Sara Nott gemía de dolor y bufada en la cama del paritorio mientras su marido le apretaba la mano y sonreía extasiado.
Fuera, la abuela cuidaba de la revoltosa Virginia.
-Abuela, ¿ha llegado ya mi hermanito?
-Aún no-respondía la abuela cada vez que la pequeña preguntaba.
Los médicos iban y venían cada vez más deprisa, acariciaban el pelo de Virginia o dirigían miradas preocupadas a Sara.
Virginia volvía a preguntar, impaciente.
-Abuelita, cuando nazca yo le pondré el nombre-y una sonrisa triunfal adornaba su carita-. Se llamará Theodore Geoffrey Nott.
Dentro de la sala, su padre Ryan le comentaba a su esposa las posibilidades que barajaba.
-Se llamará Ryan, como yo. O tal vez Michael como mi padre. Puede que incluso Thomas.
Su esposa intentaba sonreír al escuchar nombres que cada vez le gustaban menos y gritaba de dolor.
Fuera, Virginia volvía a preguntar.
-Ahora sí, chiquilla. Ha nacido.
En el paritorio, el matrimonio sonreía triunfal, mientras Sara abrazaba a su pecho al pequeño.
Virginia, a la cual ni su abuela ni los médicos pudieron detener, entró en la habitación, se subió a la cama, besó a su madre y miró al niño.
-Bienvenido al mundo, Theodore Geoffrey Nott.
Nadie se atrevió a contradecir a la hermana mayor, y el varón de la familia quedó bautizado con ese nombre que, al fin y al cabo, no disgustaba ni a Sara ni a Ryan.
