Capítulo 1. El encuentro de Amane Koizumi con Ichigo Kurosaki.
Eran las 06:30 de una hermosa mañana de principios de octubre, cuando sonó el despertador. El azul del cielo se entrelazaba con el blanco brillante de nubes dispersas, que se mecían ligeramente al compás de la brisa suave y fresca del amanecer. Dorados y difusos, múltiples haces de luz comenzaban a filtrarse a través de los cristales, creando infinidad de formas con los diversos objetos en la habitación, proyectando sus sombras en las blancas paredes, para después, lenta y silenciosamente disiparse.
Era un hermoso amanecer como tantos otros en el Distrito de Karakura y para Amane, había llegado el momento de iniciar una nueva vida en ese aparentemente tranquilo lugar. Mientras se sentaba en la cama, en su todavía adormilado pensamiento la brisa matutina que entraba por una de las ventanas entreabiertas, parecía murmurarle sutilmente la promesa de un día lleno de emociones y sorpresas.
- Primer día de clases… – murmuró con cierta emoción, mientras extendía la mano para apagar el despertador. – Un mes después del inicio de semestre… escuela nueva, compañeros de clase nuevos…- suspiró resignada. Costumbres nuevas, formas de pensar nuevas, comportamientos y actitudes nuevos; una vez más, vuelta a empezar. - Esto no podría ser peor - pensó con pesar al tiempo que apretaba fuertemente el extremo de la sábana entre sus manos. -¡Oh, vamos Amane! – se dijo después de un momento. Era cierto que había experimentado cierta ansiedad desde que su madre le dio la noticia de que cambiarían su lugar de residencia, pero no podía permitir que tales sensaciones la abrumaran.
- No puede ser tan malo – murmuró inquieta. Aunque pensándolo mejor ¿algo podría resultar bien esta vez? - ¡Nah! Todo estará bien – trató de convencerse a sí misma, al tiempo que sacudía de un lado a otro la cabeza, provocando que su sedoso y blanco cabello se deslizara por su largo y esbelto cuello, enmarcando un delicado y ovalado rostro, tan blanco como la nieve, de suaves pero definidas formas. Frente amplia, tupidas y bien delineadas cejas del mismo color de su cabello, nariz recta y fina, suaves y rosados labios, el inferior ligeramente más grueso, dándole un toque de ingenua sensualidad, así como una ligera y pequeña línea en la barbilla, tan sutil como si se tratara de la pincelada de un artista pero al mismo tiempo lo suficientemente perceptible como para ser notada a simple vista.
Después de un suspiro, levantó lentamente los párpados en donde nacía una tupida línea de gruesas y largas pestañas obscuras, revelando unos grandes y enigmáticos ojos de un hermoso tono verde olivo, matizados con luminosas chispas doradas alrededor del iris.
- ¡Tengo que apresurarme o llegaré tarde! – exclamó preocupada. Rápidamente saltó de la cama y comenzó a colocar sobre la mullida superficie la ropa que usaría ese día. Entró al baño y se duchó lo más rápido que pudo. Salió a toda prisa y comenzó a vestirse apresuradamente, echando un vistazo a la imagen que el espejo de cuerpo entero le devolvía. No podía quejarse. A pesar de ser una joven muy delgada, poseía un firme y torneado cuerpo, resultado de varios años de ejercicio; unos hermosos y redondeados senos, no exagerados pero con el tamaño preciso para hacer soñar a cualquier quinceañero; una estrecha y esbelta cintura y un bello y proporcionado trasero cuyas formas eran fácilmente apreciables a simple vista. Terminó de vestirse y comenzó a cepillar la abundante cabellera que caía como una cascada por debajo de su cintura.
-¡Está húmedo aún, por todos los cielos! – murmuró haciendo un mohín de disgusto. Tendría que dejarlo suelto mientras ordenaba rápidamente la habitación. Cuando terminó, se dirigió corriendo a la cocina en donde comenzó a guardar en su mochila lo que llevaría a la escuela para la hora del almuerzo, tomando el desayuno tan rápido como le era posible; lavó, secó y guardó velozmente todos los utensilios dejando impecable el lugar en unos minutos. Regresó a su dormitorio y procedió a recoger su cabello en una casual media cola de caballo, para permitir que se secara, dejando algunos mechones que resbalaban hacia su frente formando un largo flequillo.
-¡Tengo que hacer algo con este cabello! - exclamó mientras tomaba el bolso con sus libros. Echó un vistazo al reloj sólo para darse cuenta de que ya no podría caminar tranquilamente a la escuela. Antes de salir, echó una última mirada para verificar que todo estuviera en orden y salió cerrando cuidadosamente la puerta principal. Cruzó el jardín como una exhalación hacia la reja de entrada y una vez en la calle, emprendió una vertiginosa carrera hacia la escuela.
No muy lejos de ahí, un chico alto, delgado, con una llamativa y poco ordinaria mata de cabello anaranjado salía de su casa para encontrarse con otros dos adolescentes, uno de cabello negro y el otro de cabello castaño. Los tres se saludaron, mientras se encaminaban a la escuela.
- ¡Hai, Mizuiro! ¡Hai, Keigo!
- ¡Hai, Ichigo! - respondieron ambos. - Debemos darnos prisa o llegaremos tarde – añadió uno de ellos mientras comenzaban a caminar tranquilamente.
Algunas cuadras más adelante, justo en el momento de doblar una esquina, de forma inesperada algo chocó de frente con el chico de anaranjado cabello, con tanta fuerza que lo lanzó de espaldas contra el suelo.
- ¡Ichigo, cuidado! - exclamó sorprendido el chico de cabello negro.
Ichigo sólo atinó a cerrar los ojos, y al momento del impacto, escuchó un suave quejido y las exclamaciones preocupadas de sus compañeros.
- ¡Ouuuch…! ¡Lo siento! – dijo una sorprendida y nerviosa voz.
- ¿Te encuentras bien, Ichigo? – preguntaron Keigo y Mizuiro al mismo tiempo.
- ¡Demonios! ¡Qué rayos…! - exclamó Ichigo, en un tono más de enojo que de sorpresa, mientras apoyaba sus manos contra el peso que se encontraba sobre él. Percibió algo suave, firme y redondeado.
- ¿Esto es… lo que creo que es? - pensó pasando saliva. Instintivamente, curvó ligeramente sus dedos para luego abrir los ojos desorbitadamente con una expresión de asombro y confusión, al tiempo que su rostro comenzaba a sonrojarse hasta cambiar completamente a un tono carmesí.
Sus ojos se encontraron repentinamente con una tenue cortina de sedosos cabellos blancos a través de los cuales alcanzó a ver unos orbes con destellos verdes y dorados, desorbitadamente abiertos y asombrados, sobre un rostro, al igual que el suyo, completamente sonrojado. Amane exhaló un nervioso suspiro mientras se dibujaba en sus labios una leve y tímida sonrisa. Por unos momentos, Ichigo contempló su reflejo en la cristalina profundidad de esos ojos, perdiéndose en la extraña sensación que le producían: serenidad y calor y al mismo tiempo, melancolía y frío, soledad y misterio; sintió un estremecimiento recorrer todo su cuerpo.
Desvió la vista un instante buscando a Keigo y a Mizuiro. Sin poder evitarlo, volvió sus ojos, como hipnotizado, hacia los ojos de ella. No conseguía apartar la vista de esa mirada, fría como un gélido amanecer en un bosque invernal y al mismo tiempo, cálida como los primeros destellos del sol, que luchan por disipar el frío y las sombras. Keigo y Mizuiro mientras tanto, pasado el momento de desconcierto, intercambiaban miradas y sonrisas entre sorprendidas y traviesas. Y no era para menos.
Una chica sobre Ichigo, con los brazos flexionados sobre su pecho y las piernas entrelazadas con las de él; Ichigo con las manos apoyadas sobre las suaves curvas del pecho de ella, con el rostro del color de un tomate, totalmente absorto en su verde mirada, y la falda de la joven ligeramente enrollada, dejando al descubierto una parte de su torneado y firme trasero, que tenía perplejos a Keigo y Mizuiro.
- ¡Por todos los cielos! ¡Yo... lo lamento tanto! - murmuró la chica apenada, apartando gentilmente las manos de Ichigo de su pecho y sonrojada hasta las orejas. Como impulsada por un resorte, se levantó ágil y rápidamente acomodando su ropa, al tiempo que rechazaba la ayuda de Keigo y Mizuiro quienes, habiendo despertado del letargo producido por una infinidad de locos pensamientos, se acercaron a ella tratando de ayudarla.
- ¿Te encuentras bien? ¿Te has lastimado? - preguntó Keigo solícito, tomándola de la mano.
- ¡Me encuentro bien, te lo agradezco! – respondió la chica atropelladamente. - ¡Y por suerte no tengo ni un rasguño! – exclamó con una risa nerviosa. - Aunque tengo la sensación de haber chocado contra un autobús – bromeó.
- ¡Tendrás que agradecérselo a Ichigo! Al menos sirvió como almohada para suavizar tu caída. ¡Una frágil princesa como tú, podría haberse lastimado seriamente de haber caído sobre el piso! – exclamó Keigo en tono adulador.
- ¡Hey, Keigo! ¡No soy una maldita almohada! - espetó Ichigo con fastidio. - ¿Y desde cuando es mi trabajo evitar la caída de chicas que corren frenéticas sin fijarse por donde van? – añadió frunciendo el ceño como de costumbre y mascullando entre dientes mientras se ponía de pie rápidamente.
- A todo esto, ¿cuál es tu nombre? Yo soy Asano Keigo – se presentó el chico de cabellos castaños ignorando a Ichigo. - El de ahí, con cara de confundido es Kojima Mizuiro – continuó mientras señalaba con el índice al chico de negro cabello. - ¡Y la afortunada almohada que tuvo la suerte de atraparte en sus brazos es Kurosaki Ichigo! – exclamó Keigo arrobado.
- Mi nombre es Koizumi... Koizumi Amane - dijo con un ligero titubeo. - Pero… pueden decirme Amane. Es un gusto conocerlos, Asano-san, Mizuiro-san – expresó haciendo una ligera inclinación con la cabeza - aunque lamento que haya sido en una situación tan penosa – añadió mientras un ligero rubor cubría nuevamente sus mejillas.
- ¡A mí puedes llamarme Keigo! – exclamó rápidamente el chico de cabellos castaños. – Dejemos las formalidades para la gente mayor – dijo embobado.
– ¡Y a mí Mizuiro! – se apresuró a decir el otro adolescente.
– Yo… - comenzó a decir Amane con tono de duda y desconcierto, mientras los miraba completamente sorprendida – ...no sé si sea correcto… yo… - vaciló por unos instantes, pero al observar los rostros entre desilusionados y expectantes de Keigo y Mizuiro, añadió rápidamente con una tímida sonrisa – de acuerdo… Keigo… Mizuiro. Volteó en ese momento hacia Ichigo, quien la observaba intrigado, al tiempo que inclinaba ligeramente la cabeza. - Yo me disculpo nuevamente por mi torpeza, Kurosaki-san – concluyó nerviosa.
- ¡Nah! No es para tanto - farfulló Ichigo frunciendo el ceño. - Además, también debería disculparme… yo, bueno… ¡tú sabes…! necesitaba… - se defendió entre apenado y molesto. - No quiero que pienses… ¡no soy de esa clase de tipos! - explicó tratando de hablar con coherencia, al tiempo que pasaba una mano por su nuca; pero en el momento que Keigo y Mizuiro comenzaron a lanzarle miradas suspicaces, sintió cómo volvía a sonrojarse y le fue imposible articular palabra alguna.
- No te preocupes. Pudimos haber terminado en una situación más embarazosa - respondió Amane. - Además, creo que es mejor escuchar y dejar que las personas se expliquen por sí mismas ¿no crees? – exclamó con una suave sonrisa.
- Mmm… seguro – respondió él mirándola fijamente sin dejar de fruncir el entrecejo. - De cualquier manera, lo siento. Aunque… es extraño – dijo desconcertado. - La mayoría de las chicas habría pensado que soy alguna clase de pervertido – murmuró confundido, pasándose nuevamente una mano por la nuca.
- Solo olvídalo, ¿quieres? – pidió Amane sonriendo. - ¡Oh, por Dios! – exclamó súbitamente mientras echaba un vistazo a su reloj. - ¡Tengo que correr a la escuela! ¡Creo que aún puedo llegar a tiempo! – dijo con apremio. - ¡Lo lamento pero debo irme! ¡Adiós! – se despidió, y sin más, inició su veloz carrera hacia la escuela, seguida por las miradas curiosas de Keigo y Mizuiro y la mirada inexpresiva de Ichigo. Poco tiempo después y casi sin aliento, se encontraba frente al edificio de la Escuela Preparatoria de Karakura.
- ¡Ufff! ¡Afortunadamente llegué a tiempo! - suspiró Amane aliviada al cruzar la entrada. Pensó en el incidente ocurrido anteriormente y una ligera sonrisa apareció en sus labios. Una inusual manera de iniciar el día en un lugar completamente extraño; de no ser por su cuerpo adolorido, podría decir incluso que fue divertido. Pensando en los tres adolescentes, se dirigió al aula que le habían asignado, no sin antes hacer una parada en la dirección para avisar de su llegada.
Algunos minutos después, frente a la puerta del salón de clases, Amane esperaba con incertidumbre a que la sensei le indicara que podía entrar.
– Esto me pone los nervios de punta –pensó. Las presentaciones resultaban sin duda atemorizantes para ella. Nunca sabía qué podía esperar, ni la impresión que podía causar. No le preocupaba ni la intimidaba hablar en público, pero le horrorizaba pensar que todas las miradas estarían sobre ella. Estaba tan habituada al rechazo que prefería pasar desapercibida. Siendo pequeña, había resultado difícil, pero a medida que pasó el tiempo, aprendió a disfrutar la soledad y eventualmente, dejó de lastimarle la actitud de los demás. Se encontraba sumida en sus pensamientos cuando intempestivamente se abrió la puerta del salón.
– Pasa por favor, Amane-chan – dijo la sensei, para luego pedirle que se presentara con sus compañeros. Amane empezó a temblar ligeramente, pero pasados unos instantes, entró al salón de clase y caminó firmemente hacia el frente del pizarrón. Inmediatamente todas las miradas se dirigieron hacia ella y comenzó a sentir una sofocante opresión en el pecho; las ideas en su cerebro parecieron abandonarla y sintió que se quedaba en blanco.
- ¡Esto no puede estar pasando! – pensó nerviosa. - Será mejor que me apresure - se dijo armándose de valor. Apretó ligeramente los puños y levantó la cabeza que hasta ese momento había mantenido ligeramente inclinada. Fijó su mirada en algún punto al fondo del salón de clase y casi sin darse cuenta las palabras comenzaron a fluir suave y rápidamente de su reseca garganta.
- Mi nombre es Koizumi Amane – atinó a decir, haciendo una ligera inclinación con la cabeza. – Soy originaria de Kyoto pero la mayor parte de mi vida he tenido que vivir en diferentes lugares debido a la actividad de mi madre, quien recientemente tomó la decisión de realizar un proyecto cuyo tema principal son los paisajes japoneses. Por esa razón hemos vuelto a Japón y mi madre eligió Karakura para instalarnos. ¡Me da gusto conocerlos! – concluyó sonriendo.
- ¡Ay, Dios! ¡A quién rayos le interesa de dónde vienes o a qué se dedica tu madre! ¡Esto no podría haber sido peor! – pensó con cierta frustración. En fin, lo importante era no decir más de lo necesario, así que ¿a quién le interesaba lo que pensaran los demás? - No me conocen en absoluto y es preferible que las cosas continúen así – se dijo abatida.
- ¿Amane-chan…? ¿Amane-chan…?
- ¿Uhhh…? ¡Lo siento, estaba un poco distraída! ¿Decía usted algo? - respondió atropelladamente cuando escuchó una voz llamándola por su nombre.
- Toma el lugar que se encuentra frente a Kurosaki y continuemos con la clase - pidió la sensei señalando un lugar con el índice de su mano.
- ¡Gracias, sensei! - respondió. Rápidamente, Amane se dirigió al lugar que le habían indicado. Al caminar tuvo la sensación de estar siendo observada; inclinó ligeramente la cabeza y continúo caminando. Cuando llegó al lugar asignado, se dio cuenta de que estaba frente al chico de inconfundible cabello anaranjado. Suspiró suavemente con cierto alivio pero inmediatamente se arrepintió al darse cuenta de que era justamente él quien, con el ceño fruncido, la había estado mirando. Se sintió tan desconcertada que solo atinó a susurrar un titubeante "Hai" a manera de saludo y sin esperar más, tomó asiento dándole la espalda.
- Si tienes alguna duda con los temas que hemos visto con anterioridad, creo que la mayoría de tus compañeros estarán encantados de ayudarte, Amane-chan – exclamó la sensei con una pícara sonrisa – y considerando las excelentes notas que obtuviste en tus anteriores escuelas, estoy segura que lograrás ponerte al corriente rápidamente – añadió con una sonrisa de satisfacción. – Ahora, continuemos con la clase – concluyó. Amane sintió una vez más las miradas de todos sobre ella, quien no pudo evitar sonrojarse ante los comentarios de la sensei, y a pesar de algunos discretos susurros respecto a su belleza y al poco usual color de su cabello, que no pasaron desapercibidos para Amane, la clase continuó sin mayores contratiempos.
Al llegar la hora del receso, todos se dirigieron rápidamente hacia los pasillos. Amane decidió permanecer en el salón adelantando la tarea de inglés, pues así tendría mucho más tiempo disponible para dedicarlo a matemáticas, una de las materias que le resultaban un poco complicadas. Pero si debía ser honesta, la verdadera razón era que no encontraba el valor para moverse de su asiento. Sin despegar la vista de su cuaderno, escuchó que alguien la llamaba por su nombre.
- ¡Oi, Amane!
Al levantar la mirada se dio cuenta de que se encontraba completamente sola, excepto por el hecho de que alguien le estaba hablando. Levantó la cabeza y se encontró con Ichigo de pie frente a ella.
- ¡Lo siento! Estaba tan concentrada en la tarea que… no me di cuenta de que te encontrabas aquí, Kurosaki-san - respondió Amane con una tímida sonrisa.
- Bueno, no tienes que llamarme de una manera tan formal. Después de lo de esta mañana… - comenzó a decir Ichigo nervioso y un tanto sonrojado, pasando una mano por su nuca. Resoplando se dirigió a Amane nuevamente. - ¡Ufff…! Bueno… para mí está bien si me dices simplemente Ichigo, ¿de acuerdo? Nos pediste que te llamáramos por tu nombre así que… lo lógico es que tú hagas lo mismo, ¿no crees? - explicó.
- ¡Claro! Es… lo lógico, ¿verdad? Muy… lógico – respondió confundida. - Te lo agradezco – sonrió.
- ¡Nah! Me siento mejor y más relajado cuando las cosas no son tan formales. Por cierto, ¿no piensas salir a almorzar? Ya todo mundo ha salido.
Amane se quedó petrificada y sólo atinó a responder con una pregunta.
- ¿Y tú no piensas salir?
- ¡Por supuesto! De hecho me dirigía hacia la azotea para reunirme con Keigo y los demás, pero cuando estaba a punto de salir del salón me di cuenta de que seguías aquí, sin siquiera hacer el intento de abandonar tu lugar – dijo Ichigo mirándola intrigado, pensando cómo debía sentirse. Muy a su pesar, no dejaba de llamar su atención el hecho de que a Amane parecía no importarle, o al menos, parecía disimularlo bastante bien con esa expresión de gentil entereza y cierto aire de desafío, particularmente en su mirada; tan fría y lejana, como si pretendiera parecer inalcanzable.
Ichigo observó su cabello, blanco como la nieve y los mechones que caían suavemente sobre su rostro como hilos de seda, tratando de imaginar las dificultades que tendría que sortear constantemente por su raro color y en lo complicado que podía resultar adaptarse a los cambios.
- A veces puede ser atemorizante, ¿no lo crees? – exclamó compasivo.
- ¿Atemorizante? ¿Qué? – preguntó sobresaltada. - Quiero decir… sería más acertado determinar las razones que nos llevan a decidir que algo es atemorizante. Por ejemplo, de tu pregunta ¿qué es lo que crees que es atemorizante y por qué?
- Bueno. Me refiero al hecho de ser nuevo en un lugar completamente desconocido, entre gente desconocida. No sabes si lo que descubras te gustará; si la gente que conozcas te agradará - explicó. - Si descubrieras que ambas cosas te agradan, seguramente te adaptarías con facilidad. Pero si la respuesta fuera no en ambos casos, ¿cómo te sentirías? Probablemente asustada y perdida, sin la seguridad que te da el saber o sentir que perteneces a un lugar – expresó compasivo.
- Pues sí, creo que puede resultar atemorizante – reconoció Amane en voz baja. - Yo he tenido que prescindir toda mi vida de eso que describes como "sentir que perteneces" a un lugar, ¿sabes? y quizás esa sea la razón por la cual soy un poco insegura – dijo con cierto aire de melancolía. - No obstante – continuó - me gusta pensar que pertenezco a todas partes, lo cual puede resultar bastante práctico considerando que debo mudarme constantemente – expresó con aire pensativo. - Por esa razón, he tenido que aprender a desarrollar ciertas habilidades para poder adaptarme a los cambios, sobre todo si son frecuentes – explicó con una sonrisa.
Ichigo la observaba fijamente mientras la escuchaba con atención.
- Pero pienso que, más que atemorizante, resulta frustrante tener que aceptar que la mayoría de las personas juzgan por las apariencias, sin darse la oportunidad de intentar al menos ver más allá de lo que tienen a simple vista – dijo con cierta desilusión. - En fin, creo que estoy hablando demasiado y tú aún debes alcanzar a tus amigos. Anda, yo tomaré aquí mi almuerzo. ¡Creéme, estaré bien! - dijo mirándolo con una sonrisa.
- ¿Estás segura? – inquirió Ichigo con su acostumbrado ceño fruncido.
- Por supuesto, descuida – dijo Amane con tono despreocupado.
- De acuerdo. Te veré más tarde – respondió Ichigo mientras se alejaba.
Los días transcurrieron lentamente. Amane poco a poco comenzaba a habituarse a la escuela y a los nuevos compañeros. Al parecer en ese lugar, no tendría que lidiar con los problemas del pasado, y eso era simplemente genial. Manteniendo una actitud distante y fría, había logrado pasar casi inadvertida para los demás y eso la hacía sentirse aliviada. Si bien se había percatado de la atención que despertaba el color de su cabello, todos los comentarios que había escuchado se limitaban a ese hecho y no a convertirla en objeto de burla para los demás o a tratar de herirla como en el pasado.
Poco a poco, los días se convirtieron en semanas. Cuando Amane se dio cuenta, había transcurrido ya un mes desde su llegada, pero no había sido capaz de despegarse de su asiento cuando llegaba la hora del almuerzo. Quizá en unas semanas más, se armaría de suficiente valor para explorar las instalaciones. Por ahora prefería relajarse y disfrutar de la tranquilidad que representaba por primera vez en su vida no ser el blanco de miradas furtivas y rumores desagradables. No obstante, la sensación de estar siendo observada exactamente como el primer día se negaba a abandonarla.
Algunos chicos, al igual que Ichigo, trataban de ser considerados y amables. Particularmente los dos chicos que conoció de manera aparatosa aquélla mañana de octubre.
- Mmm… ¿cómo se llaman? Recuerdo que dijeron sus nombres… ¡Los tengo, sí! Keigo y Mizuiro – pensó, pero hasta ese momento no habían pasado del festivo saludo matutino y la despedida al término de las clases cuando había oportunidad. En realidad le parecían sumamente simpáticos, particularmente Keigo. Era bastante extrovertido y no parecía dar demasiada importancia a las reacciones que su desinhibida actitud podía causar. Mizuiro era definitivamente tan extrovertido como su compañero pero evidentemente era más controlado en sus expresiones. Sin embargo, el chico del cabello anaranjado... Ichigo, era un mundo totalmente aparte. A pesar de su amabilidad con ella, aún no había sido capaz de descifrar lo que se ocultaba bajo ese ceño fruncido que por momentos realmente asustaba. Definitivamente lograba ahuyentar a cualquiera que se acercara, excepto por supuesto a Keigo, Mizuiro y esa linda chica de cabello negro.
- ¿Arisawa Tatsuki? – se preguntó. - Parece ser muy agradable y aparentemente se lleva muy bien con él - pensó. Súbitamente recordó que había otra chica que solía pasar mucho tiempo cerca de Tatsuki.
- ¿Cómo se llama? - trató de recordar. La de largos y hermosos cabellos castaños con un exuberante busto. - ¡No puedo recordar su nombre! - se reprendió. – Tendré que poner más atención respecto a los nombres – se dijo. Esa chica parecía ser muy dulce e ingenua y también muy amable. Era hermosa y tenía una voz suave y agradable. Sobre todo cuando se dirigía a Ichigo. Quizá era su imaginación, pero al parecer se sentía atraída por él aunque resultaba evidente que Ichigo no lo había notado. También se había fijado en Ishida Uryuu, un chico de lentes, alto, muy bien parecido, de negros cabellos y hermosos ojos azules que pasaba la mayor parte del tiempo solo, leyendo. – Ishida-san… es tan inteligente e interesante, pero demasiado serio - pensó. Su actitud distante le recordaba a la de ella. Se habían saludado un par de veces pero nada más. En fin. Quedaba mucho tiempo por delante para poder memorizar rostros, nombres y comportamientos.
La salida de la escuela fue como todos los días. Amane caminaba lentamente de regreso a casa sin dejar de observar que todo era tan diferente a los lugares en los que había estado antes. No podía decir que fuera más hermoso, porque en realidad ella había podido conocer lugares simplemente maravillosos. Al final, cada uno tenía su propio encanto, pensó. Si bien se había dado a la tarea de recorrer un poco los alrededores del vecindario, aún no se sentía con la suficiente confianza para alejarse demasiado. Sobre todo desde que vio a esa pequeña un par de días atrás.
Se encontraba parada cerca de una esquina, como esperando algo o a alguien. Conforme Amane se acercaba al lugar donde se encontraba la niña, comenzó a sentir una especie de presión contra su cuerpo; suave y tenue; una sensación definitivamente familiar porque la había experimentado antes. De hecho, había pasado algún tiempo desde que la experimentó por última vez pero no la había olvidado. Con el paso de los días llegó a pensar que seguramente no volvería pero… ahí estaba nuevamente. Prefirió evitar acercarse a ese lugar y en la primera oportunidad, dobló una esquina y rápidamente se dirigió a casa.
Amane: "sonido celestial", "sonido de los cielos", en algunos casos el significado aparece como "sonido de la lluvia."
Koizumi: "pequeña fuente."
Algunas notas muy importantes.
Todos los personajes y el nombre Bleach son propiedad de Tite Kubo, a excepción de Amane y Etsu Koizumi.
Algunos extractos de conversaciones pertenecen al manga Bleach e independientemente de la traducción, son propiedad intelectual de Tite Kubo.
Esta historia se desarrolla en forma paralela y siguiendo el avance del manga Bleach, entrelazándose con algunos de sus capítulos.
Por otro lado, quiero ofrecer ante todo una disculpa por mi desconocimiento del idioma japonés en relación al significado de algunos nombres, al uso de convenciones o títulos de respeto para dirigirse a las personas, tales como chan, san, kun, sama, etc., al igual que las formas de saludo, pues al no estar familiarizada con el idioma, resulta un tanto complejo investigarlos y comprenderlos en una primera lectura. No obstante, me atreví a utilizarlos con el único afán de dar a esta historia una ambientación relativamente acorde con el manga. Agradeceré sinceramente su comprensión.
La nota más importante de todas…
Gracias a todos. A quienes les llame la atención, les interese y lean la historia y también a quienes no. El simple hecho de haberla publicado para mí es todo un logro, porque dudé mucho en hacerlo. Es la primera vez que hago algo de esta naturaleza, así que pueden considerarme un incipiente intento de escritora; puedo resultar no ser buena, pero realmente tenía muchos deseos de escribirla y compartirla.
Para muchos, probablemente se trate de una historia de amor más, pero es al mismo tiempo un viaje de descubrimiento y aprendizaje de los dos personajes principales; sobre sí mismos, sobre la forma en la que cada uno experimenta y expresa sus sentimientos por el otro, y cómo irán cambiando a través del tiempo y las circunstancias. La constancia de uno frente a las dudas y la confusión del otro y lo que ambos estarán dispuestos a hacer para mostrar ese amor, para lograr estar juntos, o al menos, para lograr ser felices.
A todos quienes se den el tiempo de leerla, espero que la disfruten o al menos, que los entretenga un momento. De antemano ¡Muchas gracias!
