Confesiones.

En las aguas termales preparadas por Jacken, el gran Lord del Oeste reposaba, el agua caliente siempre relajaba su tensa musculatura, limpiaba alguna suciedad que podría acumularse y daba tiempo a solas para meditar. Lo único en contra de la situación era estar desnudo y sin sus espadas en el obi, y aunque contara ahora con dos brazos, se mantenía todo el tiempo alerta, a la espera de no llevarse ninguna sorpresa, quien decía que a los perros no les gustaba el agua, no lo conocía a él.

Los arbustos de movieron levemente confirmando lo que él ya sabía, había un espía a sus espaldas

—Que haces aquí. —pregunto con tranquilidad, ¿quién más que ella podía ser?

—Vine a tallar su espalda, como lo hace a veces usted... —Dijo la joven, y sin pedir permiso siguió avanzando.

—Retirarte, no necesito que hagas tal cosa —Rin no lo jabonaría, no habría fuerza en el mundo que lo hiciera cambiar de parecer… de nuevo.

Pero la jovencita que ya contaba con 10 años, no conocía los "No" de su señor e ignorando a medias su voluntad, se quito su kimono dejándolo en un lugar seco e ingreso a las aguas, para al menos hacerle compañía.

Sesshomaru cerró los ojos al percatarse de sus propias acciones, no era correcto observar a la niña, aunque solo fuera por observar, Rin seguía siendo una niña, pero su cuerpo comenzaba a cambiar, estaba un poco más alta y sus senos se preparaban para emerger, su figura se estilizaba; confirmando que sería una mujer de contextura delgada, pero con sus curvas bien definidas.

Con los ojos cerrados prefirió centrarse en el embriagador ambiente, pero sus sentidos irremediablemente volvían a ella, percibía alerta cada movimiento, liberó un pequeño suspiro con la intención de volver a relajarse, no la convencería de dejarlo solo, pero ya no insistiría en bañarlo, sabia que estaría ahí hasta que se aburriera o cumpliera su faena, no era de estar quieta mucho tiempo.

Por su parte la joven cedería por esa vez, tenia tal sin fin de cosas en la mente que podría permanecer en el agua por días, ciertas preguntas comenzaban a brotar con la edad, y al no verle nada de malo, ella buscaría respuestas en su sabio señor.

—Señor Sesshomaru, ¿cómo son las mujeres que a usted le gustan? —pregunto seria con los ojos cerrados y la cabeza hacia atrás.

—Pequeñas, ruidosas y sonrientes… —los ojos de la niña se abrieron dando paso a una sonrisa de oreja a oreja—…no. —término de decir, mirándola perspicaz, ¿de verdad le había creído?

—Por un momento me engaño. —Reclamó la niña— ¿sabe? Un día yo seré una mujer — tocó su pecho simulando cuanto quería que creciera su busto, él demonio quiso huir, no quería seguir oyendo—, quizás podría gustarle...

Hasta ahí. ¡No más!

—Tal vez… — ¿porque su boca y su cerebro parecían dos personalidades distintas cuando hablaba con ella? —… pero eres una niña y lo serás por mucho tiempo más... —advirtió su cercanía y como pudo, acomodó sus piernas de manera que la pequeña no se llevara ninguna sorpresa.

—Yo sé que me quiere... —declaró como lo más normal del mundo— Ahora sólo tengo que gustarle... —habló con decisión y depositando un beso en su mejilla salió del agua, se vistió y desapareció, Sesshomaru no sabía que creer, pero sólo una cosa pudo hacer, se hundió hasta el cuello y mirando al cielo se relajó, no sabía que tanto cambiaría el cuerpo de Rin y no le importaba, la maravillosa personalidad de la cual era dueña, haría que muchos murieran, había sido enviada a esa vida para él, para enseñarle y hacerlo feliz, en compensación le daría tiempo para crecer y madurar, y sobre, todo enseñarle a ella que nada hay que darlo por hecho, había batallas en la vida de las cuales era un placer participar y si ella era el premio, el demonio lucharía contra sí mismo, por su tierno corazón.