habían quedado como amigos.

Bueno, no es que hubiera sido un quiebre muy escandaloso, pero al sujeto se lo había visto tocando la lira más que de costumbre. Bajo condiciones normales, eso no habría sido molestia, pero podría tocar algo más animado y que no incitara tanto al suicidio colectivo. Suspiró y meneó la cabeza: tenía que hablar con su hijo. Había muchas mujeres más en el mundo, no tenía que tomárselo así de grave.

Sus mellizos no eran los únicos de sus hijos que lo preocupaban. Hermes y Dionisos estaban inquietos, Ares estaba deprimido por alguna razón y, no había forma de animarlo. Todos tenían algún problema y, de un momento a otro, parecía que se habían puesto de acuerdo en no confiarle sus temores. Las únicas que estaban más o menos bien (aunque de todos modos molestas con él por el asunto de Artemisa) eran Perséfone y Athena.

"¿Es que nunca puedo tenerlos a todos contentos?" Se lamentó al aire.

"¡Ha! El sueño del pibe…"

Zeus miró hacia la columna de junto. Allí, sentada a los pies y con su celular en la mano, Hera miraba el paisaje con ojos duros. Se notaba cansada, pero desde hacía unos meses había adquirido un brillo que parecía enamorarlo de nuevo. Cuando Zeus se dio cuenta de aquello, incluso pensó que Hera podría estar embarazada, pero se sorprendió a sí mismo decepcionándose cuando el paso del tiempo le probó que no sería padre de nuevo. Llevaba meses sin estar con su esposa: la última vez que habían estado juntos, Hera parecía haber desconectado su cerebro y simplemente esperó a que todo terminara. Eso como que lo había ofendido un poco.

Hera estaba extraña, cada vez más distante. Apenas la veía durante el día y hasta lo regañaba menos. Sin ir más lejos, hacía unos días atrás la diosa lo había descubierto comiendo a deshora y fuera de su dieta, pero apenas le había gruñido que al menos tuviera la decencia de dejar todo limpio. Eso le quitó el hambre de golpe.

Ni siquiera la búsqueda de amantes aquietaba su corazón. Comenzaba a echarla de menos. ¿Quién lo diría?

"Vaya, soy digno que me hables de nuevo. ¿Es esa tu opinión ante mi pregunta, cariño mío?" Preguntó Zeus.

"Sí. En el Olimpo tenemos post doctorado en quejas. Nunca estarán todos contentos al mismo tiempo."

Zeus infló el pecho con alegría y sonrió enternecido. Cambió su postura, tratando de pavonearse y llamar la atención de su esposa.

"¿Hay algo en particular que te enoje? Puedo arreglarlo."

"Puedo arreglar mis propios problemas, Zeus. Gracias." Dijo Hera con calma. La diosa miró en su dirección. "¿Sabes porqué Ananké ha pedido audiencia con ambos?"

"No. Supongo que nos quiere revelar algún nuevo destino. Ya sabes, cada tanto tiempo cambia todos sus planes… y la última vez que hizo eso fue hace como setecientos años."

"Seguro se inspiró con nuevas ideas." Hera resopló con calma y miró hacia las estrellas. "A ver cómo nos sorprende."

"Solo esperemos que no sean muchos problemas y que no se le ocurra liberar a los titanes."

"Esperemos."

Bien Zeus hubiera querido iniciar una conversación más duradera con Hera y seguir compartiendo con ella pero, fuera de aquella corta charla, la diosa no hizo ningún esfuerzo por seguir conversando. Zeus no pudo reclamarle nada, pues Hera conseguía ser educada y al mismo tiempo hasta delicada con sus monosílabos: simplemente no tenía ganas de compartir con su esposo. El señor del Olimpo resopló molesto y triste, pero no derrotado. Hora de cambiar la estrategia: dejó de hablarle no porque se hubiera rendido, sino porque tenía que pensar cómo lograr que su esposa volviera a…

"Zeus." Hera llamó su atención y se puso de pie, señalando hacia un costado de la columnata.

Tanto él como su esposa vieron a una figura delicada, que caminaba hacia ellos como si no tocara el suelo. La diosa primordial se detuvo a unos siete pasos de la pareja e hizo una respetuosa venia, correspondida por los regentes del Olimpo. Sonrió misteriosa y de entre las túnicas que la envolvían, sacó su huso de diamante.

"Buenas noches, señora. Honra nuestra casa con su presencia." La saludó Zeus con respeto. "¿Nuevos destinos han sido hilados?"

Ananké asintió, al tiempo que dejaba caer tres madejas al suelo. Una de ellas era dorada, la vida de un dios inmortal, la otra era de fuego y la tercera, de alquitrán. Las dos últimas eran madejas inmortales que podían morir.

"Quien preside Delfos está recibiendo en estos momentos la advertencia. El Olimpo será remecido y el destino de un dios ha cambiado." Una voz etérea resonó en el aire, como un susurro tenue. Ananké nunca usaba su voz real para hablar, pero había sido ella la autora de aquellas palabras.

"Querida señora, si Apolo Pitio está teniendo una visión, ¿Por qué nos avisa de antemano? Igual nos vamos a enterar." Preguntó Hera.

"Porque se va a guardar detalles que le son privados, solo para él." Explicó Ananké mirando las madejas de hilo. La de fuego pareció brillar. "No depende de mí liberarlos, son de Apolo. Vine a brindar un resumen."

"Nos dará ese resumen porque nos toca a nosotros, como regentes del Olimpo, y a mí como su padre… ver que Apolo tome responsabilidad por ese destino." Comentó Zeus. Ananké asintió.

"No es un mal destino, si puede cumplirlo. Es una posibilidad de muchas, pero es su última oportunidad de sanar su corazón y comenzar a madurar." Ananké señaló la madeja de fuego y la de alquitrán. "Este alquitrán puede sofocar este fuego. Debe ser protegido… si no…"

En ese momento, el planeta pareció estremecerse y todos miraron hacia el firmamento con particular interés. Hera apretó las manos, quizás algo asustada, Zeus frunció el ceño, alerta.

"No son los titanes… ¿o sí?" Preguntó el dios.

"Ni de lejos. Es un monstruo que puede morir, pero que no cualquier inmortal puede matar. Hay condiciones. Si ese monstruo de alquitrán devora a la criatura de fuego, alcanzara un poder inimaginable… pero antes de que eso pase, ellos están dispuestos a tomar medidas, por desesperadas que sean, para impedirlo. ¡Tienen miedo y se van a defender! Eso cambiará la faz de la tierra."

"¿Ellos? ¿Quiénes se van a defender?" Zeus frunció el ceño. "¿Quiénes tienen el poder de cambiar la faz de la tierra si no los dioses?"

Ananké negó con la cabeza, casi maternal.

"No se necesitan poderes ni cosmos divinos, querido Zeus. ¿Los volcanes acaso no son capaces de trastornar civilizaciones?"

"¿Qué pinta Apolo en todo esto?" Preguntó Hera. "¿Por qué dices que…?"

Una nueva madeja cayó de las manos de Ananké. Era dorada y rodó hasta los pies de Hera, quien la reconoció en el acto: era la madeja de su propio destino. La diosa enarcó ambas cejas.

"No es el único destino que cambió. Pero eso solo te corresponde a ti, hija de Cronos." La diosa del huso de diamante recogió las madejas y, antes que Hera pudiera hacerle una pregunta, se volvió hacia Zeus. "El monstruo de alquitrán no debe ganar, el mundo será destruido si eso ocurre, pero es Apolo el único inmortal que puede detenerlo. ¿Te asegurarás de que así sea?"

"Si las civilizaciones mortales peligran, ¿por qué no enviar a mi hija Athena y su ejército de santos a detener a ese monstruo?"

"Porque es el destino de Apolo." Ananké levantó las cejas. "Tú no podrías detener al monstruo ni con todo el poder de tu cosmo, aunque éste no es capaz de hacerte daño. Solo lo harías enojar más. Por eso es importante que no se trague el poder que busca. ¿Te asegurarás, hijo de Cronos?"

"Sí señora. Apolo se hará cargo de su responsabilidad."

Ananké sonrió cauta y, tras unos instantes, se desvaneció en el aire al cabo de unos minutos. La temperatura bajó un poco, como reaccionando a las palabras del destino. Zeus escrutó la noche y al mundo con sus ojos, descubriendo que el planeta se agitaba inquieto. Giró sobre sus talones para conversar con Hera.

"Bien, eso fue breve. Creí que nos iba a hablar por horas como la vez pasada." Dijo de bastante buen humor. "¿Te acuerdas cuando…? ¿Huh?" Hera lo miraba con ojos grandes, muy abiertos, pero reprimiendo las emociones. "¿Hera?"

"Buenas noches, Zeus. Te veo mañana."

La diosa giró sobre sus talones, sin esperar a que Zeus le respondiera, dejándolo tan o más perplejo que antes. El dios la observó todo el tiempo hasta que desapareció al interior de las estancias. Se puso las manos en las caderas.

"Y justo que quería conversar más de este asunto con ella…" Se lamentó Zeus con un puchero. "Ni modo, a ver si encuentro alguna ninfa con quien consolarme."

Así sin más, se adentró en las sombras de la noche en dirección de las habitaciones del servicio, en busca de compañía. Y como no la encontrase (eran ninfas, pero no tontas y ya le conocían las mañas), Zeus decidió que todos debían ser tan miserables como él y convocó al Concejo de los Doce para discutir el tema.

Sí, a esas horas de la noche.

¡Lindo!


Parque Nacional de Bukit Barisan Selatan. Indonesia.

Días después. 15 de agosto.

Todavía recordaba las pulsaciones bien claras en su cabeza. Días atrás había tenido una visión tan nítida que fue imposible de ignorar. Había comenzado con una oscuridad tan cerrada como intimidante, pero no silenciosa. Todo el lugar había sido inundado de rugidos tan espeluznantes como poderosos, y las sacudidas habían sido tan horribles que Apolo había tenido la impresión de que el planeta se resquebrajaba bajo sus pies. Había oído un grito de dolor tan intenso que le había constreñido el corazón por varios segundos. No había sido una linda visión, pero no digamos que había podido despertar de eso.

En aquella visión vio también una esfera de luz, que encerraba en su interior una flor de hibisco. Era de un color rojo muy vivo, pero parecía estar hecha de cristal. Se sentía muy viva y era evidente que en su interior contenía un poder tan salvaje como destructivo, pero que de alguna manera se podía controlar. No era algo maligno, sino uno muy puro, casi diáfano en su naturaleza, y de inmediato quiso protegerlo. La esfera estaba en las manos de una figura antropomorfa hecha de magma, cuyo género no pudo identificar, y que sufría una agonía tan horrible que no pudo evitar compadecerse. Los ojos de la figura, el único rasgo que pudo distinguir con claridad, parecían hablarle directamente a su alma: "Esto será tuyo", le había dicho, "Si se lo devora, la faz de la tierra cambiará. ¡No Debes Dejar Que Obtenga Este Poder!"

Se produjo un minuto de silencio en ese momento, la visión se quedó tan muda que hasta le vibraron los tímpanos. Apolo no era tonto cuando estaba concentrado: tomó la esfera de luz en sus manos, consciente de que no podía dejar que aquél poder se corrompiese. Dependía de él protegerlo, ponerlo a buen recaudo, no debía dejar que nadie lo profanase. ¿Quién amenazaba esta fuente de energía y por qué?

Fue cuando sintió a la criatura llorar tan lastimeramente como en su momento había escuchado llorar a Niobe. Fue cuando se dio cuenta que era femenina y que se alejaba de él sin dejar de llorar sin gritos. Quiso acercarse, consolarla de alguna manera, pero… en ese momento se había alzado aquél monstruo.

Otra figura antropomorfa, negra y pútrida, sin ojos, que se interpuso entre él y aquella mujer con un halo de putrefacción rodeándolo. "Ella es mi cena", había dicho. Se lanzó contra él en un ataque histérico, mostrando dientes afilados y garras podridas. "¡DAME SU PODER!"

Despertó de golpe en su cama enfurecido. Se levantó en seguida, con esa sensación de urgencia que lo instaba a vestirte y a prepararse para cualquier calamidad. Dio unos pasos en dirección de su vestidor, dispuesto a hacerle caso a ese instinto, cuando tuvo la segunda parte de su visión: esta vez un mensaje claro que exponía su misión de forma concisa. "Busca en Sumatra la fuente de su poder, ponlo a salvo del Devorador. ¡No dejes que caiga en sus manos!"

No tuvo mucho tiempo para meditar sobre la naturaleza de la visión pues momentos después, mientras se vestía, el Concejo de los Doce fue convocado de urgencia por Zeus, quien parecía haber recibido un adelanto de lo que ocurriría. Más que respuestas encontraron preguntas por resolver, pero la atención estuvo tan centrada en él que, ni aunque hubiera querido habría podido zafarse de lo que se le vino encima. Había un monstruo que amenazaba la existencia de la civilización, el que buscaba un objeto que se encontraba en algún lugar de la isla de Sumatra y que él debía ir a buscarlo.

Así que helo allí, casi diez días después, muerto de calor, cansancio y pegoteado de sudor, lleno de picaduras de insecto y con hambre, en aquél parque nacional y sin tener ni la más remota idea o la más triste pista sobre la naturaleza del objeto que buscaban. Las deidades hinduistas locales de poca ayuda habían sido, aunque Ganesha había cooperado un montón con su misión, dándoles ideas y orientándolos, incluso dándoles pistas valiosas sobre la naturaleza del objeto que necesitaban encontrar y poner a salvo. Claro… no digamos que les gustaba mucho ir a la isla de Sumatra, por lo que una vez ahí, Apolo estuvo prácticamente por su cuenta.

"No se ponga así, señor. Al menos sabemos que buscamos una gema." Dijo Jack de muy buen humor, uno de sus apolíneos. "Y el ejercicio siempre nos sirve."

"Habla por ti. Yo quiero una ducha." Gruñó Marcelina, una de sus sibilas más fuertes. La mujer se dio una palmada en el cuello. "¡Y que estas bestias dejen de picarme!"

"Que conste: dije que se pusieran repelente." Comentó Agustín, otro de los apolíneos, quien por cierto lucía bastante tranquilo. "Tengo hambre…"

Apolo resopló hastiado, pero sonrió benévolo hacia sus guerreros. No tenían por qué seguirlo, pero no lo dejaron solo: apreciaba su compañía porque, además de compartir sus dificultades, le aliviaban el ánimo. Además le habían ayudado mucho en esta cruzada: habían partido con muy pocas pistas, pero poco a poco las habían concretizado más. Ahora los cuatro marchaban rumbo al sur y todavía tenían un trecho enorme que recorrer. Ganesha les había comentado que hacía unos ciento treinta y dos años atrás más o menos, una criatura que obedecía a la descripción del monstruo de alquitrán que había dado Apolo, había provocado que el volcán Krakatoa le atacase con especial alevosía, por lo que necesitaban investigar esa arista, aunque el dios no iba de buena gana: los volcanes le caían mal y en serio no quería toparse con ninguno ni aunque su destino dependiera de ello. Mientras antes investigasen esa pista, antes se alejarían de aquél volcán, por lo que rápidamente habían tomado rumbo en esa dirección.

Sin embargo, unos dos días atrás, Marcelina entró en trance y advirtió que debían recorrer el parque nacional Bukit Barisan Selatan primero… el objeto que buscaban, aquella extraña fuente de poder que la criatura de alquitrán quería, estaba oculta en algún lugar de los alrededores.

"A propósito, Marce: ¿Estás segura que tu visión dijo que teníamos que buscar aquí?" Preguntó Jack. "Lo digo porque esa playa que pasamos hace unas horas tenía buena pinta."

"Sí, estoy segura." La sibila miró de reojo a Apolo. "O eso creo. No soy tan buena con las visiones como Lucy, pero estoy aprendiendo y…"

"Marcelina, tu visión fue fuerte y has mejorado mucho interpretándolas." La tranquilizó Apolo, casi con orgullo. Solía ponerse muy contento cuando sus guerreros mejoraban o superaban sus limitaciones. "Te acercaste mucho al significado real."

"¿Esa visión no incluía comida? Muero del hambre." Insistió Agustín.

Apolo sonrió de costado, mientras escuchaba como sus escoltas bromeaban y discutían entre ellos. Inspiró profundo, deteniéndose unos instantes para observar sus alrededores. Miró la hora y miró por encima de su hombro.

"Muchachos, es hora de un descanso. Ya que Agustín está al borde de la inanición, es bueno que coman un poco."

"¡Por Fin! Creí que nunca lo diría." Agustín no tardó cinco segundos en dejarse caer con mochila y todo. Los demás lo imitaron.

"¿Quiere que le prepare algo, señor?" Preguntó Marcelina mientras tomaba su sitio. Apolo negó con la cabeza.

"No todavía. Iré a dar un vistazo." Explicó mientras les dejaba su propia mochila. Sus tres compañeros lo miraron expectantes. "Y quiero ir solo, no me miren así. ¡Coman y beban un poco! Vuelvo en seguida."

Apolo no les dio tiempo de replicar y se adentró entre los árboles. Marcelina había interpretado bien su visión, pero algunos de los detalles que tuvo habían sido específicos y no tenían sentido para nadie más que él. La encontrarás solo si estás en soledad. ¿Eres capaz de comprometerte en serio? Era lo que llevaba resonándole en la cabeza desde que su sibila había detallado su visión. ¿Compromiso él? Se decía que era incapaz de asumir responsabilidades, era muy inmaduro y eso le había jugado en contra toda su vida.

¡Tan inmaduro no era! Había probado ser buen padre (más o menos) y siempre tuvo la intención de conseguir a alguien con quien pasar la eternidad. Alguien que se quedara con él, pero su corazón siempre había sido decepcionado. ¿Él comprometerse? Claro que sí. Con causas que lo inspirasen, con sus misiones… cientos de veces había probado ser digno de confianza, pero las Moiras insistían en dejarlo solo. ¿Qué si era capaz de comprometerse con algo? Claro que sí.

Se levantó una brisa muy fresca, cosa rara en aquella latitud, pero solo pareció rodearlo a él. Le revolvió los mechones de cabello y alivió en parte el enorme calor que sentía. Fue como una caricia que además llevaba cargada de una pregunta que se alojó directo en su corazón.

"Dices ser capaz de comprometerte… ¿Tendrás las agallas para hacerlo con una sola mujer?"

Se le oprimieron un par de latidos y dejó caer los brazos, pensativo, quizás angustiado.

"Sí. Claro que sí." Inspiró aire y sonrió. "¡Si no huyeran de mi constantemente!"

Apolo rió para sofocar el nudo en la garganta. Tenía mala suerte en el amor, y su último intento lo había dejado un poco averiado. Phantasos finalmente se había decidido por Huitzilopochtli, pero curiosamente tal cosa no lo llenaba de amargura, sino muy por el contrario, de una extraña alegría ajena… pese a que se había quedado más solo que el ombligo.

"¡Supongo que ya no fue! Si en mi destino hubiese alguien con quien pasar mi vida, ya se habría manifestado. Una bella diosa, algún efebo guapo, una ninfa incluso." Dijo en voz alta. "Si tan solo hubiera podido demostrarle a mis chicas que en serio yo quería lo mejor para ellas, ¡claro que me hubiera comprometido!" Continuó el dios en voz alta, como soñando despierto. "¡Hubiese tomado sus manos y bailado! Las habría tratado como princesas y velado por ellas. Si tan solo no lo hubiera arruinado todo."

El dios se detuvo, sintiéndose de súbito muy inspirado. Dio unos pasos de baile, como si sostuviera a alguien imaginario entre sus brazos.

"¿Qué se siente cuando le entregas tu corazón a alguien? ¿Cuándo va más allá del deber y de lo fácil? Ese punto cuando estás dispuesto a dejarte la inmortalidad por el bien de alguien." Se preguntó Apolo mientras bailaba con su invisible pareja. Pronto detuvo su danza imaginaria. "¿Qué se siente que te correspondan en igual intensidad?"

El dios habría continuado con su monólogo cuando en el hueco de un árbol creyó ver algo. Tras las plantas y enredaderas, algo pulsó al unísono de su voz. Usando su cosmo, despejó el camino, viendo algo en el interior del hueco que lo asombró como nunca.

Era una escultura de cristal, que tenía la forma de una planta de hibisco de mediano tamaño. Tenía una única flor, que brillaba de un rojo intenso y de tan bella factura, que el dios se sintió conmovido ante la belleza que observaba. Era una obra de arte, una pieza de artesanía tan exquisita como fuera de lugar. ¿Qué hacía allí en la mitad de la selva? Apolo se acercó con calma y se agachó, sacando el objeto de su nicho con facilidad. Era frío en la base, pero al pasar los dedos por los pétalos, los descubrió calientes.

"¿Señor?" Preguntó de pronto Jack. "Nos preguntábamos si… estaría bien. ¿Qué tiene allí?" El apolíneo se agachó junto a su señor y admiró la flor. "¡Guau!"

"Aquí me tenías divagando sobre el significado de los compromisos y preguntándome a mí mismo qué se siente que correspondan tus afectos." Explicó el dios, levantando la escultura para verla mejor. "Ya sabes, que alguien te ame de vuelta tanto como se la ama."

"Señor, no diga eso. ¡Anímese! No todo está perdido." Trató de consolarlo.

"No sé Jack. Pierdo de nuevo las esperanzas, no hay nadie para mí y ese dolor me agobia por momentos." Apolo suspiró apenado, acariciando la escultura de cristal. "Pero divago en ello y encuentro esto."

"¿Quién lo habrá dejado aquí? No parece ser una artesanía típica del lugar."

"¿No te parece curioso? Se me pregunta si soy capaz de tomar compromisos serios, divago sobre mi lamentable suerte y soltería forzada y me encuentro esto. ¿Qué significa?" Apolo suspiró con tristeza, acariciando el cristal. "Mi querida Dafne se convirtió el laurel para evitarme, por más que le ruego que vuelva a mí, se niega. Y esta flor aparece cuando busco respuestas, cuando tengo que resignarme a caminar solo…"

"Todavía tiene mucha vida por delante. Uno nunca sabe cuándo el destino jugará a nuestro favor." Le dijo Jack, preguntándose si su dios estaría drogado o inspirado. A veces se ponía poeta.

"Una flor respondió a mi llamado. ¡Destino! ¿Sabes algo Jack? Esta flor de cristal respondió a mi llamado… si alguna mujer estuviera dispuesta a entregarme un poquito de su atención, si quisiera tomar el desafío de amar a un inmaduro como yo, le entregaría una pasión tan grande como el sol que represento. Le daría mis fuerzas y mi vida, a cambio de un poquito de cariño, de un amor que fuera puro, no por interés, no egoísta. Juro por el Estigia que si me encuentro con esa mujer, tan bella como esta flor de cristal, nunca le sería infiel… protegería un corazón delicado que se me entregue libremente sin dudarlo ni temerlo."

Los dedos del dios sujetaron el hibisco como temeroso a que se desintegrase, mientras Jack le observaba con calma. Cada tanto Apolo tenía este tipo de pensamientos: las musas le habían aconsejado que no se guardase dolor alguno en el corazón, que si dejaba que esa soledad le carcomiera el pecho, lo iba a deprimir sin remedio. El apolíneo le dio unas compasivas palmaditas en la espalda al dios, al mismo tiempo que este, en un gesto quizás impulsivo, acercaba el hibisco de cristal a sus labios y lo besaba, como pensando en alguna amante imaginaria.

Fue cuando se desató el caos.

La flor de cristal se calentó tanto que comenzó a derretirse, causando que Apolo la soltase de golpe y retrocediese junto a su apolíneo. Un rugido pareció levantarse desde algún lugar en el sur y un temblor remeció todo el parque, espantando a las aves, que se precipitaron a un vuelo frenético en todas direcciones, como perseguidas por depredadores. Ambos se pusieron en guardia cuando el cristal que había caído al suelo se derritió, y el material se expandió en el suelo unas cuatro veces su tamaño original, hirviendo y burbujeando. Un cosmo se desató entonces y, junto con las suaves vibraciones de la tierra y aquél rugido extraño que envolvía el cielo, algo comenzó a levantarse.

"¡Señor! ¡Detrás de mí! Si esto es peligroso, tendrá que pasarme por encima. ¡No se exponga!" Advirtió Jack, poniéndose por delante de Apolo.

"¡No te adelantes, Jack! Espera a ver qué pasa." Gruñó el dios, elevando su cosmo solo por si acaso.

Era como ver algo salido de una película de ciencia ficción. De aquél cristal que se había derretido comenzó a levantarse una forma como si fuera cristal soplado, que lentamente tomó forma antropomorfa, muy femenina, en un proceso que envolvía mucha belleza. ¡Eso no podía ser malvado! Fuese lo que fuese, tenía vida y cosmo propio. Pronto estiró las manos, como desperezando los brazos y su figura tomó más consistencia. Bajó la cabeza y relajó los músculos, dejando caer sus extremidades, como si las rodillas le flaquearan. Entonces el cristal estalló y se deshizo en miles de trozos, y la persona que envolvía cayó de bruces. Jack dio un paso hacia adelante, pero Apolo lo detuvo, indicándole que él se acercaría.

A esas alturas la tierra había dejado de temblar y tanto Marcelina como Agustín habían llegado corriendo a ver qué pasaba, dispuestos a dar la vida por su señor.

"¿Están Bien Los Dos?" Demandó saber Agustín con urgencia.

"¿Qué está pasando?" Marcelina se fijó en la figura que había en el suelo. "¿Ella de donde salió?"

"¡Quietos los tres!" Ordenó Apolo.

El dios se acercó a la mujer que yacía en el suelo, inerte. Se agachó junto a ella, y tras asegurarse que no tenía heridas (una mera precaución), la giró sobre su espalda para recostarla. Estiró el brazo hacia atrás.

"¡Denme algo para cubrirla!"

Rápidamente Marcelina arrojó su mochila al suelo y no tardó en sacar uno de sus pareos, que Jack le quitó de las manos y rápidamente se lo entregó a Apolo. El dios cubrió a la mujer con la tela y la observó mejor, con ojos de médico y no de hombre.

Tenía el cabello enmarañado, de un intenso color naranja. Su rostro estaba contraído en un rictus de dolor y tenía varios moretones por todo el cuerpo. Su respiración parecía forzada y sus pulsaciones eran bajas… Tras la sorpresa inicial, la curiosidad se instaló en la mirada de Apolo. Esta mujer no era una mortal, era… era…

"¡Es una volcán!" Exclamó Agustín acercándose. "¿Qué hace y cómo llegó aquí?"

"Mmmphm…"

Aquél ruido vino de la garganta de la mujer, quien comenzó a moverse de a poco, como quien despierta de un largo sueño con una fuerte resaca. Por instinto, Apolo volvió su atención a ella y puso su mano bajo el cuello, con la intención de permitirle respirar mejor, pero en ese momento, la mujer abrió los ojos a todo lo que le daban…

… y se llenaron de miedo al encontrarse con la mirada de Apolo, y por instinto se cubrió con los brazos y cruzó las piernas.

"¿Señorita?"

"¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHH!"


Anak Krakatau. Indonesia.

En esos momentos.

El volcán rugió con ímpetu renovado, un atronador sonido que vino desde las mismas entrañas de la caldera y con ello, un temblor de tierra que agitó las paredes de la montaña. Fue tan repentino y escalofriante, que todas las miradas de la región parecían haberse concentrado en aquél sitio que crecía a ritmo lento, pero constante.

Todas las miradas, excepto la suya.

Como podredumbre siniestra, aquél hombre de ojos amarillos y rojos, de largas rastas en el cabello que parecían exudar una suerte de brea pegajosa, dio algunos pasos con la vista fija en el norte, hacia la isla de Sumatra. Jadeaba desesperado, dejando escapar hilos de saliva por entre sus colmillos. Sus largos dedos estaban extendidos y él en postura de ataque. Dio unos pasos hacia adelante, respirando de tal manera que sus costillas resaltaban con asqueroso detalle. Bufó, dejando escapar un olor parecido al metano.

"No estabas aquí, perra loca. ¿Dónde te escondieron?"

La criatura se llevó una mano al corazón y estiró la otra, como queriendo alcanzar algo imaginario. Tomó una buena bocanada de aire, como si buscara de algún aroma en específico, sin encontrar nada más que una dirección general. Entrecerró los ojos y se rió para sus adentros, sorbiendo de paso la saliva que corría por su boca. Sus ojos se llenaron de una ilusión enfermiza, casi obsesiva, que se hubiera visto tierna de no ser por los toques psicópatas que tenía su expresión.

"Te encontré… ¡Ahora sí que no te escapas, mujer!" El sujeto se relamió los labios. "¡Te voy a devorar!"

Y ni bien dijo esto, echó a correr.

Continuará.

Por
Misao–CG


Próximo Capítulo: Anhelos Perdidos

Obviamente no le entendieron palabra alguna. Apolo arrugó la nariz y se levantó: caminó hacia la mujer decidido y encendió su cosmo. Puso su mano sobre la cabeza, y aunque la chica quiso escurrirse, no pudo escapar. Se sintió como si le volteasen agua tibia sobre la cabeza: el cosmo del dios rápidamente se ajustó a la presencia de la mujer y esta se calmó un poco, aunque no por completo. Su propio cosmo…


Nota Mental:¡HOLA A TODOS Y GRACIAS POR ESTAR AQUÍ! =D De nuevo vengo con esta propuesta que en serio espero les guste. Vamos a ver cómo le va a Apolo con destino y si logra salir de la permafriendzone en la que está pegado. Suficiente con la mala suerte del pobre infeliz, además… se merece un poco de amor. Temporalmente esto se ubica antes de los sucesos de "Adhuc Stantes", por lo que Artemisa está embarazada y todavía no pasa nada con Touma. No tuve tantos problemas para concentrar a mi musa en esta ocasión, y lo bueno (o malo) es que ya empezó a insistir en que debo comenzar el fic de Radamanthys. Con eso ya dejaría por finiquitado el ciclo (de momento) y volvería al Santuario de Athena a ver qué pasa con Aioros. Un saludo especial a Abby Lockhart, quien me ha preguntado mucho por este fic. Por favor, si detectan algún error tipográfico, de ortografía y redacción, me avisan para que lo pueda reparar. ¡GRACIAS POR LEER!


¡No creas que me olvidé de ti, Lina! Hubiera respondido antes, pero no tenía como. Espero que este fic te cause tanto gusto como el anterior. No sabría decirte por qué no hay más tipos como Huitzilopochtli… son escasos y generalmente ya tienen pareja, pero ni modo. Al menos Huitzi supo ganarse el corazoncito de Phantasos y bien contento quedó. Sobre Thanatos… digamos que sigue siendo el proyecto personal de las diosas del amor, aunque de momento él solo quiere ser amigo de Rea. Claro que se le crispan las emociones cuando ve a la doctora, no sabe bien que está enamorado, pero deja que se porte como cachorrito faldero cerca de su "amiga" hasta que de verdad le caiga el veinte. Esos dos están mandados a hacer el uno para el otro. Deja que disfruten los coqueteos previos… aunque Thanatos no se dé cuenta que coquetea y que le coquetean. Y sí… Kairós será un suegro complicado. Apolo, por cierto, se ofendió ante la mención que no es un buen anfitrión: eso es una cualidad sagrada y la sigue al pie de la letra. Ya verás cómo le va en este fic. ¡MUCHAS GRACIAS POR LEER Y CUÍDATE MUCHO!


BRÚJULA CULTURAL

Traída a ustedes gracias a Wikipedia o alguna otra página, según corresponda. En este caso, se usó el diccionario en línea de la RAE y, créanlo o no, Google.

Vendetta: Palabra de origen italiano aceptada por la Real Academia de la Lengua Española. Significa "Venganza derivada de rencillas entre familias, clanes o grupos rivales". Otra de sus acepciones son "Venganza producida por enemistad, especialmente a causa de una muerte o una ofensa" y "venganza de un asesinato por medio de otro asesinato entre dos clanes." Lo que debe quedar claro, que una Vendetta tiene ribetes muy personales. Cualquiera puede clamar venganza. Pero cuando hay una vendetta de por medio… la cosa en serio fue gravísima.

Parque Nacional de Bukit Barisan Selatan: El Parque Nacional de Bukit Barisan Selatan abarca una superficie de 356.800 hectáreas en la provincia Indonesia de Lampung, en el extremo sur de la isla de Sumatra. Como su nombre indica, está situado en la parte meridional de la cadena de Bukit Barisan a lo largo de la costa occidental de la isla, de noroeste a sureste.

El 70% del parque se compone de bosque tropical, un hábitat amenazado. El parque es una de las prioridades de la Asian Rhino and Elephant Action Strategy (AREAS) del WWFar y abriga los últimos ejemplares de rinoceronte de Sumatra. También forma parte del conjunto Bukit Barisan Selatan-Kerinci-Riau, uno de los siete lugares prioritarios de WWF para la protección de los tigres. Con los parques nacionales de Gunung Leuser y Kerinci Seblat, Bukit Barisan Selatan forma la denominación Patrimonio de los bosques tropicales ombrófilos de Sumatra inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO.

Ganesha: O Ganesh, hijo de Shiva y Parvati, es una de las deidades más conocidas y adoradas del panteón hinduista. Tiene cuerpo humano y cabeza de elefante. Es ampliamente reverenciado como ahuyentador de obstáculos, patrono de las artes y las ciencias, y el dios destructor de obstáculos, y del conocimiento e inteligencia. Ganesha surgió como una deidad inconfundible y de forma claramente reconocible entre el siglo IV y V a. C., durante el Imperio Gupta, aunque heredó rasgos de los precursores védicos.

Hay al menos dos versiones del nacimiento de Ganesha. La más popular cuenta que Shiva abandonó su hogar cuando Parvati estaba embarazada. Shiva después de un tiempo volvió y tuvo una disputa con su hijo, llevándolo a la muerte sin saber que había matado a su propio vástago. Parvati a consecuencia de ese acto, quedó sumamente afligida. Entonces Shiva, quien no pudo soportar ver a su esposa tan deprimida, prometió sustituir la cabeza del recién nacido con la del primer bebé que no estuviera en el regazo de su madre. El único ser vivo que cumplía los requisitos fue el elefante.

Anak Krakatau: (En indonesio Hijo del Krakatoa) es un volcán joven y una de las islas de Krakatoa. La isla se encuentra en el centro de los otros tres, todos ellos localizados en una de las zonas volcánicas más activas de Indonesia y en el mismo lugar que el antiguo volcán Krakatoa, que voló por los aires, junto con toda la isla. Mide 300 mts, y su última erupción fue el 30 de octubre de 2010.