Disclaimer: El anime y manga Hetalia Axis Power pertenecen a Estudio Deen y a Hidekaz

Advertencias: AU, Crack, Muerte de personajes, Personajes OC- fue inevitable-

Dedicatoria: Para Chisueo-san... ¡Otra vez me disculpo! ¡Estoy segura que enseguida se notará lo OC de Chile! *llora maricamente* Pero hice lo que pude, ¡aunque no lo parezca xDD! Siento que estuve a punto de morir, sobre todo porque pensé que los pasados días tendría tiempo y resultó que no... ¡trabajé a marchas forzadas xDD! Y eso se notará a lo largo del escrito seguramente. También no sé si la historia funcionará, aunque personalmente me gustó mucho y disfruté hacerlo, sin embargo, admitiré que en un punto perdí de vista el objetivo xDDD, y como soy una posesa de las notas históricas cuando me involucro en algo así, te torturaré con unas citas~ ¿Qué más? Uhn... bueno, sería todo, ¡ojalá te guste n.u!

Aclaraciones: -Me ubico en los años 20´S del siglo XX, en la Ciudad de México

-Calculo que México y Argentina tiene 25 años, mientras que Chile 24 años

-Manejo las características que Chisueo me ha indicado para Chile, Argentina y México

-No tengo idea de cómo habla Chile o Argentina -todavía no lo domino-, así que uso un español "puro"

-Las referencias históricas se aclararán al final de cada episodio. Habrá peligro de anacronismos

-Lo repito otra vez: los pjs me salieron OC *espera bucheos*

Owari~

México: Juan Itzá Gutiérrez Ramírez

Chile: Javier Manuel González Carrera

Argentina: Sebastián Martín García Fernández


"Flor de papel"


Capítulo 1


"¿Quién era él?" Probablemente era la pregunta que rondaba con mayor frecuencia por el sitio

-Hey, ¿sabías que soy Napoleón Bonaparte?

-¡Claro que sí! Igual que tú sabes que soy Fernando VII de España, ¿no?

-¿En serio? Creí que eran un par de temidos piratas

-Lo somos en la noche, pero no se lo digas a nadie

Si lo pensaba con un poco de detenimiento… quizá la respuesta que daría abarcaría un universal "No tengo idea"

Porque así era: no tenía la mínima noción de qué papel tenía en ese sitio, los tiempos en que debía salir y las ovaciones a recibir

-Y ayer me encontré con la reina María Antonieta, ¡es muy hermosa a pesar de no tener cabeza!

-¡Claro que la tiene! Sólo que no se nota porque la guarda con ese sombrero enorme que trae

-¡Son un par de imbéciles! La están confundiendo con Ana Bolena, ¡ella sí que no usa la cabeza!

-¿Lo dices porque se la pasó cayéndose una y otra vez en aquella zanja?

-No fue algo muy elegante para alguien de la nobleza

Sí, por supuesto que no alcanzaba a ver los estelares disponibles… sencillamente porque no formaba parte del elenco

Carecía de identidad en la gran parodia por estar apartado de los ideales de sus congéneres… que más bien podía entenderse en que no era como ellos

No señor, y por varias razones que no alcanzaba a enumerar por la falta de dedos en las manos: no se la pasaba hablándole a la nada, no vestía ropa andrajosa, no andaba como se golpeaba en la pared y no gritaba a mitad de la noche por alucinaciones que no contaban con sentido alguno…

Ellos y él no eran iguales

No compartían los mismos principios… al menos no los que ofrecía la incomprensión y que brindaban una luz clara dentro de la obra que representaba por sí mismo

Él era diferente. Él tenía un papel único que nadie podría equiparar alguna vez. Él contaba con una historia que le daba sentido a las acciones previas y a las consecuencias que aceptaba de buena gana

Él no quería escapar de la realidad

Él no estaba loco

… o eso solía pensar la mayoría del tiempo

-Pero noté que estaba muy divertida con aquel jovencito que camina igual que una gallina

-Sería una verdadera ventaja que pudiese dar huevos, ¡comeríamos omelettes todos los días!

-¡Oh, por supuesto que pone! Y son de oro, ¡su médico se los queda todos para venderlos!

-Eso es demasiado egoísta, ¿se imaginan qué sabor tendría un huevo de oro?

-¡Qué hambre me dio de repente!

-Deberíamos abrirle el estómago y sacar esos huevos, ¡podríamos comer por semanas!

Suspiró con calma, sin rastro de melancolía o añoranza por ver ese cielo naranja de una tarde normal

Si algo tenían de bueno los grandes patios de aquel lugar, era que no contaban con techo: así, con un poco de atención, se apreciaban los cambios de tonos conforme pasaban las horas; se veían las nubes caminar dependiendo del aire, y en los días de lluvia, se podía sentir la frescura del ambiente y el sonido que aplacaba a cualquiera producido adentro o afuera de los muros descarapelados

Era el mismo cielo que veía todos los días, sin falta y sin interrupciones propias, puesto que era lo más interesante que la naturaleza ofrecía, junto con las sensaciones que deseaba guardar por siempre:

Desprecio

Ira

El más puro sentido del odio que conocía

Y la añoranza de un propósito noble que se alzaba por encima de la desesperación

A partir de ese principio, todo lo demás era fácil: nunca olvidar, nunca ignorar, nunca desmembrar esa consciencia palpable que lo mantenía despierto aún si la correspondencia de los hechos se tornaba extraña

Claro que era extraño… y dentro de ello, todavía no lo comprendía

Tal vez la duda que más saltaba a la vista, y que se convertía en la más obvia, era el motivo de estar ahí, ¿por qué? Él no estaba loco… o eso creía por tener para cada acción una razón bien pensada y fundamentada… por supuesto, pudo carecer de tacto, o poseer un historial poco respetable, ¿pero eso era suficiente?

Quizá sí… después de todo, esos médicos con batas blancas y que siempre olían a alcohol de boticaria lo afirmaban

¿Sería?

-¿Ya vieron la hora?

-Sí, es tiempo de tomar el té con la reina Isabel

-Tendrán que disculparme, pero tengo una cita con Caperucita Roja

-¡No seas idiota! ¡Ese sujeto no es Caperucita!

-¡Claro que lo es!

-¿En serio? Que recuerde, una niña de capa roja no lleva agujas ni te mete al…

-¡No lo digas! – se tapó los oídos con fuerza, casi haciéndolo sangrar - ¡No lo digas, no lo digas! ¡No te atrevas a decirlo!

-Ese cuarto… sí, sí, ¿recuerdas ese cuarto? "El cuarto de hierro", en el sótano

-¡No lo digas!

-Usan estas cosas… ¿cómo se llaman? ¿"Bombillas"? Que les quitan el cristal y… con esa tina, la tina en aquel cuarto… la tina…

-¡Cállate! – se abalanzó sobre Napoleón, apretando el poco cuello que presumía tener - ¡Cállate! ¡Cállate! ¡Cállate! ¡Cállate! ¡Cállate!

Sonrió de lado, auténticamente divertido por el espectáculo que el emperador y el rey brindaban

Aquello no era tan malo

"-Hey, John, ¿you know? Tus pensamientos y los míos son diferentes. Quizá nunca podrán relacionarse"

Aún con las condiciones que no entendía, las cosas no iban tan mal…

Había felicidad en sus aspectos más ocultos, acompañada siempre con una tristeza que no cambiaba. Las contradicciones en el mundo eran inevitables

La vida seguía siendo vida dentro de los cuartos, junto a los compañeros y frente a los severos ojos que señalaban sin vacilación "Desquicio mental"

¿Qué siguiera el protocolo natural, de repente, indicaba exactamente lo mismo?

En fin, ¿qué podía saber él? Sólo era partidario del comportamiento implícito del humano

Los sentimientos eran como el tiempo: nunca permanecían igual

No los que tuvo intactos alguna vez, y no los que tendría en el futuro. Aún con los que lo llenaban en el contar de los días y en sus memorias, continuarían cambiando y retorciéndose junto con todo lo demás

Se deformarían y quedarían irreconocibles, como el deseo de ser feliz que todavía deseaba alcanzar

La felicidad era diferente para cada persona. Nunca se podía dejar satisfecho a cada elemento del cuadro

Él no había sentido algo así…

Lo intentó con ciertas acciones que lo llevaron a otro extremo del anhelo y que, para su sorpresa, terminó con la condena de permanecer en un manicomio que en una cárcel…

No tenía derecho de quejarse, La Castañeda (1) gozaba de sus ventajas

El cielo naranja de cada tarde probablemente era la más simbólica… junto con la reflexión constante de si, en efecto, las causas no alcanzaban a llenar la característica de "suficiente"

"-Juan, no puedes evitar que las cosas cambien. No existe el medio y no lo encontrarás"

Volvió a sonreír, más tranquilo y admirando la botella de aguardiente que le compró al perdedor que se encargaba del aseo de las letrinas. Consumió prácticamente el líquido entero por la mañana, y la sensación de constante flote se lo recordaba el envase. Era simpático y transparente el cristal de mala calidad, casi como un amigo

Al igual que él, poseía un papel único que todavía no podía representar

No hasta conocer realmente la felicidad, aunque se fuera deformando en contradicciones que no le dejaban nada

Y cuando lo sintiera… cuando pudiera ser poseedor de ella… entonces…

"-Hay algunas preguntas que no tienen respuestas, ¿eso no es suficiente para ti?"

Tal vez… sí había llegado al punto de volverse demente

-Gutiérrez

Su botella cayó

Su cuerpo fue levantado de golpe

El cielo que tanto le gustaba de pronto escapó de su vista

Y algo de sangre que no recordaba tener cayó por la camisa de algodón gris

La respuesta era simple…

-Gutiérrez – reconoció la voz, lo que no le valió mirarlo. Era innecesario. No haría ninguna diferencia – Bastardo imbécil, ¿qué no escuchabas que te llamaba?

-Creo que sí –respondió con humor, sonriendo sin motivo – Pero lo ignoré, ¡no puede culparme! Tiene un tono que mataría al pobre gato de la esquina

Más sangre manchó la tela, sintiendo el mareo que esperaba mantener con el alcohol predilecto

Sebastián podía ser más útil de lo que creía, aún si esa no era su intención

-¿Qué podía esperarme de un malnacido como tú? Si apenas puedes sostenerte con toda la maldita porquería que te metes – pateó su botella lejos… que lamentable – Aunque tendrás la oportunidad de redimirte, ¿sabes? Es hora de tu sesión en la tina

La tina… tina… oh, ya… ¿era hoy? ¿No tocaba el… miércoles? Se suponía que ese baño venía tres días después de la inyección con olor a alcantarilla

-Tengo la sensación de que adelantó el día, doctor

-¿Cómo no hacerlo? Está justificado con sólo mirarte

-Me gustaría dar una opinión contraria, si me permite

-Cierra la jodida boca – le dio la espalda y comenzó a caminar, siendo arrastrado detrás gracias a la dirección de los dos sujetos que lo habían levantado - ¿Qué podrías saber tú?

Nada… y probablemente, todo lo que nunca alguien como él entendería

Si era justo o no, ¿cuál sería el sentido de meditarlo? El objetivo estaba marcado, y fuera de ello no había nada

Todo era sencillo desde una vista así… ¿estaba loco por haberlo entrevisto con tanta prontitud?

"-Te quiero, ¿eso no te hace feliz?"

-Sería lindo pedir una segunda opinión – comentó con ironía agradable –Siendo un hospital tan grande, ¿por qué no puedo hablar con un médico más…?

Un nuevo golpe, qué original

Terminar las oraciones frente a ese doctor argentino eran fantasías que sólo valían en la imaginación… ¿por qué seguía intentándolo? Bueno, quizá porque era el sujeto que lo evaluó en cuanto ingresó y determinó que no era digno de ser llamado "persona cuerda", además de ser quien le impartía esos baños, las inyecciones y los castigos físicos por "no seguir" las indicaciones recomendadas

Las personas normales odiaban a los locos, era natural

Pero le gustaba pensar que este, en especial, no lo toleraba porque no podía comprenderlo

Se temía y odiaba a lo que no se entendía. Él lo hizo alguna vez, sin embargo, se alzó y lo colocó en un plano superior

"-No entiendes nada, ¿cierto, Antonio?"

Sebastián, en cambio, se enfrentaba a ese enigma cada día de la vida y luchaba en contra, pensando que así la diferencia sería equitativa

Pensamiento ingenuo, si le preguntaban

Probablemente ese era la parte más divertida de su estadía… claro, ignorando un poco esa costumbre que tenía de golpearlo con cada frase que expresaba

El simple hecho de que no se doblegara ante su mirada lo sacaba de quicio. Que no suplicara por piedad, lo motivaba a impartirle más "dolor profesional" con esas terapias experimentales con electricidad

Parecía que su acción inconsciente de respirar lo llevaba poco a poco a la locura

¿Cómo rayos no encontraría eso divertido?

La felicidad deformada tenía que buscarse, aún en los actos que podrían afectar contra la vida propia

Eso era lo que quedaría al final, ¿no?

-Es bastante territorial, ¿verdad, doc? – sonrió de lado por la mueca de fastidio que generó por la abreviación - ¿O será más posible que odie su trabajo? No se me ocurre otra cosa para que sea tan dedicado conmigo

-No te creas especial, Gutiérrez – siguieron el camino indicado, hasta esa habitación en el sótano – Si fuera por mí, desde hace mucho que habrías salido de mi lista de pacientes

-¿Para ir a dónde? ¿Al cementerio?

-Terminarás ahí si continuas siendo tan imbécil como para desobedecer las indicaciones

-Y si las sigo, estoy seguro de que encontrará motivo para afirmar lo contrario – suspiró sin resentimiento – Tengo la sensación de que me odia

-No tengo tiempo para algo así, menos si se trata de un demente como tú

-No creo serlo, pero si me lo repiten tantas veces, será inevitable creérmelo

-Piensa lo que quieras

-Pienso que acaba de afirmar que me odia – qué detalle- Y eso sólo pasa con alguien de la misma categoría~

-¿Quieres callarte de una vez? – ese hombre se fastidiaba con cualquier cosa, pobre – No quiero escuchar las incoherencias de un imbécil

-"Este era su cielo. Los mares hizo reunir" –tarareó una pequeña fórmula que recordaba de niño –"Tierra firme hizo seguir. Luz en los cielos. El sol y la luna y todos los seres vivos…"

La respuesta era simple

-"… se crearon para ser por siempre"

No buscaba comprensión… sólo en la medida en que la felicidad se lo pidiera

"-No lo entiendes, ¿verdad, Alfred?"

… y después de eso, el siguiente paso estaba claro. Demasiado. Casi como una promesa

Su dulce promesa. Sólo suya

Bueno… con un pensamiento así, tal vez, en realidad, sí había caído en la locura, en una incipiente y moderada que no cambiaba el hecho

Eso no era tan malo

-Bien – se escuchó un rechinido metálico, y la baja de luces indicó la llegada a su destino – Preparen el agua – y al igual que sintió que descendió de golpe al doloroso suelo, el ardor de las heridas previas se acentuó – Vamos, Gutiérrez, necesito que estés despierto si no quieres ahogarte

No, por supuesto que no


(1) "La Castañeda" fue el manicomio más grande de México hasta la segunda mitad del siglo XX. Fue construido en los terrenos de una hacienda pulquera que llevaba el mismo nombre en el antiguo pueblo de Mixcoac. La inauguración fue hecha por Porfirio Díaz en 1910 y llegó a dar asistencia a más 60 mil pacientes