Mi pequeño niño
Había cosas que Aomine Daiki admitía, una de esas que le gustaban las chicas con senos exuberantes cuerpo de reloj de arena y caras lindas. Claro, todo eso antes de conocer a Kagami Taiga.
Taiga se había mudado al edificio en el que llevaba viviendo desde su infancia, llegó hace sólo 3 meses, lo que no es raro, pero es que ese muchachito de sólo 13 años revolucionó su mundo por completo.
Para ese entonces Daiki ya tenía 16 años y estaba pasando preparatoria, Taiga en cambio iba en secundaria. Pero eso no impedía que el muchachito anduviera metiendo a la habitación de Daiki por medio en su balcón al que tenía acceso instantáneo pues las habitaciones de ambos coincidían en paralelo.
No pasó mucho tiempo antes de que la madre de Taiga y la de Daiki se hicieron amigas, ambas eran dueñas de casa y convivían a diario entre la crianza de los hijos y los cuchicheos de madres empedernidos. Sus padres eran compañeros de trabajo. De hecho, fue por eso mismo que los Kagami se había mudado a ese edificio, ya que fue el señor Aomine quien le dijo a su compañero de trabajo que el departamento junto al de ellos estaba la venta.
Vamos que no había que ser un genio para saber qué es lo que iba a pasar si el adolescente Taiga pasaba sus tardes mirando al moreno juntos a su ventana. Y admitámoslo, Daiki no ni un santo. Este aprovechaba las noches para escudriñar al lado y encontrar a Taiga en posiciones que no debería de conocer a esa edad. Y el colmo de males había sido esa maldita bata rosada que le habían regalado a Taiga por error. Una amiga de la abuela de Taiga se la había mandado para su cumpleaños pensando que era una chica. A idea de Daiki esta le queda espectacularmente sexy al adolescente.
-No sabía que tenías ese tipo de hobby, Taiga.
El pelirrojo se había puesto completamente rojo cuándo vio aparecer por su ventana al adolescente
-¿Qué haces aquí de aquí? -pregunta haciendo un puchero tratando de cerrar bien la bata que estaba probándose hace un momento.
-Venía a ver el escándalo que tenía mi madre y la tuya cuando dijeron de tu regalito.
-Pues ya viste, ahora lárgate.
-No, no, no, no, no, quiero que me modeles Taiga.
El muchacho se sonrojó completamente, no esperaba que Daiki se comportará tan descarado, pero Taiga era aún peor. Camino hasta apoyarse sobre el escritorio, separó las piernas dejando que las correas de la bata cubrieron su masculinidad.
-¿No lleva nada debajo? -preguntó de manera obscena sobando la erección que empezaba a crecer en sus pantalones
-Porque no vienes a verla igual lo por ti mismo.
Ese niño iba a ser la perdición de Daiki.
El moreno se puso en marcha hasta el escritorio y sostuvo al adolescente por la cintura.
-No juegues con fuego Taiga, podrías quemarte -le susurró al oído.
-Entonces quémate conmigo.
Se paralizó por un momento, no podía acostarse con un chico de 13 años, así que simplemente lo acercó a su cuerpo y le dio un buen chupón en la parte del hombro, sabía que dejaría una marca, pero está en un lugar muy cómodo para tapar.
-Aún no tigre, aún estás verde.
Taiga hizo un puchero, pero se quedó apoyado en el escritorio moviendo la pierna mientras veía como Daiki se alejada por la ventana y volvió a su habitación.
-No tengo tanta paciencia como tú, Daiki -se dijo al encontrarse sólo la habitación- veremos cuánto puedes aguantar.
Fin
