Para llevar la contra a tus familiares y amigos, eliges estudiar como idioma extra japonés, lo cual, decían ellos, no te iba servir, pero no te importaba. Te iba bien con eso lo mismo que con tu secundaria. Pero aún así, cuando inexplicablemente ganas una beca como estudiante de intercambio para ir a Japón, no sabes qué hacer...


Te felicitan de todos lados. Tú nunca ganaste nada. Pero justo en ese concurso que hizo tu colegio conjuntamente con el Instituto de Idiomas al que ibas, ¡conseguiste por sorteo una beca para ir a Japón! Estás asustada... ¿Qué harás?

Como los tuyos sugirieron que la cambiaras por dinero, te negaste y decidiste ir. Ahora ya estás en el avión. Más inquieta que antes. Pero ya no puedes volverte atrás. ¿Qué vas a encontrar?

Iwatobi. Esa es la escuela a la que irás. No hacían intercambios, pero tú fuiste la única excepción debido a que resultaba conveniente. Ya te habían asesorado más o menos cómo era todo por ahí. No era deslumbrante pero por ahora no extrañabas nada. Y los chicos parecían ser agradables.

Te sientas en tu clase, pero cuando entra la profesora te tienes que levantar y presentar. La mujer te cayó bien, es algo despistada. Es de literatura, por suerte es mejor que la que tuviste antes. Todos te miran fijo, algunos con más simpatía que otros. Tratas de poner tu mejor sonrisa y recordar caras. Pero solo tienes éxito con dos: un chico de ojos brillantes y esmeraldas, y otro sentado a su lado, cuyos iris increíblemente azules de deslizaban continuamente hacia la ventana.

Vuelves a sentarte y comienza la clase. Volteas a la izquierda; el chico de ojos verdes te está mirando y te sonríe. Te pones colorada. No puedes creer la dulzura que emana ese chico.

-Soy Makoto Tachibana –susurra- Él es Haruka Nanase –el otro estaba mirando afuera, pero volteó rápidamente y corrigió, serio:- Haru.

-Ah, un placer –"Una delicia". Dentro de tu cabeza algo resuena, como que tienen nombres raros, pero no haces caso. Eres nueva y el japonés tuyo todavía no es 100% fluido. Tratas de prestar atención a la clase, pero esos chicos tienen algo especial. Y adoras los ojos, quieres dibujarlos (dibujas muy bien), verdes y azules.

Makoto es cálido y cercano, como un sol; Haru es lejano y sutil, como una brisa húmeda. Te ríes de tus conclusiones. Apenas los acabas de conocer...

Cuando llegó la hora del almuerzo, no sabes qué hacer. No estabas acostumbrada a tenerlo. Además eres demasiado tímida como para seguir a algún grupo. Hasta que ves la ancha espalda de Makoto y decides no perderlo de vista. Terminas en una terraza, con Haru también. Momento incómodo.

-H... hola. Lo siento pero ¿podría quedarme con ustedes? Solo por hoy. Si les parece que molesto me iré.

-¡No molestas! Eres bienvenida –dijo Makoto. Haru solo lo miró y siguió comiendo su caballa.- ¿Y tu almuerzo?

-No como en el colegio.

-Te vas a morir de hambre. Te daré la mitad del mío.

-No es necesario. Yo no tengo hambre.

-Vas a desaparecer –djo él, preocupado.- No comer hace mal. No necesitas dieta... ¿Haru, que dices?

-Que coma caballa, es lo mejor...

-¡Hola! –Una chica pelirroja acababa de aparecer. Te dio una punzada de celos tal que hasta te avergonzó. Ella te mira y te sonríe con franqueza. Eso rompe el hielo; ya casi la clasificas como amiga. - ¡Hola! Soy Kou Matsouka. Bienvenida.

-¡Te llamas Gou! –grita alguien, y un chico rubio, seguido de uno con anteojos de marco rojo alto y de pelo azulado y oscuro aparecen.

-¡Kou! ¡Mi nombre es Kou! –te ríes porque la situación se te hace ridícula. Casi no se nota la diferencia en los nombres. Como si te llamaras Maria y te dijeran Mario. Bueno, sí, sonaba feo. –Creí que habías desaparecido. –y se dirige a ti- Ellos son Nagisa Hazuki y Rei Ryugazaki.

El chico rubio es extremadamente inquieto y se te abalanza desbordando entusiasmo.

-¿Te vas a unir al club de natación?

-¿Eh? –recuerdas de pronto un cartel pegado en la cartelera-. ¡Ah, el club de ese horrible folleto de... ¡ups! ¡Ay, lo siento! –se te había escapado el comentario, pero te había parecido tremendamente feo. Makoto se ríe y los otros también (oh, Haru no).

-En efecto. Aquí todos somos miembros del club –dice Rei.

-¡Oh, lo siento! –te disculpas-. Me iré enseguida.

Rei se pone colorado de repente y exclama, deteniéndote de los hombros.

-¡No, no quise decir eso! ¡Discúlpame! ¡No es necesario que te vayas! –te sonrojas también. Rei tiene un físico impresionante –decides- y unos ojos hermosos. Pero sobre todo, parecía un loco adorable, te caía muy bien. Así que lo situabas en a misma bolsa que Mako y los otros. Amigos. Personas únicas por lo que son, por su personalidad que te hace sentir que mereces vivir... ¡aunque los hayas conocido hace cinco minutos!

-Deberías unirte al club. Dijiste que vivías en una cuidad con mar. ¡Así que nadas muy bien! ¿No?

Te sonrojas. Pequeño detalle. Antes habías pensado en ocultarlo pero desgraciadamente tu lengua es más rápida de lo esperado.

-Odio el agua... –ni bien lo dices, ruegas para que Haru no te haya oído. Por alguna razón sabes que no deberías decirlo. Pero el de ojos azules te ha mirado. Tiene la misma cara que siempre, mas está molesto al parecer. Tenía una pregunta muda.

-Es que... no nos llevamos muy bien –el brillo azul te cautiva mientras se desvanece. Después notas que Makoto te mira a ti y a Haru, pensativo. Nagisa te agarra la mano.

-¡Puedes unirte igual! ¡Puedes hacer otra cosa y no nadar!

-Yo hice eso al principio –suspira Rei, arreglándose los lentes con un tic nervioso.

-Con el tiempo se te pasará el miedo –cierra el rubio.- Verás que divertido es nadar.

Tú asientes con la cabeza, y te celebran la elección. Prefieres no decir la verdad: que en realidad sabes nadar muy bien, pero... no te van a creer. Por ahora, te harás miembro de ese club, aunque sea para sacar insectos del agua con una red, con tal de ayudar y estar con los chicos que te cayeron tan bien y te hacen sentir como si pertenecieras ahí.

Para el final de la jornada, estás muerta de hambre. El bueno de Makoto había dejado la mitad de su almuerzo "por casualidad". Contra tu orgullo, lo aceptas, aunque te remuerde la conciencia porque sabes que él no comió todo porque sabía que te iba a dar hambre.

Nunca habías conocido a alguien tan bueno.

A la tarde hablaste con Kou hasta que se te saturó el cerebro de japonés y comenzaste a hablar en tu idioma sin darte cuenta.

Te ofreciste a trapear el club el primer fin de semana. Tras mucho insistir, no querían que fuera tan pronto, te dejaron. Con una condición: que llevaras malla. Te preguntaste si Kou llevaba traje de baño, pero no indagaste más. Además no te habían dicho la hora: irías temprano, así no te encontrabas con ellos y no corrías riego de que te obligaran entrar a la pileta...

OK. Creíste que el club estaría vacío. Pero cuando saliste con el balde del vestuario hacia el exterior te topaste con Haru y casi te mueres del susto (sin mencionar que debido al calor, tenías puesta solamente la malla).

-¡H... Haru! ¡Creí que no ibas a estar! –el chico de ojos azules te miró los ojos, tus mejillas coloradas y el balde. Estaba algo sorprendido (quizás ni te recordaba o mejor, no te esperaba). Mira la pileta y ahogas un grito porque sus ojos parecían una piscina calma y fresca, hermosa. Él suspira y te dice:

-¿Te ayudo? –te pones de muchas tonalidades de rojo y musitas: ¡No! Yo vine a limpiar, ¡y tú a nadar! Disfruta de lo que te gusta -. Lo sorprendiste y te agradó. Lo esquivas y te vas a un rincón (después te das cuenta que allí no hay nada que limpiar pero no importa). Esperas a que Haru desaparezca así puedes mudarte y asomas la cabeza para comprobarlo. Pero ves algo que te paraliza.

"No lo podía creer. Haru se estaba sacando la ropa. Pero eso no era, ejem, lo increíble. Era su cuerpo. Estaba como esculpido por un dios del arte. Yo... quería dibujarlo. Nunca había vista algo tan bonito. Era eso, una belleza armoniosa. Ah, y la malla... la malla que seguía la figura de sus muslos, le quedaba tan bien. Y su cabello negro y sus ojos zafiro, esa cara seria y delicada... Tan perfecto... Pero cuando se zambulló, salpicando apenas, llegué a olvidarme de respirar... antes había estado aguantando la respiración.

"Me olvidé de limpiar, yo quería verlo nadar. Me acerqué clandestinamente y lo vi. Y entendí. Era parte del agua. Haru, y el agua, estaban hechos el uno para el otro. Creí que iba a llorar. Yo nunca podría tener ese talento, porque debe nacer con uno. Y aquello rozaba lo mágico... En fin, que estaba diciendo, ni siquiera me gustaba nadar.

Debía irme. Si él salía a la superficie, me iba a ver. Pero no pude moverme. Y me miró. Estaba radiante. Se lo notaba feliz.

-Hola.

-H... Hola. Nadas... bonito –me quería golpear en la cabeza. Qué tonta. Pero él sonrió. Y me tendió la mano -¿Me ayudas?

Ni siquiera lo pensé. Me acerqué y se la di. Y cuando quise acordar, mis pies ya no tocaban el piso. Y estaba totalmente sumergida. Con lo que odio el agua en los ojos... ¿y respirarla? Me asusté. No veía nada. Toqué algo firme y me aferré como una acto reflejo (me di cuanta después) con mis brazos y piernas a Haruka. Creo que me hubiera trepado sobre su cabeza con tal de llegar al borde de la pileta y salir, si él no me hubiera sacado la cara fuera del agua.

-Tranquila, debes aceptar el agua.

¡Diablos, estaba a medio centímetro de su cara! Yo luchaba entre mi sentido de supervivencia y la fascinación de esos ojos azules.

Me puso las manos en las caderas y yo noté, avergonzada, que estaba abrazándolo como una garrapata. Hasta sentía sus duros músculos abdominales contra mi torso, su corazón latir o el movimiento de sus omóplatos.

-Relájate, o nos vamos a ahogar los dos

-Tu no – no me sorprendería, él no tiene branquias.

Te sueltas y Haru, con una media sonrisa, ahora te toma las manos y te guía para el inicio de una "plancha". Él está feliz. Porque está en el agua y porque cree que te está quitando el miedo. Pero hay un problema y es que no es temor. No te gusta eso, no importan las manos de Haru. Y a medida que el agua fría te toca el cuello, la nuca y las orejas te tensas de tal manera que se te acalambra un gemelo, arrancándote un quejido y te pones tan pálida que sabes que él se ha asustado. –¡Tranquila!

Estás llorando y ni te das cuenta; Haru te abraza como un rescatista y puedes aferrarte al borde de la pileta. Los dedos pierden la sangre de la fuerza que ejerces. Con la otra mano te agarras el músculo dolorido. Otra cosa que odias.

Haru te sostiene la espalda y la otra mano casi está sobre tu diafragma.

-Lo siento –susurra-. Lo siento. Quería que sintieras eso. Es...

-Nunca lo voy a sentir, Haruka –gruñes. No debiste decirlo así. Lo heriste. Pero bueno. Te tiró al agua aún sabiéndolo. Se lo merecía.

Notas que está flotando mientras está contigo, esperando que te calmes. Como si fuera parte del la piscina. Te enoja, pero algo tonto de tu parte, así que no dices nada. Justo, aparecen los demás, todos juntos, ni que se hubieran puesto de acuerdo.

-¡Ah, te has metido! ¡Bien! –festeja Nagisa, atolondrado.

Pero Makoto se da cuenta; se saca la camiseta y te saca del agua como si fueras una pluma. Te pone encima su prenda y te sienta en el piso. Vaya, en medio de todo te das cuenta de lo fuerte que es. Te preguntas si siempre ha preferido estilo espalda. Él está tanteando tu gemelo acalambrado.

-¿Es éste? –susurra, preocupado. Al ver tu cara, no pierde tiempo y te envuelve prácticamente esa parte de la pierna con sus grandes manos. Te está masajeando el músculo y te alivia. Makoto sabe de esto.

Todos están alrededor de ti. Tampoco te gusta ser el centro de atención. Encima de todo, Haru está enfrente, mirándote consternado. Por más que todos te mimen, sabes que ese mal momento te lo mereces por no estar haciendo lo que debías hacer. La tentación era Haru. Como una tentadora manzana azul. Y al parecer la habías mordido.


Ok, mi primer fanfic de Free, y el primer xReader, no es gran cosa pero bueno, tenía que hacerlo xD Ya seguiré subiendo otros capítulos (quitándoles las telarañas porque hace muuucho que están arrumbados). Espero que les guste y desde ya gracias por leeer! Cualquier crítica constructiva, bienvenida! :D