~*Contest Parejas Mismatched*~
Nombre del grupo: FFRT
Nombre del Fanfic: El chico de la biblioteca
Beteado por: Carla Liñan [MaeCllnWay]
Autor: Carla Liñan [MaeCllnWay]
Disclaimer: Los personajes son de Stephenie Meyer, pero la trama es mía.
Advertencia: Algunas escenas de sexo a lo largo de la historia. Especificaré cuando sea el momento.
Pareja: Edward&Rosalie
Número de palabras: 3074 (sin títulos ni notas)
Nota de autor: Ya tengo a mi Edward-vampiro, ahora opté por un Edward-nerd. Ya está un poco gastada la idea, pero esto surgió en mi cabeza y me pareció adorable. Espero que a ustedes también les guste. Es la primera vez que escribo un shortfic de humanos, así que a ver cómo me va.


El chico de la biblioteca
Capítulo uno
«Nadie le presta atención a un chico con gafas»


Para un chico normal, llegar a los dieciocho es todo un rito. Sobre todo, si estás en tu último año de preparatoria. Es como estar en la cima del mundo, te sientes como si pudieras hacer de todo. No tienes las presiones de la universidad, pero tampoco te tratan como un mocoso de secundaria. Eres casi un adulto. Eres poderoso.

Por supuesto, todo esto no aplica para mí. Yo, Edward Cullen, pienso que llegar a los dieciocho es el peor de los infiernos; lo peor que te pueda pasar en la vida. Cumplir dieciocho fue un recordatorio demasiado fuerte de lo que siempre seré: un muchacho... VIRGEN.

Siendo completamente honesto, nunca he sido un chico que se destaque en ninguna cosa. Soy del tipo que prefiere pasar desapercibido por las personas, que sale de campamento con su hermano, que usa gafas y que divide su amor entre las computadoras y los videojuegos. Patético es quedarse corto, lo sé. Hay demasiadas cosas en mi vida que me gustaría cambiar, si tuviera la oportunidad.

La mayoría de los chicos de último año, pueden presumir a su larga lista de novias que han tenido desde que iniciaron la escuela. Algunos hasta se jactan de tener a más de una chica al mismo tiempo, y van por los pasillos contando a los demás las "técnicas" que usan para conquistar a una mujer. Sin embargo, yo no entro en esa categoría.

No, eso no quiere decir que nunca he tenido novia. Hace dos años, salí con Angela Webber durante todo un año. Era una chica increíble, e igual de tímida que yo, así que la gente se sorprendía al saber que estuviéramos juntos. Sin embargo, la timidez de Angela resultó ser completamente fingida, y la sorpresa en los demás era lástima hacia mí, pues sabían cómo era ella en realidad. Cuando cumplimos seis meses de novios, me llevé la sorpresa de mi vida cuando me pidió que metiera mi mano debajo de su falda, mientras veíamos una película en el cine. Pensé que había escuchado mal, pero lo siguiente que supe fue que estábamos en el asiento trasero de mi recién estrenado auto, besándonos como si no hubiera un mañana. Al cumplir el año, me invitó a cenar a su casa, con la idea de que tendríamos una "noche especial". Si debo ser honesto, siempre pensé que se trataba de una cena romántica y una película. No contaba con que ella me recibiría en una delicada bata de encaje... y nada debajo de ella.

Como dice mi hermano Emmett: siempre son las más calladas.

En ese momento, me quedé completamente en shock. Estoy seguro de que me puse de cincuenta tonos de rojo, antes de balbucear torpemente y salir corriendo de ahí. Naturalmente, eso no era lo que Angela tenía planeado, así que al día siguiente se aseguró en decirles a todas sus amigas sobre mi penosa actuación. Claro, después de romper conmigo delante de todo el salón de clases.

No vale la pena malgastar mi tiempo con un perdedor como tú, Edward —dijo, con toda la sutileza brotando por sus poros, si obviamos el sarcasmo.

Cuando le dije a Emmett, trató de hacerme sentir mejor diciéndome que todas las chicas del Instituto eran iguales. Pero, claro, su opinión no tenía mucha validez, pues su esposa, Kate, fue precisamente su novia en la preparatoria. Ahora son felices con sus dos pequeñas hijas, Tanya e Irina. Como él ya tiene su vida hecha, pocas veces podemos convivir. Emmett es ocho años mayor que yo, por lo que vive con su pequeña familia a las afueras de Seattle.

En mi casa solo estamos mi mamá y Alice, mi hermana melliza.

Mis padres, Elizabeth y Carlisle, se divorciaron cuando Alice y yo teníamos cinco años. Ella era concertista de piano, y estaba constantemente de gira, lo cual nunca le agradó a mi padre, quien es abogado. Poco más de un año después de su separación, contrajo nupcias con Esme Platt, una mujer tranquila, y hogareña, y tuvieron a Isabella, mi fastidiosa media hermana de once años. Mi madre, por su parte, dejó su trabajo y prefirió comenzar una pequeña academia desde nuestra casa, pues no podía costear a una niñera que nos cuidara, dando clases a niños y adolescentes. Nunca superó la separación de mi papá.

Mis hermanos y yo nos quedamos con ella, y visitamos a papá una vez al mes. Él nunca ha estado involucrado en mi vida, así que podría decirse que nunca he tenido una verdadera figura paterna. De vez en cuando, Emmett siente que tiene la obligación de tomar ese lugar, pero ambos sabemos que no es lo mismo.

Siempre me he considerado un bicho raro, pues mi personalidad es bastante introvertida. A diferencia de Alice, quien es toda exuberancia y de personalidad vivaz, yo prefiero ser invisible para el mundo. Cuando éramos niños, casi siempre mi mamá le pedía que me hiciera compañía, pues nunca tuve muchos amigos. Sin embargo, cuando entramos al Instituto, le dije que lo mejor era que estuviera con sus amigas. Ya era suficiente con un marginado en la familia. Ella era porrista, yo estaba en el taller de dibujo; ella iba a todos los bailes escolares, y yo prefería quedarme en casa a jugar con la consola de video. Yo siempre he dicho que ella se quedó con todo el atractivo, pero sólo me gano un golpe en la nuca.

Y no digo que sea feo, o al menos eso es lo que he escuchado de otras chicas, gracias a mi hermana. Los dos tenemos el cabello cobrizo y ojos verdes, solo que ella optó por teñirlo de negro cuando cumplió los dieciséis.

Cuando no puedo hablar con mi hermano, Jasper me da los consejos que todos creen que puedo necesitar. Ha estado saliendo con mi hermana desde hace dos años, y ya va en primer año de Arquitectura. Es un buen tipo, y sé que es bueno con Alice, pero estoy casi seguro de que se acerca a mí para complacerla a ella.

Poco antes de comenzar mi último año, empecé a buscar las opciones para seguir con mis estudios. Elegí Ingeniero en Sistemas, y ya cuento los días para poder terminar con el Infierno que representaba el Instituto y poder ir a la Universidad.

― ¡Edward! ―una vocecita se escuchó no muy lejos de la banca donde me encontraba.

Era Seth, mi mejor amigo. Él apenas va en su primer año, pero coincidimos de vez en cuando en el laboratorio de computación. Nos conocimos jugando Halo en línea, sin saber en realidad lo cerca que estábamos el uno del otro. Era nativo-americano, y todavía le quedaban algunos restos de la infancia; aún no terminaba de crecer, y era delgado como un espárrago. Jacob, su hermano mayor, estaba en el equipo de fútbol americano, cursaba el mismo año que yo, y siempre lo molestaba por su aspecto.

Y, por supuesto, me molestaba a mí por ser su amigo. Siempre me decía que no podía tener amigos de mi edad, y tenía que rodearme de niños, y a Seth lo fastidiaba diciéndole que juntándose conmigo nunca se le quitaría lo anormal. Naturalmente, todas estas burlas a mí me pasaban de largo. No era ninguna novedad escuchar esto, y Jacob no se caracterizaba por ser el foquito más brillante del arbolito navideño. Era de esos especímenes en donde mucho músculo no es lo mismo a mucho cerebro. No era tonto, pero sí un poco... lento.

Jacob nunca estaba solo. Siempre estaba rodeado de sus demás compañeros de equipo. Sus mejores amigos, James y Alec, eran como su sombra. Y desde lo de Angela, los tres se encargaban de hacerme todo tipo de bromas que pudieran ocurrírseles. Al principio no les tomé mucha importancia, pues eran cosas infantiles, como darme un empujón "accidental", robarme mis lentes, o lanzarme pelotitas de papel durante mis exposiciones en clase. Sin embargo, las cosas comenzaron a subir de tono conforme fuimos creciendo, y sus bromas dejaron de ser inocentes: sacarle el aire a los neumáticos de mi auto o llenarlo de graffiti, llenar mi casillero con cosas asquerosas... Pero lo más serio, fue cuando me mandaron al hospital, lleno de golpes.

En más de una ocasión, pedí que me transfirieran a otra escuela, pero eran colegios particulares, y mi madre no podía costearme una mensualidad ahí. Y mi papá, por supuesto, nunca hizo nada al respecto. Siempre ha sido demasiado frío con mis hermanos y conmigo, así que la respuesta para mi problema fue que me dejara de niñerías y que me hiciera un hombre de verdad.

¡Mierda, Edward! ―bramó, molesto por haber sido interrumpido en una junta―. Tienes que aprender a enfrentar tus problemas. ¿Qué solucionas yéndote a otra escuela? Eso sólo demostraría lo cobarde que eres.

¡Carlisle! ―jadeó mi madre―. ¡Es sólo un niño, no le hables así!

¡Ese es el problema, mujer! ¡Lo malcrías demasiado! ―luego se giró de nuevo hacia mí―. Que sea la última vez que me entero que te has dejado golpear y que no has hecho nada para defenderte. ¡Y nada de cambiarte de escuela!

Y fin del tema. Tuve que soportar más golpizas, hasta que finalmente parecieron hartarse de ello, y me dejaron en paz... por un rato. Después de eso, habían vuelto a las bromas estúpidas de empujarme e insultarme, por lo que ignorarlos siempre ha sido lo más fácil para mí.

― ¡Edward! ―volvió a gritar Seth―. ¿Dónde estabas? Tengo casi diez minutos llamándote.

―Perdón, estaba pensando en un proyecto que tengo que empezar. Es para tener créditos en...

―Necesito tu ayuda ―me interrumpió. Prestándole mejor atención, me di cuenta de que se veía bastante agitado.

―Seth, ya te dije que aún no he pasado el nivel setenta y ocho de Gears of War ―dije cansinamente.

― ¡No seas imbécil! ―chilló―. En primer lugar, ya lo pasé la semana pasada. Además, no es por eso que necesito tu ayuda.

― ¡¿Lo has pasado?! ―abrí los ojos―. Ahora tú necesitas ayudarme a mí.

― ¡Edward! ―gimoteó.

― ¿Qué puede ser más importante para ti que eso? ―razoné con él―. Has estado metido en el juego desde hace días.

Tengounacitahoy... ―balbuceó.

― ¿Qué has dicho?

―Le he pedido una cita a Bree ―dijo, un poco más despacio. Sus mejillas estaban profundamente rojas, a pesar de su piel morena, y se miraba los pies.

― ¡¿Qué cosa?! ―me empecé a reír a carcajadas.

No era por ser cruel con él, pero Seth es todavía más tímido que yo. Para que él le hubiera pedido una cita a esta chica, es porque realmente está interesado en ella. Estaba completamente asombrado del arranque de valor que había tenido. Eso me dejaba a mí como el cobarde del grupo... otra vez. Sabía que Seth nunca me echaría esto en cara, a diferencia de su hermano y el resto de mis compañeros de generación, pero sí me hacía sentir un poco mal saber que un chico de primer año podía conseguir una cita, y yo no.

Angela había sido mi única novia. Antes de ella, me daba miedo hablarle a una chica; todas me parecían como si fueran de otro planeta, con su propio idioma y sus costumbres diferentes a las mías. Cuando la conocí, era todo rubor y miraditas de soslayo. Era algo torpe y tartamudeaba cuando se le acercaba un chico, por lo que me sentí muy identificado con ella. Nada comparado con la fiera que me recibió en nuestro primer aniversario. Después de ella, mi miedo se convirtió en verdadero pavor. No puedo acercarme a una chica por mi cuenta, y si por algún extraño milagro ella es la que se acerca a mí… me muero. Sé que hay alguna chica buena en el mundo, pero estoy seguro de que no estudia en el Instituto Forks.

― ¿Y bien? ¿Podrás ayudarme? ―preguntó esperanzado.

― ¿Disculpa? ¿Nos conocemos? Soy Edward Cullen ―dije con sarcasmo.

―Por favor ―rogó.

― ¿Y, cómo se supone que te ayudaré? No tengo nada de experiencia, Seth. Quizá lo mejor sea que hables con Jacob.

― ¡Sí, claro! ―se burló―. Me va a joder la vida. Además, ya me imagino el tipo de consejos que me dará. Creo que me agradecerás algún día que sólo haya un Jacob en esta escuela.

El chico tenía un punto. Jacob tenía un largo e interesante historial de novias en los cuatro años de Instituto. No obstante, tenías que ser lo suficientemente tonto como para seguir un consejo suyo. En alguna ocasión le había escuchado mientras le decía a Alec que no tenía nada de malo experimentar con su hermana, Jane. ¡Por Dios Santo, Black, tienes dos hermanas! Cada quien tenía sus creencias, pero honestamente no era algo que yo tomaría en cuenta. Por supuesto, nunca le he contado de eso a Seth. Sería como traumatizar al pobre niño.

―De acuerdo, en eso tienes razón ―concedí―. Pero ya te he dicho de mi nula experiencia. Sólo echaré todo a perder, y eso hará que arruines tu oportunidad con Bree.

―Un consejo es mejor que ninguno. Y cualquier consejo es mejor que recibir ayuda de Jacob.

―Mira, ni siquiera sé cómo es ella. Lo mejor que te puedo decir es que seas tú mismo, y que dejes que las cosas sucedan.

―Vale, retiro lo dicho ―refunfuñó―. Le pediré un consejo a mi hermana.

― ¡¿Y, qué esperas que te diga?! Angela no fue sincera conmigo, y fue una experiencia totalmente desagradable cuando descubrí su verdadera personalidad. Si me hubiera dicho desde un principio cómo era, hubiera tenido la opción de negarme.

― ¡Cómo si hubieras podido negarte! ―resopló.

Para Seth, cualquier chica que se acercara a él valía la pena. Aún era muy joven, y las hormonas empezaban a despertar, así que lo único que parecía importarle era estar cerca de un par de tetas. La chica podía ser una completa perra con él, pero mientras le permitiera acercarse a sus encantos femeninos, lo demás no importaba. Claro, recién había sido mi cumpleaños dieciocho, así que técnicamente aún era un adolescente, y los pechos también me interesaban... solo que no tanto como a él. ¡Oye, después de todo, soy un hombre!

―De acuerdo, quizá no hubiera podido negarme a Angela ―me ruboricé. Después de todo, ella había sido la primera chica a la que había besado.

― ¿Entonces, no me darás otro consejo?

―No sé, Seth. Realmente no soy bueno en ese aspecto. Yo solo lo digo por mi experiencia con ella. Quizá si eres sincero desde el principio, y Bree no piensa como tú, puedes evitarte un fiasco más adelante. ¿No crees?

―Ya veo. ¿Puedo pedirte un favor?

―Supongo...

―Mira, esto quedará entre nosotros dos. Si alguien se entera de que te pedí esto, lo negaré todo ―se puso aún más rojo.

― ¡Vaya, Seth! ―Dije, con fingida sorpresa―. Esto es demasiado repentino. Nunca creí que tuvieras ese tipo de sentimientos hacia mí. Lo siento, cariño, pero no puedo corresponderte ―le acaricié el brazo con dulzura―. Lo mejor es ser sólo amigos.

― ¡Para ya, cabrón! ―gimoteó, golpeándome el pecho para empujarme.

― ¡Dame un respiro, Black! ―reí con fuerza.

―Quiero que me ayudes a elegir un lugar para llevarla a cenar.

― ¡Seth, tienen quince años! La pizzería es el lugar más romántico para ustedes.

― ¡Deja de jugar! Quiero que sea importante. Ella de verdad me gusta.

―Vale, entonces llévala a un apartado en la pizzería. De verdad, colega, sigue ese consejo de ser tú mismo. Llevarla a un restaurante elegante no va contigo.

Miré al reloj en mi celular. Mierda, ya voy tarde. Tenía el tiempo justo para ir por mis cosas al casillero y salir volando a mi trabajo.

―Mira, llévala al italiano que está en First Street. Pidan un plato de pasta con albóndigas. ¡Hasta los perros tienen suerte con esa! ―me burlé.

― ¡Edward, los consejos de La Dama y el Vagabundo no ayudan en nada! ―gruñó.

―Nunca sabes ―me reí entre dientes―. Me voy, mi turno empieza en una hora.

Había conseguido un empleo en la pequeña biblioteca de Port Angeles. Llegué por mera casualidad, buscando información para un proyecto escolar. La señora Kingston, la bibliotecaria, estaba teniendo problemas para organizar el inventario, así que me acerqué a ella y sugerí que le pidiera a uno de sus hijos que le instalara una computadora, para hacerlo todo automáticamente. Por supuesto, ninguno de los chicos quería encerrarse a hacer eso, por lo que me ofrecí de manera gustosa a ayudar. No sólo le conseguí una buena computadora, básica para lo que necesitaba, sino que también instalé un software que fuera sencillo de usar, en caso de que quisiera contratar a otra persona cuando yo me fuera a la Universidad.

Trabajo de lunes a sábado, cuatro horas después de terminar mis clases. La paga es decente, considerando que no tengo demasiados gastos. Además, tengo la oportunidad de experimentar con la computadora y crear sistemas nuevos. Como disfruto mucho la lectura, puedo tomar un libro de vez en cuando para matar el tiempo. La biblioteca es como una segunda casa para mí, por lo que la conozco como la palma de mi mano.

A pesar de poder hacer lo que más me gusta, Port Angeles no es tan divertido de lunes a viernes. Por lo regular, la acción viene los fines de semana. Lo único que mantiene vivo a este lugar, es que cuenta con servicio de renta de computadoras, el cual ayudé a instalar este verano. La mayoría de los jóvenes tienen computadora en casa, y rara vez acuden a buscar información en los libros. Solo andan por aquí aquellos que tienen el ordenador descompuesto, o que realmente necesitan de algún dato que Wikipedia no tiene.

Suspiré con fuerza, aburrido de jugar Angry Birds en línea. Era viernes, así que era poco probable que alguien se apareciera por aquí. Aún faltaba una hora para cerrar, pero sopesé la posibilidad de terminar temprano mi turno.

Fue entonces cuando la campanita de la entrada sonó.

― ¿Hola? ¿Hay alguien todavía? ―se escuchó un susurro con fuerza.

Me reí. A pesar de que la biblioteca estaba prácticamente muerta, esta persona se preocupaba por seguir la regla de No alzar la voz. Me acerqué al mostrador nuevamente, en la mejor actitud de servicio para cualquiera que estuviera en la recepción. Sin embargo, me quedé paralizado cuando vi que frente a mí no estaba cualquier persona.

Mierda... una chica.


¿Reviews?