Minific terryfan dedicado a sus seguidoras, pero en especial, a una gran amiga mía que ¡no es terryfan! Friditas espero que mi humilde trabajo te guste, me inspiré en una conocida canción de Sabina, en el teatro clásico, y en sus supersticiones.
PRÓLOGO
Los periódicos más prestigiosos, tanto en Londres, como en París, Nueva York, Los Ángeles, o Chicago; se hacían eco de una importante noticia proveniente de la farándula. Todos repetían, sin apenas cambiar alguna palabra, la nota publicada por la revista especializada en teatro y cine más famosa del mundo. Internet y sus múltiples aplicaciones bullían con el escueto comunicado de prensa, proveniente de la oficina de representación del artista, el cual fue reproducido en cientos de sitios y páginas.
"Después de casi cinco años de silencio escénico, volcado en su faceta de guionista y director, la revelación juvenil de las tablas y el celuloide, Terrence Baker; anuncia su triunfal regreso a los escenarios. Y como no hay plazo que no llegue, ni fecha que no se cumpla; el próximo 18 de abril, unos cuantos afortunados que pudieron conseguir una entrada tendrán el privilegio de presenciar el retorno de quien, a juicio de todos los críticos teatrales, es el mejor actor de su generación. El señor Baker regresa con un espectáculo unipersonal variado en la misma función, que será la única que ofrecerá antes de volver al circuito teatral con un montaje al estilo tradicional. El primer acto del programa, consiste en fragmentos del famoso poema gótico de Robert Browning Childe Roland to the Dark Tower Came(1,), y del conocidísimo Hamlet shakesperiano, Mientras que del segundo monólogo, su oficina de representación ha informado que es de la propia autoría del actor. También sabemos que ofrecerá algunos monólogos que forman parte de obras muy conocidas, como el de Hamlet, y alguna otra sorpresa para sus admiradores. Según su publirrelacionista, se trata de un trabajo intenso, dramático, sincero y, en gran medida, autobiográfico
Varios medios añadían:
Estamos a la expectativa de las impresiones que nos confíen los espectadores; y dichos comentarios serán publicados el próximo número.
CAPÍTULO 1
El gran día, pequeño teatro estaba lleno a rebosar. No era el recinto más grande de Nueva York, ni mucho menos. De hecho, se trata de un pequeño local más bien descuidado en Off-Broadway; pero donde se han montado puestas en escena de gran calidad argumental y actoral. Como no tiene necesidades económicas, Terry decidió ofrecer sus monólogos en aquel pequeño santuario de la actuación, que han honrado monstruos del escenario del calibre de su propia madre; por la cual renunció a todo vínculo paterno, al punto de cambiar su apellido por Baker.
«Que en Gloria esté» musitó el hombre, automáticamente. La diva Eleanor Baker, había perdido la batalla contra el cáncer hacía casi cuatro años. Habría sido insoportable, si no hubiera estado Ella para reconfortarlo con su cariño y optimistas cuidados.
«Ella»
Terry suspiró nostálgico, dio un último repaso a su aspecto; comprobando a través del espejo de su camerino. Y una vez que hubo aprobado el conjunto de formal smoking, y se atusó un poco el sedoso cabello castaño; tomó del galán de noche que había entre el espejo y la puerta, un sombrero de copa y una gran capa negra. Se calzó el sombrero de distintas formas, hasta encontrar una que le satisfizo –dejando algunos graciosos mechones castaños caer por su frente-; y por fin salió hacia el escenario.
Notó con satisfacción que, aunque conservara muchos rituales previos a cada función –como los toreros tienen los suyos antes de salir al ruedo-; había uno que ya no estaba. Su camerino, en otros tiempos, estaba presidido por un carrito en el que reposaban varias botellas de champagne, convenientemente enfriadas en su cubo con hielos. Pero los días de vino y rosas, de mujeres y desenfreno, habían quedado en el pasado.
Ni siquiera se molestó en apagar las luces, cuando abandonó su camerino. De todas formas Charlie, su fiel asistente, se encargaría como siempre de esas minucias; a fin de que el divo de la actuación no distrajera su genio en fruslerías. Como sea, su asistente se aseguró de dejar una única luz encendida, una pequeña bombilla que sustituía la vela que; en otros tiempos, se dejaba en los camerinos para alejar a los fantasmas. Había muchas más supersticiones teatrales que Terry conocía, pero como joven instruido, no creía en ellas; aunque dejaba que la veterana gente del teatro siguiera respetándolas, siempre y cuando no interfirieran con su trabajo. Sin embargo esta noche, siguiendo la estela de otros seres transgresores, el escenario estaría lleno de referentes que, en el argot del teatro, daban mala suerte.
Y los recuerdos de una discusión se agolpan en su mente…
-¡Maldita sea, Terry, si el teatro se incendia será por tu culpa! –exclamó alarmada su vieja amiga y compañera de trabajo Karen Kleiss, cuando el actor le explicó sus planes sobre el vestuario y atrezzo para su monólogo.
-Karen, es mi monólogo, ¿no dices que nunca hay que limitar la capacidad creativa de la gente? –contestó Terry, con un tono de voz que imitaba al de su amiga actriz.
Ella, entre enfadada y divertida, hace un mohín. ¡Cuánto se quieren y respetan! Los dos son actores de raza, comprometidos, responsables… aunque con el tiempo la Kleiss ha demostrado además tener una gran capacidad administrativa; y por ello Terry la eligió como su representante y a veces hasta le ha dirigido en sus obras.
-Yo sólo te aviso que si llega una multa, por lo que sea, te la descontaré de tus ganancias.
-De acuerdo. –contesta el actor, encogiéndose de hombros –En la vida, para hacer algo grande hay que correr riesgos. Te recuerdo que tú misma diste un gran salto de valor hace un par de años, querida, y, a pesar de haber estado en desacuerdo, te apoyé sin condiciones.
Karen se sonroja, descolocada, aunque contesta rápidamente.
-Pero salió bien, Terry. Esto, no lo sé…
Depositando un beso cariñoso en la pelirroja coronilla de su amiga, Terry le sonríe antes de alejarse para continuar sus ensayos.
Terry había cultivado minuciosamente una imagen pública de excentricidad y dramatismo mezclada con misterio. Le gustaba que le describieran como un poète maudit decimonónico, marcado por la tragedia; al igual que sus admirados Rimbaud y Verlaine. No sólo admiraba su calidad como poetas, sino que sentía que había cierta similitud entre sus historias de amor, tal vez por los abruptos finales en ambas y la consecuente imposibilidad de concluirlas felizmente.
Con paso seguro y ¡silbando! –una superstición muy negativa en el argot teatral- atravesó el poco trayecto que le quedaba, esperó a que las bambalinas lo descubrieran como flor abriéndose y, casi sin darse cuenta, se vio de cara al ansioso público. Era increíble la magia que sentía en cada función, pero esta vez; quizás por la ocasión y la sobriedad, las emociones fueron más intensas.
En sus butacas y palcos, las caras de los espectadores eran todo un poema. El actor se había esforzado en decorar el escenario de la forma más iconoclasta posible, incluyendo en él todos los elementos de mal fario que pudo recordar. No faltaban la pluma de pavorreal, un cartel de Macbeth decorando la negra pared del escenario; y para rematar, la entrada del actor silbando y llevando en el cuello un gran pañuelo amarillo, anudado al estilo Beau Brummel. La preocupación de Karen y el staff era totalmente comprensible.
-Muy bien, que empiece el espectáculo. ¡Jódete Molière! –comentó para sí mismo el joven, acomodando el pañuelo amarillo de su cuello.
Las caras atónitas de los asistentes al teatro eran sobrecogedoras, como un mudo ejército de ojos muy abiertos. Terry sabía el motivo, y en cierto modo compartía la impresión. Sin embargo, su diablillo interior sonreía satisfecho. El motivo de aquella satisfacción, que henchía su pecho, y le hacía esbozar esa sonrisa pícara que gustaba tanto a sus admiradoras; no sólo era el asombro del público por verle reaparecer tras cinco años fuera de las tablas. Lo que realmente lo tiene feliz, además del teatro lleno, es que sus espectadores sean tan conocedores del argot teatral. De ahí su asombro ante los elementos de "mala suerte" colocados en el escenario.
Sin dilación, se dispuso a ofrecer su espectáculo. Hizo una leve señal a los encargados de luces, para dejar un único foco iluminando su figura durante la representación.
Dio un paso firme y audaz al frente, y mirando hacia su público, sin fijar la vista en nadie en particular, comenzó el monólogo maldito que encabezaba la función.
-My first thought was, he lied in every word,
That hoary cripple, with malicious eye
Askance to watch the working of his lie…
Mientras recitaba el sombrío monólogo; el joven experimentó un gran alivio de volver a los escenarios, a donde él sabía que pertenecía incluso antes de nacer. El poema de Browning y lo siguiente que iba a recitar, parte del acto V de Hamlet con el cráneo de Yorick; le recordaban particularmente a sus años en el Colegio San Pablo, pues una de sus innumerables travesuras fue recitar dichos monólogos en la capilla del colegio; para escándalo de las monjas.
Sonrió para sus adentros, al recordar que no había perdido la pasión por el teatro, y darse cuenta que ya desde entonces tenía los textos memorizados e interiorizados. Movía las manos con gracia, el cuerpo con la galante apostura de siempre; pero la voz ya no era la de aquel adolescente, sino madura, aterciopelada y bien modulada. Era la voz de un hombre que había crecido con su cuerpo y su mente; aunque la madurez interior hubiese tardado más en llegar. Apretó el puño, rabioso, pensando en ello.
¡Cuánto lamentaba haber hecho el tonto durante tantos años! Pero aún hay tiempo, se dijo; todo ello sin perder el hilo de la función.
Una vez terminó de recitar "Childe Roland…", dejó que el público aplaudiera un par de minutos, pero en cuanto cogió un cráneo de atrezzo, dispuesto en una pequeña mesa al fondo del escenario; volvió a hacerse un silencio sepulcral en el recinto.
Suspiró largamente y, alzando el cráneo de la mesa, dio inicio al célebre extracto de la conocida obra de Shakespeare.
-...Y esa otra, ¿por qué no podría ser la calavera de un letrado? ¿Adónde se fueron sus equívocos y sutilezas, sus litigios, sus interpretaciones, sus embrollos? ¿Por qué sufre ahora que ese bribón, grosero, le golpee contra la pared, con el azadón lleno de barro?... ¡Y no dirá palabra acerca de un hecho tan criminal! –Dejó el cráneo y cogió otro, y mirándolo sesudamente, continuó -Éste sería, quizás, mientras vivió, un gran comprador de tierras, con sus obligaciones y reconocimientos, transacciones, seguridades mutuas, pagos, recibos... Ve aquí el arriendo de sus arriendos, y el cobro de sus cobranzas; todo ha venido a parar en una calavera llena de lodo. Los títulos de los bienes que poseyó cabrían difícilmente en su ataúd. Y, no obstante eso, todas las fianzas y seguridades recíprocas de sus adquisiciones no le han podido asegurar otra posesión que la de un espacio pequeño, capaz de cubrirse con un par de sus escrituras... ¡Oh! ¡Y a su opulento sucesor tampoco le quedará más!
Cada palabra era pronunciada con el justo volumen y entonación; haciendo énfasis en los momentos más intensos del monólogo. Los espectadores contemplaban arrobados el espectáculo. Terry por sí solo llenaba el escenario, abarcaba toda la atmósfera, contagiando a los asistentes con los sentimientos de cada personaje representado.
Finalmente, cogió el tercer cráneo de los que reposaban en la sobria mesa del escenario, el que carecía de algunas piezas dentales, y mirándolo fijamente como si no hubiera nadie en el teatro; habló.
-¡Ay! ¡Pobre Yorick! Yo le conocí..., era un hombre sumamente gracioso de la más fecunda imaginación. Me acuerdo que siendo yo niño me llevó mil veces sobre sus hombros... y ahora su vista me llena de horror; y oprimido el pecho palpita... Aquí –pasando el dedo por la incompleta dentadura- estuvieron aquellos labios donde yo di besos sin número. ¿Qué se hicieron tus burlas, tus brincos, tus cantares y aquellos chistes repentinos que de ordinario animaban la mesa con alegre estrépito? Ahora, falto ya enteramente de músculos, ni aún puedes reírte de tu propia deformidad... Ve al tocador de alguna de nuestras damas y dile, para excitar su risa, que porque se ponga una pulgada de afeite en el rostro; al fin habrá de experimentar esta misma transformación...
Cuando hubo terminado, la ovación recibida fue atronadora. Ah, si supieran el torrente de sensaciones que ello le provocaba… naturalmente, agradecía en el fondo de su alma la entrega del público. Pero el rabioso aplauso le dolía en el alma, pues le sabía a poco. Era como hacer el amor, y no poder llegar al orgasmo. Doloroso e insatisfactorio, física y emocionalmente.
Hizo la esperada reverencia al público, dando por finalizado el primer acto de su espectáculo. El escenario se iba llenando de rosas, y su aroma se esparcía por las tablas que sostenían el peso del actor. El telón se cerró y las luces del patio de butacas se encendieron; para dar paso al intermedio, durante el cual los asistentes se dedicaron a hablar entre ellos, alabando el extraordinario trabajo de Terrence Baker; digno heredero de su madre. Los palcos parecían pequeñas islas, habitadas por personas en estado de éxtasis, que se olvidaban de los prejuicios sociales charlando con los camareros que les llevaban las bebidas.
Y se preguntaban en qué consistiría el segundo acto. Pronto lo sabrían.
Agotado por el esfuerzo y los sentimientos, Terry entró fatigosamente a su camerino; donde Charlie ya lo esperaba con una bandeja llena de frutas variadas, pan, queso, y una botella de agua de Vichy bien helada. Desde hace años, Terry no prueba gota de alcohol.
-Gracias, Charlie, ¿qué haría sin ti? –comenta el actor.
Su asistente sonríe avergonzado.
-Pues lo de antes, ¿no, jefe? Lo mismo que yo: bebernos hasta el agua de los floreros, ir de polizontes en los barcos, y meternos en peleas y líos. Mi madre…
Ahora Terry es quien se pone colorado.
-Sí, Charlie, ya sé… tu madre está muy agradecida de que hayas enderezado desde que trabajas conmigo. Pero te digo lo de siempre: si tú no lo quieres, no sales de tus problemas.
Charlie asintió solemnemente, y dejó a su jefe en el camerino; porque hay mucho trabajo y el actor necesita un momento de reflexión y descanso en soledad.
Continúa...
¿Qué les parece esta vuelta al teatro de Terry?
El mundo de los escenarios, pero el serio, el del teatro clásico, me resulta fascinante.
Me encantará ver comentarios :)
