El pelirrojo pateaba con todas sus fuerzas el mismo árbol que le servía para desahogar su ira cada dos días ¿El motivo? La directora lo había citado esa mañana a su oficina, él chico no entendía el motivo, era el primer día de clases y no había hecho nada que mereciera una visita a la oficina de la directora. Como no tenía ganas de empezar el último año escolar con el delegado siguiéndolo por todas partes reclamándole que fuera a cumplir con la directora, con mucho fastidio se dirigió hacia el lugar.
Al llegar no se encontró solo con la directora y su perro, Kiki, en brazos, sino también con varios profesores del instituto mirándolo con descaro.
—Castiel, toma asiento—el pelirrojo extrañado por la aparente hospitalidad de la autoridad de la escuela se sentó frente a ella con cautela—. Iré directo al punto, Castiel—empezó a hablar mientras acariciaba la cabeza del perro—. Este es tu último año.
—Vaya, no estaba enterado—interrumpió el chico con ironía. La directora por su parte, no se inmutó ante aquella falta de respeto, al contrario, ya la esperaba.
—A lo que quiero llegar es a que usted muy bien debe saber que esta es la última oportunidad para mejorar su función actual en esta institución.
— ¿Mi función? —interrogó Castiel alzando una ceja.
—Sabe muy bien a lo que me refiero—respondió la directora al tiempo que sacaba una carpeta con el nombre de Castiel por fuera. La señora abrió la carpeta mostrando así todo sobre el chico sentado frente a ella, desde sus alergias hasta por lo que era más famoso, sus constantes faltas a clases—.Usuales faltas a clases, discutir e interrumpir a los profesores mientras impartían su clase, bajas calificaciones. Esto en sí es algo deplorable e inaceptable, Castiel.
— ¿y? ¿Espera a que eso me importe? Porque no lo está logrando, Dire— sentenció el chico sonriendo con burla. La directora en vez de enojarse y gritarle sonrió de la misma manera lo cual le provocó un sentimiento de inseguridad, el cual no demostró como ya estaba acostumbrado.
—Se lo diré en términos que me entienda—se levantó y dejó a su perro en brazos del profesor Fárres—Usted no es apto para ser un alumno de último año con este… Penoso expediente. En otras palabras, no puede seguir estudiando aquí—el pelirrojo palideció completamente. Cualquiera pensaría que con recibir semejante noticia se alegraría y largaría de lo más feliz del recinto, pero era más bien lo contrario—.Veo que sabe las consecuencias que le puede traer esto ¿No? —Antes de que siquiera el chico lo pensara, la directora sacó del expediente una copia de la orden del juez que le permitió la emancipación a Castiel—. Cito: Se le otorga la emancipación al menor Castiel Briand de sus tutores legales Damien Briand y Marie Calleja. El menor Castiel recibirá compensación económica de sus padres para costear todo lo necesario en su nueva vida como adulto siempre y cuando respete los siguientes términos…
—Ya entendí, no es necesario leer más—Interrumpió esperando piedad de la señora, la cual no obtuvo.
—Me saltaré a lo más importante—Sonrió con sorna—. Nuevamente cito: Siete: El menor Castiel deberá concluir sus estudios académicos en el instituto Sweet Amoris, Aún cuando ya para ese entonces su último año, cumplirá su mayoría de edad—La directora volvió a sonreírle con evidente deleite al pelirrojo que parecía que iba a saltarle encima y desatar su furia—.Ahora la Maestra Lombard le leerá una de las reglas de este instituto—la mencionada maestra se aclaró la garganta y empezó a leer en voz alta la regla.
—Regla No.26: Todos los alumnos de último año deben contar con un registro con mínimo una nota media de siete y una asistencia con un máximo de cinco ausencias. En caso de que el estudiante no cumpla con esta regla se le expulsará inmediata y definitivamente de la institución.
— ¿Ya ve por donde va la cosa?
— ¡Sí, entendí muy bien! —Gritó el chico levantándose impulsivamente de su asiento—Lo que no entiendo es el porqué de tanto teatrito. Si me van expulsar, háganlo ya y punto—dictó Castiel a punto de irse de la oficina. Muy bien sabía que no le convenía esa expulsión pero primero muerto antes que rogarle a aquella señora por una segunda oportunidad.
—No tan rápido—lo paró la directora—. No hay nada que me alegrara más el día que sacarlo definitivamente de mi escuela, sin embargo, soy una persona justa y gracias al Profesor Fárres he decidido obviar esta regla—Castiel no podía creerlo ¿Realmente la directora le estaba dando una segunda oportunidad? —, pero hay una condición—el chico bufó sabiendo que las cosas no serían tan fáciles—.Sí quiere seguir en esta institución deberá dar una cambio radical a su función actual. Deberá asistir a cada clase sin excepción, deberá respetar a sus maestros y no causar ningún tipo de problemas dentro o fuera de la clase y por supuesto, deberá subir su promedio actual de seis a un mínimo de nueve y mantenerlo todo el año.
— ¿¡Qué!? ¿Y cómo espera que logre eso último? ¡Es imposible! —El pelirrojo ya había cerrado instintivamente el puño como si pudiera realmente golpear a la directora.
—Para eso le he asignado a un tutor. Esta chica es compañera suya y a diferencia de usted es una estudiante modelo—ya Castiel se imaginaba quien era. Melody, otra lame botas de la directora y los profesores. No le apetecía nada tener a aquella chica de tutora, la última vez que lo fue apenas podía dormir tranquilo porque a la chica se le ocurrió despertarlo con varios mensajes con datos tan interesantes como la mierda de su perro. Pero en comparación con Nathaniel, el cual también fue su tutor un tiempo atrás, la chica era por millones menos insufrible.
—Está bien, ¿Cuándo empieza mis tutorías con Melody? —se resignó el pelirrojo con ganas de salir de allí lo más rápido posible y descargar su ira contra lo que sea.
—La señorita Melody no es la tutora que se encargará de usted. Esta chica es la más inteligente de la clase y no sé cómo no se me ocurrió antes asignársela como tutora, porque estoy más que segura que con ella no funcionará ninguna de la tretas usadas por usted con sus anteriores tutores.
— ¿Quiere dejar ya el misterio? —espetó el chico con las últimas gotas de su paciencia.
—Nora Jude. Promedio de 10, una sola ausencia en toda su estadía en el instituto, respetuosa, cortés y nada problemática. Estoy segura que ella será capaz de hacer que su promedio se eleve considerablemente.
— ¿Ya puedo irme? ¿O seguirá poniendo por los cielos a su Nora? —el pelirrojo parecía un volcán a punto de hacer erupción.
—Una cosa más, las sesiones de tutorías empiezan desde hoy—los ojos de Castiel se abrieron de manera abrupta—.Nora se verá con usted en la biblioteca durante el receso. Ya puede irse—Finalizó la directora con sonrisa triunfante antes de que el pelirrojo saliera dando un fuerte portazo.
Después de haber salido de la oficina, empujo a todo aquel que se cruzara en su camino hasta llegar al patio y sin dudar un segundo le diera una fuerte patada al banco una y otra vez. Luego volvió a patear fuertemente esta vez al roble que estaba detrás del banco acompañado de gruñidos guturales y groserías, que si bien la directora lo viera haciendo ese berrinche esta vez no dudaría en sacarlo del instituto.
— ¡Maldita cincuentona! —una patada al tronco— ¡Y su maldito perro ridículo! —otra patada que hizo que se le pegara la corteza del árbol en las suelas de sus botas. Al ver esto se enojó más y ya se preparaba para golpear con sus puños aquel roble como si fuera el causante de su ira, cuando una voz femenina lo interrumpió.
—Castiel Briand—el nombrado se giró a ver a la que sería su tutora, Nora Jude. Alta, delgada, de pelo anaranjado y largo hasta alcanzar sus caderas, y finalmente, unos ojos plateados, penetrantes y rigurosos como los de un opresor. El solo verla ahí parada con su pose de autoridad le provocaba una leve jaqueca al pelirrojo. Nora Jude le producía el mismo sentimiento que le provocaba el delegado: Desprecio.
Hace exactamente un año, el primer día de clases, una chica de pelo del color de las naranjas salió por la puerta del copiloto de un Mazda blanco caminando con demasiada seguridad e indiferencia hacia la gente a su alrededor. La chica en cuestión era nueva en aquel instituto y en vez de verse cohibida y tímida como es lo común cuando se es nuevo en cualquier lugar, la actitud que desempeñaba en aquel momento parecía ser la de una veterana de aquel recinto.
En la entrada del instituto se encontraba Castiel tocando su guitarra sin importar que las clases estuvieran ya por empezar. Tocaba las últimas notas de una canción de su banda favorita cuando un billete de cinco euros cayó sobre el estuche de su guitarra.
Miró a quien se atrevió a hacer tal cosa y se encontró con unos fríos ojos plateados.
— ¿Se puede saber qué haces? —interrogó el pelirrojo agarrando el billete y devolviéndoselo violentamente en las manos a la chica de pelo anaranjado.
—Compenso tu esfuerzo por venir a mendigar a un lugar donde todos sus alumnos pasan a tu lado ignorándote—respondió sin una pizca de sorpresa ante la actitud del chico.
La cara de Castiel se tiño de rojo por la furia que se avecinaba a pasos agigantados ¿Quién se creía esa engreída para tratarlo como si fuera un indigente? Se levantó de improviso y se acercó peligrosamente hacia la pelinaranja.
— ¿¡Acaso te parezco un maldito mendigo!? —Le espetó gritándole en sus propias narices a la chica. La chica retrocedió un paso sin seguir inmutarse e ignoró magistralmente al pelirrojo al pasar por su lado entrando al instituto. Castiel por su parte se sentía dividió entre la estupefacción de que la chica haya reaccionado de aquella manera y el enojo que le provocó tal reacción de su parte. Antes de darse cuenta ya estaba siguiéndola dentro del recinto y acorralándola contra los casilleros.
—Ya el asunto se aclaró, ¿Puedes soltarme? —le expresó la pelinaranja sin cambiar la expresión de su rostro ni impresionarse por la peligrosa cercanía de aquel chico.
— ¿Quién te crees que eres para venir y tratarme como un idiota? ¡Dime! —la zarandeó por los hombros olvidándose del lugar en el que se encontraba. De repente sintió como era arrojado al suelo por una fuerza descomunal. Miró a Nathaniel que lo agarraba por el cuello de su chaqueta y lo pegaba a los casilleros.
— ¿Te sientes muy malo molestando a una estudiante nueva? ¿No es así? —el rubio no pudo seguir formulando preguntas al ser empujado por Castiel y cayendo sobre un grupo de estudiantes. Nathaniel se levantó rápidamente dispuesto a golpear el rostro del pelirrojo cuando unos brazos lo rodearon por atrás.
— ¡Por favor Nathaniel! ¡No sigas! —Melody lo detuvo justo a tiempo— Si lo haces te meterás en problemas.
—Que bueno que tengas a tu novia para salvar tu culo ¿No, delegado? —El rostro de Melody enrojeció notablemente mientras que Nathaniel intentaba zafarse de los brazos de esta para poner en marcha nuevamente su plan de golpearlo en el rostro, sin embargo, se pudo calmar cuando una fina mano se posó en su hombro. Miró a poseedora de esa mano y se encontró con los ojos más exquisitos que hubiera presenciado en su vida.
—Por favor, no sigas—suplicó con una suave e impasible voz la chica de pelo anaranjado y ojos de plata—. No vale la pena provocar más escándalo por un individuo como él—las mejillas de Nathaniel se tiñeron levemente de rojo al darse cuenta que había estado haciendo un show todo ese tiempo. Por otra parte, Castiel se sentía cada vez más iracundo. Aquella tipa lo acababa de insultar y estaba resguardando al delegado. Antes de que siquiera lo notara, Nathaniel, Melody y la chica nueva se fueron por su lado a la Sala de delegados, dejándolo como un completo subnormal en medio del pasillo.
— ¿Qué quieres? —Le inquirió Castiel a Nora que lo miraba con su típica expresión de menosprecio—Se supone que me encontraría contigo en el receso no ahora.
—La directora solicitó que me asegurará que llegaras a la primera clase—respondió impasible colocando un mechón anaranjado detrás de su oreja.
—Pensaba que tendría a una tutora no a una niñera—soltó Castiel con evidente fastidio tiñendo su voz.
—Acompáñame—le invitó Nora mientras se daba la vuelta y caminaba con pasos firmes y seguros hacia la puerta que daba la interior del instituto.
La pelinaranja se detuvo al notar que Castiel no había dado ni un paso fuera de su lugar. Castiel sonrió burlonamente y mirándola a los ojos con desafío se sentó en el banco que anterior mente había pateado.
—No me da la gana acompañarte—estiro ambos brazos a lo largo del respaldo del banco—. Tal vez si tuvieras más atributos con los cuáles convencerme, lo pensaría—ultimó mirando el poco pecho de Nora. Esta se acercó y lo miró desde arriba sin cambiar su expresión de desafecto.
—Si no me acompañas, la directora se enterará que faltaste a tu primera clase y estoy segura de que si se entera te retirará tu última oportunidad—Sentenció firme la pelinaranja provocando que los rasgos de la cara de Castiel se crisparan en una mueca de enfado. Simplemente el pelirrojo no podía creer que la directora le hablara de su situación a la desabrida que tenía en frente. Gruñendo y mandando su orgullo al carajo, se levantó de la banca y caminó con coraje hacia el interior del recinto seguido por los pasos seguros de Nora.
Por la mente del pelirrojo solo cruzaba una cosa: Si Nora Jude creía que podía someterlo, pues estaba equivocada. Castiel Briand sería su peor pesadilla.
