Vaya! Nunca pensé que me fueran a pedir tanto el regreso de una historia.
Cancelé Sukha temporalmente porque pensé que la historia no era lo suficientemente buena, pero hoy que he escuchado las canciones que me ayudaron a crearla, la traigo de regreso. No sé cuándo actualice de nuevo, pero es un pequeño regalo para mí, y todas esas personas que pidieron su regreso.
Muchas gracias por su apoyo!
— ¡No te vayas Kanan!— pedía una chica de cabello negro.
— ¿Qué vamos a hacer en los festivales deportivos?— preguntaba otro de sus compañeros.
— Lo siento chicos, no es mi decisión— se disculpó Kanan con todos, ella tampoco quería irse de aquel instituto, pero la decisión estaba tomada.
— Te vamos a extrañar— concluyeron al final. Entre lágrimas y abrazos, Kanan Matsuura se despidió de sus compañeros para después dirigirse a su casa; o al menos la que era su casa. Pues se mudaría pronto.
Sus audífonos sonaban con una canción que amaba, le traía paz de una u otra forma, aunque los demás quizá describirían la letra como nostálgica y triste. La voz de Megurine Luka y el excelente trabajo de Komorebi y Noizumu eran la mezcla perfecta, al menos así lo creía la peliazulada.
Había sido un extenuante día para ella, y bueno, la verdad es que la idea de estar en en la camioneta Cadillac de su padre por cerca de cuatro horas camino a su nueva casa no era algo que le emocionara especialmente, pero toda la familia (su madre y padre) ya tenía todo listo. Su hermana era una vivaz, alegre y en ocasiones, terca, adolescente de 17 años: su nombre era Riko. En cuanto a ella, bueno, se definiría como una persona reservada e incluso algo ermitaña en lo que a vida social se refería, pero extrañamente, siempre estaba rodeada de personas y tenía amigos a manos llenas. Quizá fuera por su honestidad, sagacidad y esa aura amable que la envolvía. Y por esto mismo, todos sus compañeros de sexto semestre de preparatoria resintieron tanto el que una chica como Kanan Matsuura dejara la preparatoria a escasos dos semestres de terminar.
La chica de ojos violetas solía caminar mirando las nubes y los destellos que el sol formaba al pasar entre las enormes masas esponjosas que se pintaban de diferentes colores. Ese día se perdió en aquel embrujante paisaje, dejándose envolver por el aroma de las hierbas y tierra mojada. Uno de sus sentidos le pidió detenerse, y en aquel momento, un auto pasó a escasos milímetros de su cuerpo.
— Joder...— susurró para sí misma mientras se apresuraba a pasar. Si su hermana hubiera estado ahí, seguramente la habría regañado.
Llegó al lugar que pronto tendría que dejar y atravesó la verja hacia la entrada.
— Kanan, hola— su padre la recibió con un abrazo.
— Hola— lo saludó — ¿Ya terminaron de subir todo?— preguntó mientras miraba a su alrededor. Le ocasionó un sentimiento extraño el ver el lugar vacío, quizá era nostalgia.
— Sí, sólo te estábamos esperando para irnos— el hombre de cabello rojizo sonrió ampliamente.
— ¡Kanan!— su hermana la abrazó — ¿Lista?
— No— hizo un mohín —. Pero vámonos antes de que decida independizarme.
— Tonta— Riko le dio un pequeño golpe en la cabeza y, tomada de la mano de su hermana, se dirigieron a la camioneta.
El camino fue casi eterno para Kanan, aunque la mayoría del mismo se la pasó dormida o leyendo historias en Wattpad. Su hermana platicaba sobre lo emocionada que estaba de poner en forma el jardín que, según había visto, se encontraba detrás de su nuevo hogar; la peliazulada sonrió al recordar el esmero que había puesto su hermana en cuidar una orquídea paphiopedilum, o mejor conocida como "la flor zapatilla", por su sorprendente semejanza a tal forma.
Obviamente la pelirroja la llevaba con ella en el auto, pues no estaba dispuesta a dejarle la labor a las personas que se encargaron de la mudanza.
Llegaron a su nueva casa; Kanan la miró con detenimiento. Era mucho más imponente de lo que parecía en las fotografías que su padre les había mostrado, sin embargo, no opacaba lo hermosa que era. El diseño era puramente británico, casi parecía sacado de la época de los tudor, pero se notaba el toque moderno bajo el que había sido restaurada. La base era de ladrillos de piedra completamente, mientras que las paredes que envolvían la casa tenían entramados de madera. Tres pisos podían contarse.
Kanan nunca pensó que viviría en un lugar así.
— Mis jefes han sido muy buenos con nosotros, aunque me han pedido que cuide muy bien de la galería que se encuentra en el sótano. Hay que darle mantenimiento cada cierto tiempo— advirtió su padre con un suspiro. Aunque tampoco pretendía quejarse, después de todo, ser el sucesor del CEO de una empresa automovilística tan grande le hacía tener que mantener cierto estatus, lo cual no le permitía darse el gusto de esa casa modesta que siempre había querido; claramente ahora que tenía una vida hecha, esposa e hijas, no podía imponer menos de lo que se merecían, aunque él fuera un hombre sencillo.
— Después del año se me hará difícil dejar esta casa— se sinceró su madre, se notaba maravillada por la construcción. Ella sí era alguien a quien le gustaban las cosas ostentosas y costosas, sin embargo, era amorosa, fiel y comprensiva con su marido, pues sabía que todo en la vida pasaba, y al final, solo tendría el amor de su Kenshin. Sin embargo, eso no significaba que mientras tuvieran, no pudiera darse ciertos gustos.
— Bueno, si todo va bien con el negocio de Britania nos quedaremos aquí, si no, tendremos que mudarnos a Noruega, ya que allá está la segunda plaza que me dan en la empresa.
— Demasiados cambios en tan poco tiempo— susurró Kanan, pero aun así fue escuchada por su padre.
— Tranquila, haré todo lo que esté en mis manos para que no me vuelvan a reubicar.
— Aunque Noruega suena bien— dijo Riko.
— Bueno sí, pero lo primero que quiero es no alejarme tanto de donde viven mis padres— admitió el hombre pelirrojo.
— Bueno, lo que sea que pase, agradezcamos lo que tenemos ahora— sonrió Juliette mientras tomaba de la mano a su esposo y entraban en la casa, seguidos de sus hijas.
El lugar por dentro parecía sacado de alguna película medieval: Piso de madera, grandes paredes, un candelabro en la sala, una chimenea de piedra, grandes pinturas de atardeceres y paisajes.
— Ni siquiera quiero respirar— dijo Kanan mientras miraba el interior del lugar. Todo parecía tan costoso que temía romper algo con su torpeza.
— Es sorprendente, ¡ya quiero ver lo demás!— Riko corrió al piso inferior, dejando a su hermana sumida en sus pensamientos.
La peliazulada subió al piso en el que se supone que estarían sus habitaciones, sus cosas ya estaban acomodadas y las maletas con ropa estaban apiladas al lado de la cama queen size, aunque claro, no era como si Kanan tuviera mucha ropa, ella se conformaba con algunos jeans, playeras, suéteres, shorts deportivos y demás cosas que pudiera necesitar, cualquier prenda de más que no usara en el transcurso de la semana era meramente para una emergencia. Un rasgo que sin duda había heredado de Kenshin Matsuura. Admiró con detenimiento su nuevo espacio, ni siquiera los cuartos perdían detalle, eran amplios, los entramados de madera seguían presentes, y una ventana corrediza era lo primero que la recibía al abrir la puerta de su nueva habitación. Esta misma tenía un balcón de madera que dejaba ver un río y más a lo lejos, una pequeña ciudad; Kanan agudizó la mirada, enfocando los edificios, según sus cálculos podría ir y venir de la ciudad corriendo en un lapso de una hora. Perfecto para alguien como ella, que amaba correr.
El paisaje era totalmente verde, árboles, flores, puentes, todo daba la impresión de regresar en el tiempo al siglo XIX, sería así si los autos no pasaran por ahí y aquella urbe no se pudiera ver. La casa contaba con luz eléctrica y todos los servicios, pero eliminando eso, podría decirse que se sentía una especie de doncella en un pequeño y ostentoso castillo blanco.
— ¡Tu cuarto es genial!— dijo Riko en la puerta.
— ¿Qué tal está el tuyo?
— Tiene un guardarropa enorme— sonrió la pelirroja — Sin duda nuestros padres pensaron en todo.
— Bueno, comparado con lo que yo tengo, creo que tú podrías tener una tienda.
— Podría, pero cuando lo haga, será una con diseños propios.
— Sin duda tendrán éxito— Kanan miró a su hermana con una expresión solemne — Tienes mucho talento para esas cosas.
— Tú podrías ser desde ya una nadadora profesional— alabó Riko — Tenemos lo nuestro los Matsuura.
— Sin duda.
Estuvieron horas y horas develando los misterios de su nuevo hogar, aunque realmente no hallaron nada fuera de lo común.
El atardecer llegó, Kanan se apresuró a su cuarto para poder apreciar el evento desde su balcón, pero algo llamó su atención. En el jardín, sentada en el kiosko del patio trasero, se encontraba una chica rubia. Esto la extrañó, aunque poco después recordó que la casa no tenía cerca ni paredes que la rodearan, y de igual manera, ¿qué tanto daño podría hacer una joven?
Bajó de su habitación y se dirigió al patio, al acercarse un poco más, notó que la chica llevaba el cabello trenzado y un gracioso ¿chongo? en la parte izquierda de su cabeza, la verdad la peliazulada no sabía cómo se llamaban esos peinados.
— ¿Hola?— se acercó lentamente, pero la rubia pareció no escucharla — Oye...— logró ver su perfil, la luz del atardecer bañaba su piel, parecía tan suave, como una muñeca de porcelana, sus ojos brillaban tanto que parecían estar hechos del oro más puro que pudiera encontrarse, sintió una extraña sensación en su pecho — Disculpa...
La chica por fin la miró: Cabello rubio, ojos color zircón, expresión facial cálida, rasgos delicados pero fuertes, quizá no mayor que ella. Era preciosa, concluyó.
— Hola— le contestó y volvió su vista al horizonte.
— Ho-Hola...— Kanan apenas podía hablar, esos ojos felinos le habían robado el aliento y se sentía adormecida. Con pasos casi automáticos se acercó a ella y se sentó a su lado; no muy cerca, pero tampoco tan lejos.
Miraron juntas el atardecer en completo silencio. Kanan se sintió relajada momentos después de sentarse y se dedicó a mirar su espectáculo favorito. Una vez este terminó, volvió su vista a la chica a su lado; llevaba un vestido blanco, pero no tenía suéter. Aunque a decir verdad, el clima era bastante cálido en esa época del año.
— ¿Vives por aquí?— preguntó Kanan.
Su misterioso visitante se tomó su tiempo para responder, cerró los ojos un momento y después los abrió, ladeando su rostro para responderle.
— Sí.
Su voz era melodiosa, delgada y suave, dulce. Kanan sonrió por la simple sensación que le daba el poder hablar con ella y que no se mostrara distante, lo cual sería lo más común cuando hablas con un desconocido. Aunque no sería como si la rubia estuviera en condición de ponerse especial, pues estaba en propiedad privada.
— ¿Cómo te llamas?— quiso saber.
— Mari Ohara, ¿y tú?
— Kan...— afinó su garganta — Kanan Matsuura... A tus órdenes— se dio un golpe mental, pues sin quererlo, había usado la frase que su padre utilizaba con sus clientes. Siempre pensó que era extraña e incluso un tanto cómica, pero ahí se veía ahora, usándola en un intento de mostrarse amable y con clase.
Mari la miró con una expresión divertida en el rostro y sus labios se curvaron en una expresión gatuna.
— Muchas gracias, señorita Matsuura— dijo con burlesca educación.
— Oh vamos, no te burles— rio Kanan.
— Bien, bien, entonces, un placer Kanan— Mari extendió su mano en señal de saludo.
— Un placer— la peliazulada tomó la amable mano de la chica de ojos color zircón, una sensación extraña la recorrió hasta su antebrazo. La noche había comenzado a soplar y pudo sentirlo en los fríos dedos de Mari — Lo siento— comenzó a quitarse la sudadera que llevaba.
— ¿Eres alguna clase de chica galán?— Mari alzó la ceja — Tranquila, estoy bien, el frío no me hará nada, llevo aquí más de lo que seguramente llevas tú— sonrió.
— Solo intento ser educada— algo le decía que su traviesa visitante no sería alguien fácil de tratar.
— Bueno, puedes acompañarme al camino de los autobuses, ya es tarde— señaló.
— Cierto, bueno, vayamos, aunque tendrás que guiarme— Kanan comenzó a caminar y Mari la siguió hasta ponerse a su lado.
— Acabas de mudarte, ¿verdad?
— Sí, ¿cómo lo supiste?
— Esa casa lleva mucho tiempo abandonada, me pediste que te guiara, y antes podía ver la puesta de sol sin extraños rondando— rio.
— Hey, se supone que debo estar molesta contigo.
— Se supone— repitió Mari y picó la nariz de Kanan — Creo que se está haciendo más noche, deberías regresar.
— ¿Segura? El autobús aun no pasa.
— Tranquila, estaré bien, además no me gustaría que te perdieras— le guiñó un ojo, gesto que hizo latir el corazón de la peliazulada y causó un sonrojo en su rostro.
— ¿Vendrás aquí mañana?— preguntó. Estaba obligada a hacerlo, necesitaba saberlo.
— ¿Quieres que venga?— devolvió Mari.
— Bueno... Parece que te gusta ver el atardecer desde mi casa, así que no tendría problema en que vinieras de nuevo— sonrió.
— Bien, si es así entonces vendré mañana.
El camión llegó y Kanan tuvo que contenerse a preguntar alguna otra cosa.
— Nos vemos entonces— su voz salió en un tono mucho más alto del que habría querido, haciendo que el conductor del autobús la mirara, extrañado.
— Nos vemos mañana, Kanan— Mari se despidió, las puertas del autobús aun tardaron en cerrarse y cuando lo hicieron, este emprendió el camino. Kanan se quedó mirando las ventanas del transporte, aunque la trasera era un tanto alta, así que no podía ver a Mari, pero siguió ahí hasta perder el transporte de vista.
— Qué linda— susurró.
No era un secreto para ella que las chicas le atraían desde siempre, pero esta era la primera vez que se sentía de esa manera. Quizá era el cambio de casa, o las bellas luciérnagas que comenzaban a volar, pero su corazón se sentía cálido.
Regresó a su hogar, dispuesta a contarle a su hermana lo que había ocurrido ese día.
— ¿Viene en autobús solo a ver el atardecer?— preguntó Riko una vez escuchó la historia de su hermana — Eso es algo extraño.
— Bueno, puede que le guste cómo se ve, la colina es algo alta.
— Puede ser, de cualquier manera es un hobbie bastante inusual.
— Mañana va a venir.
— ¿De verdad? Quizá me les una entonces, quiero ver cómo es para asegurarme de que no pretenda nada extraño contigo.
— Nunca te han agradado mis parejas— sonrió Kanan.
— Me roban tiempo que mi hermana podría usar en mí, es obvio que no me agradan.
— Oh, mi hermanita se puso celosa— se burló la chica de ojos violeta mientras se acercaba a Riko para abrazarla.
— Cállate, que a ti te pasó lo mismo cuando te presenté a mi primera novia.
— Bueno, era mayor que tú, obviamente me iba a preocupar— Kanan pasó su mano por el cabello de Riko.
— Hablando de edades, ¿cuántos años tiene?
— Eh...— también lo había pensado, pero se había olvidado de preguntar — La verdad no lo sé, pero no parece mayor que yo.
— Bueno, mañana veremos— finalizó Riko — Por ahora, necesito tu ayuda.
— ¿En qué?
— Necesito una modelo.
— Ah, no...— Kanan estaba a punto de huir.
— Por favor— Riko usó LA CARA con Kanan, era esa donde pestañeaba e inflaba sus mejillas de una manera que hacía que su hermana mayor no pudiera negarle nada.
— No Riko...— la peliazulada apartó la vista.
— Por favor Kanan, te necesito— su hermana menor la abrazó y frotó su cara contra el pecho de la mayor. La ojivioleta odiaba que hiciera eso, pues sabía que no podía negarle algo si se ponía en esa actitud.
— ¡Está bien!— dijo al fin y Riko dio un saltito de felicidad. Sacó de su nuevo guardarropa un vestido que ella misma había confeccionado días atrás y se lo entregó, quería saber cómo se vería en su hermana, porque si le quedaba a Kanan, le sentaría de maravilla a una modelo. Las fantasías de Riko incluían grandes pasarelas donde ella era la diseñadora principal, y estaba enfocada en no sólo dejar esos pensamientos en fantasías; los haría realidad.
El día pasaba de manera tortuosa para Kanan, pues ya ansiaba su encuentro con la rubia, pero mientras este llegaba, tenía que pasar por aquello de volver a presentarse con los profesores y frente a sus nuevos compañeros de clase. Todos ellos eran muy amables con ella, aunque no faltaron los que comenzaron a odiarla simplemente por llamar la atención; Kanan no reparó en ellos ni una sola vez, estaba más concentrada en que el reloj diera las cuatro para poder volver a su casa y enfocarse en lo que fuera, pero que le ayudara a hacer pasar el tiempo más rápido.
— ¿Te preocupa algo?— preguntó una chica de cabello color mandarina.
— ¿Eh? No realmente, um... ¿Quién eres?
— Me llamo Chika Takami— se presentó —. Mucho gusto.
— Mucho gustó— Kanan sonrió.
— ¿De qué instituto vienes?— preguntó.
— Gazoma, en la ciudad de Brunuh.
— Eso está algo alejado de aquí— los ojos de Chika intentaron imaginar cuánto debería hacerse una persona en ir de Brunuh a Hillbrem.
— Son cuatro horas— respondió Kanan — Odio viajar.
— Hay personas que se hacen días, You a veces tarda semanas cuando acompaña a su padre.
— ¿You?
— Cuando llegue te la presento— Chika sonrió —. Y bueno, ¿te gusta el lugar? ¡Puedo llevarte a sitios muy divertidos!
— Eh... Claro, dime.
Y eso fue lo que necesitó Kanan para que las horas escolares pasaran más rápido, más tarde llegó You, la amiga de la pelimandarina. Una chica enérgica y de una gran sonrisa que se contagiaba. Ese par la hicieron reír casi a carcajadas mientras le contaban sus aventuras viviendo en Hillbrem.
— Muchas gracias, han hecho que el día se me pase en un abrir y cerrar de ojos— dijo Kanan mientras tomaba sus cosas.
— No es nada, ¿tenías algo urgente?— preguntó You.
— No realmente, solo que tengo una especie de... Bueno, me quedé de ver con alguien.
— Vaya, Kanan es toda una casanova— rió Chika.
— No es eso—un sonrojo apareció en sus mejillas — Es una... ¿Amiga? Eso creo.
— Bueno, pues si vives en las afueras de la ciudad tendrás que apresurarte a tomar el autobús, iremos a dejarte a la parada— sonrió You.
— Gracias, ¿les queda de paso?
— Realmente no, pero hay un acuario cerca y amo ir— dijo Chika mientras suspiraba.
— Amas a la persona que trabaja ahí— molestó You.
— ¡You!— esta vez, fue el turno de sonrojarse para la pelimandarina.
— Ja, ja, bueno, vayamos entonces.
El camino a la parada estuvo lleno de bromas e insinuaciones de You, a las cuales se sumó Kanan, tras ver al amor platónico de su nueva conocida en una fotografía que había tomado la peligrisácea, con el propósito de mostrarle a su amiga lo roja que se ponía en presencia de Ruby (el nombre de la involucrada).
— Las veo mañana— se despidió Kanan.
— Hasta mañana— respondieron ambas chicas.
El autobús se tardó exactamente media hora en llegar a la parada que estaba cerca de su casa, una vez estuvo ahí, miró el lugar donde la noche anterior había estado parada Mari. Su corazón latió con emoción y corrió a su hogar, aprovecharía el tiempo que le quedaba para hacer su rutina de trote.
Ya eran las seis de la tarde, el atardecer estaba cerca, y Kanan miraba con impaciencia el kiosko.
— Hermana, tranquila— Riko la llamó —. Estás muy tensa.
— ¿De verdad?— Kanan se estiró — Perdón.
— No te disculpes, verás que llega pronto— la pelirroja se asomó por el balcón —. Mira, creo que ya está ahí.
Kanan dirigió su mirada abajo y, efectivamente, ahí ya se encontraba Mari. Sonrió y tomó a su hermana de la mano para que bajara con ella. Afortunadamente Riko no sufrió daños al ser jalada de esa manera por la ojivioleta, pero sí tuvo varios paros cardiacos cada que Kanan pasaba por un lugar, moviendo las vasijas.
— Hola Mari— saludó. La rubia volteó a verla esta vez y les dedicó una sonrisa.
— Hola, veo que hoy traes a alguien— saludó a la hermana de la peliazulada, quien la miraba con los ojos entrecerrados.
— Soy Riko— dijo sin más.
— Mucho gusto, yo me llamo Mari.
— ¿Qué pretendes con mi hermana?— el aura de Riko era intimidante a medias, lo cual le causó gracia a la rubia.
— ¿Pretender? Por ahora solo ver el atardecer— sonrió.
— Bueno, está bien— Riko se sentó en medio de ambas —. Entonces veamos el atardecer.
— Parece que tenemos una hermanita celosa por aquí— Mari revolvió el cabello de Riko.
— ¡Oye!
— No peleen, por favor— suplicó Kanan, pues sabía que su hermanita quería imponerse ante Mari, y aunque a la rubia parecía divertirle, a la peliazulada le apenaba.
— Lo siento— dijo una vez acompañó a Mari a la parada de autobuses. Para su sorpresa, su hermana menor no se había opuesto a eso, así que supuso que la rubia había pasado la prueba de su pequeña diseñadora.
— ¿Por qué?
— Lo de mi hermana.
— Ah, no te preocupes, yo solía ser así con mi hermano, no dejaba que ninguna víbora se le acercara— sonrió, pero después bajó la vista, sumiéndose en sus pensamientos.
— No eres una víbora— refutó Kanan, pasando por alto el cambio de humor de Mari.
— Claro que no— la rubia se acercó a ella de manera sugerente —. Me definiría más como una pantera.
La mente de Kanan entró en un estado off en el momento en que sus ojos conectaron con los de Mari, no sabía qué responder a eso, así que solo balbuceó algunas palabras sin sentido que tenían que ver con algo así como: "¿Qué haces?" o "El autobús se irá". Mari se alejó de ella entre risas.
— ¡Eres tan adorable!— decía mientras reía.
— ¡¿Qué fue eso?!
— Nada Kanan, nada— Mari limpió unas lágrimas que se habían formado debido a lo gracioso que le pareció el momento —. Nos vemos mañana.
— Hasta mañana— Kanan siguió con la vista a la rubia mientras subía al autobús y este se alejaba poco después. Sonrió para sí misma.
Mudarse no había sido su idea favorita, pero todo lo que estaba pasando definitivamente hacía que hubiera valido la pena llegar a ese lugar. Quizá era muy pronto para llamarlo "amor", pero el sentimiento que le causaba Mari Ohara, en ese momento, solo podría explicarlo como un precioso cosquilleo en el estómago y una niebla en su cabeza que la hacían perderse en su risa, su mirada, sus bromas, su voz... En ella.
