Te espero sentado en los aleros floridos de tu casa
sin que te des cuenta llegaré para quedarme,
me mirarás sin sorpresa
Y me besarás en la punta del deseo,
nos amaremos con el amor quieto de las plantas,
mirando en nuestros ojos la pequeñez del mar.
Poema Canario.
NO INTENCIÓN DE VIOLAR EL COPYRIGHT. TODOS LOS PERSONAJES PERTENECEN A SU AUTORA STEPHANIE MEYER.
Prólogo de Stephanie Meyer. Libro Breaking Dawn, Capítulo 18. Jacob.
Pero no había nada, tan sólo yo y él.
Trabajando sobre un cadáver.
Porque era lo único que nos quedaba de la chica que ambos habíamos amado.
Ese roto, desangrado y destrozado cadáver. No podíamos unirla.
Supe que era demasiado tarde. Supe que estaba muerta. Lo supe con certeza
Porque no tenía pulso. No sentí ninguna razón por la que debería de
estar al lado de ella. Ella no estaba ahí. Ese cuerpo no me atraía más. El
sentimiento de estar junto de ella se había desvanecido.
O tal vez se había 'movido' quizás eso era más adecuado. Parecía que ahora me sentía empujado hacia la dirección contraria. Hacia las escaleras, fuera de allí. El largo camino para salir de aquí y nunca, nunca regresar.
-Entonces, vete-, me dijo bruscamente, y apartó mis manos de ella,
tomando mi lugar. Se me rompieron tres dedos. O al menos eso sentí.
Los enderecé entumecidos, sin importarme el dolor.
Él presionaba su corazón mucho más rápido de lo que yo lo hacía.
Giré sobre mis talones, dejándolo con su muerta, salí despacio por la puerta. Tan despacio. No podía hacer que mis pies se movieran más rápido.
El océano de dolor. La otra costa tan lejos, cruzando el agua
hirviendo, no pude ni imaginarla, menos pude verla.
Me sentí vació de nuevo, ahora que había perdido mi propósito. Salvar a Bella
había sido mi lucha por tanto tiempo. Y ella no seria salvada. Ella había
entregado gustosa su vida por dejar que un monstruo saliera de
ella, y así la lucha estaba perdida. Todo había terminado.
Me estremecí con el sonido que salió detrás de mí mientras corría escaleras
Abajo, el sonido de un corazón muerto siendo forzado a latir.
Quería de alguna forma arrojar cloro dentro de mi cabeza y dejar que lo friera.
Para quemar las imágenes que me habían quedado de Bella en sus últimos
minutos. Me importaba poco el daño cerebral con tal de deshacerme de ellas, los gritos, el sangrado, los crujidos y los golpes, mientras el monstruo recién nacido lloraba desde su interior.
1. La huída. Jacob.
Salí disparado por la puerta, impulsado quizás por la rabia que sentía bullendo dentro de mí, dejando atrás el repugnante sonido de aquel engendro asesino, dejando atrás el olor a muerte que sentía adherido a mí como una segunda piel.
Salí de allí rompiéndome por dentro.
Bella…muerta.
Ahí tuviste el resultado de tu amor absurdo y disparatado por un engendro. Tu propia muerte.
El fuego corría por mis venas, intenso y salvaje. Apreté más mi carrera, cruzaba el bosque como un loco, esquivaba árboles y piedras sin ser si quiera consciente de lo que estaba haciendo,me transformé de un brinco y seguí corriendo, sentí como mis pezuñas se clavaban en la tierra, la hacían pedazos, hinqué con más rabia aún, sentía odio, un odio completamente odio que se trasformaba en fuego, el fuego en ira.
La ira que me estaba consumiendo. Tuve el impulso irracional de volver, tendría que haber matado a aquel monstruo asesino. Sam tenía razón esa abominación no merecía vivir, debí acabar con ella, acabar con todos por arrebatármela, sí eso es lo que tenía que hacer, lo que iba a hacer.
Esa aberración no merecía disfrutar de la vida habiendo asesinado a su propia madre, yo moriría eso seguro, pero qué más daba, ya nada quedaba de mí.
Me paré en seco, derrapé por la tierra y me giré bruscamente buscando la casa, tenía que asesinarla como ella había asesinado a su madre, quería destrozarla como ella destrozó a mi Bella.
Estúpida Bella, ¿por qué? ¿POR QUÉ LO HICISTE?, maldita seas… quise salvarte, hice todo lo que pude por salvarte, no se puede salvar a alguien que no desea ser salvado, todo estaba perdido desde que empezó, y ellos lo sabían, sabían que moriría,
Y NO HICIERON NADA!!, la dejaron morir, quería vengarme.
No, no quería venganza, quería justicia, quería matarlos a todos, bastardos asesinos, malditos sean.
Eche a correr con todas las fuerzas que pude reunir hacía la casa. Justicia eso era lo que necesitaba, primero el monstruo asesino luego los demás, no me importaba que pasara luego, que me mataran, o si la manada decidía tomar venganza, o si lo consideraban una estupidez por mi parte, nada importaba.
Me pareció ver un borrón cerca de mí, quizás Quil o el propio Sam, y qué, no era asunto mío, yo tenía otro propósito.
Seguí corriendo cada vez más rápido, ya veía de nuevo la casa a lo lejos, vi otro vez el borrón.
Seth se paró a unos metros de mí, tuve que frenar en seco o lo hubiera destrozado a la velocidad que iba,
"maldita sea Seth eres imbécil, apártate",
"Jacob déjalo, para ya, en serio tío qué coño haces, están viviendo su propio infierno, déjalo ya".
"APÁRTATE", salió un bramido terrible de mis entrañas, Seth ni se inmutó,
"no, no dejaré que lo hagas, porque te arrepentirías, ellos no son malos Jake, tú mismo se lo dijiste a Sam, estás cabreado pero qué, ¿ahora vas a hacer lo mismo que intentaste evitar?, se te pasará y te arrepentirás, además están sufriendo, no merecen que vayas allí con tu rabia y tu odio, déjalos en paz", la mirada del lobo era de súplica, estúpido Seth, sentía compasión por esa pandilla de asesinos,
"MATARON A BELLA!!", la rabia dominaba todos mis instintos, sentía como si me estuviera consumiendo por dentro.
"APÁRTATE!!!, si tengo que ordenártelo lo haré, no lo dudes",
"¿y por qué no lo has hecho ya?",
"maldita sea, que te apartes te he dicho!!",
"en el fondo quieres que alguien te lo impida, por favor ven conmigo, te lo ruego Jake déjalos", tuve que contenerme para no apartar a Seth de un punta pie de mi camino, tenía las pezuñas clavadas en la tierra como garrotes,
"NO!!, no quiero dejarlos, no quiero olvidar, no puedo olvidar, quiero odiarlos, quiero a Bella, aunque esté casada no me importa, aunque no me quiera, yo la quiero, quería…mi pobre Bella", la recordé en sus últimas días, sonriéndome, recordé su voz, su mirada feliz, incluso muriéndose era hermosa, la vi de nuevo en la playa conmigo, ¿había pasado un siglo quizás?.
Yo sostenía su mano entre la mía, y ella sonreía. Aquellos días que ahora me parecían un sueño, y no esta maldita pesadilla que me estaba asfixiando.
Suspiré, ya todo estaba perdido, ella estaba muerta.
Seth tenía razón, pero esa aberración no merecía vivir cuando su madre ya ni respiraba, sentía como si una fuerza extraña me estuviera arrastrando hacia la casa, la necesidad de volver era algo irracional, tenía que regresar, apenas podía controlar el impulso,
"por favor Seth apártate, no te lo pienso repetir",
"lo siento Jacob, si vas iré contigo, porque no te pienso dejar solo",
"qué!!??, estúpido tarado, tú te quedas aquí!!, es asunto mío, es mi lucha, no la tuya, y ten por seguro que te lo ordenaré",
"de cualquier manera se lo diré a Sam, empezarás una guerra",
"no, no puedes hacer eso, Seth joder",
"ven conmigo Jake, ven a casa".
Yo no podía volver a casa, pero tampoco podía dejar que se iniciara una guerra, no por mis odios personales, nunca me perdonaría si algo le pasaba a Seth o Leah, incluso a Sam o Quil, y era seguro que alguno moriría, ya habíamos tenido una buena cuota de desgracias en la Push.
La muerte de Harry, las luchas con los vampiros neófitos, mi separación de la manada. Sue Clearwater quedó destrozada con la muerte de su marido, y si les pasaba algo a Seth y Leah.
Ellos ahora eran mi responsabilidad. No, no podía hacer eso. Me di la vuelta, maldito capullo,
"esta bien, ganaste por ahora", eche a correr hacía la playa, Seth me dio las gracias,
"métetelas por donde te quepan imbécil",
pasé la playa de largo y seguí corriendo por el bosque. Me adentré en las montañas, quería olvidar, quería dejar de sentir el dolor, no soy un maldito masoquista, no quiero vivir así para siempre, pero qué podía hacer. Qué se hace cuando lo único que te queda en la vida es la rabia y un terrible dolor en el alma, cuando no puedes ni soportarte a ti mismo, qué se hace cuando ya no tienes ni ganas de continuar.
Al anochecer comenzó a caer una tromba de agua que no me permitía continuar, decidí buscar un sitio donde dormir, de todas formas necesitaba descansar. Me resguardé de la lluvia en un pequeño hueco que halle entre las montañas.
Me encontraba cerca de la frontera con Canadá, o quizás estaba ya en el país vecino, tampoco me importaba demasiado.
Me sentía exhausto de correr sin sentido durante horas, estaba exhausto y muerto de hambre, tendría que salir a cazar o moriría de hambre, pero no podía apenas moverme, sería mejor dormir, ¿podría dormir?, sería capaz de conciliar el sueño.
Me enrollé en el suelo húmedo de la cueva, y me concentré en el ruido tintineante de la lluvia, al principio el sonido resultaba ensordecedor pero en un instante fue apenas perceptible, me rendí de puro cansancio.
Cerré los ojos, estaba en el bosque de nuevo, mi bosque.
Qué demonios hacía otra vez allí, me di cuenta que me hallaba en mi forma humana,
¿cuándo me había transformado?, oí una voz, miré a mi alrededor no había nadie, quién reía, me resultaba terriblemente familiar, me dirigí como un autómata hacía el lugar donde procedía la voz, atravesé la jauría de árboles que me separaban de la playa, seguí su voz, continué corriendo hacía la playa,
y entonces la vi.
Jugaba divertida entre las rocas, era aún más hermosa de lo que recordaba.
Su cabello brillaba bajo el sol, era de un extraño color rojizo, dios era tan endiabladamente hermosa, la mujer más bella que he visto jamás, se movía delicadamente como si pudiera flotar entre las rocas, tenue y suave, ágil y elegante,
¿era Bella? Quizás mi mente me estaba jugando una mala pasada.
Su pelo ondulado se revolvía salvaje mientras ella saltaba entretenida por la arena, su piel casi brillaba al sol de lo pálida que era.
Parecía tan frágil, tuve el impulso de protegerla del sol, como si éste pudiera atravesar su piel y hacerle daño.
Comenzó a caminar suavemente hacia mí, sentí descargas eléctricas por todo mi cuerpo conforme se acercaba.
Alzó la vista y me encontré con sus ojos.
Sus enormes ojos marrones me fulminaron, creo que se me paró el corazón en ese instante, no pude ni respirar.
El fuego recorrió todo mi cuerpo de forma salvaje, pero no era la rabia lo que lo impulsaba, era un sentimiento que nunca había experimentado en mi vida, me atravesó de pies a cabeza y me dejó sin aliento.
Dejé grabado a hierro en mi memoria aquellas pupilas color chocolate.
La chica me devolvió una mirada serena, y por primera vez en toda mi vida me sentí completo, un todo.
Conectado al resto del mundo a través de su mirada, y ya no hubo dolor ni rabia, ya ni siquiera recordaba el significado de esas palabras.
Ella era un ángel, mi ángel, quizás me habría muerto yo también y estaba en el cielo,
¿hay un cielo para licántropos despechados?
Mi precioso ángel, qué hermosa eres. Camine hacía ella. Quise tocarla para comprobar que era real, que no era un sueño, que ella existía.
Se echó a reír, y tuve que reír con ella.
Me resultó tan familiar, quise preguntarle su nombre
¿dónde había visto yo esa sonrisa?,
¿quién era ella?,
¿sería en verdad un ángel?
¿Puede uno enamorarse de un ángel?,
entonces el ángel volvió la vista en dirección contraria, alguien la llamaba. Se dio la vuelta. Se alejaba de mí, no te vayas, quise hablarle. Se iba, vuelve por favor, salió disparada corriendo, casi se evaporó delante de mis narices, me quedé petrificado en el sitio.
Mi ángel era un vampiro.
Me desperté de golpe, di un brinco y me choque contra el techo ajado de mi guarida improvisada, joder me estoy volviendo loco, lo único que me faltaba soñar con vampiros, maldita sea.
Definitivamente mi cerebro ya no funcionaría correctamente, había visto demasiadas atrocidades en muy poco tiempo, o quizás esa chica fuera Bella, ¿estaría viva?, se podría llamar vida a lo que tendría mi amiga a partir de ahora, tal vez ese vampiro cabezota lo logró,
¿Bella será una de ellos?, de cualquier modo, todo estaba perdido para mí, ya no sentía que nada me atara a ella, Bella ni siquiera existía como tal.
Sacudí mi cabeza, basta de pensar, tenía el cuerpo entumecido, me estiré concienzudamente desde la cabeza a la cola.
Salí de la cueva, tomé una profunda bocanada de aire que me llenó completamente los pulmones de oxígeno. Por suerte había dejado de llover, decidí ir a cazar. Mi estómago estaba en pie de guerra, ya luego decidiría qué demonios hacer con mi vida, miré alrededor, norte o sur.
Agucé el oído, una manada de búfalos. Sin pensarlo me eche a la carrera, era mi día de suerte.
Cuando estuve cerca de la manada frené la velocidad, no quería espantarlos y que salieran huyendo, sería más complicado cazarlos de ese modo, y yo estaba cansado, así que me mantuve a la espera, los observé desde lo alto de una colina, tenía suficientes arbustos para acércame a ellos sin ser detectado,
ahora reposaban tranquilamente, comencé a descender lentamente la colina, aprovechaba cada árbol y roca para camuflarme como podía, lo más importante es que no notaran mi presencia, cuando estuve lo suficientemente cerca para que detectaran mi presencia al más mínimo movimiento me agache, y me deje arrastrar lenta y sigilosamente hacía ellos.
Quedaba convertido en estatua cuando alguno levantaba la cabeza, y continuaba avanzando arrastrándome con el vientre pegado al suelo cuando se distraían, cuando no pude avanzar más, estando lo más próximo que pude de la manada, me levanté velozmente,
salieron a la carrera en cuanto vieron las hojas de los arbustos moverse, pero estaba demasiado cerca, me abalancé sobre uno de los ejemplares y lo derribé por mi propio impulso, con una de mis zarpas lo noqueé, cayó derribado, no quería hacerle daño, clavé mis caninos en su garganta y desgarré su cuello para llegar a la columna y las arterías y romper así sus cervicales, moriría rápidamente, me parecía inhumano hacerlo sufrir más de lo necesario.
Continué mi camino hacia el norte, no tenía intención de adoptar forma humana,
¿para qué?, no me apetecía entablar relación con nadie.
Mi familia estaba a kilómetros de distancia, mi chica estaba muerta.
Seth y Leah, mi pobres hermanos con una manada a medias, pero me imaginé que Sam los ayudaría, sentí compasión por Leah otra vez bajo las órdenes de Sam, pero ahora mismo yo sería una compañía mucho peor para ella, mi padre, tenía a mi hermana Rachel lo cual equivalía a decir que también contaba con Paul, así que mi padre estaría bien.
Volver… para qué, no había nada por lo que luchar, o más bien ya no tenía ganas de luchar, y menos ganas tenía de toparme con ellos o peor con su maldito engendro asesino, no sería capaz de contenerme y terminaría cometiendo una barbaridad.
Si Leah hubiera estado aquí me daría una buena tunda por cabezota, me hubiera dicho sí hay algo por lo que luchar, tú mismo pedazo de tarado, y tenía razón. Supongo que por eso salí huyendo de la Push, por eso me había alejado de mi familia, de mis hermanos, por eso seguía corriendo. No adoptaría forma humana.
Siendo animal todo era más fácil, podía lidiar con el dolor, tan sólo tenía que dejarme llevar por mis instintos, eso era lo único que quería, eso era todo lo que necesitaba. Ya era hora de empezar una nueva vida, sin monstruos, sin luchas, sin odio, sin Bella.
En los meses siguientes me dediqué a vagar por los bosques, cazar, dormir, comer, sobrevivir.
Pasé hambre, los montes estaban diezmados, el hombre quería la piel de los búfalos para vestirse, o peor aún para fabricar adornos, bolsos o joyas. Así que no me quedó más remedio que contenerme, no iba a dar caza a una manada de tres búfalos o cuatro bisontes, o yo mismo sería el responsable de la extinción de su especie.
La raza humana es patética, matar animales tan sólo por consentir el capricho de unos cuantos. Qué estúpida era la codicia, destruyendo su propio mundo por meros adornos y comodidades.
En el mes de Febrero llegué a Alaska, adopté forma humana cuando estuve cansado de cazar, morirme de hambre y dormir a la intemperie, cubierto de barro, lluvia y mierda.
Descubrí que mis habilidades con los motores eran prácticas por aquellos lares y realicé algunas chapuzas que me sirvieron para alimentarme y tener alojamiento, la gente siempre fue muy hospitalaria, supuse que no habrían muchos turistas en Alaska en pleno invierno polar dispuestos a arreglar tractores y máquinas de nieve a cambio de comida, así que ellos estaban encantados y qué demonios, yo también.
Lo único que se mantuvo como una constante en mi vida fue ella.
Me atormentaba su mirada, su risa, mi necesidad de tenerla, algunas veces incluso me sorprendí a mí mismo buscándola entre las mujeres que me cruzaba en el camino, deseándola a veces desesperadamente, otras por puro entretenimiento.
Noches para no pensar en nada, algo efímero, urgente, tan sólo piel, y luego nada.
Qué absurdo se había vuelto mi mundo, desesperado por encontrar un vampiro.
Asumí que estaba completamente trastornado, y dejé de luchar contra lo que sentía, me acostumbre a ella, a mis sueños, incluso llegué a anhelarla mientras estaba despierto, cuando soñaba con ella era completamente feliz, una dicha que no había experimentado nunca, y que me atrevía a jurar que no experimentaría jamás,
mi pequeño y hermoso vampiro disfrazado de ángel.
Una tarde mientras terminaba de arreglar los motores de una moto de nieve, oí a unos hombres discutiendo sobre un viaje, pude entender que querían ir a Brasil, deseaban explorar el río amazonas en una barca, durante varias semanas.
Observar la flora y la fauna, realizar no se qué experimentos en la zona, vivir experiencias extremas.
Tuve que reírme.
Experiencias extremas en el Amazonas, que se enfrenten en una lucha abierta con un grupo de vampiros neófitos salvajes y sedientos de sangre, a eso sí lo llamaría una experiencia extrema, pero llamó mi atención la selva tropical, extensas zonas de bosque denso prácticamente inhabitable, me sedujo la idea de explorar esas tierras, de perderme en los bosques, de estar alejado de todo y de todos.
El clima quizás era el punto más duro de sobrellevar, el asfixiante y húmedo clima tropical, pero tal vez podría acostumbrarme.
-Disculpen que interrumpa la conversación, desde aquí cómo pretenden llegar hasta Brasil, quizás en barco...-, sonreí amigablemente al hombre que había liderado parte de la conversación, un señor canoso con mirada severa y sonrisa burlona, me observó detenidamente,
-así es joven, ¿está interesado en viajar hasta el sur?-, asentí,-
-creo que sí-, me miró de arriba abajo,
-su nombre es...-,
-Jacob se llama Jacob-, una voz salió desde el otro de la habitación,
-nos echa una mano con las motos y los tractores, viene de Washington, un yanqui-, respondió el hombre que durante las últimas semanas me había dado cobijo y alimento a cambio de mi trabajo. Quise rectificarlo, pero al demonio que pensara lo que le diera la gana, a mí qué carajo me importaba, yanqui, indio, hombre-lobo, ya ni sabía exactamente quién era.
El primer hombre con el que entablé conversación se giró y me observó detenidamente,
-y qué demonios se te ha perdido en Alaska muchacho, no estás muy lejos de casa...-,
-experiencias extremas supongo-, un señor rechoncho y calvo sentado a su lado alzó la voz,
-que se venga, es fuerte y grande, y maneja muy bien esos cacharros-, dijo señalando las motos,
-nos ayudará con ese maldito trasto-.
-Qué edad tienes hijo- , limpié mis manos en un paño, me rasque la barbilla y lo miré, -la suficiente-.
En menos de dos semanas me vi enrolado en un trasto al que llamaban barco haciendo alarde de un sentido del humor envidiable que desconocía en el país ártico, rumbo a Brasil.
La odisea no sería el Amazonas, sería sobrevivir durante aproximadamente dos semanas en esa máquina que se suponía navegaba en el mar.
