Buenos días, tardes o noches, depende de donde se encuentren en estos momentos ¿Cómo están queridos lectores? No soy nada buena para las presentaciones, así que iré directo al punto. Esta historia ya la había publicado antes bajo el nombre de Mirai. Lotus, infortunadamente olvide la contraseña de mi cuenta anterior, y el correo con el que estaba registrado ese nombre de usuario ya no lo utilizo por el mismo problema con la contraseña. En fin, como tenía anunciado en el otro tema de este mismo fanfic, a los capítulos aún les faltan algunas correcciones gramaticales; sin embargo, poco a poco iré trabajando en ellas.
A las lectoras anteriores, espero que sigan apoyando el fanfic con un pequeño review. Siempre acepto críticas constructivas e ideas para mejorar la historia.
Sin nada más que agregar por el momento, disfruten (nuevamente) el primer capítulo.
¡Espero que les guste!
DISCLAIMER: Los personajes de Saint Seiya: The Lost Canvas no me pertenecen, ellos son propiedad de Masami Kurumada y Shiori Teshirogi, yo sólo utilizo sus personajes para escribir sobre ellos, sin ningún fin de lucro y por entretenimiento propio. Esta historia contiene OC's, los cuales son de mi autoría.
ACLARACIÓN: La historia será narrada desde diferentes puntos de vista o con diferentes tipos de narrador, intentaré que a lo largo de la historia predomine el narrador omnisciente o el de tercera persona ya que hace más cómoda la lectura de la historia, desde mi punto de vista; sin embargo, en algunos capítulos deberé utilizar el narrador primera persona por cuestiones de redacción.
NOTA: Contiene correcciones y cambios significativos para el transcurso de la historia.
Letra cursiva: pensamientos, palabras de otro idioma, posibles palabras clave, flashbacks.
-—x —: cambio de escena.
Prólogo
Un extraño e inesperado lugar
Negro. Oscuridad. Era todo lo que mis ojos podían distinguir una vez que abrí los ojos. Murmullos.
-— Tiene que prometerme que estará a salvo…-— sollozó una voz femenina. Una mujer.
-— Lo estará, pero debe irse ahora…-— Otra voz, mucho más profunda y áspera. Un hombre.
Poco a poco la oscuridad se fue dispersando hasta que ante mí se abrió un paisaje nocturno y sombrío. Había muchas personas alrededor formando un gran círculo, todas seguían murmurando, a excepción de seis personas que se encontraban en el centro del círculo. La misma voz femenina seguía sollozando, aferrando sus brazos a un pequeño bulto blanco. Un hombre la abrazaba. Una persona con un casco dorado y túnica blanca la sostenía por los hombros de manera suave, como dándole a entender que todo estaría bien.
-— Ella regresará, a su debido tiempo. No tienes que preocuparte. Lo he visto…-— habló la voz de una mujer diferente.
-— Después de todo este es el tiempo al que pertenece…-— la persona con el casco volvió a hablar, quitando sus manos de los hombros de la mujer con el bulto blanco.
-— El linaje de Casandra regresará al Santuario… Nunca pierdas la esperanza-— reprendió la voz de la otra mujer, pequeña de estatura y con una tiara de hojas silvestres en la cabeza.
-— Son unos ilusos. Ella morirá…-— ¿Otra voz?
Todos los presentes volvieron sus vistas hacia el portador de la burlona voz, encontrándose con un hombre flotando en el cielo y vestido de una oscura armadura . Su aura era tenebrosa y maliciosa, a pesar de ocultar todo su ser bajo una sonrisa burlesca. La mujer abrazó aún más el pequeño bulto y el varón al lado suyo la apegó a su pecho. El hombre con el casco dorado y la mujer con la tiara de hojas miraron expectantes y preocupados a la joven pareja. Todas las personas comenzaron a murmurar en voz alta, el ambiente se estaba tensando. Todos se preocupaban, pero la fémina con la tiara de hojas avanzó unos pasos y habló enfurecidamente.
-— ¡Sólo los dioses pueden decidir eso! ¡Tú no tienes ese poder!-— proclamó con enojo.
-— ¡Yo soy un Dios! ¡Y soy el que decidirá el futuro de la próxima Guerra Santa! Yo moveré los hilos…-— advirtió con una gran sonrisa dibujada en los labios antes de bajar hasta donde yo me encontraba y abrazarme delicadamente mientras me susurraba al oído.
Morirás…
Roma, Italia; 2015 (siglo XXI)
Un sonido agudo emergió desde lo más profundo de mi garganta al momento que abría los ojos contemplando la oscuridad de la noche. Encendí la lámpara y tallé mi rostro con una mano, quitándome las gotas de sudor que resbalaban por mi frente. Inhale varias veces hasta que mi ritmo cardíaco volvió a la normalidad. Suspiré y eche mi cabeza hacia atrás, dejándola reposar en la almohada. Tener pesadillas ya no era una novedad para mi, las tenía desde que era una niña; sin embargo, jamás las había tenido tan seguidamente ni tan oscuras. Usualmente nunca recordaba los rostros de las personas que aparecían en ellos, mucho menos sus voces pero... últimamente habían estado apareciendo las mismas personas en ellos, que es difícil olvidar esas cosas.
Sólo un mal sueño, ¿verdad?
Puse una almohada sobre mi rostro y gruñí por lo bajo tratando de no perder el aliento. Estaba harta de las pesadillas nocturnas, nunca eran las mismas pero siempre aparecían aquellas seis personas. ¿Quiénes demonios eran? Tal vez me estaba volviendo loca, o tal vez simplemente leer tanta ficción me está haciendo soñar cosas extrañas. Necesitaba ver a un psicólogo.
Giré mi rostro para ver el reloj de la mesa de noche y mordí mi labio cuando note que aún faltaban dos horas para que sonara la alarma. Los grandes números rojos marcaban las 4:00 de la mañana. No podía hacer nada. Sabía que después de cada pesadilla seguían las horas de insomnio, así que me levanté de la cama y caminé hacia mi escritorio. Tomé el cuaderno que tenía sobre mi carpeta escolar y abrí el estuche de lápices, sacando el primer lápiz que mis dedos tocaron. Me crucé de piernas sobre la silla y comencé a escribir.
Escribí la pesadilla de esa noche. Las páginas anteriores de ese mismo cuaderno guardaban más de una de las pesadillas que había tenido con anterioridad. Perdí la noción del tiempo mientras escribía, que nunca me dí cuenta de que las horas transcurrieron con rapidez hasta que Zoe tocó la puerta de la habitación.
-— Liv, ¿ya estás despierta? -— preguntó la voz de mi amiga desde el otro lado de la puerta.
-— Sí, adelante. Está abierto.-— respondí, aún sin retirar mi concentración del cuaderno.
Zoe entró y encendió la luz de techo de la habitación. Soltó un suspiro cuando notó que no me encontraba en la cama y volvió a hablar.
-—¿Pesadillas nuevamente? -— terminé el último párrafo y cerré el cuaderno.
-— Me conoces demasiado bien. Sí, otra vez tuve pesadillas. Creo que debería de ver a un psicólogo antes de que se tornen reales. -— comenté, poniendo el cuaderno en su antiguo lugar. -— Creí que despertarías más tarde, las clases comienzan a las diez.
-— Lo sé, pero me preocupe cuando no entraste a despertarme. Además de que te tengo una gran noticia, creeme que fue difícil guardarmelo mitad del semestre.-—
-— ¿Está bien?... ¿Y cuál es esa gran noticia, según tú? -— pregunté, un poco confundida con la supuesta gran noticia de Zoe. Ella era una chica sencilla pero que le gustaban las aventuras así que debía esperarme lo peor.
Además de que estando en Europa había demasiados lugares que ver ya que todo se encontraba técnicamente cerca, a excepción de Rusia. Durante nuestras vacaciones de verano nos divertimos bastante, visitando: España, Portugal, Marruecos, Francia y Alemania, antes de entrar a clases y gracias a que nuestro intercambio fue en Italia, teníamos muchos lugares céntricos; aunque claro, teniendo una compañera como Zoe era difícil poder apreciar los lugares históricos.
-— Primero que nada, no tienes planes para hoy terminando clases, ¿verdad? -— negué. A decir verdad, no recordaba haber hecho planes para lo que restaba de mi estadía en Roma, así que Zoe estaba de suerte.
-— No exactamen...-—
-—¡Perfecto porque después de la escuela nos iremos a Grecia!— chilló Zoe, mientras aplaudía alegremente.
¿Grecia?¿Qué?
-—x-—
Caminé por los pasillos de la universidad de Roma mientras pensaba en la sorpresa que Zoe me había dado en la mañana. Visitar Grecia siempre había sido uno de mis sueños desde pequeña, siempre me había llamado la atención la cultura, el idioma y la historia de ese país; además poseo un extraño gusto por la mitología griega y la astronomía, y visitar ese lugar me vendría bien para satisfacer mi curiosidad y conocimientos.
La última clase terminó antes de la hora y con una emotiva despedida de curso por parte del profesor de historia. Me sentía mal porque después de esta semana debería de regresar a California y dejar a mis amistades de é un año en éste lugar que ya me acostumbre a los días calurosos y las noches húmedas; sin embargo, fue muy buena experiencia realizar parte de mi formación académica terminal aquí. Todos salieron corriendo en cuanto el profesor de historia termino su despedida, algunos de mis compañeros más cercanos me abrazaron y me regalaron pequeños detalles para mi regreso a California. Caminé hacia mi casillero para sacar mis últimos libros y dejar limpio ese espacio que alguien más se ocuparía de llenar después.
Abrí mi mochila y guarde los libros de historia romana, algunas fotografías que estaban pegadas a la puerta del casillero ocuparon un espacio entre las hojas de mi carpeta y las mini notas ahora se encontraban en la bolsa principal de mi mochila. Cerré el casillero y comencé a caminar hacia la dirección para arreglar mis últimos informes curriculares cuando alguien detiene mi andar posando su mano sobre mi hombro. Volví mi vista hacia la persona dueña de aquella mano y me encontré con mi maestro de astrología. Un hombre de edad avanzada, cabello canoso y unos enormes lentes de fondo de botella pero una de las personas más dulces que he conocido en mi vida.
-— Liv, ¿lista para volver a casa? -— preguntó el hombre que respondía al nombre de Enzo.
-— Sí, professore Enzo. -— afirmé, dedicándole una pequeña sonrisa. -— Bueno, casi. Aún me falta ir a hablar con el director para acreditar mis créditos optativos y prácticas profesionales.-—
-— Oh, ya veo. Tienes que ir a hablar con Franco. Está bien, no te entretengo más querida niña. Sólo quería agradecerte por el servicio que prestaste este semestre en el Departamento de Traducción e Interpretación, eres muy buena para las lenguas.-— Enzo estiró su mano, ofreciéndomela para estrecharla.-— Fue un placer trabajar contigo querida niña.-—
Acepté su mano gustosa y la estreché. -— Igualmente, profesor. Espero regresar después de terminar alguna maestría.-— bromeé.
-— Serás nuevamente bienvenida aquí, querida. No tengas duda de eso; sin embargo, espero que este viejo esqueleto aún tenga la fuerza para esperarte más tiempo. -— y era cierto. El maestro de astrología se mantenía bastante conservado para sus 81 años de edad, y aún con bastón lograba caminar mucho mejor que mi abuelo materno. -— Por eso mismo, te tengo un pequeño detalle.
El profesor revisó los bolsillos de su saco y extrajo una pequeña caja negra. Tomó mi mano y colocó la caja en la palma de la misma. Lo miré extrañada y con mucha vergüenza, comenzando a negar el obsequio. El anciano soltó una risa entre dientes y luego habló.
-— Tranquila querida niña. No es un regalo tan ostentoso, es sólo un detalle. Anda, ábrelo.-— alentó.
Solté un pequeño: "¡Ay!", y abrí la caja negra. Mis ojos observaron curiosa el contenido de la caja, dentro de ella se encontraba una delicada cadena de plata con un diminuto colgante en forma de águila. Lo saqué de su empaque y sentí la forma del colgante bajo mis dedos. El águila, relacionada con la altura y el espíritu y los elementos aire y fuego. A pesar de que odiaba las alturas, sí representaba una parte importante de mí. El aire, elemento que está bajo el cuidado de mi signo zodiacal y que por desgracia está relacionado con el vuelo. Si bien tuve que superar mi miedo cuando volé en avión hasta aquí, eso no significaba que ya no me desagradaran las alturas. Igual había sido un muy lindo gesto por parte de Enzo.
-— ¡Muchísimas gracias, profesor!, es muy bonito.-— confirmé.
-— De nada, querida. ¡Oh, pero ven!¡Te ayudo a ponértelo!-— me giré sobre mis talones y removí mi larga cabellera del cuello.
El buen Enzo, colocó la cadena de plata sobre cuello y cerró el seguro. Tenté el colgante sobre mi pecho y volví a agradecerle al maestro.
-— Gracias de nuevo, amico. Ya debo irme, tengo que alcanzar al director antes de que salga a almorzar sino tendré graves problemas con los trámites.-— comenté.
El anciano asintió y dio media vuelta para retirarse, no sin antes despedirse por última vez. -—Espero que tengas buen viaje Liv. Diviértete en Grecia.-— especuló para después comenzar a caminar por el largo pasillo.
Lo ví alejarse por el corredor y cuando estuvo a una distancia prudente, empecé a caminar hacia el despacho del director. Afortunadamente el director aún no había salido a almorzar, por lo que alcancé a terminar mis últimos trámites escolares antes de encontrarme con Zoe. Aunque la aludida no compartía mi horario de clases, no fue problema para ella localizarme y arrastrarme fuera de la universidad, alegando que perderíamos el vuelo a Grecia.
Eres una dramática, Zoe.
-— Ya reservé el hotel. No te preocupes, todo saldrá bien.-— alegó con una sonrisa.
-— A veces es difícil creerte, Zoe.-— recriminé con la misma sonrisa.
Tomé mi libro y lo comencé a hojear, buscando la página en la que me había quedado la última vez que lo había leído. La Historia de los Silmarilli, debo agradecer a mi madre su enorme gusto por las obras de Tolkien ya que ella fue la que me inculcó este tipo de lecturas desde pequeña. Fantasía, así como muchas otras cosas que leía y veía cuando niña como: Harry Potter, Percy Jackson, Inuyasha, Sakura Card Captor, los Caballeros del Zodiaco; estos últimos pasando a formar gran parte de mi vida y ser de mis lecturas y series favoritas ya que leí todos los tomos del manga y miré cada una de las series de estos mismos, desde la obra clásica hasta el Lienzo Perdido.
Pero solo eran eso, lectura y entretenimiento de fantasía.
No supe en qué momento me quedé dormida mientras leía. Zoe me zarandeó levemente cuando el avión aterrizó en Grecia, aún no era tan tarde ya que el sol aún iluminaba en lo alto del cielo toda la ciudad de Atenas.
-— Pensé que llegaríamos más tarde. ¿Qué hora es? — pregunté con voz ronca mientras estiraba mis brazos para desperezarme del viaje.
-— No es tan tarde, son las 6:30 de la tarde. Hicimos un viaje corto relativamente. Gracias Ferrys.-—
-— Entonces lo mejor será ir a dejar nuestras maletas al hotel y salir a conocer un poco mientras el sol nos lo permita.-— sugerí con voz adormilada todavía.
-— Concuerdo contigo. Vamos.-— confirmó Zoe.
Agradecimos que el hotel estuviera cerca del aeropuerto ya que así no tuvimos que pagar a un taxi para que nos transportara. Para ahorrar económicamente, Zoe había alquilado una habitación doble y que estuviera en el segundo piso ya que a ella le encanta asomarse por la ventana en las mañanas y mirar la ciudad en todo su esplendor. Dejamos las maletas en las camas y salimos del hotel, no sin antes tomar un mapa de la ciudad para evitar perdernos. Zoe tomó el mando del mapa y decidió ser la guía, al igual que yo, ella jamás había visitado Grecia por lo que no dudaba que en cualquier momento nos perderíamos entre las calles de Atenas.
-— Esta será una aventura interesante.— resoplé, evitando perder de vista a la hiperactiva de Zoe.
-—x-—
-— Te dije que llegaríamos a Delfos, pero no quisiste creerme.-— alardeó la pelinegra con una sonrisa burlona.
Miré a la pelinegra con una ceja enarcada y una mueca en el rostro. Claro que llegamos a Delfos, pero la pregunta que ahora atraviesa mi mente constantemente es ¿por qué demonios no tomamos un taxi o el metro en vez de habernos venido caminando desde Atenas? Me dolían las piernas a muerte, aunque también fue mi culpa por haber dejado que Zoe tomara el control del viaje desde el principio.
-— De regreso pediremos un taxi o tomaremos el metro. ¿Me escuchaste?.-— amenacé mirándola con molestia.
-— Sí, sí, lo que digas. Ya párate de esa roca y vamos a ver el Oráculo de Delfos.-— hizo un gesto con la mano como tirándome a loca. Suspiré.
-—¿Sí sabes que ya no existe ningún oráculo verdad? Ahora sólo es Delfos.-— alcé los hombros, quitándole importancia a su gesto.
-— Eso no importa. Además, tú eres la cerebrito en cuanto a historia se refiere, yo sólo vengo como tu compañía y a maravillarme con todo lo que vea a mi paso.-— cercioró la pelinegra.
-— Está bien, si tú lo dices.-— renegué, viendo hacia todos lados a ver qué era lo que podíamos observar primero. -— Entonces, vayamos a las ruinas.-—
Delfos era un lugar grande y majestuoso, no me imagino cómo habrá sido en sus tiempos más gloriosos en la Grecia Antigua. Inclusive no puedo ni imaginarme cómo era el templo dedicado al dios Apolo, mucho menos a las pitonisas. El actual santuario de Delfos estaba muy bien restaurado; sin embargo, no se le podía comparar al que fue habitado en la Grecia Antigua. Subí unos cuantos escalones y llegué al centro del santuario, me reproché a mí misma por no haberme traído la cámara portátil del hotel, ya que no tendría otra oportunidad de ver el santuario de Delfos, al menos no en un corto período de tiempo.
Exploré cada rincón del templo con la mirada, maravillándome con todo lo que veía. Di unos pasos hacia atrás en la gran explanada del terreno y accidentalmente tropecé con algo. Afortunadamente no caí al suelo, pero si llegué a sentir como se doblaba mi tobillo. Dirigí mi mirada hacía el objeto con el que había tropezado y me encontré con un ónfalo de considerable tamaño.
¿Un ónfalo a mitad del santuario? Que extraño. ¿Qué estará haciendo aquí?
Lo examiné cuidadosamente sin levantarlo de su lugar. Parecía estar hecho de duro mármol y poseía unos extraños y notables relieves en toda su estructura, también parecía estar incrustado en el suelo, como si hubiera salido de la tierra así sin más.
-— Bueno, dudo mucho que lo deba de dejar aquí. Será mejor que lo lleve al museo arqueológico, alguien más podría tropezar y no contar con mi suerte — bromeé conmigo misma.
Coloqué mis manos sobre el ónfalo e intenté tirar de él para desprenderlo de la tierra; sin embargo, justo antes de que tirara por segunda vez del pequeño montículo, una luz brillante comenzó a emanar de la piedra cegándome por unos minutos. No escuchaba nada, no miraba nada, y ni siquiera podía oler algo.
¿Qué está pasando?
Intenté soltar el ónfalo, pero fue en vano. Parecía que mis manos se habían quedado pegadas como un imán a la roca. La luz siguió cegándome por unos cuantos minutos más, y de repente, todo lo blanco y luminoso pasó a ser negro y oscuro mientras sentía una terrible sensación de caer en un agujero negro.
-—x-—
Abrí los ojos lentamente, tratando de enfocar la vista en el cielo. Todo me daba vueltas y me dolía la cabeza, sentía el cuerpo pesado y bastante torpe al levantarme del suelo. Sacudí la cabeza levemente, retirando unos cuantos castaños cabellos de mi rostro hasta que todo regresó de golpe a mi mente.
El ónfalo, aquella luz, la sensación de estar cayendo en un pozo sin fondo.
¿Qué demonios había pasado?
Observé a mi alrededor. El santuario de Delfos ahora era diferente... ¡completamente diferente del santuario de Delfos en el que estaba hace un momento! El perímetro de este santuario era mucho más grande que el anterior, había más árboles a la vista y pasto nuevo de un verde vivaz y llamativo, las construcciones de repente se habían vuelto más antiguas y desgastadas. Todo era diferente.
Dirigí mi mirada al extraño ónfalo del suelo del santuario, el cual seguía ahí, normal y sin inmutarse. Decidí que debía de olvidar eso por la paz, había sido un suceso de lo más aterrador y extraño, pero si nadie vio nada, todo estaba bien. Esperen.
¿Dónde están todas las personas que había cuando recién entre al santuario de Delfos?
Zoe. ¡¿Dónde está Zoe?!
-— ¡Zoe! ¿Dónde estás? — grité lo más fuerte que mis pulmones y cuerdas vocales me permitieron, pero nada. Ninguna respuesta.
Corrí hasta llegar al borde del santuario, esperando encontrarme mínimo con algún trabajador del museo arqueológico que estaba a los pies del santuario, pero lo que encontré fue algo completamente distinto.
Bosque.
El museo arqueológico, el hotel, las casas, los bares, la plaza, la escuela e inclusive la iglesia habían desaparecido del mapa y había aparecido ahora un enorme y verde bosque.
El terror me invadió y tragué seco.
-— Por dios, ¿dónde demonios estoy? ¿qué es este lugar?-—
Traductor
Professore: Profesor en italiano.
Amico: Amigo en italiano.
Glosario
Ónfalo: El ónfalo es un antiguo betilo o artefacto pétreo de uso religioso originario del ádytondel oráculo de Delfos, en la Antigua Grecia. Según la mitología, sería la piedra dejada por Zeus en el centro (ombligo) del mundo.
Bueno aquí termina el primer capítulo, espero haya sido de su agrado y por favor no se olviden dejar sus comentarios sobre la historia.
Ya sé que no ha salido ningún personaje de SS, eso me lo reservo para el próximo capítulo, así que si quieren saber que pasa solo pídanlo: D
¡Nos vemos luego!
