Si estás muerto o si aún vives

No me importa, no me importa

Tan sólo márchate y deja todo esto atrás

Porque juro

Que no me importa.

Intento hacerte ver mi perspectiva, siempre intento guardar la compostura

Pero tus ojos ven a través de mí

Eso es todo lo que hacen.

I Don't Care - Apocalyptica.


Los personajes que aquí aparecen son obra de Hajime Isayama.


De hielo quemante.


Sabía que tenía que esforzarse en esa carrera para conseguir un buen trabajo en alguna empresa. Más que una necesidad, era un mero propósito que había querido cumplir desde que tenía diez años cuando tomaba las libretas de los gastos de la casa y jugaba con la calculadora y los billetitos de juguetes a ser contador. Era una carrera muy tediosa, lo sabía, y quizá más que tediosa resultaba acaparadora en todos los sentidos, puesto que la mente tenía que estar ahí, al cien por cien.

Se le daban bien los datos numéricos, incluso se podría llamar conocedor de la cultura general―aunque, siendo modesto como era, no lo diría nunca frente a otra persona―; de la informática, y también podía defenderse con un poco del área administrativa. Sabía que aún le faltaba aprender incluso más, forjar aquello que ya traía y, en el transcurso del tiempo que aún le quedaba en la universidad, reforzar sus conocimientos para quedarse con ellos de por vida. Hasta que pudiera ejercerlos en un buen trabajo, como era su objetivo.

Así que era esa carrera la que ahora quería concretar para cumplir el deseo que anhelaba desde niño: ser contador público de una empresa.

La universidad había sido dura en su primer semestre, como ya había adivinado desde incluso antes del comienzo, las levantadas madrugadoras para terminar las tareas que en la tarde no había podido completar, los interminables proyectos, y, por sobre todo, la nula experiencia como novato en el ámbito universitario le habían machacado la cabeza, el cuerpo entero, las ganas y la poca vida social que había logrado forjar con dos que tres compañeros; porque puestos a decidir, la universidad estaba primero que las escasas salidas a tomar algo a las que Reiner, Eren o Armin lo invitaban, cosa no demasiado frecuente, porque aquellos tres también tenían la cabeza bien puesta en los estudios. Y las escasas veces que salían, era para tomar un café, o peor aún, sólo reunirse en casa de uno de ellos para estudiar.

Ellos habían sido los únicos que siempre habían estado con él a pesar del carácter aburrido que le pintaban los que no coincidían en su entorno, y a pesar de eso, nunca había sido blanco de burlas hacia su persona. Nunca había temido serlo, porque desde el momento en el que pisó la universidad por primera vez, supo que tenía que esforzarse sin dudar ni un segundo y obtener su título de contador empresarial. Conseguir aquello que llevaba en mente desde su examen de ingreso. Sin embargo, algo que necesitaba un aspirante a la contabilidad, eran, entre tantas cosas menos numéricas, ser efectivamente abierto en temas de análisis y síntesis, en trabajos de equipos para opinar acerca de temas en concreto; se necesitaba ser una persona segura de sí misma y con iniciativa.

En resumen: una persona con dotada capacidad de sociabilidad y voz de mando.

Así que, teniendo en mente que todo aquello venía en el mismo paquete, se había visto en la tarea de solventar una cosa con otra; tratar de hacerse ver a la par que seguir llenándose del conocimiento. Sabía que todo eso lo iba a machacar completo, pero confiaba en que el resultado sería favorecedor, en todos los sentidos, porque si lograba completarse como Licenciado en Contabilidad, estaba seguro de conseguir un muy buen trabajo y cumplir aquel sueño con el que había llegado: sí, dos pájaros de un sólo tiro.

Después, cuando su tercer semestre se hizo presente y la rutina comenzó a hacérsele apaciguadora y monótona, prácticamente comenzando a acostumbrase a lo cotidiano mas no a la universidad en sí, ella apareció.

Más bien no había aparecido recién en la misma universidad, sino ella había estado desde el primer momento en su misma carrera―suponía―, tal vez oculta o muy a detrás del aula como para pasar desapercibida. Era curioso, porque siempre había pensado que era él el que era un cero a la izquierda a lado de los demás, más sin embargo ella siempre había estado ahí, pero en aquella ocasión fue la primera vez en verla de frente y escucharla hablar.

―Sobre lo del proyecto…

Le había dicho la primera vez que había aparecido frente a su asiento después de que el profesor les asignara un proyecto junto a él y a Historia. La vio parada frente a él con una expresión no muy afable, corriéndose el fleco que enseguida volvió a su lugar, permitiéndose mostrarle los ojos tan poderosos que llevaba a cuestas; era tan pálida y su color de cabello tan rubio la hacían ver transparente cuando el sol que se coló por la ventana dio de lleno con ella. Era, también, muy bajita. Parecía una chica muy frágil.

―Sí ¿qué pasa? ―le contestó él mirando fijamente cómo escondía sus manos blancas en los bolsillos de aquel pantalón deportivo que tan bombacho le quedaba a su pequeña constitución.

―Yo haré mi parte sola. Trabajo y no tengo mucho tiempo libre para reunirnos―escuchó que le decía con voz firme pero baja, no tanto como un susurro, pero sí como para prestarle demasiada atención para no perderle el hilo de los diálogos que entablaban su boca pequeña y rosada al natural.

Y sin esperar una respuesta negativa o positiva de parte de los demás integrantes, ella caminó, estoica, a su asiento justo a detrás en las ultimas sillas, más concretamente en la penúltima antes de la pared. Se aplastó ahí y enterró la cara en sus apuntes sin prestar atención a nada de lo que se suscitaba a su alrededor. Ella ni siquiera llevaba puesta ropa oscura como para pasar desapercibida con la sombra que se dibujaba en los últimos asientos, iba de azul y blanco. O tal vez fuera que era esa la primera vez que llevaba vestimenta clara, tanto como para resaltarle aún más aquellos pares de ojos tan azulinos.

Él no lo sabía, más sin embargo quedaba tiempo para compensar el que había estado tan perdido como para no notar su blanquecina y rubia presencia.


Bebió de la pajilla con lentitud, sus minutos de descanso casi terminaban, y sus ojos aún seguían fijos en la personificación del estoicismo y la aburrición; porque sí, era eso lo que sus miradas, su elocuencia y su forma de caminar decían; no obstante, cuando la veía platicar con aquella muchacha de dos coletas azabaches que diariamente aparecía con golpes en la cara, Annie parecía revivir y alzar la mirada de la oscuridad que su flequillo amarillo creaba.

Cuando la de cabello negro llegaba y tiraba de su brazo para alejarla de los compañeros que la querían engullir en la tormentosa clandestinidad, esforzándose por llevársela aún con los problemas que deberían conllevar los golpes en su cara, Annie levantaba el rostro y caminaba siguiendo a la otra.

Siguiendo los pasos que parecían sacarla de un abismo tan desconocido para él.

―No deberías, Bertholdt―él alzó la mirada y se encontró con la perspicaz de Reiner observándolo, sentado justo del otro lado de la mesilla.

―Qué cosa―intentó que el rubor que sintió en la cara producto de ser descubierto pasara desapercibido despistándose buscando algo desconocido dentro de su mochila―. No sé de qué hablas, Reiner. Tengo clases, debo irme, nos vemos al rato ―cuando alargó un paso para irse, la mano fuerte de su amigo rubio le tomo el brazo con una firmeza que suplantaba la fuerza que sabía no utilizaba porque no estaba enojado por seguir a Annie, sino preocupado por lo que aquello podía significar.

¿Y qué podía significar?

― Annie es linda, lo sé: bajita, rubia y de ojos azules, pero ¿Sabes de ella? ¿el porqué de juntarse con chicas golpeadas y chicos que quieren ir por el mal camino? ―quiso zafarse porque las preguntas, más que incomodarle, le hacían plantearse en su mente cuestiones que él no quería que fueran verdad, más aún porque todavía no la conocía lo suficiente como para señalar cosas desconocidas―. Ella no es como tú, y sabes muy bien que, si la sigues, ahora o cuando sea, seguirás la putrefacción de su vida. ¿No querías ser contador?

No entendió sus palabras, ni tampoco se sintió molesto por la serenidad con la que las decía a pesar de todo lo que conllevaban, porque Reiner siempre había sido así; cuidando su timidez de todo lo que fuera peligroso. Sin embargo, ahora era Annie la que se había aparecido frente a él de manera misteriosa y sin planeación, no teniendo dobles intenciones de aprovecharse de su incapacidad ante la palabra "NO".

¿Por qué ella seguía con pies de plomo a alguien que parecía no pasarla demasiado bien?

¿Por qué la de pelo negro jalaba con tanta vehemencia a Annie y la alejaba de lo que pudiera hacerle daño?

¿Qué sufrían ambas?

¿Qué tenía Annie?

Si ella era capaz de seguir a alguien con problemas, tal vez entonces se sintiera mejor con alguien estable y que le animara la vida. Él siempre se había preocupado por el bienestar de sus amigos y familiares, amable ante todo como bien le habían inculcado, pero nunca antes lo había hecho con alguien que no formara parte del círculo monótono que siempre había transitado. Y es que Annie era la primera persona en hacerlo, ella era, tal vez, el ¿amor? a primera vista que por primera vez sentía.


Tocaré de nuevo―le dijo Historia a su lado y volvió a golpear la puerta de la casa de Annie sin obtener respuesta―Creo que no fue una buena idea venir, tal vez no esté―le dijo nuevamente sonriendo de manera nerviosa, intentando destensar la tensión que estar frente a la puerta de los Leonhardt causaba. ―…tal vez está enferma y por eso no fue a la universidad.

―Hay ruido dentro. Además, tenemos que tener el proyecto listo… y sin Annie no podemos.

―Ella dijo que trabajaba por las tardes, tal vez de verdad no tiene tiempo.

Él se talló las manos en los pantalones para quitarse la sudoración que sólo en momentos cruciales lo atacaba, se tomó la camisa y la agitó con la intención de ventilarse un poco el cuerpo, si Annie lo veía sudoroso y apestoso, todo se iría al caño sin haber podido entablar una conversación amena y que abriera las posibilidades que tanto anhelaba. Y si todo iba bien en esa reunión, tal vez incluso la invitara a salir.

Desde la primera vez que la había notado de manera abierta, había pasado una semana. En esos días había logrado avanzar un poco del proyecto en la universidad, algunas veces Annie los acompañaba, pero en otras simplemente alegaba tener otras cosas que hacer; pero eso sí, ella siempre había mostrado los avances que por sí sola hacía. Sin embargo, en otros ámbitos más personales, podría decir que con su labor de hacerse notar para que ella lo mirara, era un completo fracaso. ¡si se daba la oportunidad, ni siquiera le dirigía la palabra!, e Historia, por lo menos, había logrado que Annie entablara un mínimo de conexión con el equipo que eran ellos tres.

En ese pequeño espacio de tiempo, había podido darse cuenta cuán inteligente era Annie, cómo de observadora y estrictamente plantada estaba en lo que debía hacer: en sus deberes como alumna, y al parecer como persona, porque jamás la había visto socializar con alguien que no fuera aquella muchacha de coletas.

Tal vez era de aquellas personas que tenían bien planteado en la mente todo lo que debían hacer, casi como una mismísima programación. Si resultaba ser de ese modo, podría deducir que sería algo difícil hacerle una invitación como amigos fuera de la universidad… por no decir imposible.

Concéntrate, concéntrate. Escuchó pasos del otro lado y se preparó mentalmente para retenerle la mirada penetrante a Annie. Sólo tienes que invitarla a tomar un café o algo, un pastel o a comer una pizza. Sin embargo,se golpeó la frente deduciendo lo malo de su planteamiento: si ella practicaba artes marciales como decían, tal vez la grasa de la pizza o el pastel no eran parte de su alimentación. ¡Al gimnasio, sí, al gimnasio! Así tal vez ella pueda…

Se aliñó correctamente cuando la puerta se entreabrió y dejó ver a Annie con la melena suelta y los hombros descubiertos; mirándolos no enojada, sino sorprendida. Ensanchando esos ojos tan claros como el mar que aún no había visitado.

―H-Hola, Annie. ―le saludó secundado por la mujercita a su lado, él sudoroso, Historia nerviosa.

―Chicos…― les susurró Annie con los ojos abiertos de par en par, mirando hacia detrás repetidas veces―... ¿qué hacen aquí?

Ambos se tomaron el tiempo necesario para responder, tal vez de verdad no había sido un buen momento por la manera en la que Annie parecía nerviosa como nunca antes la habían visto.

―El proyecto, tenemos que continuarlo―le dijo él, mostrándole la mochila que llevaba en su hombro, ahí donde guardaba lo necesario para continuar con el proyecto a mitad―. No te avisamos que veníamos porque no tenemos tu…

Y sin esperar algo más, ella cerró su puerta dejándolos en la acera y con las palabras en la boca, inclusive conteniendo el respingo de sorpresa ante la acción.

Bertholdt contó, con toda lentitud, seis minutos desde que ella cerró la puerta y los dejó en la banqueta, hasta que abrió y dejó salir de su casa a un hombre de mediana edad y con porte hinchado poniéndose una gorra y abotonándose los gemelos de la camisa de mangas que llevaba. Pasó serio, sin mirar a los lados ni a ninguno de los dos, únicamente despidiéndose de Annie con un nos vemos luego muy pretensioso mientras la miraba de reojo con aquellos ojos verdes remarcados por ligerillas arugas.

Bertholdt se hizo a un lado para dejarlo pasar, y cuando pasó de largo sin saludar, miró a Annie frente a él amarrándose el cabello blondo que pocas veces le había visto suelto, ¡ni siquiera había podido mirar hasta dónde le llegaba! Ella llevaba la sudadera puesta aun cuando el sol y el bochorno de la tarde estaban en su punto, se veía agitada y su rostro denotaba la inquietud que hasta ese momento no le había visto.

―Entren―les dijo a ambos, con voz seca.

Historia fue la primera, luego él la siguió ahí en donde Annie ya había acomodado una mesa y sillas para trabajar. Él le echó un vistazo, mirándola de reojo con disimulo para no causarle incomodidad. Sin embargo, la convicción con la que había llegado para invitarla a salir a tomar algo, se fue a la basura cuando le dirigió la mirada más penetrante que jamás había visto.

Bajó la mirada con sonrojo y tomó la silla que ella le ofrecía.

No se atrevió a mirar más allá, sólo se aplastó en la silla y esperó a que ella se sentara junto a ellos, cosa que le tomó un tiempo cuando, el que supuso su padre por la melena rubia que se cargaba, entró por la puerta y llamó a Annie hacia la cocina y la retuvo ahí por varios minutos. Y para cuando ella salió, seguida por el hombre, este le apretó el hombro en un gesto paternal y le dijo que estaría en la habitación, que les ofreciera a los invitados un refresco y las galletas que quedaban en la alacena; luego, sin decir más, entró en el cuarto para ya no salir, supuso.

Bertholdt, en primera instancia, pensó que aquel primer hombre de cabello negro y ojos verdes que había salido era su padre, luego se dio cuenta de que no era así, cuando vio al otro hombre rubio y bajito entrar por la puerta. Porque eran iguales. Pareciese como si aquel aire misterioso y frío fuese una extensión más de la genética Leonhardt, por supuesto que no lo podría asegurar ya que no conocía a alguien más de esa familia, pero tal vez lo podría deducir teniendo como base a esos dos personajes; el de la habitación, y a la que tenía frente a él.

―Tú y tu padre son iguales, digo, en apariencia―le dijo, intentando entablar una conversación nimia que le ayudara a comenzar otra más profunda, sin embargo, cuando se atrevió a mirarla a la cara, lo que se esperaba era más indiferencia y frialdad, incluso esperaba ser ignorado deliberadamente. Lo que si no se esperaba, era la mirada de Leonhardt clavada en la suya.

Teniéndola así, de cerca, inclusive podría ponerse a estudiarla mejor, claro, dejando de lado el peligro que podría significar aquella mirada: parecía como si aquellos dos ojos que acaparaban con rapidez todo lo que a su alrededor ocurría, desprendiera fuego ardiente, como si fuera hielo ardiente que quemaba todo a su paso. Como si fuesen pedazos de hielos que quemaban cuando los sostenían por demasiado tiempo, y a la vez, como si contuviesen el fulgor de aquel fuego que te intenta lamer con su vapor avasallador.

Aquellos ojos azules refulgían tanto, que parecían capaces de provocar dos tipos de reacciones al mismo tiempo, algo así como pavor y cariño.

Parecían contener tantas cosas; si los observaba demasiado, podría decir que había oscuridad, si los veía de reojo, podía decir que ahí había algo siniestro y, en algunas otras ocasiones, más bien en la mayoría de las ocasiones, podía decir que era demasiado imprescindible buscarle la lógica a aquellos dos órganos, porque tal vez sólo eran la viva representación de lo genuino.

―Supongo que debo tomarlo como un cumplido, ¿no es así? ―le preguntó ella… y no pudo hacer nada sino tartamudear una bendita respuesta.

―B-Bueno, si tú quieres, sí…―no supo qué más decir. Solamente se limitó a beber del vaso para disimular.

Ella ya nada dijo, sólo se levantó para prender el ventilador de techo, deshaciéndose de la conversación. Sin embargo, cuando dejó el vaso de lado y miró a Historia, vio cómo esta levantaba el pulgar y le decía, entre murmullos, que lo había hecho bien.

Porque sí, había sido su primera conversación cara a cara, tan sólo de dos oraciones, pero conversación, al fin y al cabo.

Bertholdt no era un chico muy nerd, pero podría jurar que, inclusive, le habían entrado unas ganas tremendas de escribir aquella primera conversación en algún tipo de diario que jamás había pensado tener―y que no tendría―, pero no importaba, un paso era un paso, después de todo ¿cómo lograban las gotas de agua hacer figuras con las rocas?


Nota de Autora: pues bien, aquí estamos de nuevo, ¡salvo! Que esta vez no traje un oneshot como realmente acostumbro. Si bien los oneshot son lo mío, ya que me encanta redactar y los diálogos no se me dan muy bien, me dije que ya era hora de salir de mi zona de confort, ¡y qué mejor que con un BeruAni!

Son mi OTP, y me ha encantado escribir de ellos, como siempre. Sólo que ahora esto será un fic, de no más de cuatro capítulos. Simplemente esta idea me surgió como un Oneshot, y de hecho ya lo tenía casi completado, pero de nueva cuenta me dije que sería mejor si lo hacía uno de varios capítulos, ya que me daría más espacio para meterme y explicar mejor la historia. Obviamente como esto es el primer cap, aún no hay nada de nada, pero irá avanzando, ya lo verán XD.

Solamente queda agradecer ¡infinitamente! si leyeron, y espero que hayan disfrutado como yo escribirlo, de antemano disculpas si está un poco flojo, pero la verdad no tenía idea de donde terminarlo xD.

¡MUCHISIMAS GRACIAS A TODOS LOS QUE DEJARON REVIEWS EN EL ONESHOT BERUANI!