Nota 1: Ninguno de los personajes me pertenecen, estos son obra de Sir Arthur Conan Doyle y en su maravillosa y perfecta adaptación moderna de Steven Moffat, Mark Gatiss y BBC, yo solo me divierto con ellos.
Nota 2: Este Fanfic está inspirado en la película de Cigüeñas (Storks) de Warner Bros
Nota 3: En esta historia Mycroft es diez años mayor que Sherlock, por lo que al inicio de la historia Sherlock tiene 7 años y Mycroft 17.
Querida Cigüeña
La carta
Encerrado en su habitación Sherlock se rehusaba a bajar y despedirse de Mycroft, su hermano mayor se iba a la Universidad y él estaba desconsolado. Mycroft había prometido que lo cuidaría siempre y ahora estaba feliz guardando maletas en el carro de su padre sin importarle dejarlo solo, abandonado a su suerte, sin nadie con quien platicar. Nadie lo entendía mejor que su hermano mayor y no sabía cómo iba a sobrevivir sin él.
—Sherlock –dijo Mycroft afuera de la habitación–, Sherlock abre
–el pelirrojo escuchó como un cojín golpeaba contra la puerta–. Locky por favor, no me puedo ir sin despedirme de ti.
—Pues entonces no te vas a ir nunca.
—Sherlock estas siendo irracional –Mycroft hablaba con voz cansía–, no es que quiera irme, pero debo hacerlo, tú también tendrás que ir algún día a la universidad.
—Podrías haberte quedado a estudiar en Londres, no tenías por qué irte tan lejos.
—Sherlock Oxford es la mejor universidad en la carrera de relaciones internacionales…. Locky por favor, te prometo que vendré cada que tenga oportunidad y pasaremos las vacaciones juntos.
Mycroft adoraba a su hermano menor, siempre se preocupaba mucho por él y era más sobre protector que sus propios padres, detestaba verlo triste y peor aún saber que él era el causante de su desdicha.
—Te propongo algo, esta navidad nuestros padres quieren ir a Francia, yo sé que a ti no te hace muy feliz ir a casa de la abuela, por lo que convenceré a papá y mamá para que nos permitan quedarnos con el tío Rudy, sé que él no se negará y te prometo que haremos lo que tú quieras.
En ese momento la puerta de la habitación se abrió y el pequeño Sherlock salió con la cabeza baja, tenía los ojos rojos y el cabello alborotado después de pasar varias horas en la cama con la almohada sobre su cabeza para que no lo escucharan llorar.
—Mamá no va a aceptar.
Mycroft se hincó frente a su hermano para poder quedar más o menos a la misma altura.
—Lo hará, te prometo que la convenceré, te doy mi palabra Sherlock –el pequeño Holmes asintió con una pequeña sonrisa, la primera que Mycroft veía en días, Sherlock sabía que si su hermano daba su palabra lo cumpliría, no importaba lo que tuviera que hacer, él nunca faltaba a ella–. No estoy tan lejos Sherlock es solo una hora en tren y siempre puedes llamarme por teléfono, siempre estaré para ti.
—No es lo mismo, no estarás aquí cuando llegue de la escuela, ¿a quien le voy a contar cuando alguien me esté molestando? ¿quién me va a aconsejar cuando esté haciendo algún experimento? ¿quién me va a cuidar cuando esté asustado?
Mycroft sintió un nudo en la garganta, comenzaba a arrepentirse de haber elegido una Universidad que lo alejara tanto de su pequeño hermano.
—Si alguien te está molestado debes decírselo al director o a papá, no te lo guardes Locky, ellos te pueden ayudar, pero no lo harán si no saben que estas en problemas, cuando tengas dudas sobre algo o estés asustado háblame o mandarme un mensaje, no importa la hora –Sherlock asintió con tristeza, Mycroft lo atrajo con un fuerte abrazo, dándole un beso en la mejilla antes de ponerse de pie–. Te quiero Locky.
Tal y como lo había prometido Mycroft pasó las vacaciones de invierno con su hermano en casa del tío Rudy. Sherlock había hecho cuanto experimento le venía a la mente y su hermano lo apoyaba en todo, por las noches salían a hurtadillas de sus habitaciones para comer galletas y leer historietas en la cocina. Las cenas de Navidad y año nuevo las habían pasado en casa solo ellos tres viendo películas de espías y piratas. Fueron las mejores vacaciones de las que Sherlock tuviera memoria, sin embargo, en enero Mycroft tuvo que regresar a Oxford y Sherlock volvió a estar solo.
Al principio Mycroft le hablaba todos los días, pero conforme paso el tiempo le fue difícil mantenerse en comunicación con la misma frecuencia, no era su intención descuidar a su hermano, pero las asignaturas eran cada vez más difíciles, absorbiendo casi la totalidad de su tiempo.
Para Sherlock las cosas nunca habían sido tan fáciles como para su hermano, a Mycroft no le importaba encajar y sabía cómo enfrentar y sacudirse a los compañeros abusivos, pero Sherlock era más tímido y sensible, el único amigo que tenía era su hermano mayor y la ausencia de éste lo entristecía.
Estaba en las regaderas del gimnasio cuando escuchó a un compañero de clase asegurar que él no había nacido del vientre de su madre como la mayoría de los chicos, ya que él había sido traído por la cigüeña, obviamente sus demás compañeros comenzaron a reírse, Sherlock sintió pena por el chico.
—¡Es verdad mi hermano me lo confesó ayer!, es una empresa que hace entregas de bebés a domicilio –el pobre niño solamente había logrado que sus compañeros se burlaran aún más de él– mi hermano nunca miente –agregó en voz baja y agachando la cabeza.
Aunque obviamente la idea le parecía una ridiculez a Sherlock le entró la duda, su compañero parecía auténticamente convencido y no entendía porque su hermano le inventaría una historia como esa.
Victor se había quedo encogido de hombros sentado al final de una banca mientras sus compañeros de clase salían, el único que quedaba en los vestidores a parte de él era Sherlock. Antes de salir al pasillo el pequeño Holmes se armó de valor y se acercó a hablar con su compañero, y ya que él era el único que parecía creerle Victor no tuvo reparos en contarle todo lo que su hermano le había platicado la noche anterior.
Más tarde los dos niños se encontraron en casa de Sherlock.
—Es muy fácil Sherlock, solo tienes que escribir una carta con las especificaciones que quieres para tu hermanito y agregar a la carta una foto de tu familia para que sepan cómo tiene que lucir.
—¿Pero a dónde debo mandarla?
—Ah –Víctor sacó del bolsillo de su pantalón un papel bastante arrugado– mi hermano me dijo que esto fue lo que puso en el sobre.
Cornerstore BB
C.P. 1907CC76
—¿Eso es todo, nada más esto?
—Aja –el niño contestó sonriendo.
—Pero ¿no hay que pagar nada?
—No, creo que no, mi hermano no me dijo que hubiera hecho algún depósito.
—Pues no tengo nada que perder –contestó el pelinegro con un suspiro.
Esa misma noche Sherlock esperó hasta que sus padres se hubieran ido a dormir para entrar a escondidas a la biblioteca y tomar una hoja del papel más fino que tenía su padre, éste era un asunto especial y por lo tanto requería de un papel especial, también agarró un sobre hecho del mismo material y los llevó a su recámara.
Querida Cigüeña:
Antes que nada te mando un (afectuoso)* saludo, (quisiera)* quiero pedirte un bebé que sea listo, pero no un genio (de lo contrario me va a abandonar como Mycorft), para que yo (le enseñe)* pueda enseñarle todo de este mundo, que sea curioso, que le gusten los experimentos, la aventuras y las historias de piratas, que no sea llorón (muy importante esto último no quiero que me despierte en las madrugadas), que le gusten las galletas y no coma brócoli.
Por su atención muchas gracias.
Sherlock Scott William Holmes.
Sherlock metió la hoja y una foto de él con sus padres dentro del sobre con el nombre de la empresa y el código que le había dado Victor, no sabía cuántas estampillas poner, se le había olvidado preguntar eso a su compañero, así que puso quince timbres en la parte de atrás, esperaba que eso fuera suficiente. Al día siguiente muy temprano y antes de irse a la escuela el pequeño Holmes corrió al buzón que estaba a dos cuadras de su casa depositando ahí su carta.
* dichas palabras se supone que fueron tachonadas por Sherlock, ya que escribió con pluma no podía borrarlas.
Momo como siempre mil gracias por tus maravillosas sugerencias.
