HOLA A TODOS...

HE AQUÍ MI SEGUNDA HISTORIA. Como verán, está es de la pareja FrUk, porque me encanta esa relación como de amor y odio que tienen.

Les invito a leerla, me harían muy feliz.

Disclaimer: Hetalia no me pertenece, de hacerlo haría que "La Torre Eiffel" estuviese al lado del "Big Ben"


Francis Bonnefoy es un hombre francés de 28 años, quien trabaja para el primer ministro de Inglaterra, Edmond Kirkland. Esta es la historia de su vida, antes de este empleo que se le hace imposible gracias al hijo del primer ministro, Arthur.

Antes de este trabajo, él trabajaba en una pastelería erótica en su ciudad natal, Paris, junto a su mano derecha, Antonio Fernández Carriedo, un español que sabía cocinar de manera profesional y Gilbert Beilschmidt, un alemán que era su encargado del aseo.

La verdad es que nunca le había ido mal, sabía que hacer pasteles con formas de senos o de penes era un gran negocio, ya que había muchas personas que compraban para las aclamadas despedidas de solteros antes de casarse.

En cuanto a su vida amorosa, el francés estaba casado con una amiga de la infancia, llamada Jeanne D'Arc, que obviamente se cambió el apellido y pasó a ser Jeanne Bonnefoy. Ella no estaba de acuerdo con la forma de trabajar de su marido y habían muchas discusiones sobre el tema, nada que no pudieran resolver con el amor. Además, ellos tenían una hija de 1 año de edad, llamada Agnés.

La vida de este hombre era perfecta, no había nada que quisiese cambiar, pero la vida no es perfecta. Un día común y corriente, estaba armando un pastel para una señora que era muy anticuada, mientras que su mujer y su pequeña hija estaban en casa.

De repente, Antonio contestó el teléfono porque Francis estaba ocupado y Gilbert tenía que restregar los pisos. La noticia que recibió ese 30 de Mayo fue lo que cambió su vida y su forma de ser para siempre. La llamada provenía de los bomberos, avisando que la casa de Francis estaba en llamas.

-Entendido.- colgó el español, con cara de espanto.

-¿Era la señora?- dijo Francis, aun ocupado con el glaseado.

-No, eran los bomberos.- bajo la mirada Antonio.- Tu casa está en llamas.

-¡¿QUÉ?!- Fue lo último que dijo el francés antes de correr, seguido del español y el alemán.

"Por favor, que Jeanne y Agnés estén bien", decía mentalmente Francis, que corrió tan rápido a su casa, que quedó sin aliento cuando llego. Una vez recuperado, intentó hablar con uno de los bomberos.

-Señor, soy el dueño de la casa… ¿Están mi mujer y mi hija aquí?- dijo el francés con mucha desesperación, al no ver rastros de ellas.

-Lo sentimos, creemos que el incendio se produjo desde adentro y me temo informarle que si había alguien, no pudo haber sobrevivido.- La cara del francés se desfiguró completamente, no quería aceptar la noticia de que su familia había muerto.

-Francis…- dijo Gilbert, al ver la expresión horrible que tenía su amigo.

-¡LAS HE PERDIDO!- no pudo contener las lágrimas, estaba realmente destrozado.

-Lo lamento…- dijo el español, abrazando al francés.

El alemán estaba tan conmovido, que se unió al abrazo de sus amigos, para hacer entender que él también ofrecía su mayor apoyo ante este desastre.

Desde ese año, Francis cambió completamente. Cerró la pastelería, se emborrachaba con vino cada vez que podía, se quería acostar con cualquier persona que pasara en frente de él, incluso con sus amigos. Dejo crecer su cabello, su barba y saco un lado de él, oculto por su matrimonio.

Para Antonio y Gilbert fue difícil conseguir nuevamente un empleo que sea tan bien remunerado como el que tenían con Francis, pero a pesar de todo, jamás se alejaron del francés y le ofrecieron su apoyo.

Al año después del accidente, Antonio obtuvo una oferta de trabajo en Londres, con el primer ministro de ese momento, Nicholas Shepard. Le ofrecían trabajo, vivienda, comida y lo mejor de todo, una oportunidad de volver a juntar a los tres amigos en el trabajo. Corrió a avisarle a Gilbert y este aceptó encantado ir con el español.

La parte difícil sería convencer a Francis de que volviera a trabajar cocinando, más cuando confirmaron que lo que provocó el incendio fue que estaba la encimera encendida. Será una tarea difícil, pero no querían ir sin él y además, sabían que él es muy buen cocinero.

Obviamente, ese 30 de Mayo, sabían que estaba en el primer aniversario de muerte de Jeanne y Agnés, seguramente llorando.

Fueron al cementerio a buscarlo, pero lo que se encontraron fue que él no estaba y no había aparecido en toda la mañana por ahí. Asustados, los chicos corrieron a la casa del francés.

-¡FRANCIS!-grito Gilbert.- ¡ABRE, VAMOS!- esperaron respuesta del francés.

-¡TENEMOS BUENAS NOTICIAS!- dijo Antonio, sonriendo.

El francés apareció con un aspecto horrible, como si fuese un vagabundo.

-Depende, si están dispuestos a hacer un trio, sino no son buenas noticias.- estaba demasiado triste, pero nunca dejaba de bromear.

-¡VAMOS!, no creo que nadie quiera hacer un trio con un vagabundo.- dijo Gilbert, riendo.

-No seas tan cruel con él…- susurró Antonio.

-Está bien, sino es eso, me voy a ir con mi señora y mi hija.- caminó desganado a la casa.

-Espera, Francis…- dijo Antonio.- No hagas nada, te necesitamos.- suspiró.

-A mí nadie me necesita.- comenzó a decir el francés.- Las únicas personas que necesitaban de mí y de mi amor están en una tumba, quemadas.- comenzó a llorar. La verdad es que lo único que hacía el rubio de ojos azules era llorar.

-Estas tan concentrado en lo que perdiste, que no te das cuenta en que puedes ganar muchas cosas.- comenzó con el discurso motivador el español.

-¿Qué puedo ganar, Antonio?- dijo el francés, definitivamente había perdido la motivación para vivir.

-Con Gil nos iremos a Inglaterra.- suspiro.

-Que les vaya bien…- los miró.

-Te necesitamos allá con nosotros… sabes que eres un gran cocinero, no eches tu vida a perder… eso no lo hubiese querido Jeanne.- empezó a decir el alemán.

-Gil tiene razón, hazlo por ellas… querrían que fueras feliz y que las dejaras descansar en paz…- sonrió el español.

-¿Qué gano yo, si me voy con ustedes?

-Un empleo, comida, casa, descansos y no perder a los únicos que han estado para ti en todo este año…- dijo Gilbert.

-¿Vamos, sí?- el español había puesto su carita de perrito.- Además, te hará bien alejarte un poco de Francia.- sonrió.

-Ay, Antonio…-suspiró resignado el francés.- Esta bien, me iré con ustedes…- decidió finalmente.

-Nos vamos esta noche…- dijo Gilbert, sonriendo.

-Está bien…- el francés había sonreído, algo que no habían visto desde el accidente.- Pero antes, debo despedirme de Jeanne y Agnés.- los miró.

-Tomate tu tiempo, nosotros estaremos empacando en nuestras casas…- sin más que decir, se fueron.

Francis suspiró algo tenso y volvió a caminar por la casa. Tomo una foto de su familia y acarició el cristal donde estaba el rostro de Jeanne. Dejó la foto a un lado y fue a bañarse. Luego de eso, se vistió y volvió al baño. Recortó su cabello a un largo decente y se afeitó la barba. Miró su reflejo en el espejo y sonrió a medias.

-Desde ahora, eres un nuevo Francis Bonnefoy. No volveré a enamorarme más de otra persona y mucho menos pensaré en tener nuevamente un hijo.- suspiró y salió de la casa, hacia el cementerio.

Al llegar, se dio cuenta de que había mucha gente en la tumba de su esposa. Volvió a sentir esa necesidad de llorar, pero decidió que no era bueno seguir con eso.

-Hijo… por fin apareciste.- dijo la madre de Jeanne.

-Suegra… lo siento, estaba algo ocupado.- sonrió a medias.

-Bueno, ha terminado la ceremonia…- dijo la mujer.

-Lo sé, si me permite, quisiera hablar con mi esposa a solas…- el francés la miró melancólico.

-Claro…- fue con el resto de las personas y les pidió que se fueran para darle privacidad al esposo.

Francis se acercó a la tumba de su hija primero, acaricio la inscripción del año de fallecimiento y suspiró.

-Mi querida Agnés, de verdad siento haberte decepcionado como padre. Seguramente si yo hubiese sido otra persona, no habrías muerto y disfrutarías de la vida que debiste vivir. Lo siento mi pequeña, pero sé que mamá te está cuidando donde sea que estén…- evitó llorar, pero le fue imposible.

Se acercó a la tumba de Jeanne y la miró en silencio un largo tiempo.

-Jeanne hermosa, siento haberte fallado cuando más me necesitaste… no quiero que pienses que jamás te amé porque sabes que lo hice, en realidad aun lo hago. No hay día que no quiera despertar y sentirte a mi lado abrazándome y no hay noche en las que no me dé la vuelta en la cama para decirte que te amo y te deseo las buenas noches…-tomó aire y continuó.- Pero, debo seguir mi vida por ti y por nuestra pequeña rosa roja, por eso me iré con mis amigos a Inglaterra.- secó sus lágrimas y prosiguió con su discurso.- Creo que es lo mejor que puedo hacer ahora, pero todos los años te vendré a visitar en estas fechas… es una promesa y sabes que cumplo lo que prometo.- beso la lápida de Jeanne y dejó rosas rojas en ella. En la lápida de Agnés dejó rosas blancas.

Al alejarse, se encontró nuevamente con la madre de Jeanne.

-Hijo… ¿terminaste tan pronto?- dijo preocupada.

-Sí, suegra… no tenía mucho tiempo.- suspiró el francés.

-¿Vas a alguna parte?

-A Inglaterra, a trabajar.- dijo cabizbajo.

-Está bien, me alegro que decidas hacer tu vida después de este año tan difícil para ti.- suspiró.

-Gracias…- la miró tierno y acarició su mejilla.

Se fue del cementerio, agradeciendo la comprensión de la madre de Jeanne y volvió rápidamente a su casa a empacar. Seguramente, sus amigos pasarían por él para ir al aeropuerto pronto y él no había ni siquiera doblado ni una prenda.

Dicho y hecho, Antonio y Gilbert estaban afuera de la casa alrededor de las ocho de la tarde, en un taxi, esperando a que el francés saliera con sus maletas.

-Francis, apúrate…- gritó Gil.- El asombroso yo nunca ha llegado impuntual a ninguna parte y hoy no será la excepción.- reflejaba su molestia.

-Espera… aun no termino de cerrar la maleta.- el francés llevaba una maleta muy grande, pero que según él, "contenía solo cosas necesarias".

Antonio esperaba afuera, en el taxi. Cuando salieron el par de amigos, guardaron la maleta en el maletero del auto y se dirigieron al aeropuerto, rumbo a una mejor vida para los tres.

Esto había pasado cuando Francis tenía 23 años, a punto de cumplir 24, Antonio tenía 22 años y Gilbert tenía 21.

Durante los siguientes tres años, ellos vivieron una gran vida. Francis cocinando platos exóticos y bien gourmet, Antonio atendiendo al primer ministro como mayordomo y Gilbert aseando la cocina. Lo mejor de todo, es que el jefe no era muy estricto, tenían días libres si eran necesarios y Francis podía viajar cada 30 de Mayo a Francia nuevamente, a contarle su año a Jeanne y Agnés.

Pero, todo cambió cuando descubrieron que el primer ministro se vio con una demanda judicial por una presunta violación a su secretaria, cosa que le hizo perder el puesto y su buena fama. La reina decidió que Edmond Kirkland, quien era su mano derecha, tomase el cargo de primer ministro de Inglaterra.

El nuevo ministro no despidió a nadie del personal, diciendo que quería mantener todo como estaba y eso les hizo respirar profundo a los tres amigos. Obviamente, contrató a su propio secretario, un italiano llamado Lovino Vargas.

Todo era calma y paz, hasta que el francés conoció al hijo del primer ministro.


¡ESPERO TE HAYA GUSTADO!

¿Qué les puedo decir?, como este es el prólogo, no sé que otras cosas comentar sin arruinar la historia.

Como siempre digo, sus reviews me ayudan a seguir la historia y a tener una perspectiva del lector. Espero que a los nuevos que me lean, les agrade tanto como a mí esta historia y podamos disfrutarla juntos.

Sin más que decir...

Au revoir.