Hoy se cumplen trescientos ochenta y ocho años del día que te perdí. Desde ese momento he contado los días y las noches para no olvidar todo lo que hemos vivido. Sobreviví a otra gran guerra entre los faes, conocí a otros muchos Ash que duraron lo que tenían que durar y hoy sólo hay una reina. Yo soy La Reina de las Sombras, hoy ya no existen ni luces ni sombras, hoy todos somos faes y humanos viviendo en iguales condiciones.

Supimos lograr salvar nuestra existencia, logramos encontrar el balance perfecto para nuestra convivencia con los humanos y ahora disfrutamos de la armonía que genera la paz. Ya no hay esclavos, ya hoy nadie trabaja para nadie, hoy todos trabajamos para todos. Y después de muchas muertes, después de muchos sacrificios, hemos logrado la paz y todo esto fue gracias a ti.

Todos los años en esta fecha me dejo llevar por los recuerdos, por esta necesidad de no olvidarte y por el vacío que me dejó tu ausencia. Esta es mi manera de no olvidar cual es mi lugar, de revivir todo lo que fuiste para mi y es la única forma que tengo para enfrentarme al dolor de perderte.

Después de aquel día le siguieron días llenos de dolor, días más desgarradores, días más inaguantables, pero no siempre fueron así. Con el tiempo logré aceptar mi destino, logré aceptar mi nueva vida y disfrute de muchos momentos felices, pero en cada uno de ellos siempre les faltó algo y ese algo eras tú.

Sé que todo fue por una razón y esa razón es la simbiosis que hoy todos vivimos. Pero no puedo dejar de sentir el arrepentimiento con el que vivo todos los días, no puedo dejar de lamentarme por ese día, no puedo dejar de afligirme por todo lo que vino después y no puedo dejar de preguntarme; ¿Qué hubiera pasado si tú no te hubieras ido?

Desde hace trescientos ochenta y ocho años, mi corazón no sabe lo que es latir por amor, sólo late porque tiene que hacerlo y todos los días le ruego que se detenga. Le suplico que acabe de una vez con este dolor que me acompaña, pero él no me escucha y él sigue latiendo sin más día tras día, haciendo imposible escapar de esta realidad. Un día casi logré que se detuviera, pero estoy segura que tú fuiste la que no permitió mi muerte.

Recuerdo lo confundida y culpable que me sentí aquel día camino a tu casa. Habían pasado unas pocas horas desde que Dyson me había confesado que él tenía su amor devuelta, que él me amaba y que no podría amar a nadie más que a mi. Sospeché algo cuando él se ofreció a ser mi mano en el amanecer, pero no pensé que fuera un acto de amor. Me sentí tan culpable al ver como él estaba sufriendo por mi y tomé la decisión que cambiaría mi vida.

Cuando al fin llegué a tu casa, me recibió el olor de la cena que inundaba la entrada, desde varios metros antes que tu puerta. Recuerdo que te vi en la cocina y tú estabas preciosa. Tenias el cabello recogido, pero unos mechones rubios caían sobre tu rostro. Toqué la puerta, que como siempre estaba abierta, y así supieras que yo estaba allí. Tú te diste la vuelta y tu mirada ese llenó de luz, con esa hermosa sonrisa que me diste y esos enormes ojos marrones que llenaron a mi corazón de mas confusión. Tu aura brilló como siempre al verme y supe que estabas feliz. Solo pude mirarte por unos segundos antes de clavar mi mirada en el suelo, sentí cómo mis lagrimas se asomaron por mis ojos, pero yo no quise llorar y no podía llorar. Sabía perfectamente el porqué había ido y tenía que hacerlo por el bien de todos.

Enseguida me abrazaste, pero yo mantuve la mirada fija en el suelo. De pronto, sentí el calor de tu cuerpo contra el mío, seguido por el olor de tu cabello y ese aroma a vainilla que todavía hoy busco con desesperación. Nuestro abrazo duró un par de segundos y me soltasteis sólo para buscar mi mirada que seguía perdida en ese suelo gris. Pude sentir lo preocupada que estabas ante mi actitud y en ese instante me armé de valor.

—Tenemos que hablar —dije con resignación.

En ese momento, tu sonrisa desapareció y se trasformó en una expresión de confusión.

—Bo, ¿estás bien? ¿Ha pasado algo? —pregúntaste tocando mi hombro.

Mis ojos volvieron al suelo y supe que no iba a ser la ultima vez que le vería en esa tarde. Yo no podía aguantar más, eso era una situación injusta de la cual ambas saldríamos heridas, pero intenté ser lo más honesta posible, dentro de la inmensa confusión que sentía. Pero te juro que jamás quise hacerte daño, Lauren. Te juro que nunca quise que sufrieras por mi y te juro que nunca quise romper tu corazón.

Sentí como tomabas mi mano y me guiabas hasta tu sofá. No me quitaste la mirada en todo el trayecto hasta que nos sentamos, pero no podía verte, no podía creer lo que estaba a punto de hacer y todavía no me creo como te dejé ir de mi lado.

Durante un par de minutos permanecimos en silencio. Tomaste suavemente mi barbilla y guiaste mi cara hasta tu mirada. Miré nuevamente eso ojos que antes brillaban, pero en aquel momento, sólo reflejaron preocupación. Y pensé en lo hermosos que eran tus ojos y en lo hermosa que eras tú.

—Cariño, ¿qué te pasa? Estoy empezado a preocuparme, ¿qué sucede? —inquiriste con ese tono tan tuyo—. Sabes que puedes hablar conmigo y yo intentaré ayudarte en lo que sea. Estoy aquí, nena... estoy aquí.

Yo siempre creí que estarías allí, pero en ese momento, sólo hubo un pensamiento en mi cabeza.

—Lo sé, Lauren. Sé que estas aquí, sé que siempre has estado aquí —dije—. Pero ¿hasta cuándo? ¿Hasta cuándo estarás aquí conmigo?

—Bo, ¿dime qué sucede? ¿A qué viene esa pregunta? No entiendo lo qué quieres decirme —preguntaste sin dejar de mirarme.

—Lauren, dime, ¿cuánto tiempo más estarás aquí conmigo? ¿Cuántos años crees qué estaremos juntas? ¿Cuántos años te quedan Lauren? ¿CUÁNTOS? —apenas pronuncié aquellas palabras me arrepentí de haberlas dicho.

Tu rostro fue una expresión de dolor y confusión, muy parecido a lo que mi corazón sentía en ese momento. Bajaste la mirada y noté como ocultabas tu rostro de mi. Pero en unos segundos lo subiste, limpiando las lágrimas que corrían por tu rostro.

—Bo, yo no sé cuanto me queda, no sé sí moriré mañana o dentro de sesenta años, pero lo único que sé, es que el tiempo que me queda de vida, lo quiero vivir contigo —dijiste con la voz temblorosa—. Yo solo quiero hacerte feliz el resto de mi vida, Bo. Yo quiero llenar tu vida como tú llenas la mía. Tú me haces feliz todos los días, cada vez que me miras, cada vez que me besas, cada vez que dices mi nombre. Tú me has devuelto la felicidad que creía perdida. ¿No lo ves?

No pudiste evitar que tus lagrimas corrieran por tu rostro y yo no fui incapaz de evitar que mi corazón se rompiera a pedazos. Jamás nadie había sentido eso por mi, pero no merecía que tú sufrieras por lo que me había convertido.

—Lauren, yo soy una fae, soy una súcubo y soy inmortal —dije limpiando las lágrimas que caía de mis ojos—. Dime, ¿qué haré yo cuándo tú mueras? ¿Sabes la angustia que siento cada vez que soy consciente de tu fecha de caducidad?

Al terminar de decirlo me quedé sin aliento, aparté mi mirada para no ver tu dolor, pero tú tomaste mis manos y la sujetaste con fuerza.

—Bo, ¿tú crees que yo no lo sé? ¿Tú piensas que para mi esto es sencillo? Yo seré la que envejecerá, yo seré esa persona que tú no querrás tocar más. Es a mí a quién se le acaba el tiempo... sólo a mi... Tú será siempre joven, ¿y yo qué?

Sentí como tomabas mi cara y la guiabas hasta tu mirada. Tus lagrimas seguían corriendo por tu rostro. Decir en alto tus miedos te hicieron llorar y caí en el mayor error de mi vida.

—Bo, sé que yo no soy suficiente para ti y no lo seré jamás. Tú crees que no me mata saber que las noches que no estas aquí conmigo... estas acostándote con otros —dijiste con la voz rota.

—Lauren, yo lo siento mucho —dije, sin el valor de mirarte a los ojos—. Yo lamento ser así y ser el monstruo que soy. Me mata mirarme en el espejo y saber que no soy yo lo que tú necesitas. Lo siento mucho, pero no puedo más. No puedo seguir enamorándome de ti porque siento que si sigo con este sentimiento lo único que haré es hacerte más daño.

—Bo, yo también estoy enamorada de ti y te amo como nunca creí que podría —tu voz se quebraba con cada palabra—. Soy yo la que lamenta no ser lo suficiente para ti, siento no estar siempre a tu lado y lamento ser sólo una humana.

—Lauren, ya no puedo más. Sólo sé que todo mi amor un día será en vano, porque tú te habrás ido —mascullé entre dientes—. Tú y yo pertenecemos a mundos diferentes y ellos jamás nos dejaran ser felices... Lauren, yo quiero ser feliz, yo necesito a alguien que este siempre conmigo, alguien que no vaya a morir, alguien por el cual pueda luchar sin sentir temor a que un día ya no este aquí. Y tú necesitas estar con una persona que te quiera como te mereces, que pueda ser fiel, que comparta tus pasiones, que sepa como protegerte, pero desgraciadamente esa persona no soy yo.

—Bo, ¿qué demonios ha pasado? Te pido qué me digas la verdad. Te lo pido, por favor —pregúntaste levantadote de mi lado.

—Lauren, yo lo siento mucho, pero me he dado cuenta que no vamos a ningún sitio. Siento que nuestra relación esta destinada a no ser y...

—Me estas diciendo, qué no ves futuro conmigo —cortaste mis palabras—, ¿eso es lo qué intentas decirme? ¿Qué pasa con todo lo que hemos vivido juntas? —inquiriste con rabia—. ¿Eso también ha sido en vano?

—Lauren, por favor —dije con el corazón en boca—. No me hagas esto más difícil.

Cada palabra que decía me dolían como nada en este mundo y me estaba matando esa sensación de no ser lo que necesitabas.

—¿Y tú realmente crees qué esto es fácil para mi? —replicaste indignada—. Bo, la persona que amo esta diciéndome que conmigo no hay futuro. ¿Te haces una pequeña idea de cómo me estoy sintiendo ahora mismo?

—Lauren, te lo ruego...

—¿Es Dyson? —me interrumpiste—. ¿Es él quién esta detrás de todo esto? Es él, ¿verdad?. Bo, se valiente por una vez y dime, ¡Qué todo esto es por Dyson! —exclamaste, mirándome a los ojos—. No me lo puedo creer que sea por él otra vez. ¿Volviste a acostarte con él? Dime, Bo, no te quedes callada y dime de una vez que tú le amas. ¿TÚ LE AMAS?

—Dyson tiene su amor de vuelta y yo quiero... quiero amarle —musité—. Lauren, yo lo siento mucho, pero no quiero hacerte más daño.

Al oír lo que te dije, cerré mis ojos y hundí mi rostro entre las manos. Sabía que estaba cometiendo un error, lo sabía con toda mi alma, pero no podía más.

—¿Por qué me haces esto? ¿Por qué? —pregúntaste.

—Lauren, entiende que no quiero hacerte más daño, no puedo seguir así, por favor... Déjame.

—¿Tú... tú me amas, Bo? —pregúntaste con desesperación.

Te miré sin pestañear y sentí como mis lágrimas caían sin control.

—Lauren, por favor —lo dije con el llanto en mi voz—. No me preguntes eso ahora.

Sentí como volvías a mi lado y sujetabas mis manos.

—Bo, yo lo único que te pido es que si alguna vez has sentido algo por mi, me respondas, ¿sí o no? —dijiste intentando contener la decepción—. Bo, por favor, dime ¿Tú me amas?

—Lauren, lo siento muchísimo y nunca quise hacerte daño. Pero lo que hoy siento por ti no es suficiente... yo no soy suficiente —te mentí.

Estabas tan destrozadas que lo único que quería era abrazarte, quería por lo menos quitarte un poco el dolor que te había causado y lo intenté.

—No, no me toques... no me toques nunca más, Bo —me dijiste alejándote de mí.

Yo no quería escuchar, solo quería tocarte una vez más, necesitaba abrazarte, necesitaba besarte y no sabía muy bien porque sentía esa necesidad, pero nada lo iba a impedir.

—Lauren, por favor... —dije acercándote más y más a mi cuerpo.

Nos miramos unos segundos, puse mis manos en tu cara y te acerqué a mi. Te bese suave, pero intensamente, sentí que mi corazón se me iba a detener y tuve la misma sensación que en nuestro primer beso. Tú me besaste con una pasión que todavía no he vuelto a encontrar, pusiste tus manos en mi pelo, lo acariciaste como siempre hacías y mi corazón estuvo a punto de exportar, cuando entre mis labios dijiste «Te amo». Tus palabras hicieron que me detuviera, dejé de tocarte y me puse en pie.

—Lauren, lo siento... no puedo —dije conteniendo el aliento—. Si continuo no podré dar marcha atrás y no puedo, ni quiero, hacerte más daño.

Nos quedamos un minuto en silencio, pero ninguna de las dos fuimos capaces de dejar de llorar. Me dolía verte así, pero ya no había vuelta atrás.

—Por favor, sal de mi casa ¡YA! —gritaste con la poca voz que tenías—. Bo, vete de mi casa...¡AHORA MISMO! Después de todo lo que hemos vivido juntas, tú eres incapaz de decir lo que sientes por mi. Es evidente que no te merezco la pena... No quiero verte más nunca en mi vida y hazme el favor de jamás volver a contactar conmigo. ¿Querías saber lo que sentirías cuando yo muriera? Pues bien, piensa que hoy he muerto para ti.

Tus palabras surgieron su efecto y sentí terror al pensar no tenerte más en mi vida. «¿Pero qué esperas, Bo?» Me pregunté a mi misma. Cerré los ojos y las lágrimas corrieron por mi rostro sin parar. En ese momento, necesité salir de tu casa, porque si no jamás lo harías y ojalá me hubiera quedado.

—Bo, espero que seas feliz como te mereces, ni más ni menos —musitaste.

Te miré por última vez y salí por la puerta con la sensación de que el mundo se me venía encima. Sentí un dolor tan grande que hasta el día de hoy no ha desaparecido. Sé que te hice daño, sé que te rompí en corazón, sé que fui una egoísta, pero no sabía lo mucho que te amaba en ese momento y lo mucho que lo haré el tiempo que me queda de vida.