Dos gruesas lágrimas resbalaron por sus mejillas, dejandoun delicioso rastro salado tras ellas. Muchas otras las siguienron. Dolor, rabia, tristeza, pérdida,... amor...Su corazón, aunque roto, aún conservaba la capacidad de amar en cada uno de sus fragmentos microscópicos. Cayó de rodillas en la tierra, ya nada le importaba. Él no estaba, él se había ido... él lo había dejado solo. Su mano derecha tenía los nudillos blancos debido a la fuerza con la que apretaba un pequeño objeto. Un cadena. Con un colgante.

Él lo había besado en los labios, la frente y las lágrimas aquel día. Acariciaba su piel suavemente, transmitiendo el más fuerte amor por cada una de sus dedos. Le había dado un colgante y una promesa: Volveré.

Pero él no era más que un mentiroso, un falso. No había vuelto, ni jamás lo haría. Ahora, aquellas zonas de su cuerpo que él había besado ardía. Añoraba aquel tacto como a nada en el mundo. Simplemente, no podía vivir sin él.

Sin Mamoru Endou.

El cielo estaba excepcionalmente hermoso. De un azul intenso, sn apenas nubes, y un sol que lucía rabiosamente sobre sus cabezas. A Endou le habría gustado, seguro.

Sintió la mano de Miyasaka sobre sus hombros. Fue consciente de que había estado llorando a voz en grito nada más terminar el funeral, pero no le importó. Sus compañeros... sus amigos conocían sus sentimientos por Endou, y lo entendían.

Un ramo de rosas blancas cayó a su lado, y la figura silenciosa de Kidou permanecío unos pasos tras él. Fubuki acomodó cuidadosamente su ramo de camelias, secándose las lágrimas,también en silencio. Uno y otro, en el más absoluto silencio, depositaban flores al que una vez fue su capitán.

Un brisa inquieta, breve pero intensa, se deslizó por entre las tumbas marmóreas. Los cabellos azulados de Kazemaru Ichirouta se agitaron al son del viento. Sus ojos llenos de lágrimas se alzaron a aquel cielo. La quietud y el silencio eran aplastantes. El sol los bañaba con su luz. Kazemaru comprendió algo, y sonrió amargamente.

-Eres un estúpido...

-¿Eh? ¿Es a mí? -preguntó confundido Miyasaka.

-No... Nada, déjalo...

Definitivamente Mamoru Endou, tanto vivo como muerto, era un estúpido. Pero Kazemaru Ichirouta era un tonto.

-¿Cómo creíste que sería capaz de dejarte solo? -susurró el viento. Y Kazemaru sonrió y se disculpó.

Jamás. El jamás lo dejaría solo. Besó con cuidado aquel colgante circular.

Por siempre juntos,

Kazemaru y Endou.

No se si la última parte se ha entendido demasiado bien. Las dos lineas en cursiva corresponden a la leyenda grabada en el colgante.

Inazuma Eleven (c) Level-5