Tiempo
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Capítulo 1: Experimento
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—¡Dejanos salir, maldita fresa! —exclamaba al techo un joven de cabello platino y orbes verdosos, visiblemente enfadado.
—Venga, venga, cálmate Gokudera —intentaba tranquilizarle un chico de cabellos azabaches y alegres ojos café claro, con su habitual sonrisa—. Estoy seguro que el amigo del pequeñín nos dejará salir pronto.
—¡Estamos encerrados al extremo! —exclamaba un albino, alzando sus puños.
—Kufufufu, no sé que habrá hecho, pero por alguna razón no puedo usar mis ilusiones —decía uno de los mayores de la habitación, con el pelo azul oscuro en forma de piña. A su lado estaba una chica de cabellos violáceos con el mismo peinado frutal.
—Morderé hasta la muerte a ese herbívoro —decía un molesto chico de cabellos azabaches y orbes grises, con sus tonfas en mano.
—Chicos, calmaos —un castaño intentaba apaciguar a sus amigos, sin demasiado éxito.
—Dame-Tsuna, agradece que no pueda moverme —dijo un molesto niño de sombrero negro—. Deberías poder controlar a tus propios guardianes.
El aludido suspiró. Internamente, agradecía al ex-arcobaleno del rayo que hubiera usado aquellos polvos en la sala para paralizar a su tutor, sin llegar a ser letal.
Pese a la liberación de la maldición, el pequeño de pelo verde había desarrollado aquella sustancia para que paralizaran los sentidos de quien los oliera, aunque lo mucho que había conseguido por el momento era que inmovilizara a los niños menores de seis años.
Sin embargo, sabía que si algo ponía de mal humor al hitman, este se deshaogaba con él.
—¡Verde! ¿Por qué estás haciendo esto? —exclamó el castaño analizando el techo y descubriendo, gracias a su intuición, una micro-cámara incrustado en él.
La miró fijamente, esperando una respuesta.
—Vaya, vaya —un holograma de un niño de la misma edad que el hitman, con el pelo verde en forma de fresa y con gafas, se hizo presente en medio de la habitación, atrayendo la atención de los presentes—. No pensé que descubrirías mi cámara oculta, supongo que esta debe ser la famosa hiper intuición de los Vongola.
—No la tiene bien desarrollada, porque si fuera así, no estariamos aquí —intervino Reborn, haciendo que su alumno riera nervioso.
—Maldita fresa, ¿qué se supone que quieres ahora? —un enfadado guardián de la tormenta miraba el holograma con desprecio.
—Es un experimento… —el pequeño científico se interrumpió al notar un detalle—. Espera, ¿dónde está el guardián del rayo?
—No lo encontraba, así que decidí dejarlo fuera de esto —respondió Tsuna—. Parece que hice bien.
—No te alegres por eso, Dame-Tsuna —dijo el de sombrero, irritado por no poder golpear a su estudiante—. Verde, liberame ahora.
—Ni lo sueñes. Conociéndote, podrás salir de la habitación de alguna manera junto a todos y eso no me conviene —replicó el de pelo verde—. Además, tú eres un imprevisto, deberían estar solo los guardianes y Sawada.
—Pero falta la vaca estúpida, así que suéltanos ahora —el de ojos verdes intentaba por todos los medios mantener la calma y no explotar la habitación.
La sala estaba completamente a prueba de bombas, puños, llamas, espadas, tonfas e ilusiones. Las balas no lo habían probado, dado que el único armado era Reborn, quien no podía moverse.
—Eso también es un imprevisto, pero podemos solucionarlo —el niño chasqueó los dedos y una parte de la pared derecha se movió rotatoriamente, dejando ver a un pelirrojo inconsciente que todos conocían bien.
—¡Enma-kun! —Tsuna corrió hacia su amigo al verlo caer al suelo.
—Ah… ¿Tsuna-kun? —preguntó el chico, abriendo los ojos con dificultad y tocándose la cabeza.
—Menos mal, estás bien —sonrió el castaño, ayudando a Kozato a levantarse.
—¿Qué tiene que ver Dame-Enma aquí, Verde? —preguntó el ex-arcobaleno del sol.
—Es cierto, él no es un guardián —dijo Tsuna.
—Sustituirá al guardián del rayo, creo que su poder como el portador de la llama de la Tierra servirá como reemplazo.
—Con que lo tenías preparado, maldito —murmuró con rabia Hayato, apretando los puños con más fuerza.
—Siempre hay que tener un plan B —se ajustó las gafas con autosuficiencia, enfadando más al guardián de la tormenta, que no aguantaba ya las ganas de pegarle al holograma un buen puñetazo.
—¿Qué planeas, Verde? —preguntó Reborn por todos los presentes.
—Es un experimento, como decía, espacio-temporal —empezó el niño—. Algo parecido al efecto de la Bazooka de los diez años pero controlando el tiempo de duración y la época.
—¿Y por qué estamos aquí? —dijo Mukuro.
A él y al guardián de la nube les había convencido el castaño de entrar ahí con la promesa de que el otro se encontraría en el mismo lugar. Nunca dirían no a una buena pelea.
—Porque se necesita del poder de las llamas para que funcione —respondió, pero sorprendentemente, no era la voz del niño.
—¡Spanner! —exclamó Tsuna, reconociendo esa voz.
—Vongola —fue el saludo del rubio, aunque no se le veía en holograma como al científico.
—¡Maldito! ¿Estás de acuerdo en esto? —exclamó Gokudera enfadado.
—Lo siento, Tsunayoshi-kun —una tercera voz se disculpó.
—¡Ese es Shoichi-kun! —se sorprendió el castaño. ¿Qué estaba pasando?
—Lo lamento, décimo —una segunda disculpa vino de otra persona, la cuarta.
—¡Gianinni! —volvió a exclamar el joven Vongola.
—Hemos trabajado mucho tiempo en esto… necesitamos de su cooperación —dijo Irie apenado.
—Hervíboros… —murmuró un irritado Hibari. Odiaba quedarse quieto, como también detestaba las multitudes.
Y eso era exactamente lo que tenía ahí, dos por uno.
—¡No queremos al extremo! —se negó Ryohei por todos.
—¡Ni lo sueñes! —secundó Gokudera.
—Chicos, lo siento, pero creo que es peligroso… —dijo Tsuna—. Además de que tengo que prepararme para la ceremonia de sucesión, que será en dos meses…
—Eso es cierto, Dame-Tsuna no tiene tiempo para juegos —añadió Reborn.
—Yo no tengo nada que ver aquí —apoyó Enma a su amigo—. Además, si no vuelvo pronto, los chicos se preocuparán.
—Kufufufu, no me fio de vosotros —dijo el ilusionista, apoyado en silencio por Chrome.
—Creo que sería divertido, pero por esta vez me negaré —opinó un alegre Yamamoto.
—Lo hemos intentado por las buenas —la voz de Verde atrajo la atención de los presentes—. Como os negáis, será por las malas.
—¿Por… las malas? —preguntó un temeroso Tsuna.
Repentinamente, la habitación se iluminó con una luz blanquecina. El holograma de Verde desapareció, pero escuchaban cómo daba órdenes a los informáticos.
Entonces, los accesorios que los presentes llevaban, a excepción de Reborn, empezaron a brillar con sus respectivas llamas. Estas salían y se unían al brillante techo, que las absorbía como si de un agujero negro se tratase.
—¿Qué demonios…? —dijo el de cabellos plateados, viendo como sus llamas y las de sus amigos eran tomadas sin que ellos las activaran siquiera.
—Tranquilos, no os quitaran mucha energía —dijo Verde—. Esto es gracias a las llamas puras del tipo cielo y las poderosas llamas de la tierra… —explicó—. Pero los dos portadores resultarán los más agotados.
Murmuró algo de su interés por investigar esas llamas marrones rojizas más a fondo, y continuó dando órdenes a los demás.
—Viajaréis quince años al futuro durante dos días —anunció Spanner con su habitual voz neutral.
—¡E-espera! —exclamó Tsuna, viendo como su cuerpo se volvía transparente, al igual que los demás.
Entonces, una quinta voz resonó desde la sala de los informáticos.
—¡Lambo-sama va a jugar con los frikis de los ordenadores! —el guardián del rayo, de ahora siete años, empezó a juguetear con todo lo que encontraba en la sala.
Ninguno de los cuatro no podían detenerlo, pues el proceso de teletransportación requería de toda su concentración.
—¡Lambo, no debes molestar! —una niña de la misma edad, vestida con un traje rojo, intentaba detener al chico.
En su pelea, el guardián fue lanzado contra el ordenador de Spanner, tocando todas las teclas de este.
—Esto es malo —dijo el rubio, viendo la señal de error al haberse pulsado cosas sin sentido. Siguió tecleando una vez apartó al niño, pero era inútil—. Hay que sacarles de ahí.
—Demasiado tarde —anunció Verde, viendo que el proceso se había completado y no había nadie ya en aquella habitación.
—¿Puedes averiguar a qué época han viajado, Spanner? —preguntó Shoichi, sintiendo el dolor de estómago habitual debido a su nerviosismo.
—Sí… —afirmó, sin separar sus ojos de la pantalla—. Han ido al pasado, 400 años, exactamente.
—¿Y cuánto se quedarán? —preguntó Gianinni, preocupado también.
—Pues… —la explosión de una granada resonó en la habitación, y los cuatro voltearon para ver la gran máquina que tanto tiempo les llevó construir, totalmente destrozada—. Volverán cuando logremos repararla.
Lambo recibió las miradas asesinas de los ingenieros expertos en informática junto a la del científico, y supo que se había metido en un buen lío.
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¡Salut a todos! ¿Me extrañabais, ne? XD
Bueno, he estado enloqueciendo últimamente y me he dicho, pues venga, hagamos un fic. Y pues este es el resultado.
Je, bueno, ¿qué os ha parecido? Sé que no escribo todo lo bien que me gustaria, pero bueh~. Algo es algo, y mis locuras lunáticas no tienen fin.
Okiz, dicho esto, me gustaría agradeceros a los que habéis comentado en mis otras historias. Me alegráis, de verdad. Espero que esta sea igual de aceptada.
¿Me dais un review? ¿una tartita de chocolate *-*? ¿Un disparo?
¡Au revoir! Nos leeremos pronto~
