Lo escribí hace algo más de una semana, pero hoy traté de corregirlo y acabarlo. Un regalito para mi siempre fiel Kukita (Fuyuuyita L'Kiku). ¡No pude darte algo mejor que esta viñeta! ¡Feliz cumpleaños atrasado!


Las nubes, el amor y lo (i)lógico

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Mimi buscaba formas a las nubes, Koushirou intentaba clasificarlas por tipo —eso, de sus nombres técnicos—. Mimi se quitaba las sandalias y dejaba que sus pies tocaran la hierba fresca, Koushirou se preguntaba si acaso, en la tierra, habría lombrices. Ninguno formulaba sus observaciones en voz alta y sólo se tocaban las manos por sobre la manta que aseguraba que no ensuciaran sus cabellos ni sus camisas.

Mimi buscaba las palabras para ese instante, Koushirou pensaba en los procesos químicos que llevaban al amor, ¿dopamina, serotonina y adrenalina? Las tres conllevan al enamoramiento, el amor no reside en el corazón como nos han hecho creer toda la vida. Pero calla, sabe que Mimi es de las que cree que el corazón es el centro de los sentimientos. Él es todo lógica y todo análisis, Mimi es de las que se deja llevar y cree que las respuestas a todas las interrogantes residen en canciones pegajosas en diferentes idiomas. Mimi elige salir los días muy soleados, Koushirou es más de quedarse en casa.

Y sin embargo, como dos antagonistas, están allí, medio protegidos por la sombra de un árbol (Mimi no recuerda su nombre y Koushirou sólo lo reconoce por su nombre científico), mirando las nubes. Mimi cree que las nubes se van moviendo, pero Koushirou sabe que se trata de la rotación terrestre. Siente que Mimi es como los estratocúmulos en el cielo; no está tan lejos, la gente cree que dejará caer una tempestad, pero sólo es un indicador de que el clima estará tranquilo… a menos de que mute a un nimbostrato. La gente creía que él era como la luna, girando en torno a la órbita de Mimi, pero la gente no sabía que eran más bien como la Tierra y las nubes; a primera vista, no sabrás quién se mueve alrededor de quién, pero él era como la Tierra, en un movimiento perezoso y ella, en un movimiento sutil sin perderle rastro.

Se giró hasta quedar de costado, Mimi hizo lo mismo, sonriendo con calidez, como el sol que les tostaba la piel, como el aire que comenzaba a cargarse de humedad.

—¿Crees que haya una tormenta? —Preguntó ella, señalando el cielo con un brazo lánguido.

—Probablemente no, aunque la humedad dice otra cosa…

—Oh.

Ante un intercambio de preguntas, notó que lo que sentía iba más allá de la química, los tecnicismos y la lógica, Mimi era como un estratocúmulo solitario en medio de una tormenta de nieve o una lluvia torrencial con granizos grandes, como un número imaginario o un desajuste bioquímico y hormonal enorme que pasaba inadvertido. A Mimi se la debía querer de forma ilógica, haría caso a los consejos y se dejaría llevar, sentir más y razonar menos.

Sonrió y Mimi le devolvió la sonrisa, su rostro enrojeció casi tanto como su cabello cuando sus labios tocaron los suyos y sintió que, por primera vez en su vida, podría ser un poquito ilógico y decirle que la amaba con todo el corazón.


Tuve que meterme a leer sobre los tipos de nubes, francamente era aprendizaje ya olvidado. ¡Saludos! ¡Gracias por leer!

Taty, te dije que merecías más que esta viñeta, pero la he escrito con todo el amor del mundo. Gracias por todo, cariño.

Carrie.