NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):
Slayers y sus personajes son creación exclusiva de Hajime Kanzaka y sus colaboradores

Erik y Christine son personajes originales de WaterLillySquiggles y Miss Whoa Back Off (Padres de Zelgadiss)
Themis Ulcies es personaje original de RagnaBlast (No aparece pero es mencionada pues fue una de Los cinco grandes sabios)
Los demás personajes que vayan surgiendo en el FanFic son cosa mía... Si alguno no lo es, os lo hare saber ^^

La historia se cuenta en primera persona. Según Rezo, según Zelgadiss o a veces según ambos u otro personaje
de los relevantes

A ver, pues teniendo en cuenta todo lo que he ido leyendo en otros libros muy bien ambientados en la Edad media
y la información que he ido pillando en internet o en mis libros del instituto de historia y tal la vida en ese
periodo era terrible, con tanta ignorancia, tanta jerarquia, guerra, enfermedad y demás pero creo que aún así ciertas
personas, hoy en día considerados santos o personajes importantes, conseguieron mucho superando las adversidades y así
es como quiero e intento mostra a Rezo, el Monje rojo, ni como un santo ni como el malo malote en el que acaba convertido
sino como un ser humano que desde muy jovencito se las tuvo que ver con un mundo que lo rechazaba y bueno también como al
cabo de los años sus esperanzas y sueños juveniles se volvieron una autentica obsesión que le llevó a la destrucción. Todo
eso sin mencionar a Shabragnigudu porque no creo que él fuese consciente de ese hecho, del hecho de tener en su alma un pedazo
de Shabragnigudu.

Dedicado a AmberPalette, porque ella en algunos FanFics ha logrado emocionarme bastante y muestra
a Rezo como a mi me gusta mostrarlo o bastante parecido ^^ (Soy una escritora muy dramática la verdad, a veces me pasó tanto con los
buenos como con los llamados malos porque me gusta pensar que si fue capaz de ayudar a Lina a salvar de Shabragnigudu el mundo es
porque no era tán malo ¬¬)

Todo el FanFic Rojo Relativo estará especialmente dedicado a Revontulet711 (Gran fan de Slayers, gran escritor y primer interesado en esta larga obra ^^)

FanFic Slayers

Rojo Relativo - Cuando las tinieblas se vuelven oscuridad

* Rezo Greywords *

Siempre he sido ciego, ciego de nacimiento para mayor deshonra. Yo jamás fuí ni sería considerado un miembro útil para la sociedad, por lo que siempre fuí o apartado del resto o sencillamente ignorado allá por donde iba. Aceptarlo y convivir con ello no fue fácil, nunca lo es cuando los demás se empeñan en hacerte sentir como un objeto inútil, sin valor o roto en vez de ayudarte a buscar otras maneras de ser eficiente. Las manos que ofrecieron un hogar prometían protección pero creo que se olvidaron del aprecio y las atenciones o cuidados que todo niño merece. Sentado en un rincón con la cabeza colocada sobre la firme pared no podía replicar pues ellos me daban ropas que vestir, comida con la que llenar mi estomago y cama en la que dormir pero ni una sola caricia ni un sólo beso sobre la frente, es más, sin ser capaz de ver sus rostros, notaba como estos cambiaban al llevarme hasta la sala en la que todos, tanto ancianos como niños comiamos. ¿Tan desagradable era mi presencia? Me sentía ligeramente aliviado el descubrir que no era el único al que trataban con tanta indiferencia. Los otros niños tampoco eran queridos pero se les enseñaba cosas que a mí ni se molestaban en enseñar para ofrecerles una leve preparación al cumplir la edad con la que serían expulsados del hospicio cumpliendo con las normas de la orden que construyó y se encargaba del lugar. Algunos ancianos parecían ser los únicos en comprender mi dolor sordo pues varios de ellos también habían perdido el don de ver junto con otros dones que Ceiphied dá al nacer a los humanos. El peor día de aquel tranquilo pero solitario y oscuro día a día en ese hospicio llegó al llegar uno de los jovenes más violentos y problematicos de entre todos los que el hospicio acogía. Prepotente, insolente, muy mal hablado y fuerte como un toro. Él revolucionaría a todos, tanto a los sacerdotes y sacerdotisas que nos cuidaban como a los otros niños, ya no tan niños.

-¿Has visto al nuevo? -Preguntaba uno de los mayores a otro chico. -Es enorme, seguro que su padre debió de ser un gigante... -Se mofaba mientras el otro asintiría mirandolo de reojo durante la comida. -¡O de un toro bravo! -Exclamaría con la boca llena de pan duro solpicando a los que estabamos más cerca de él.

Todos se echaron a reir. Mal hecho pues de pronto noté sus grandes y asperas manos sobre mí tirándome del banco de madera en el que estabamos para sentarse al lado del graciosillo que le había ofendido y los otros que le reían la gracia. Resoplé llevandome una mano a la cabeza cuando logré malamente despegar mi rostro del suelo. "De entre los dos o tres que estamos sentados con Leroy, ha tenido que escoger mi sitio" pensé resignandome "además con lo grandote que dicen que es seguro que se comerá su ración y la mía." Permanecí sentado en el suelo sin decir palabra, atento a lo que pudiese pasar como una estatua. La cosa no fue muy bien para Leroy.

-Hola muchachos, ¿de qué estabais hablando antes? Parecía gracioso. -Dijo fingiendo simpatía entre ellos. Ninguno dijo nada, tan grande y de los más mayores, estarían aterrados excepto Leroy, que soltando una risita desdeñosa, respondió:

-Hablabamos de lo zorra que debía de ser tu madre para liarse con un toro y luego engendrarte a ti. -

Los ruiditos que producían las cucharas de madera al rozar el plato revosante de caldo con tropezones se detuvó, incluso más allá de esa zona de la larga mesa. Todos debían de mirar hacía el nuevo con miedo y expectación viendose venir una pelea. Éste no les defraudó pues apretando los puños dijo con la mandibula muy apretada también por la furia:

-¿Entonces era cierto que os estabais riendo de mí? ¡Ahora verás so cabrón! -

Obviamente no pude ver lo mismo que los demás, es decir a esos dos levantarse y ponerse a darse puñetazos hasta que alguien lograse separarlos pero si pode escuchar con claridad las cosas que se decían y como los intensos golpes eran proyectados sobre sus respectivas mejillas. "Así es como solucionan los hombres sus desacuerdos, a golpes" reflexioné "¿también los llamados caballeros?" Pagamos justos por pecadores pero eso no era nada comparado con lo que se iría guardando para mí o para el pequeño Caronte.

Caronte, nombre macabro para un chiquillo tan afable y risueño como él era. Una amistad muy fugaz, supongo que era demasiado frágil, sus piernecitas y brazos apenas podían suportar los repetidos golpes o simplemente el dios dragón Ceiphied se lo llevó con él consciente de que este no era lugar para él. Recuerdo que su piel era suave, muy suave y su cabello muy rizado y mullido como la lana que posee una obeja sin trasquilar. Él, como bien pudiese, sería quien saliese de la cama en nuestra busca. Si caía debido a la debilidad de sus piernecitas, seguiría avanzando hasta nosotros aunque fuese a rastras como una serpiente, dejandose las rodillas en carne viva, con orgullo nos haría saber de su presencia.

-¡Ya estoy aquí! -

-Sé bienvenido un día más a nuestro rincón Caronte. -Le saludaría yo adoptando un tono de voz solemne como si fuesemos dos grandes hechiceros o dos grandes caballeros mientras mi buena y única amiga sonriéndole le haría un hueco.

Sentados en el suelo como unos tristes mendigos que nadie presta atención tanto Caronte como ella, la chica sordomuda me contemplaban como si en vez de ser ese objeto sin valor fuese un objeto único y preciado, como hecho de Orihalcon. Ella con una sonrisa y fijando en mi unos ojos que jamás vería y Caronte hablando por los codos de historias y leyendas que ella jamás podría escuchar pero arropados por un sentimiento calido y hermoso que hacía que nuestro día a día no fuese tan miserable, rogando a Ceiphied que aquel agradable momento no fuese interrumpido, sin ser muy escuchados. Era un cambio sútil pero inconfundible. Caronte callaba dejando las historias en su gran mayoria sin un final conciso y ella, ella se aferraba a mi con mayor fuerza enredando sus brazos sobre uno de los mios. Entonces esa serie de pasos daban paso a dos voces bien reconocibles. Las de Assan y Leroy.

-¿Mirad a quíen tenemos aquí, en el rincón de los bichos raros? -Exclamaba Leroy cada vez que veía a Caronte con nosotros. -¡Tú no deberías estar ahí, deberías estar con los demás viejetes, postrado en una cama! -

-¡Por supuesto! -Admitía Assan y añadia con maldad. -Al menos esos vejestorios pueden enseñarte cosas interesantes. -

-Pero son aburridos y huelen raro. -Protestaba el pobre intentando ponerse en pie como haría un gran oso frente a sus adversarios pero sus piernas apenas podían sostener todo el peso de su cuerpo y caía sentado obteniendo una humillante carcajada general por parte de Assan, Leroy y sus matones.

Siempre era igual. Cada carcajada era tán afilada y dolorosa como la más afilada de las espadas, Caronte se tragaría con esfuerzo las lagrimas y las ganas de llorar respirando varias veces con fuerza por la nariz. Luego nos tocó a nosotros recibir los insultos y vejaciones que a ellos les dió la gana. Assan no tardó en llevar la voz cantante frente a mí, con pose de chulito, no necesitaba verlo para suponermelo, su voz ya me indicaba la clase de hombre que sería y sus ruines actos también. Lo que diría lo diría de la forma más directa y perversa que jamás había había oido sobre mí.

-Tú eres el ciego del que me habló Leroy, ¿me equivoco? -Me preguntó la primera vez con tono entre autoritario y burlón. Poniendome en pie apoyandome con una mano en la pared asentí con valentía. -Ciego de nacimiento ¿no? -Preguntaría después como si preparará el terreno para algo aún peor pero volví a asentir. -No me voy a andar con rodeos, ¿sabes lo que pienso de los que son como tú? Sois todos unos inútiles, ni siquiera deberías haber nacido, este mundo no fue creado para inútiles, sino para nosotros, los que podemos hacer cosas... -

-O sea para los fuertes ¿no? Pues hay muchas clases de fortalezas y no todas tienen que ver con el cuerpo. -Le interrumpí resumiendo lo que iba a exponerme con tanta chuleria. -Si en vez de darme de lado, compatieseis vuestros saberes con nosotros, te darías cuenta de que si Ceiphied nos permite vivir, es porque también podemos llegar a ser utiles de algún otro modo. -Le expusé yo, no sé, quizás con la esperanza de que pudiese abrir su mente a una idea más justa pero mi modo de ver la vida no le gustó nada, agarrándome del cuello de la camisa de recia tela que llevaba bajo el gastado jersey con las mangas cortadas me levantaría un poco del suelo exclamando, no, más bien, exigiendo lo siguiente:

-¿Así? ¿Eso crees? ¡Demúestramelo! -

No me extrañaba que todos le tuviesemos miedo, al poco de acabar de decir eso me soltaría dejandome caer al suelo con dolorosa brusquedad. Pudé sentir como mis piernas se doblaron al tocar el suelo de nuevo pero antes de que mi dulce amiga pudiese ayudarme a ponerme en pie de nuevo ante ese bruto y su sequito, Assan me obligaría a poner a confirmar mis palabras, claro que no del modo al que yo me refería y me hubiese gustado.

-¡Venga, levanta y dame un buen golpe! -Gritaría remangandose y seguramente alzando los brazos con ambos puños cerrados contra mí. -¡Demuestranos que eres capaz de hacer lo que nosotros podemos! -

Aquel día escuché por primera vez la voz de la primera mujer que fue como una lucecita en medio de toda esta oscuridad en la que siempre he vivido.

-¡Rezo! -

Sería al recibir el primer puñetazo, un golpe invisible desde algún lugar cercano en toda esa extensa oscuridad, un dolor que no vendría solo, un dolor de esos que te aturden y te hacen perder el equilibrio. Un dolor que se repetiría pero en diferentes zonas de mi cuerpo, dejándome apoyado sobre la pared con la cabeza gacha, acorradalado, jadeando y con un hilillo de sangre que corría por mis labios hasta caer al suelo produciendo un sonido intermitente, pero lo peor no eran los golpes, lo peor era saber que era un duelo deshonesto, centraba mis oidos en los movimientos del que creía mi adversario pero cuando creía que lo había esquivado, alguien me golpeaba haciéndome perder la concentración, los golpes se volvían más seguidos, la pesadez de las piernas y la sensación de que el suelo se movía me lo ponían tán difícil. Aguanté, aguanté todo lo que mi delgado cuerpo me permitió, aguanté todo lo que mi rabia y mi cabeza me permitieron pero acabé por caer, todo agotado y desorientado sintiendo sobre mi rostro el suelo, ese suelo que acabaría siendo como una segunda cama pero mucho más solida y fria. Lo último que pudé oír antes de perder la consciencia por completo fue como Assan, más golem que toro bravo se pavoneaba entre los suyos mientras Leroy aconsejaba a mi única amiga que me dejase, que se olvidase de mí, del perdedor, del inútil, del ciego. Ella se negó, no porque oyera sus palabras sino porque sabía leer los labios y lo que los labios de Leroy le ofrecían le parecía asqueroso. Ella no quería ser la dama de esos dos y menos al ver día a día lo mal que trataban a todo aquel que no les siguiese el juego. El juego que Assan jugaba mucho antes incluso de llegar a ese hospicio. Yo sé que Leroy la amaba, por eso la prevenía o se esforzaba tanto en que no provocase la ira de Assan, sin embargo, si Assan fijó sus ojos en ella no sería por amor sino para desfogar deseos propios de hombres. Él estaba en esa edad en la que los muchachos y las muchachas experimentan fuertes deseos sexuales a la vez que cambios en sus cuerpos y mentes. La edad en la que un padre suele llevar a su hijo a cualquier casa de placer para que sepa lo que es ser un hombre antes de ser desposados. Que fuese sordomuda le desagradaba, le dirigía la palabra con una groseria exagerada, que a menudo también ofendía a Leroy aunque no dijese nada. A todos los oyentes, muy en el fondo, debía de ofenderles pues muchos eran hijos de prostitutas o de mujeres de mala fama pero también callaban y sólo si el silencio era general, Assan se contenía un poco.

-¡Si tanto te disgusta, ¿por qué andas siempre detrás de ella? -Le soltaría en una ocasión cuando me cansé de girar el rostro hacía otro lado y fingir que no pasaba nada.

-Tú no te metas, hazlo cuando seas capaz de darme una buena hostia. -Me amenazó él. -Hasta que llegue ese día, sigue sentadito y calladito. -

Pero yo insistiría:

-¡No! ¡Cada día haces lo mismo una y otra vez! ¡Se nota en tu voz que te gusta pero le dices cosas espantosas! ¡Aléjate de ella o deja de decirle esas cosas! ¡Ella no se merece esas palabras! -Exploté mostrando algo que todavía no era capaz de comprender o advertir que sentía por ella, un amor, probablemente más maduro pero puro que el que conlleva una amistad.

Mis palabras dejarían muy sorprendido a Leroy pero tampoco diría nada. Assan era quien mandaba, él sólo era su mano derecha, nada más. Eran como una banda de bandidos, había un jefe y el jefe era temido y obedecido ciegamente por los demás miembros. Me enojaba esa situación, me enojaba que él fuese una especie de señor grande y con todo el mundo de su parte y yo, yo, su bufón privado más lo que más me enojaba era lo que intentaban conseguir, con permiso o sin permiso, de mi amiga. "Todo hombre ha de tener una mujer con la que yacer" en mi mente sus palabras quedarían clavadas como frios y resistentes clavos mientras dolorido por los golpes que me propinaban Leroy o cualquier otro chico, impotente, asistía ¿a la violación? de lo único hermoso en aquel lugar. Que los hombres traten de ese modo a sus mujeres me enferma, que los clientes traten de ese modo a las prostitutas también me molesta bastante pero las mujeres han padecido más de lo que se han atrevido a contar desde tiempos del gran sabio Themis Ulcies hasta... Bueno, demasiado tiempo. Ese desalmado disfrutaba de ser el poderoso, el que consigue que la chica obedezca, de ser capaz de mirarla a los ojos y soltar estas cosas:

-Te gusta ¿verdad? Puta. -

Y aunque todos sabiamos que no, por sus lloros y por lo mucho que se resistía, el seguía diciendo esas cosas, más para los presentes que para ella, rompiendo su vestido, pasando sus manos por todo su cuerpo, semidesnudo. Yo sólo podía intentar llevar mi mente lejos de allí pero no lo conseguía, eso me hacía sentir peor, más inútil y más derrotado. Como en las pesadillas que no cesaban de llegar a mí por las noches, yo era la criatura demoniaca, el derrotado, el que sería hecho pedazos y el era el dragón, la criatura cansada y herida pero victoriosa. Para mayor disfrute y mayor satisfacción al verme vertir lagrimas incontrolables, Obligaba a dos de los que le seguían a levantarme y a que dirigieran mi rostro hacía ellos, todo lo que veía al frente era oscuridad pero me dió la sensación de que esa oscuridad era aún más oscura y aterradora. Tensé los dientes y los puños pero ¿de qué serviría? Con voz suave y muy maliciosa diría, exclusivamente para mí:

-¿Lo ves?... Claro que no, eres ciego pero lo empiezas a comprender ya ¿a que sí? -

Quisé negar con la cabeza pero mis opresores me obligaron a asentir. Con un gozo y un orgullo desmedido, volvería a recordarme el motivo y porque me trataba así, peor que a los demás, muchísimo peor incluso que a Caronte o a Ikaruss.

-Es porque no vales nada, recúerdalo bien, si ni siquiera eres capaz de protegerte a tí mismo, ¿cómo es posible que pensases que podrías protegerla a ella? -

-¡Porque tú tampoco la mereces, un hombre no golpea a una mujer, un autentico hombre no golpearía a la mujer que ama! -Le gritaría. Si no podía mostrarle mi rabia y disgusto con mis puños, se lo haría saber con mi boca. Lo que sí podía usar y usaba mejor que todos.

-¿Sí? ¡Pues a veces es el único metodo efectivo para que entiendan las cosas! -

Y procedió a tomarla por la fuerza, cada vez que ella se retorcía o luchaba para alejarse de ese desgraciado, lo que se ganaba era un sonoro bofetón que luego se convertiría en algo menos sonoro pero mucho más efectivo, un puñetazo. Cuando cayó al suelo y su fina piel chocó contra el suelo temí que su cabeza pudiese sufrir un daño irreparable, sus cabellos se desparramarían suavemente. El golpe pareció apaciguarla, posiblemente ella en ese momento cerraría los ojos haciendose a la idea de que no era más que una fulana, que era culpa suya que todos, sobretodo Assan, se hubiesen fijado en ella. Muchas lagrimas empaparían el suelo, estoy seguro, Me temó que ella también se perdió en una oscuridad igual de aterradora como en la que yo andaba perdido. Al instante Assan se arrodillaría y con una mano levantaría la falda de su vestido y con la otra desharía los nudos de su pantalón, el leve rumor de los gruesos cordones siendo desatados, me enloquecería, por lo que uno de mis opresores me propinaría otro buen golpe impidiendome ir hacía ella. A mis llantos se unirían los de ella, sólo sentí alivio al pensar que seguía consciente, que su cabeza funcionaba. Lo siguiente no quería ni imaginarlo pero los chillidos, los jadeos y demás lo hacían muy complicado. Se lo haría como lo hacen las alimañas, sin besos, sin caricias, abriendo sus piernas y rompiendo el vestidito fino y más corto por la zona del culo. Sujetándola o agarrándola con una mano por el pelo pondría todo su peso sobre ella mientras su otra mano mantenía su, deduzco, asqueroso y erguido pene, listo para atravesar el roto, traspasando lo que sería el ano. Sin lubricarlo, a lo bestia, desgarrandola como cuando te clavan una flecha y esta se hunde siendo difícil el quitartela. Entre sus agonicos y suplicantes sollozos pude distinguir el ruido que producían sus pies o toda sus piernas al golpear el suelo mientras él se derramaba sobre ella. Luego como jefe bueno y generoso, se la ofrecería a los demás, eso sería lo que acabaría con ella. ¿Acaso no es cierto que los bandidos han de compartir los tesoros que roben con todo el grupo? Me esforcé en aprovechar el momento en que pude ser libre pero siempre había alguien para golpearme. Desde ese día, ninguno volveriamos a ser los mismos. Ella aún estando a mí lado, ya no se agarraba cariñosamente a mí y cuando era yo cuando vanamente intentaba recuperar esas muestras de afecto por su parte, extendiendo el brazo para tocarla, ella se alejaba de mí sin decir palabra dejando un espacio frio y muy feo de pared entre ambos. Era en ese momento que algo se revolvía dentro de mí y producía que las lagrimas quisieran recorrer mis mejillas. La luz había sido consumida por esos bastardos.

Un día, otro de los peores de mí vida, peor incluso que el día que Assan llegó al hospicio, al palpar con la esperanza de al menos rozarla y saber que estaba ahí, no la encontre, todo lo que palpaba era pared y más pared. Preocupado sacaría fuerzas y la buscaría rogando al buen Ceiphied encontrarla en alguna otra sala del gran hospicio. Poniendome en pie con las palmas de las manos sobre la pared me incorporaría hasta lograr ponerme en pie, dando un largo suspiro, caminaría apoyado por la pared hasta llegar por donde estaban en fila colocadas nuestras camas, dando algunos pasos temerosos avanzaría hasta chocar con la primera cama. De cama en cama, pasando una de mis manos en cada piecero recorrería la amplia sala adentrandome con los brazos extendidos y pasos cuidadosos a la siguiente, la cúal estaba destinada para los ancianos que eran abandonados o encontrados por la zona. Ahí, a mitad de camino. Una serie de voces, me darían la terrible noticia.

-Joven, ¿se puede saber que haces aquí? -Querría saber uno. -¿No deberías estar afuera jugando con los demás? -

-Buscaba a mi amiga... ¿Sabe alguno de Uds dónde está? -Sería mi respuesta. Mi voz sonó un poco timida pero llena de preocupación y firmeza.

-¡Por Ceiphied! -Exclamaría otro con voz ronca. -¡¿No se referirá a la niñita sordomuda? -

-¡Sí! -Confirme feliz. -¿Es que la han visto pasar por aquí? -

Otra voz, esta vez, más suave aunque un poco rasposa, femenina entristecida diría:

-Me temo que ya no volveremos a verla por aquí nunca más, jovencito. Esta mañana fue encontrada muerta. -

Sentí como el suelo dejaba de ser solido y seguro y mis ojos comenzaron a llenarse de nuevo de lagrimas pero sacando fuerzas pregunte con voz temblorosa:

-¿Muerta? ¿A qué se refiere? -

-Sí, jovencito, los sacerdotes la encontraron esta mañana en la cocina junto a un pequeño bote de cristal, al examinarla, su cuerpo estaba frio. El maestro Ewon llegó nada más recibir la noticia para purificar su cuerpo antes de ser enterrada. -Me explicó otra voz.

-¿Y cómo podeís estar tan seguro de que eso ha pasado? -Pregunté negándome a aceptar sus palabras.

-Amatys fue una gran oracúlo, Amatys nunca se equivoca, muchacho. Es más, ella les dijo a los sacerdotes dónde la encontrarían preocupada por lo que le vió hacer. -Replicó otra voz, masculina y muy cortés.

Dos cosas me quedaron claras, dos cosas demoledoras para mí joven espíritu, que la que fue como una luz se había quitado la vida y la otra que a partir de ese momento el día a día no sería lo mismo, me hundí como se hunden las buenas gentes que han perdido su fe y su bondad. Volví a encontrarme sólo en la oscuridad. Lo que gracias a ella habían sido tinieblas ahora eran la más profunda de las oscuridades. Esa unión que formamos, tan agradable y calida se había esfumado cruelmente pero dejándome caer me obligué a mí mismo a no tomar la misma decisión que ella tomó, que la gran humillación sufrida la condujó a ello. Por lo que aguanté, aguanté todo lo que pude y más, incluso siendo visto y malinterpretado, me obligué a mí mismo a seguir aguantando y un día, un inesperado día, una nueva luz con una nueva esperanza llegó pues el propio maestro Ewon, sumo sacerdote de la orden que llevaba ese hospicio y tantos otros, supongo, me iría enseñando algunos conjuros de magía blanca y resultaría que esas artes las dominaba con una facílidad prodigiosa. Ya no sería considerado tan inútil.

ACLARACIONES

Slayers tiene una ambientación muy medieval aunque aparezcan algunos detalles un pelín modernos XD Yo y mi esfuerzo por hacer buenas historias, lo trato de llevar a ese terreno lo más correctamente posible ;)

Antiguamente los hospicios y los hospitales eran llevados por ordenes religiosas por lo que dedujé que los sacerdotes y sacerdotisas dentro del mundo de Slayera también se ocuparían de esa labor, pudiendo ser los sumos sacerdotes los principales encargados... Sin embargo como en la Edad media un sacerdote no era lo mismo que un monje, pues como que los sacerdotes están más reconocidos en el mundo de Slayers y los monjes vendrían a quedar como Eruditos, equivalentes a los monjes escribanos, ya sabeis, esos que se encargaban de traducir y custodiar textos antiguos o de gran valor. Otra diferencia que se me ocurrió para mi relato tomando referencias de la Edad media para describir el mundo de Slayers fue que los Eruditos a diferencia de los sacerdotes no usan magia, sean capaces o no de usarla.

Con respecto a lo que se pudiese encontrar uno en un hospicio pues... Lo típico, a los pobres y o desvalidos de la sociedad ya fueran niños sin hogar o ancianos rechazados al no poder aportar gran cosa. Como aún sucede, en muchos de ellos, se les intentaba rehabilitar conseguiendoles trabajos o instruyendoles. Rezo en mi historia aprende magía, no en una escuela de magía todo hechicero digno, al descubrirse que tiene talento para ello pero sólo magía blanca pues deduzco que los sacerdotes sólo aprendían magía blanca o magía astral.

Os voy avisando, queridos lectores, este FanFic es muy crudo y estará clasificado como M porque creedme, la época era así o peor... Muy inspirada en el libro río Juego de tronos, especialmente en la parte en que Zelgadiss se convierte en el secuaz de Rezo ^^

Como Rezo es ciego, la mayoria de eventos son cosas que él supone por lo que a veces hay mejores descripciones que otras ^^' (Cuando comience con Zelgadiss, os avisaré así que por ahora sólo necesitais saber que quien lo cuenta es Rezo)

Por último, espero que os guste y no tengais demasiado en cuenta mis faltas de ortografía ^^' Si quereis comentar, os responderé con mucho gusto ^^

MARYXULA