Desde hace tiempo, desde que entré a Fanfiction, que quise subir este fic. Realmente fue el primero que escribí y así fue que seguí escribiendo los otros fics que he publicado y los que aun no. Realmente no sé qué tan largo sea, porque aun no he escrito todo, de hecho, tengo mucho escrito en papel y tengo que pasarlo a computador y arreglarlo para que no se vea tan infantil xD. Además me temo que no soy muy buena para historias largas, pero si no me arriesgo nunca voy a saber.

Debo admitir que estaba confundida en si hacer o no un prólogo, pero finalmente leí "12 cuentos peregrinos" de Marquez y al leer su propio prólogo me motivó a finalmente publicarlo y a escribir esto que salió mientras el tren del colegio en el que iba estuvo parado como una hora porque había chocado con un taxi. Y eso porque me di cuenta que si seguía esperando y si seguía revisando, releyendo y rescribiendo, jamás iba a publicar algo.

Bueno, finalmente les dejo este prólogo que mucho no dice, pero da un punto de partida (incluso de final si se quiere o entiende), pero que si me preguntan, creo que es bastante bueno.

Espero que les guste n_n

Disclaimer: todo lo reconocible aquí pertenece al mundo de Harry Potter, creado por J.K. Rowling.


Desde la Oscuridad

1.- Prólogo

La noche había caído. La mansión estaba en un silencio que para el que no le gustaba le parecía insoportabla, agobiante y casi suicida. Los pasillos estaban alumbrados por las velas que no morían nunca y las sombras de la araña del techo dibujaba formas casi tenebrosas. De vez en cuando, el suave tintineo o golpe de la loza se escuchaba desde la cocina donde estaban los elfos. La orden era clara: no hay cena. La mujer sentada en el sillón de la gran sala no tenía ánimos de comer.

Tan solo el día anterior, la mansión entera estaba patas arriba. Elfos corrían y los mismos adultos de ella lo hacían. El rubio mas joven estaba eufórico. La experiencia que había esperado, por la que todo joven mago del Reino Unido desea por años estaba ahí, así que compostura y todo se podía ir al retrete si el día seguiente -hoy-, él abordaba el famoso Expreso de Hogwarts.

Los recuerdos de esta mañana eran tesoros para ella. Ahora entendía a su madre cuando en su primer año ella la había abrazado fuerte, demasiado fuerte tal vez. Ella había hecho lo mismo con él. Lo cuidaba demasiado porque era su único hijo. Le parecía extraño que ya no estuviera. Se había acostumbrado a que estuviera junto a ella, haciendo algún desastre en la cocina o haciendo algún regalo o serpresa para su padre.

Se acomodó su bata de seda que no se había sacado desde la mañana después de haber llegado desde King's Cross. Eran pasadas las seis y media de la tarde y, como no había cena esa noche, decidió subir hasta el dormitorio que compartía con su esposo. Él llegaría pronto, antes de las siete ya estaba en casa, pero existía la posibilidad de que llegara un poco más tarde ese día. Había llegado más tarde al trabajo y conociéndolo, tal vez quiera cumplir con el trabajo que tenía planeado para ese día. Y conociéndolo más todavía, tal vez quiera darle más espacio para ella sola. Después de todo, fue él el que habló primero acerca de la "depresión partida a Hogwarts". Jamás pensó que fuera cierto, pero tal vez, y ojalá -no quería ser solo ella en ese proceso- él también lo tuviera. Al parecer ya tenía su método y ese era el trabajo.

Abrió el armario que contenía su ropa. Si bien tenía una colección gigante y completa de ropa fina y casual, ella sabía dónde estaba tal cosa. El armario podría ser un peligroso laberinto para alguien que no sea ella y tal vez su esposo. Sin embargo, no quería tomar nada de la ropa que estaba ahí, excepto por una cosa en particular que hace siete años no usaba. Un delantal verde lima que tenía una insignia de una varita y un hueso cruzados. Un delantal de una sanadora de San Mungo.

Cuando ella salió de Hogwarts decidió convertirse en sanadora. Era buena en transformaciones y por ello decidió escoger algo relacionado a ello. Ella trabajaba en el departamento de daños provocados por hechizos y le encantaba, pero una vez que su hijo cumplió cuatro años, decidió que era hora de dedicarse totalmente a él. Hasta ahora. Su hijo ahora estaba en el Expreso, quizás llegando a destino. Pasaría meses allí y ella ya no tendría que preocuparse de él de la misma manera que antes. Después de todo, confiaba en la dirección de McGonagal y en la jefatura de Slughorn. Lo único que le preocupaba era en el qué dirán.

Malfoy.

El apellido había sido pisoteado, pero ya no. Ahora era como cualquier otro, pero no podía confiar en todos. Su hijo era diferente a como eran antes. Quizás ni acabe en Slytherin, pero eso no era problema para ellos. No podían vivir con los mismo prejuicios de antes. Para ella y su esposo, las cosas habían cambiado y para bien.

Recordaba sus días de colegio y de todos las veces en que sus padres le llamaban la atención. Hija perfecta sangre pura. Era la frase que estaba grabada en su mente. Sin embargo, ella se encargó de romper esa orden muchas veces. Algunos aun secretos ante sus padres y otros enblos que el reproche duraba días. Para ella, su hermana era la perfecta hija de sangre pura. Estaba destinada a serlo. Ella no tenía pasta para pretender ser perfecta. Odiaba la doble cara y pretender ser perfecta le parecía eso. Mostrar la cara perfecta y esconder la real bajo una máscara de cordialidad, simpatía y maquillaje. Era mucho para ella. Gracias a Merlín que ya no era necesario.

Se sobresaltó. Unos pasos se acercaban y no fue capaz de reaccionar hasta que la puerta de la habitación estuvo abierta y un hombre estaba dentro, alternando su plateada mirada entre ella y el delantal.

-¿Lo extrañas? -le preguntó después de un breve silencio.

-¿Te refieres a mi hijo o al trabajo? -le preguntó ella de vuelta.

Una seca carcajada retumbó en la habitación que terminó siendo acompañada por ella también.

-Escoge la opción que quieras, querida -le respondió, sacandose la túnica para dejarla sobre el sillón al lado del tocador.

-No importa, la respuesta es la misma.

Él le sonrió y se sentó al borde de la cama. Parecía de repente cansado y hasta viejo. Sin embargo, su cuerpo aun mantenía el porte orgulloso y de altanería innata con el que ella lo conoció. Su pelo rubio, siempre tan característico y su mandíbula afilada zurcada por pequeñas arrugas acordes a su edad estaban ahí, ante los ojos de ella. 36 años no eran para menos y su experiencia en la vida podría hasta con la personalidad más fuerte del mundo.

Y allí estaba ella. Subiendo a la cama y abrazándolo desde atrás, cubriéndo su pecho con sus pequeñas manos, acariciando con suavidad ese pecho que tantas veces le sirvió de almohada. Se permitió esparcir pequeños besos por la mandíbula de su rubio esposo hasta terminar con uno en su mejilla, con los labios que él siempre le gustaron. Sonrosados, suaves y esponjosos. Eso y sus ojos. Unas esmeraldas que podrían iluminar cuando el mundo era penumbra -y vaya qué penunbra. Esos ojos que iban a la perfección con los suyos. La plata y la esmeralda era una muy buena combinación y ello eran. Eso era todo.

-¿Habrá llegado? -rompió el silencio el rubio.

-Yo creo -respondió-. Que bien que no este lloviendo, acá al menos. No haría tan penosa la noche.

-Tal vez.

Ella cerró los ojos y se sintió adormecer poco a poco hasta que su esposo se dió vuelta hacia ella.

-No te quedes dormida así, Tory -le reprochó él, tomandole el rostro con suavidad.

-Ya no tengo nada que hacer ahora.

-Claro que sí -le contestó-. Puedes volver a trabajar. Extrañas eso, ¿no? Amas eso. Siempre que quieras lo puedes retomar. Él está en Hogwarts. Si sabe que estás triste no podrá estar tranquilo.

-Lo sé, Draco, pero de repente me siento vieja y quizás no me sea tan fácil volver y...

-Tranquila Tory -tranquilizó con una sonrisa y pasando un brazo sobre sus hombros-, siempre que quieras, podrás. No creas que yo no me siento viejo de repente, pero no pensemos eso. No hemos llegado hasta aquí pensando en lo viejo que somos.

Ella de repente sonrió y se acercó a él. Sus labios se juntaron en una suave beso, dulce y tranquilo, sin prisas. No tenían ya que ir a la habitación de Scorp para ver si dormía o ayudarlo con el desorden de ropa que solía tener y que no le dejaba encontrar su pijama o ir al comedor para la cena porque esa noche no había.

-¿Y cómo es que llegamos aquí? -le preguntó ella.

-¿Tengo que narrártelo?

-No es necesario, pero si quieres, entonces hazlo.

-No creo que pueda. Quizás le cambie partes donde me pueda er mas valeroso de lo que en realidad.

-No te envenenes solo -le dijo ella, clavándole su mirada esmeralda-. Además si no fuera así, tal vez ni nos habríamos conocido. Recuerda que cuando...


Espero que les haya gustado lo poco que dice, pero también espero poder publicar el siguiente capítulo pronto. Si les sirve de consuelo, por fin he salido del colegio y tengo mas tiempo para escribir lo que viene. De hecho, quería publicar el viernes porqueese día fue mi licenciatura y por ende, era un día especial, pero no hubo tiempo y así hasta hoy.

Gracias por leer y besitos :)

PD: Si, lo había publicado, pero me sentí en la necesidad de cambiar algo importantísimo y no me quería arriesgar a dejarlo así y no me aseguraba en cierta forma con reemplazar el capítulo, creo que eso me ponía más nerviosa, y ahhhh! ...aquí estamos xD! Lamento las disculpas, espero dentro de poco actualizar realmente.