—¿Para qué quiero tu alma? —exclamo el actor para el entretenimiento de los espectadores de la obra de teatro del Amor de Don Perlinplim.

Las tres parejas habían acordado tener una cita triple para poder ver la puesta en escena de la obra magna de García Lorca. Cuando los planes estaban hechos para cuando terminara la obra tomando caminos diferentes; Taichi y Sora pasarían a tomar una relajante cena romántica ellos dos en el restaurante de los Amantes, donde se sirven los corazones de los animales inyectados con el amor de los desesperados y gratinados con las almas de los desesperados; un delicioso manjar que unos pocos tienen la fortuna de probar.

Por su parte Yamato y Mimi pasarían una larga noche mirando las estrellas en un mirador cercano al teatro, disfrutando de la bella danza gratuita que estas dan para sus admiradores en tierra, un espectáculo digno de los simples mortales, y de algunos dioses que bajaban a disfrutarlo junto a sus creaciones terrenales.

Takeru y Hikari disfrutarían de una hermosa noche de pasión, descubriendo la desnudes del otro explorando los cuerpos tallados por las manos de los ángeles; a su vez y sin saberlo ser bendecidos con una existencia en el vientre de la chica, aun cuando el joven escritor parecía marchito para engendrar una nueva vida en el vientre de su mujer ya que su ser parecía el de un anciano cuando se sentaba frente a su monitor y escribía las palabras de sus obras deseando que su luz pudiese rejuvenecerlo, llenarlo del vigor que necesitaba para cumplir su único deseo.

—El alma es patrimonio de los débiles, de los héroes tullidos y las gentes enfermizas. Las almas hermosas están sobre los bordes de la muerte…

Y ahí estaba una de las escenas máximas de la obra recordándole a uno de los espectadores lo decrepito que era para la vida, asimismo su alma ya no le pertenecía y ahora la ocuparía para dar un nuevo inicio para su esposa, su mujer, su amante y cumplirle sus caprichos, con ella engendraría su hijo aun si se maldice cual fausto con el diablo, con la vida eterna sin poder morir ya que su espíritu no era suyo.