Realmente me quedé con ganas de ver el beso entre Amon y Akira en el anime, así que como no podía sacarme la idea de la mente escribí esto.
Y para ser sincera, no sé qué hice.
En lugar de sentir sus labios, sintió un impedimento. Un impedimento que se manifestaba en forma, textura y era muy cálida… era su mano. Pero sabía que en su mente, en su conciencia, había algo más.
—Típico de ti. Realmente es típico de ti.
Caminó como si nada hubiese pasado en el cementerio, pensando en lo que antes le había dicho a Amon. ¿En realidad lo odiaba? ¿Realmente le estaba culpando de la muerte de su padre, si ni siquiera había estado cerca de él en ese momento? Tenía rencor, sí. Había perdido lo único que le quedaba y la vida da golpes muy duros y pruebas que todos deben superar. Parecía que esa era la situación más difícil para ella. No quería depender de nadie en esos momentos. Tampoco podía hacerlo.
Akira era demasiado inteligente como para plantearse todos los escenarios de ese preciso momento y las mil y un formas que quizás se habrían usado para que la desgracia que cayó sobre su padre, y más aún en ella, no hubiera pasado. Aunque su filosofía le decía que esto era algo necesario, que había pasado por algo, algún propósito en concreto y ella quería creerlo.
Y Amon quiso estar ahí para Mado. Fue como un padre para él, un gran investigador con un gran pensamiento y una intuición inigualable. Sin embargo, aunque tampoco lo demostrase, dolía.
Pero pensó demasiado en sus acciones, en la situación, y no quería hacerlo. Había una parte en su subconsciente que quería ceder a ese beso, sin embargo, la otra no. Era muy racional y concluyó en ese instante, que debía dejar el raciocinio para después.
Corrió detrás de ella, aun cuando sabía que estaba molesta y que quizás se estaba reprendiendo mentalmente por haber iniciado la situación, además de sentirse una completa estúpida.
Ambos lo eran, de hecho. Él lo quería. Era demasiado difícil y no quería aceptarlo, así que se cerró a ella. Se arrepintió en el mismo instante. Quiso regresar el tiempo para no haber cometido aquel pequeño error, pero no era tarde para cambiar las cosas de todos modos.
La tomó del brazo y la obligó a verlo.
Lo último que Akira supo fue que no había nada oponiéndose entre sus labios.
Quizás era ese el propósito de lo que estaba buscando.
