MUERTE

-Colega. ¿Estás sangrando?- Murmuró una voz, cansada, que incluso alargaba las pausas para poder tomar aliento. –Mierda. ¡Estás sangrando!- Añadió con una tenue carcajada. –No pensaba que fueras tan débil-

Un estallido de luz cortó sus palabras y su pecho, bañando en un río de sangre la juventud de sus rasgos. Yacía de rodillas, la cabeza gacha, apenas cubierto por lo que restaba de su negro uniforme de shinigami. Sangre en su torso, las uñas partidas, la mano rota. Solo sus ojos y su sonrisa mostraban la otra cara de una derrota que aún no se había consumado. Sin apartar la vista de su contrincante, se incorporó con lentitud, ignorando las heridas abiertas de sus rodillas. Alzó la siniestra y sonrió.

Risueño, dispuesto a formular una nueva impertinencia, se ajustó la cinta azulada que llevaba anudada en el izquierdo de sus antebrazos y rió para sus adentros.

-No te avergüences de esto, colega- Susurró con media sonrisa en los labios. –A veces liberar no basta para acabar con un rival desarmado-

-¡Calla! ¡Cállate maldito bastardo!- Replicó entre chillidos una voz aguda y furiosa, sumida en el sangriento frenesí de la batalla. –¡Muere!-

-¡Yo soy Pawe·wa Kaneda!- Respondió el shinigami con autoridad. El cuerpo erguido, los negros cabellos al viento. Apenas si se inmutó al sentir el frío del acero en su pecho. Tansolo alzó la siniestra, tranquilo, sonriente, mientras veía la cinta en su brazo bailar al compás de los aires. Y sus ojos se fueron cerrando, y desapareció.