-¡largo de aquí! ¡borracho asqueroso!- me grita la cantinera, me arrebata la copa de las manos y me saca de un patadón. Que lugar tan hospitalario es Chicago. No he comido nada decente en semanas, mi última comida: una manzana, que engullí con fervor hace tres días… hace tres días… la última vez que dormí en una cama, que tuve oportunidad de atender mis necesidades… la última vez que pensaba coherentemente… Y todo lo que tenía al llegar aquí lo he gastado en cerveza… con tal de olvidarte Candy… Estoy aquí solamente con la esperanza de volverte a ver… que estúpido fui al dejarte marchar aquella noche de nieve en New York… Debí haberme dado cuenta que por esa puerta no sólo se alejaba la única mujer de la que me he enamorado, sino también se alejaba, junto con ella, la razón de mi existencia y la luz en mis oscuros días… ¡Soy un idiota! Y sin ti, mi vida no tiene sentido alguno, ¿porqué me abandonaste?ahora mi vida es solo sifrimiento. ¿por qué he de sufrir?, ¿acaso no merezco ser feliz?, odio esta maldita suerte y este maldito destino mío, que nos reune para volvernos a separar ¡qué crueldad la suya!, es como si me mostrase el paraíso, para luego arrebatarmelo una vez que creo lo he alcanzado, que existencia tan vacía, tan monótona y tan triste había sido la mia hasta ahora, cuando te conocí, era el más feliz, y después de tu partida, no soy nada. Pero al menos, ahora mi alma y mi cuerpo están a la par, tan débiles uno como el otro y eso representa para mi una promesa de que mi dolor acabará pronto. Sin embargo, antes de abandonar este lugar tan lleno de la miseria del hombre de una vez por todas, tengo que verte por última vez, si no, no tendré descanzo y vagaré como un fantasma sin estar ni aquí ni allá… Tengo que verte por última vez, tengo que verte… tengo que verte…
-¡Tengo que verte!- dijo sin darme cuenta en voz alta. Y así, me dirijo al hospital Santa Juana, pensando siempre lo mismo. Veo la entrada, no pudo seguir… me mareo y siento como golpeo contra el duro suelo y no puedo más que arrastrarme hasta la entrada… Es hora del crepúsculo… que bello atardecer… y tal vez el último para mí… me gustaría creer eso y si tiene que ser así, quiero que estos últimos momentos sean contigo, mi dulce tarzán pecoso… Candy…
-¡Fuera de aquí, borracho!, ¡esto es un hospital, no una cantina!, ¡FUERA!- me grita un hombre gordo con traje y bastón. No le hago el menor caso.
-¡Doctor Leonard!, ¡¿qué le pasa?!, no le permito que le hable así, es un ser humano, igual que usted y yo- Mi corazón se detiene… es ella, su voz, su aroma, me invaden, pero que hermoso es todo ahora… la gente que pasa, los edificios de alrededor… todo es maravilloso y lleno de vida… y todo por ella.
-Muy bien señorita Candice, si tanto le molesta ¿por qué no lo atiende?-
-¿yo?-
-si, usted-
-pero él no ha pedido un ingreso al hospital, doctor…-
-entonces usted no es mujer de acción, sólo de palabras-
-¡No es verdad!- dice ella. –Ya verá doctor- y se arrodilla al lado mío.
-¡Pero qué chica tan testaruda!- murmura el hombre y entra al hospital nuevamente. Ella saca su pañuelo, el mismo que le dí hace mucho tiempo, en Escocia… aquellos tiempos, los más felices de todos, sin duda… pero jamás volverán a mí… son tan lejanos, como un recuerdo de otra vida… los recuerdos me invaden y una solitaria lágrima brota me mis ojos y rueda por mi mejilla… Ella la limpia, limpia mi rostro, me quita la gorra y el pañuelo resbala de sus manos y cae en mi regaso… se tapa la boca para tratar de estrangular un sollozo que amenaza con salir de su garganta… Recojo el pañuelo y se lo ofresco…
-¡Terry!, Terry, ¿qué te ha pasado?, ¡contesta, Terry!- me dice, al mismo tiempo que toma mi mano y entrelaza sus dedods con los míos.
-Candy… eres tu… por fin puedo verte, mi amor…-
-¡Terry!, contesta…- dice y su voz se apaga, dando paso a gritos ahogados y llanto…
-No te preocupes, mi tarzán pecoso, ahora que te he visto por última vez estoy mejor que nunca…- trato de consolarla, pues si hay algo que detesto es que llore, y más si sé que es por mi causa.
-Terry, mi amor… ¿qué te has hecho?,¿porqué?... ¿qué te he hecho?... he sido yo… perdóname, ¡por favor!, esto… esto es mi culpa, si yo no te hubiera abandonado…- me dice y se hecha a llorar en mi regaso… yo la abrazo y le acaricio la melena dorada… el sol se oculta, dejando paso a una noche hermosa, llena de estrellas, pero ninguna más bella que la que está aquí entre mis brazos…
-…perdóname Terry… ¡di que me perdonas!… yo he tratado de olvidarte, tratando de enterrar el dolor en lo más profundo de mi alma… y tú… cuanto has sufrido por mi culpa… perdóname, amor-
-Candy… no llores más, sonríe como antaño, se feliz por favor, que yo no tengo nada que perdonarte-
-Terry…- Ella toma mi cara entre sus manos delicadas y me da un beso… no sé si he llegado al cielo en vida, o si ya estoy muerto, pues es la sensación más placentera que he sentido… sus labios carnosos, suaves y tiernos… yo profundizo el beso y nuestras lenguas se unen en una danza celestial… ella se separa y se acurruca en mi regaso… la noche cae sobre nosotros, el manto de estrellas extendido en toda su amplitud…
-Candy, te amo… sé feliz… algún día nos volveremos a ver, te lo prometo, y ahora que te he visto por última vez, puedo irme en paz…-
-Terry… ¡no!... ¡ NO!, ¡no te lo permitiré!, ¡no puedes abandonarme aquí!, ¡te amo! ¡te lo suplico, no me dejes, por favor!-
-No llores más, pues a donde quiera que tu vallas, yo iré contigo, que jamás se te olvide, ni por un segundo cuanto te amo, recuérdalo en mi ausencia siempre, recuérdalo- Ella se deshace en llanto y se acurruca de nuevo… podrían pasar años sin que nosotros nos dieramos cuenta… que noche tan bella, la luna brilla en lo más alto del firmamento… y en ese momento pasa una estrella… le doy un beso en la frente y le tomo la mano -Te amo- son mis últimas palabras antes de abandonar este mundo…
Candy llama a Terry, pero en es vano, pues el ya está muy lejos para oírla…
-¡Terry! ¡Terry! ¡No me abandones! ¡¿por qué?!, ¡te amo!… ¿porqué me dejas así? ¿cómo podré ser feliz si tu no estás aquí, conmigo?, ¡Terry! ¡¿CÓMO?!, ¡CÓMO…!- dice, y después le resulta imposible dejar de llorar… Terry se ha ido, Candy está más que destrozada… no sabe que hacer, sigue llorando a lado del cuerpo inerte de su amado… -Terry… algún día, mi Romeo, nos volveremos a ver… algún día…- dice y un nudo se le forma en la garganta… quiere gritar, llorar, dar de puñetazos contra el frío suelo del hospital, piensa en lo injusta que es la vida, quiere ir a reunirse con él, pero no puede… llora hasta quedarse dormida y después de lo que a ella le pareció un segundo una de sus compañeras enfermeras la depierta. Mientras su compañera la rodea con los brazos y la conduce adentro Candy solo piensa en Terry, recordando sus últimas palabras… -Te lo prometo, Terry, como ya lo había hecho una vez, prometo que seré feliz… y esperaré con ansias el día de nuestro reencuentro… hasta entonces, mi amado Terrence…- Y sonríe mirando el cielo estrellado antes de desaparecer dentro del edificio.
Y ahora puedo partir tranquilo, seguro de que ella estará bien, la visitaré siempre que pueda, en todos sus sueños, para asegurarme de que es feliz hasta el fin de sus días… y al igual como ella esperaré con ansias el día de nuestro reencuentro… hasta siempre mi pequeña pecosa…
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