Potterverso perteneciente a Rowling, aunque Susan es creación mía.
I
Cuando el sombrero seleccionador situó a Susan Boyle en Slytherin se produjo un variado compendio de reacciones, aunque en realidad aquello podría haberse definido como conmoción contenida. Por supuesto, Albus Dumbledore se limitó a mirar fijamente a la niña, sin dejar asomar el menor atisbo de nada. En contraste, Minerva McGonegall ahogó un grito sordo mientras que Horace Slughorn, muy capaz de intuir las posibilidades que se le abrían con esta nueva alumna, palmoteaba encantado. Los alumnos, por su parte, reaccionaron como siempre. Bueno, casi todos: los Ravenclaws permanecieron genuinamente indiferentes porque Boyle no pasaba a formar parte de su templo de sapiencia; los Griffyndor, por supuesto, la abuchearon sonoramente mientras grababan en sus mentes su nombre y su cara en el apartado de "enemigos irreconciliables"; mientras que los Hufflepuff se limitaron a aplaudir.
Los Slytherin, en cambio, permanecieron mudos, asombrados, mientras la niña, con paso firme y una seguridad impropia de una alumna de primero, se dirigía hacia su mesa. Un par de principiantes, tras dirigir una mirada interrogadora a un chico mayor rubio y delgado y recibir del mismo un sutil gesto de asentimiento, inmediatamente le hicieron sitio y Susan Boyle se sentó junto a ellos con una resolución que contribuyó aún más a alimentar el halo de desconcierto y misterio que la acompañaría a lo largo de toda su carrera escolar.
Esto había ocurrido hacía ya varios años, y aunque no se habían acostumbrado del todo a ella, los Slytherin, en su fuero interno, reconocían que era un valioso miembro y que era mejor, infinitamente mejor, tenerla entre ellos. Horace Slughorn, por su parte, la tomó como alumna preferida en cuanto Andrómeda Black abandonó el colegio, postergando incluso a su propia hermana Narcissa y, para su completo estupor, a Lucius Malfoy.
Y es que Susan Boyle era hija de muggles. No había, que ella supiera, y conocía hasta cuatro generaciones de antepasados cuidadosamente apuntados por su difunta madre en la primera página de la biblia familiar, ni un solo mago o bruja entre sus ancestros.
No era la primera vez que el sombrero seleccionador colocaba a un alumno de familia muggle en Slytherin, aunque, como dijo Andrómeda, "debía hacer siglos que aquello no ocurría". Por supuesto, desde su primera cena en el Gran Comedor, Susan generó toda clase de comentarios y chismorreos. "¿Qué características podría tener aquella niña alta y muy erguida, de cabello rubio y tez pálida y pecosa para hacer que el sombrero la colocara en tan infausta residencia?" Se preguntaban los miembros de las otras tres casas. Los Slytherins, por su parte, acabaron optando por no indagar mucho, tratarla de manera cortés, pero sin llegar a intimar, y beneficiarse de los numerosos puntos que Susan les hacía ganar, tanto en el terreno académico como en el deportivo.
A Susan, por su parte, le bastó una simple ojeada para hacerse una composición de lugar bastante exacta. En adelante, procuraría sacar el máximo partido de su formación mágica y sería prudente en sus relaciones personales y procuraría no meterse en líos. Sus compañeras de dormitorio, entre las que se encontraba Narcissa Black, no sabían demasiado de su vida fuera de Hogwarts.
No tenían ni idea, por ejemplo, de que Susan era la quinta de nueve hermanos, y que su padre era un modesto predicador que se había quedado viudo cuando ella tenía ocho años. En medio de todos ellos, a menudo no era considerada lo bastante mayor para participar de las actividades de los mayores, ni lo suficientemente pequeña para las de los menores, y además, habida cuenta de la viudez de su padre, había tenido que apañárselas sola desde bien joven. Susan era inteligente y despierta. Y por supuesto era ambiciosa. Pero lo que Susan ambicionaba era ni más ni menos que ser feliz. Aquel compendio de características y circunstancias habían hecho de Susan una bruja muy interesante. Al menos, así lo consideró el sombrero. Y por esta razón, hizo caso omiso de su ausencia de pedigrí mágico y la puso donde la puso.
Más o menos, en lo que llevaba de carrera académica, había ido logrando sus objetivos. Su vida era, dentro de lo que cabía en aquella época un tanto turbulenta en el mundo mágico, y considerando su origen, bastante aceptable.
Hasta que entró en el colegio el primo de Narcissa, Sirius Black, y dio al traste con casi todo.
