¡Buenas!
Como voy a dejar de publicar en FanFiction, quería irme dejando una historieta cómica a modo de despedida.
Las historias que tengo abiertas las finalizaré, por eso no os preocupéis. Pero algunas las terminaré en otro lado donde estoy publicando. Si queréis saberlo, decídmelo por privado.
Antes de enredarme, quería hacer una pequeña advertencia: este fic es un compendio de topicazos sobre los tan temidos y odiados Mary Sues. Detesto este tipo de personajes, pero en el fondo me causan mucha ternura, simplemente porque son tan típicas que ya sabes en todo momento lo que va a suceder con ellas, con lo cual, cuando mi estómago no estaba tan acidificado por leerlas, solía escribir en un papel todo lo que iba a suceder en la historia. Y siempre acertaba. Oye, era un juego con el que me divertía.
Bien, pues a modo de despedida, quiero hacer mi propio fic sobre una MarySue…o más bien, una antiMarySue. Básicamente, voy a usar las típicas escenas pero dándoles una vuelta de tuerca.
Aviso de que es en plan broma y que no pretendo ofender a nadie. Sólo que paséis un rato divertido y distendido.
¡Espero que os guste!
DISCLAIMER
**Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen**
**La antiMarySue es un OC mío. Pero no creo que nadie quiera usarla más XDD así que…**
**El título de este fic se lo debo a Raixander. Thanks a lot sweetie!**
**Y muchas de las escenas que van a aparecer, aunque son topicazos, necesitaba rememorar, con lo cual necesité la inestimable ayuda de Hokuto Sexy que me indicó escenas típicas de Mary Sues. ¡Gracias a ti también!**
El cuento de Proserpina
1. Haciendo pellas
Hacía apenas una hora que el sol había decidido salir por el este, como cada día.
El astro rey ascendía paulatinamente, iluminando con sus rayos cada rincón de aquel lugar perdido de Grecia.
Rodorio.
Un pequeño y humilde pueblo de campesinos que trabajaban desde el mismo amanecer, para regar sus cosechas de verduras.
El trasiego de los labradores era visible desde lo alto de aquel promontorio cercano. Desde el Santuario de Atenea.
Igual que aquellos campesinos, los habitantes de aquel lugar sagrado se levantaban para iniciar una jornada de entrenamientos y misiones en el extranjero; otros se acostaban después de una noche de guardia, vigilando cualquier posible amenaza de los inquietos dioses que acechaban continuamente la tierra para dominarla.
Cada mañana, ella se despertaba muy temprano. Desde su casita, la más alejada de Rodorio, podía atisbar a los habitantes del Santuario, tan atareados como siempre.
Se apoyaba en la ventana y contemplaba las diminutas figuras moviéndose de un lado a otro. De vez en cuando, si tenía suerte, podía intuir a algún caballero de oro, debido al reflejo que los rayos del sol producían en sus bellas armaduras.
—Ojalá algún día pudiera ingresar en la Orden de Atenea.
La muchacha suspiraba todas las mañanas con ello. Deseaba fervientemente poder rendirle tributo a la diosa…o más bien, a cualquiera de aquellos caballeros que tantas veces veía paseando por el pueblo.
Realmente, Atenea le daba igual. No le disgustaba, pero sentía celos al pensar en que aquella niña de trece años tuviera a su disposición tantos hombres.
Y así comenzó su día, como tantos otros.
Bajó las escaleras para dirigirse a la cocina y desayunar. Sobre la mesa, una nota de su madre.
"Tu padre está en el huerto. Yo me he ido a casa de Silveria, que parece que las conejas suyas van a parir. Cómetelo todo y tira para la escuela. Como reciba otro aviso de que no acudes, te calentaré el culo y no vas a poder volver allí ya que no vas a poder sentarte en la silla. Me tienes contenta. Ya hablaremos cuando vuelva"
Con un resoplido de desdén, la muchacha hizo una pelota con la nota y la lanzó a la basura, cayendo fuera de la misma. Ni siquiera se dignó a recogerla y meterla de nuevo.
—A ver qué hay para desayunar— dijo rebuscando en los armarios—. Bah, sólo hay cosas que llevan grasa. Debo mantener mi figura si algún día quiero ingresar en la Orden de Atenea.
Dicho esto, abrió la nevera y cogió un yogur desnatado.
Dejando la basura por todos lados, la joven subió de nuevo escaleras arriba y se metió en su cuarto. Comenzó a vestirse y tras ello, fue al baño a acicalarse.
Tarareando una canción, se contempló en el espejo. Un rostro rechoncho, mofletudo y moreno, carente de forma; ojos hundidos de color negro; nariz estrecha y caballete prominente, perfecta imitación del pico de un águila; labios finamente perfilados, en una boca más ancha que estrecha, coronados con una suave pelusilla negruzca; dientes pequeños y mal alineados en unas encías excesivamente prominentes; cabello teñido supuestamente de rubio, aunque el color tiraba más hacia un rubio anaranjado, con grandes raíces oscuras por la falta de cuidado; cabellera espesa pero crispada, ni rizada ni ondulada, sino una mezcla indefinida; orejas grandes, pero afortunadamente pegadas al cráneo.
La joven sacó de un armario una plancha para el cabello y comenzó a desentramar la encrespada melena, alisándola lo más que podía. Maquilló su rostro y los ojos, terminando la tarea de acicalamiento matutino.
Una vez lista, se contempló en el espejo. Sonrió con aprobación.
—Como siempre, estoy perfecta— dijo colocándose las gafas.
Y recogiendo la mochila, salió de su casa, en dirección a la escuela.
Como siempre se desviaba por los caminos de tierra para aproximarse al Santuario, a pesar de que este camino le hacía retrasarse, al menos, media hora de la entrada.
Mientras caminaba por aquel polvoriento secarral, se percató de que hacia ella caminaban dos personas. Creyendo que serían dos caballeros, la muchacha hizo lo de siempre, es decir, tratar de recomponer su picassiano físico.
Sacaba un pintalabios de la mochila, retiraba de su faz las gafas gruesas y trataba de sacar el escaso pecho que poseía. Caminaba echando los hombros hacia atrás tan estirada que cualquiera diría que se había comido el palo de una escoba.
Pero al cruzarse con lo que ella creía caballeros, se dio cuenta de que eran dos mujeres, que conversaban animadamente.
—Y le dije a Seiya que tuviera cuidado a la hora de golpear a Nachi, que está convaleciente de la última misión. ¿Me hizo caso? ¡Para nada!— decía una mujer de cabello pelirrojo. A su lado, una mujer con cabellos verdes asentía casi sin prestar atención.
—Por eso no quiero volver a tener ningún alumno. Bastante tuve con Cassios…¡Eh!— gritó la mujeres de cabello verde al sentir un golpe en su brazo— ¡Mira por donde andas, niñata!
La joven rodoriana, al haberse desprendido de sus gafas, había chocado contra la amazona.
Rápidamente se recolocó las gafas y parpadeó.
—¡Mira por dónde vas tú, no te fastidia!— respondió con altanería, sin percatarse de contra quién había chocado. Al darse cuenta de que estaba frente a dos amazonas, comenzó a balbucear
—Perdona, disculpa, no te había visto…
La mujer de verde agarró a la joven de la camisa y la acercó a su máscara metálica.
—La próxima vez que vuelvas a hablarme en ese tono te meto una que pongo las gafas para lentillas.
—Shaina, cálmate— dijo la pelirroja, en ayuda de la adolescente—. A ver, niña. Esos no son modales para tratar a una persona, especialmente cuando has sido tú la que ha golpeado a mi amiga. Pero tú tampoco te pongas así, que no llevaba puesta las gafas— replicó a su compañera.
—¡Encima eso, usas gafas y no te las pones! ¡Habráse visto semejante estupidez!—bufó Shaina, soltando a la niña— ¿Quién eres tú y qué se te ha perdido por aquí? Deberías estar en la escuela a estas horas…
—Me llamo—titubeó unos segundos—…me llamo Proserpina. Sí. Eso. Pero podéis llamarme Proser.
Su semblante, a pesar de ser moreno, se tornó ligeramente rojizo, desatando las sospechas de Shaina.
—¿Seguro que ése es tu nombre? Un nombre romano…sin embargo tu aspecto no parece italiano— dijo la amazona, tratando de escudriñar—. No sé…¿tú qué opinas, Marin?
La pelirroja se encogió de hombros.
—Da igual cuál sea su nombre o de dónde provenga. Vámonos que tenemos otros asuntos que atender. Venga niña, regresa a tu escuela.
Shaina obedeció a su camarada y juntas emprendieron el caminar. Sin embargo, no habían avanzado más de un par de pasos cuando escucharon la voz de Proserpina.
—¿Vosotras sois amazonas, de la Orden de Atenea?— chilló con su estridente voz.
Las dos mujeres se dieron la vuelta y se miraron perplejas.
—¿No es bastante obvio, habiendo salido de allí?— dijo Shaina, señalando la entrada al Santuario— Y llevamos nuestras armaduras.
—Es que…veréis…estoy aquí porque quería ingresar en la Orden.
A pesar de llevar las máscaras, ambas amazonas abrieron la boca completamente.
—¿Qué? ¿Que quieres ser una amazona dices?— dijo socarronamente la italiana, incrédula.
Proserpina asintió entusiasmada.
—Me gustaría que me dijerais qué debo hacer para ello.
Marin tragó saliva y mandó callar a Shaina cuando ésta iba a contestar.
—Verás niña, no es tan fácil como piensas…lo primero de todo es saber si estás dispuesta a dejar todo atrás. Eso incluye tu familia. Porque una vez te pongas al servicio de un maestro, tu vida se dedicará enteramente a entrenar cuerpo y alma para poder formar parte del Santuario. Somos guerreros, no monjas. Tienes que tener en mente que hay que hacer sacrificios y eso implica también tu vida, si así fuera necesario. ¿Lo entiendes?
Proserpina apretó las correas de su mochila y volvió a asentir.
—Soy huérfana y no tengo hermanos, así que no me preocupa. Siempre he querido servir a la diosa Atenea, y me sentiré muy feliz de poder unirme a sus tropas.
—Sí, a las de limpieza de letrinas…— gruñó Shaina. Marin le dio un codazo.
—Bien— prosiguió la amazona de Águila—. Si tan segura estás de ello, entonces atraviesa esa entrada y dirígete al templo del Patriarca. Es con él con quien debes hablar y decidirá si reúnes las cualidades para poder estar bajo el servicio de un caballero o amazona y entrenar. Pero te advierto de que es muy duro…muy pocos lo consiguen…aunque quedan bastantes armaduras sin dueño.
La adolescente sonrió abiertamente y agradeció la información que le había proporcionado Marin. Sin perder un minuto más, se adentró en el Santuario.
—¿Pero tú estás loca?— recriminó Ofiuco a su compañera— Eso que acabas de hacer es cruel, sabes perfectamente que el Sumo Sacerdote no la aceptará. Le has dado falsas esperanzas.
Marin agitó la mano con desdén.
—No percibo su cosmos, pero creo que merece una oportunidad. Ya veremos si el Patriarca la deja al servicio de alguien. Además, siempre que no cumpla las expectativas, puede ingresar en el servicio.
—¿Bromeas? Si no tiene luces, tiene pinta de ser muy corta de entendederas— siguió reprochando Shaina—. Bueno, es igual. Total, no va a pasar la primera criba…
Y las dos mujeres prosiguieron su camino, ajenas a lo que iría a acontecer en los próximos días.
NOTAS:
Proserpina es el equivalente romano de la deidad griega Perséfone. Pero no es el nombre real de la antimarysue. Ese prefiero guardármelo ;)
Hacer pellas es hacer novillos, faltar a la escuela.
