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Tokyo, Japón, a 18 de Julio del 2012.
Querida tía Lola:
Hace tanto que no le escribía una carta. ¿Qué tal ha estado? Espero me responda tan pronto le llegue la carta, pues ansío saber cómo se encuentra. Bueno, le escribo para contarle qué ha sido de mi vida en los últimos meses. Cabe advertir que no son malas noticias, no se desespere; al contrario, todo lo que ha ocurrido ha traído a mi vida una inmensa felicidad pues representa un gran salto para mí, y estoy seguro de que calmará sus nervios, pues según entendí en su carta anterior, ha estado muy preocupada por mí. Espero que esto que le contaré le haga sentir menos mal por mí. Pero, supongo que el culpable de su malestar he sido yo por escribirle todos los fracasos que había tenido al no encontrar un trabajo.
La situación ha sido tan difícil estos últimos años que incluso vi la opción de huir del país e ir hacia usted para que me consolara como lo hacía cuando era apenas un niño, pero eso no mostraría ni un poco de la madurez que he desarrollado los últimos años. Creo que a mis 19 años de edad, soy bastante capaz de muchas cosas, pero la gente que solicita empleados para ciertos trabajos parece no ver lo que tienen enfrente. En cambio, se dejan llevar por apariencias y currículums. Claro, el mío está bastante vacío y, aunque me de vergüenza admitirlo, desgraciadamente esa es la verdad. Pasando a lo verdaderamente bueno, le empezaré a relatar mis recientes vivencias:
Usted sabe que el karate siempre ha sido mi pasión. Viéndolo durante mi vida de estudiante como un hobbie, empecé a entrenar hasta llegar a la última cinta. Cuando cumplí los diecisiete, empecé a buscar trabajo, aunque muchas veces fue sin éxito. Creo que le he contado muchas veces esto, así que me lo saltaré.
Me mude a Tokyo. ¡No sabe que hermosa ciudad es ésta! Hay demasiadas atracciones, es una ciudad magníficamente avanzada en cuanto a tecnología. Además, según yo, hay numerosas oportunidades de empleo. ¡Es fantástico!
Hace unos meses, la famosa compañía Golden lanzó una convocatoria para encontrar personal de seguridad para el jefe de la empresa. Entre los requisitos, había uno que exigía tener práctica y conocimientos en karate. Obviamente, decidí aprovechar aquello. ¡Metí mi solicitud tan pronto que cuando me di cuenta ya era el día de las audiciones!
Fue bastante impresionante el llegar al lugar acordado y encontrarme con una considerable cantidad de casi mil aspirantes al puesto. Después me enteré de que había espacio para diez puestos definitivos. Vaya. Al parecer tenía pocas posibilidades.
Nos habían citado a las siete de la mañana y, siendo las nueve, ni siquiera el primero en toda la numeración había pasado. Mientras esperábamos, hice amistad con mi actual amigo Kaito y me enteré también de muchas cosas. Entre esas cosas, que uno sería el guardaespaldas de la hija del jefe. Muchos se emocionaban y otros sentían terror, después me enteré por qué.
Según las leyendas urbanas –como decidieron llamar a los rumores–, decían que la hija del señor es bellísima, pero lo que poseía de bella era lo que tenía de mal carácter. Recién había vuelto de estudios del extranjero, Reino Unido para ser exactos, por lo que la chica venía gradualmente cambiada. También comentaron, respecto a su carácter, que era caprichosa, rebelde y grosera, aunque frente a cámaras y demás mostrara lo contrario. Además de que es un icono de la moda en el país y como hobbie tiende a modelar en pasarelas y ser imagen de varias marcas famosas. Yo no he tenido la oportunidad de verla en persona, pero si en unas cuantas revistas y programas de chismes, que la alaban por su buen sentido de la moda y los buenos modales que presenta. Ciertamente es muy bonita, pero sinceramente no creo en todos los rumores que me contaron.
Pronto fue mi turno y, a decir verdad, la entrevista fue un éxito. Pasé a la segunda etapa (Kaito también), reducido a un grupo de personas de sólo cincuenta pasantes. Ahí fue una demostración de habilidades, donde derrote a casi diez y fui capaz de pasar a la tercera y definitiva etapa, junto a Kaito también. Quedamos únicamente diez personas. La tercera consistía con una entrevista personal con el señor Golden (decidí llamarle así porque aún no me sé su nombre); es una persona agradable. Él decidía si eras adecuado o no, donde las diez personas que logramos llegar hasta esa última etapa, pasamos con éxito. Todos fuimos distribuidos en sectores diferentes.
Grande fue mi suerte cuando me enteré que yo estaba entre los dos candidatos para hacernos cargo de la hija del jefe… oh, y, únicamente nosotros, estábamos expuestos a una etapa adicional: un día junto a ella, poniéndonos a prueba.
Ese día aun no llega, por lo que tendré que escribirte cuando suceda, avisándote, por fin, si pasé el examen o no.
Concluyo despidiéndome, deseando que se encuentre en excelente estado de salud. También ruego que les mande muchos saludos a tío Leon y a mis primos. Espero que la estén pasando excelente en Nueva York y que, aunque mis primos sean originalmente estadounidenses, continúen estudiando el japonés que aprendieron conmigo en su estadía aquí en el país. Los extraño mucho, y les deseo lo mejor. ¡Espero verlos pronto!
Lo único que puedo decirle es que, por ahora, estoy entre los candidatos para cuidar a la princesa. Deséeme suerte.
Atentamente, tu sobrino Len.
Buenos días/tardes/noches, me presento. Soy Arin y vengo a presentarles un nuevo proyecto que ha venido rondando en mi cabeza desde hace ya varios días. Pese a lo breve de este capítulo, quiero informarles que viene mucho por delante. Este capítulo es una especie de 'introducción', epílogo, como le quieran llamar.
Espero esta historia llegue a ser del agrado de muchos, porque vengo, más que nada, con ese propósito. Pretendo que no sea como las demás, para que así no se torne aburrida, pero depende mucho de ustedes que esta historia pueda trascender :) Recuerden que esto es sólo el inicio, y sin ustedes, no podré llegar hasta el final.
Agradecería mucho que, si les agrada, dejen sus reviews, follows y favs, que aquí, son mi único suelo :D
Me despido y que tengan un buen fin de semana.
Xoxo, Arin.
