Los Juegos del Hambre no me pertenecen. Todos los personajes son de Suzanne Collins.
Esta historia es una adaptación en español de la hermosa historia en inglés de Monreslittle "Have heart, my dear"(quién me dio su autorización), que se las recomiendo.
La historia tendrá aproximadamente 10 capítulos
Ella se despertó con un sobresalto, inhaló con fuerza ante el pánico que se apoderaba de ella.
Pero el espejo que golpea ligeramente la pared le recuerda donde está. El tren, y el corazón de Peeta late bajo su oído. Ella se relaja, solo para fruncir el ceño un momento después: su corazón no debe latir así de rápido en su sueño, y la fuerza con la que agarra su brazo es dolorosa, y su cuerpo de él se tensa a su lado.
―Peeta―ella susurra, apoyándose en su codo para verlo.
Su rostro demuestra dolor, indicando que debe estar atrapado en una pesadilla. Ella toca su mejilla, sin saber cómo despertarlo; esta es la primera vez. Le quita el cabello de la frente, y se alarma cuando ve lo roja que tiene la piel.
Se le entrecorta la respiración cuando la mano que tiene alrededor de su muñeca la aprieta dolorosamente, pero su cuerpo parece apoderarse del de ella y de pronto él abre los ojos.
―Peeta, Peeta ― lo llama, tratando de calmarlo. Su aliento agrio le llega directo sobre el rostro cuando él la mira. Él respira con dificultad y ella no sabe qué hacer por él.
Por impulso, lo besa.
Los labios de él están secos, pero sus ojos brillan en la oscuridad cuando ella se hace un poco para atrás para mirarlo, necesita consolarlo para tranquilizarlo. Ellos se encuentran en el tren, seguros. Ella besa repetidamente sus mejillas enrojecidas, su frente sudorosa, y sus labios temblorosos y preocupados.
Él se relaja finalmente, y sus brazos la rodean para acercarla a él.
―Estoy bien ― le dice.
Su voz es ronca y cansada, pero hay una suavidad en ella, y Katniss sabe que él quiere consolarla.
Se le hace un nudo en la garganta.
El viento que se cuela por una rendija de la ventana abierta, se siente muy frío en el calor de la habitación, y el sudor resbala por su espalda bajo su blusón cuando ella se presiona contra él y lo besa por instinto. No sabe por qué lo hace, o qué hacer cuando la mirada de él se cruza con la suya en la oscuridad.
― ¿Por qué fue eso? ― él le pregunta.
―No lo sé ― ella responde.
Los ojos de él bajan a sus labios, ella se inclina hacia él y abre su boca para recibir su beso. Enreda sus dedos en su cabello, y jadea cuando él la besa en el cuello, estos no son como los besos que se daban para las cámaras. Un hambre se apodera de ella cuando él se acerca más, y es como si su cuerpo supiera que hacer con lo que es un misterio para su mente, ella responde a sus besos, a sus caricias, a su aliento sobre su piel.
Fue idea suya que él le propusiera matrimonio, pero ella no esperaba que él se molestara tanto. Peeta sabe que Haymitch tiene razón: él quería que fuera real, pero eso no puede ser.
No importa que pase, el Capitolio siempre va a poseer eso, su matrimonio, a ellos.
Pero cuando Peeta la penetra esa noche, ella sabe que él es real. Él esta con ella, y estarán juntos pase lo que pase. Esto es un pequeño alivio y es a lo que ella se aferra. Sus dedos le aprietan los brazos, pero él le besa las mejillas, los labios, se mueve cuidadosamente, con ternura. Ésto es real.
Cuando piensa en lo que sucedió la noche anterior, se agobia.
Ellos convencieron a Snow, y se sintió por un momento como cuando Katniss emergía del agua en el lago donde su padre le enseñó a nadar; fue hace muchos años que nadaba con él, pero recuerda perfectamente lo que se sentía al contener la respiración bajo el agua hasta que sus pulmones ardían, cómo se sentía cuando su rostro salía a la superficie, y cómo se sentía cuando tomaba un profundo y doloroso respiro.
Pero sus piernas ahora se sienten pesadas en el agua, y sabe que será arrastrada de nuevo hasta el fondo.
Esta tranquilidad es temporal y la ansiedad de lo que les sigue se asienta pesadamente en su estómago.
El Vasallaje de los Veinticinco es peor de lo que pudo haber imaginado.
Para recordar a Panem que incluso los más fuertes no siempre pueden proteger a los débiles, los tributos de los Septuagésimo Quintos Juegos del Hambre serán electos entre los más jóvenes de los distritos. Es imposible para un niño de doce años sobrevivir a los Juegos, pero este año uno lo hará.
Solo los niños con doce años de edad serán cosechados este año.
Los tributos del Distrito 12 son pequeños, son criaturas hambrientas que observan a Katniss con ojos que ruegan que los salve. Ella trata con todas sus fuerzas de orientarlos desde los entrenamientos hasta las entrevistas. Uno podría ganar. Después de todo, ellos solo se enfrentarán a niños de su misma edad.
Pero su niño es asesinado en el baño de sangre cuando una niña de doce años del Distrito 4, lo golpea fuertemente con una roca en la cabeza; y el malicioso y escuálido chico del Distrito 2 entierra un hacha en su niña esa misma noche.
Sus muertes afectan a Katniss peor de lo que pudo haber imaginado.
Haymitch se encuentra con su mirada con los ojos muy rojos.
―No te preocupes cariño ― le dice ― Aprenderás.
No debe importarle, no debe tener esperanza, como Haymitch no la tiene, como él aprendió a no tenerla.
Su boda es dos meses después.
Es en el Capitolio, y a Katniss le dicen dónde estar, qué hacer y cuándo.
Es forzada a usar un enorme vestido de plumas, y la arreglan como a una muñeca, la hacen usar unos zapatos de tacón tan altos que le es casi imposible caminar con ellos, le ponen unas pestañas postizas blancas tan largas que rozan sus mejillas cuando parpadea, y las joyas que le dan le lastiman la piel de su cuello con los bordes afilados que tienen.
Es incapaz de mirar a Gale, quién está sentado con su familia, y odia que ellos hayan sido forzados a venir al evento, odia la forma en que las mujeres ricas del Capitolio acarician a Prim. Pero Prim ríe felizmente cuando Peeta hace que gire en una danza complicada y tonta, y sus ojos brillan cuando Peeta insiste en que ella debe hacerlo girar a él también. Katniss sonríe ante la forma en que él se dobla tratando de pasar bajo el brazo delgado y pequeño de su hermana.
― ¡Peeta! ― Prim se ríe.
Mientras ella los observa, Snow se acerca y se para a su lado.
― Usted es una novia preciosa, Señora Mellark ― le dice él.
― Gracias ― Ella trata de sonreír.
La toma del codo con su mano, y se inclina hacia ella hasta que es capaz de oler en su aliento el enfermizo aroma dulce de las rosas.
―El fuego que comenzaste ha sido apagado, querida― él le murmura ―Pero no creas que voy a quitarte los ojos de encima. No más tiempo en el bosque, señora Mellark. No más tardes con su primo.
Sus dedos se clavan en su brazo y ella asiente con la cabeza. Katniss centra su mirada en Peeta, quién la observa con preocupación.
―Una última cosa, y es la más importante ― él hace una pausa y ella se ve forzada a mirarlo a los ojos ―Quiero un bebé de ustedes.
Las palabras le llegan como un puño en el estómago, y siente que se ahoga.
—Pero… — Ella desvía la mirada, y se traga sus protestas. No puede protestar.
—En menos de un año, señora Mellark — le dice Snow, y él se carcajea abruptamente y asiente a una señora que pasa junto a ellos, y Katniss forza una sonrisa en su rostro mientras Snow le habla despreocupadamente.
—Espero que haya un niño en su vientre en el día de la Cosecha del siguiente año — le dice —Después de todo, ustedes son jóvenes. Estoy seguro que no van a tener problemas para concebir, y están casados — él desliza la mano de su codo hacia su espalda —Día de la Cosecha del próximo año, o la suerte no estará ciertamente a su lado. ¿Ha quedado claro?
—Sí — ella asiente lentamente.
—Excelente — y retira la mano de su espalda solo para tomarla de la mano y presionar sus labios húmedos — Me da gusto que nos entendamos mutuamente — él le sonríe — Que pase buena noche, señora Mellark.
—¿Qué quería? — le preguntó Peeta.
Pero ella no quería hablar al respecto, y le dijo que no era nada. Snow quería amenazarla, recordarle que tuviera cuidado. Peeta le tomó la mano y le dio un ligero apretón, y la recepción se terminó una hora después.
Snow hizo los arreglos para que ellos se hospedaran en una suite grande y lujosa.
Debió sentirse incómodo, pero no lo fue. Al menos no al principio.
Ellos se encuentran cansados, estresados, y Peeta se deja caer en la cama con un gruñido. Katniss está enfocada en quitarse el vestido, y liberar a sus pies de los tacones. No es capaz de quitarse sola las pestañas postizas blancas, y Peeta lo hace por ella; él hace una mueca cuando las estúpidas cosas de plástico que trata de quitarle la jalan de los párpados. Él también le ayuda a quitarse los pasadores que sujetan su cabello.
Pero cuando por fin la quietud se instala en la habitación, la tensión entre ellos incrementa.
Ellos se encuentran cansados, acostados en la cama, pero todo lo que no se ha dicho pesa entre ellos, ella siente que se le revuelve el estómago ante la idea de que pudiera haber cámaras en el techo, y que los tuvieran bajo vigilancia en ese momento.
Peeta voltea a verla, y coloca su mano bajo su mejilla.
—Yo sé que esto no mejora las cosas, y sé que lo sabes, pero… pero necesito decirte que te amo — él pasa saliva, y su mirada es de disculpa. Como si esto fuera su culpa, y fuera su amor por ella lo que los metió en esta situación.
Pero él tiene que saber que las cosas no son así. Él tiene que saber que él es quien hace que la situación sea llevadera.
—Me alegra que seas tú — dice ella — que estoy en esto contigo.
Se acerca a él y lo besa. Es un beso suave y tierno que él responde. Después de un breve momento se separan.
Él toma su mano y entrelaza sus dedos, y su pequeña y tímida sonrisa, hace que ella también sonría brevemente. Ellos se quedan así, acostados sobre las sábanas no bajo ellas, y no pasa mucho tiempo antes de que sucumban ante el cansancio y se duerman con las luces encendidas y sus dedos anudados entre ellos.
Ella se muda a la casa de Peeta en la Aldea de los Vencedores, y encuentra la manera de pasar los días.
Honestamente, ella no sabe realmente que hacer. Ya no asiste a la escuela, no tiene permitido cazar, y en el pasado jamás se molestó con tener un pasatiempo. Para Peeta no es tan difícil. Él hornea, pinta, y convence a Katniss de recostarse junto a él sobre el pasto de su patio para ver las estrellas.
Ella decide aprender a cocinar, pero arruina todo lo que le compra al carnicero, y su plan de cocinar no dura ni una semana. Peeta se convierte en el cocinero, y le permite a Katniss pelar las papas, o desgranar el maíz, o meter el dedo en la masa de las galletas para probarla antes de darle forma de galletas, lo que ella afirma que es una tarea sumamente difícil e invaluable.
Toma su arco de vez en cuando y dispara una flecha hacía un árbol en el jardín. Solo quiere recordar cómo se siente.
Prim también le hace compañía a Katniss, lo mismo que Madge y Posy.
Rory comienza a dejar a su hermanita con Katniss antes de irse con Prim hacía el pueblo para ver a sus amigos, y Katniss juega con ella durante horas. Ellas hacen coronas de flores mientras cantan rimas que a Posy le gustan.
—¡Pato patito, cuac, cuac cuac, abre el piquito, cuac, cuac, cuac! — eso hace reír mucho a Posy hasta que se queda sin aliento.
A Katniss le gusta también consentirla con comida: chocolates del pueblo, galletas que hornea Peeta, panes rellenos de queso que hacen que las pequeñas mejillas de Posy brillen con la grasa.
Jamás ve a Gale. Trata de no pensar en él.
Ella tiene a Prim, Madge, Posy y Peeta.
—Yo creí que esa era una cucharilla — dice Katniss apuntando hacia las estrellas.
—Esa es la cuchara — dice Peeta. A él le gusta pretender que ve formas en las estrellas.
Ella se porta indulgente con él.
—¡Oh, de acuerdo! — ella suspira, y se mueve para presionar su mejilla sobre el corazón de él, y una brisa sopla sobre ellos. El verano es muy caliente, pero pronto va a terminar y vendrá el invierno. Prim podría ser cosechada por segunda vez. Y si no es Prim, podría ser Rory o Vick, este será su primer año. También podría ser Madge.
Katniss sabe que debe protegerlos.
Su madre le dio una receta casera después de la boda.
—Esto te va a ayudar a prevenir un embarazo —le explicó —Bébelo… después— ella tocó la mano de Katniss, y Katniss tomó la receta sin decir ninguna palabra.
Pero ella no puede usarla.
Ella tuvo relaciones con Peeta una docena de veces en el tren, y también lo hicieron las siguientes semanas, pero no ha sido capaz de volver a estar con él de esa forma desde que Snow le dijo lo que esperaba de ella. Pero extraña la intimidad, los besos que la hacen sentir ese calor, esa necesidad, que la dejaban sin aliento, ese placer que ella sentía vibrar en su interior ante el toque de él, sus manos sobre sus piernas, su boca sobre sus senos. Extraña sentirse llena cuando él estaba dentro de ella, y lo bien que se sentía cuando se acurrucaba a su lado después.
Tres semanas después de la boda, ella trata de hacerlo.
Lo besa, y los grillos suenan como un coro por la ventana abierta cuando él responde y se coloca sobre ella en la oscuridad. Su aliento se siente caliente sobre su cuello cuando él deja una hilera de besos, y ella se arquea bajo su toque. No es hasta que sus ropas se encuentran tiradas en el piso de la habitación que ella comienza a entrar en pánico, y trata de alejarse de él.
—No puedo — ella respira entrecortadamente —Yo.. yo no puedo. Yo no puedo hacerlo.
Él se rueda lejos de ella.
Unos minutos después él le dice en la oscuridad que ellos no tienen que hacer cosas que ella no quiera hacer.
—Yo sé que estamos casados, pero no creo que eso signifique que tú tengas que…— su voz suena triste, pero con determinación, y ella se da cuenta que él piensa que lo besó porque sentía que tenía que hacerlo, que ella se siente obligada a tener sexo con él pero que no quiere.
—Snow quiere un bebe — dice ella abruptamente. Se obliga a continuar y le explica como la amenazó Snow.
Se quedan callados por un momento y ella voltea a verlo.
—Yo nunca quise tener hijos, Peeta.
Él asiente. Gentilmente le quita el cabello que ella tiene en la frente, y siente un nudo en la garganta.
—Yo creí que eventualmente, él nos haría tener uno—admite él —Pero no pensé que fuera tan pronto.
Siente que los ojos le queman, pero no va a llorar. En lugar de eso, hace lo único que cree poder hacer: se hunde en sus brazos, y se quedan en silencio mientras él juega con su cabello, y pasan varias horas antes de quedarse dormidos.
Gruesas capas de nieve cubren el Distrito 12 cuando ellos por fin tienen relaciones, sabiendo que deben hacerlo.
Katniss se queda observando el techo después de que Peeta termina. No es capaz de voltearlo a ver.
Pero él la besa en el hombro, y sus besos siguen un camino hacia sus senos, haciéndola gemir cuando mete un pezón en su boca; él sigue besándola por su estómago, y ella enreda sus dedos en su cabello cuando él pone su boca entre sus piernas. Su pulgar encuentra su clítoris y lo frota en la forma que él sabe que a ella le gusta, y su espalda se arquea cuando él reemplaza su dedo por su lengua.
No es capaz de pensar en ese momento, olvida como hacerlo.
Parpadea aturdida cuando él gatea hacia ella, y puede probar su propio sabor en su lengua cuando él la besa.
—Te amo— él suspira, y ella se aferra a él.
Ellos deben tomar el tren hacia el Capitolio por lo menos una vez al mes. Le solicitan a Peeta que sea juez en un programa televisivo de cocina, o esperan que Katniss acompañe a Cinna al corte de listón en la inauguración de una nueva tienda de vestidos, o son invitados a un talk show de Caesar para hablar sobre las pinturas de Peeta.
Los eventos siempre se planean como algo que a ellos les gustaría hacer, algo que ellos elijen hacer.
Es mientras ella se encuentra en el Capitolio que Katniss utiliza a Cinna para informarle a Snow que lo hizo.
Snow tenía razón. Ella es joven y no fue difícil concebir.
Katniss se encuentra en el estudio de Cinna, enseñándole los diseños de los vestidos que Peeta dibujó para su talento, y le dice que no cree que su estómago pueda soportar el almuerzo que él le ofrece. Se ha sentido con muchas nauseas.
—Creo que estoy embarazada — le dice.
Cinna se le queda viendo, y ella juega con un carrete de hilo. Ella lo mira y él coloca una mano sobre su hombro y lo aprieta un poco. Sus ojos son suaves, muestran simpatía y él la abraza fuertemente antes de que se vaya. Ella forza una sonrisa para él. Pero llora en el cuello de Peeta esa noche en el tren que los lleva de regreso al Distrito doce.
Ella no conoce a los niños que son cosechados dos meses después. Los dos mueren en la Arena a los pocos minutos de iniciados los Juegos.
Katniss y Peeta están casados y van a convertirse en padres, todo por mandato de Snow.
Agradeceré sus comentarios.
Actualizaré la historia dos veces a la semana. Posiblemente los martes y viernes.
