¿Qué tal? Aquí de nuevo, con otra historia de Peter Pan. Demás está decir que no me pertenece, ¿no? No es necesario aclarar que la obra le pertenece a Matthew Barrie, ¿verdad?... bueno, ya lo mencioné de todos modos xD.
Otra vez, como cada mañana cuando iba a buscar su porción de polvos de hada, Terence la saludó con una coqueta y encantadora sonrisa. Otra vez, como cada mañana cuando iba a buscar su proción de polvos de hada, Campanita no prestó atención a esa sonrisa, respondiendo un desinteresado "vuelo contigo" y yéndose rápidamente.
Él la admiraba muchísimo. Le gustaba la manera en la que la rubia rebotaba al aterrizar, le gustaban los arcos de sus cejas, le gustaban los risos de su cola de caballo, le gustaba el largo de su flequillo (sin importar cuán largo fuera), le gustaban sus malas caras. Le gustaba ella.
Pero ella no quería saber nada de eso. Su corazón estaba roto, y no quería por nada del mundo poner en peligro los trozos que aún quedaban. Lo ignoraba por su propio bienestar.
Mientras volaba a su destino y meditaba el comportamiento de él, sólo había una conclusión a la que llegaba, sin importar desde cuántos enfoques lo viera: Terence es tonto.
¿Cómo podía seguir insistiendo luego de tanto tiempo y de tantos rechazos indirectos? ¿Cómo podía seguir sonriéndole luego de que le ignorara día a día? ¿Cómo podía seguir gastando energías en resplandecer más ante su presencia y en hacer que su tintineo suene más armonioso?
¿¡Cómo era tan tonta que no entendía que jamás estaría en los pensamientos de Peter Pan!?
Al llegar a la casa del árbol de los niños perdidos fue directamente donde el pelirrojo, que dormía profundamente. Lo miró durante algunos minutos (pero ¿qué importaba el tiempo estando en Nunca Jamás?), desde distintos ángulos, hasta que el joven despertó.
Entonces sonrió encantadoramente, brillando a todo lo que sus polvillos daban y tintineando de un lado a otro, dándole los buenos días. Recibió un "Hola, Campanita" entre risas, mientras el dueño de esas palabras se estiraba y salía aullando para despertar a los demás.
Campanita suspiró. Era tonta, no importaba desde cuántos enfoques lo viera. ¡No podía evitarlo! Admiraba a Peter. Le gustaba Peter. Quería a Peter. Amaba a Peter.
Ese día, él iría a visitar a Wendy, a escuchar cuentos; iría a romper aún más su corazón. Volvió a suspirar. Con pesadez se encaminó a su taller... él no notaría que se fue. Ni su tonto tintineo la delataría, pues los pensamientos del chico estaban en otra parte.
Estaba desanimada, tanto que terminó todo su trabajo antes de que el Sol estuviera en su punto más alto. No sólo desanimada, frustrada también. Alicaída.
A media tarde, alguien entró sin su permiso a esa tetera volteada que era su lugar de trabajo. Ella no lo notó hasta que una tímida mano tocó su hombro, lo que le hizo dar un pequeño salto. Sopló su flequillo molesta. No había escuchado el tonto tintineo ni los llamados de Terence (que, seguro, fueron muchos).
Le había llevado un machucado sartén para que lo reparara, un sartén que posiblemente le pertenecía y que él mismo había inhabilitado. Ella lo agradeció sinceramente —era lo que necesitaba— y él sonrió, mirándola encantado.
Una vez que el hombre gorrión la volvió a dejar sola, se dejó caer en un dedal (irónico) que le servía de asiento. Era definitivo: las hadas son tontas.
D: Pareciera que me gusta hacer sufrir a Campanita, ¿eh? XD Segunda cosa que escribo de ella y también es bastante... dramática, creo. ._. El único que termina feliz es Peter, y eso que ni me cae del todo bien...
