Disclaimer: El potterverso pertenece a J. K. Rowling. En cambio, los personajes me pertenecen y forman parte de la Magia Francesa, expansión del potterverso, ya mencionado.
Este fic participa en el reto especial: "OTP" del Foro de la Expansiones
Maneras de meter la pata y salir airosa después.
Libros de filosofía.
6 de septiembre de 2009. Bibliothèque de Victor Hugo. Paris.
En los baños de la biblioteca, Jean Paul Laroche se intentaba colocar la pajarita, una vez había asumido que el resto de su cara no tenía remedio. Sólo a él se le ocurría salir de fiesta la noche anterior a la presentación de su primer libro. La excusa de que el día anterior había sido su cumpleaños ya no le parecía tan buena. Abrió el grifo, mojándose la mano, para pasarla por el pelo castaño oscuro, humedeciéndolo. Debería de cortárselo, nunca lo había tenido tan largo. Aunque según su hermana mayor le daba un aspecto muy acorde a su profesión.
Suspiró, con las manos apoyadas en el lavabo. Estaba agotado. Le hubiera gustado tomarse algún café pero le sentaba mal. Le sentaba francamente mal, por lo que tenía que hacer el método tradicional, coger agua y echársela por la cara.
Para entonces, su mejor amigo asomó la cabeza por la puerta del baño. Ya era la tercera vez que lo hacía, apremiándole para que saliera de allí. Por la cara que traía seguro que aquella era la definitiva.
—Vamos, Jean Paulie. Deja de mirarte tanto al espejo que acabarás marcándote un Narciso, y sal del baño. Fuera hay un montón de chicas que te esperan. —Y encima le acabó guiñando el ojo.
Aquel ser tenía la culpa de que aquel día tuviera tan mal aspecto. Había sido él quien le había convencido para salir. El mismo que aquella mañana tenía mejor aspecto.
—Vete a tomar por saco, Isambard. —El joven seguía odiando aquel apelativo con el que le bautizara haría muchos años como si fuera el primer día. —Y hacer esto hoy es un completo error.
—Eso mismo decías el día antes de los E. T. E. mientras estábamos en la taberna de Cordes y acabaste recibiendo una mención honorífica de la directora.
En eso Jean Paul no pudo contradecirle, porque tenía toda la razón del mundo. Aun hoy se preguntaba cómo había logrado sacar tan buenas notas. El momento de duda del chico, fue aprovechado por Isambard Niaux para sacarlo del baño tirando de él.
La Bibliothèque de Victor Hugo había decidido ofrecer una de sus salas de lecturas para la presentación del primer libro de Jean Paul. La biblioteca ofrecía varios espacios de lecturas con volúmenes de obras tanto réeleur como mágicas. La mayoría de las personas que acudían a ella era estudiantes de los distintos ámbitos de la educación superior, sanadores del Centro de Sanación de Nostradamus, chicos mágicos que habían decidido cursar las carreras mágicas que ofrecía la Universidad de París, los estudios superiores que ofrecía Beauxbatons, Educación y Periodismo…
Aunque aquel día más personas se había acercado al lugar. La sala de lectura "Marqués de Lafayatte" se encontraba en el piso superior, era la más grande de la biblioteca y mientras Jean Paul caminaba hacia ella, pudo comprobar que posiblemente no iba a ser suficiente para toda la gente que había acudido. Lo que le sorprendía gratamente, ya que no esperaba tanta afluencia, pese a lo que ya le había dicho Isambard, los libros sobre filosofía de la magia no eran muy habituales, pero sí bastante leídos. Francia todavía disfrutaba de una cultura muy afín a la filosofía y sus magos no eran menos.
Por el pasillo, iba saludando a algunas personas que se encontraba y tenían el valor de acercarse, o le reconocían. Porque esa era otra. En la foto de contraportada del libro, porque él había querido sacársela en un alarde de emular a algunos de sus escritores preferidos, Jean Paul salía con el pelo más corto y una cara recién afeitada. No como aquel día que llevaba una barba castaña de haría una semana que no tenía pensamiento cortar todavía.
—Jean Paul, por fin. —Uldéphonse Effantin, el actual director de la Biblioteca, le estaba esperando en la puerta. —Anda, entra. Todos te están esperando.
Apartándose de la entrada, dejó pasar al joven quien observó como el sitio estaba lleno de personas, algunos de ellos periodistas que comentaban en primera fila. A Jean le hubiera gustado acercarse a charlar un rato con ellos antes de que comenzara la presentación del libro, sin embargo entre Uldéphonse e Isambard le llevaron directamente a la mesa. Tomó asiento en la única silla, mientras veía a su mejor amigo ponerse en una esquina, detrás del directo de la Biblioteca. Suspiró escuchando a Uldéphonse llamar la atención de los presentes y anunciando que ya la presentación estaba a punto de empezar.
Jean cogió uno de los libros que adornaban la mesa y lo abrió. Más o menos tenía claro como enfocaría aquello, pero era la primera vez que lo hacía y los periodistas nunca tendían a comportarse como uno lo planeaba.
—Si os parece bien. —Comenzó Uldéphonse una vez que ya la sala se había tranquilizado. —Podemos empezar con una breve introducción de Jean Paul a su obra y proseguiremos con las preguntas.
Ante ningún comentario, el director de la Biblioteca se separó de la tarima y le hizo una seña al joven castaño de que empezara en cuanto quisiera.
— ¡Hola! —Saludó, sin embargo, pronto carraspeó antes de seguir. —Primero de todos agradeceros a todos el estar aquí hoy. Como supongo que sabréis soy Jean Paul Laroche y ayer cumplí veinticinco años. —Aquel breve comentario sacó algunas risas entre los presentes. —Concebí La voluntad de oro como una mezcla entre la tradición filosófica precedente. Quise tomar a Papus como referencia, sin embargo creo que con el paso de los capítulos se ve un acercamiento a Aleister Crowley. —De vez en cuando miraba el libro que tenía en sus manos, hasta que finalmente lo dejó encima de la mesa, apoyando las manos cruzadas por encima. —Y sin embargo no deja de ser un libro que intenta explicar un poco que, pese a la edad que tengamos, la magia no deja de ser algo relacionado a los sentidos, a los sentimientos, y no algo que tenga que ver con la racionalidad.
Realmente, Jean Paul no sabía si en aquel punto tendría que decir algo más acerca de su libro, por lo que prefirió callar. Una mano se alzó entre los presentes y el joven le hizo una seña para que dijera lo que quisiera.
—Buenas tardes, monsieur Laroche. —Jean puso los ojos en blanco, el joven que le hablaba no podría ser mucho más pequeño que él, y el trato de monsieur le era completamente nuevo. —Soy Guillaume Benoit y vengo de la revista Sabbat. ¿Cree que su libro rompe la tradición histórica de la filosofía francesa réeleur?
Y aquella tenía pinta de ser una tarde bastante larga…
Al final de la tarde, Jean Paul había respondido a cuanta pregunta se le había presentado. En un primer momento habían sido los periodistas, aunque pronto todos le habían empezado a hacer cuestiones relativas al libro. Afortunadamente había sabido desenvolverse bien en la ronda de preguntas e incluso se había llevado algunos proyectos sobre los que escribiría en algún futuro, sino en formato libro, en algún que otro artículo.
— ¿Quieres que te lleve a casa? —Isambard se había quedado con él, en segundo planto, en todo momento, hasta que aquello había terminado.
—No, gracias. Me quedaré un rato aquí, mirando libros.
—No te quedes hasta muy tarde. —Tras darle una palmada en la espalda, se dirigió hacia las escaleras para salir del lugar.
Realmente no sería la primera vez que Jean Paul se quedara dormido en una mesa perdida de aquella biblioteca, sin embargo, sólo deseaba estar un rato por allí dando vueltas como un simple visitante, ya que desde hace meses que había acudido para preparar aquel libro. Se daría un tiempo de vacaciones antes de volver a las andadas para el nuevo libro.
—Oye, disculpa. —Sus pensamientos sobre unas vacaciones posiblemente yendo a Marsella, la ciudad en la que había crecido, y donde todavía estaban viviendo sus padres, se vieron interrumpidos por una voz femenina. Jean se volvió hacia ella, era una joven de cabello moreno y bastante largo. Sus ojos de color avellanas estaban tras unas gafas de grandes cristales de montura negra. — ¿Sabes qué ha pasado? —Llevaba un periódico en sus manos junto a un libro que a Jean le hubiera gustado leer el título, aunque no alcanzaba.
—Ha habido una presentación de un libro. —Era curioso hablar de algo en el que él había sido "protagonista", como si fuera un personaje externo.
La joven miró hacia la Sala Marqués de Lafayatte, donde algunas personas se encontraban todavía congregadas, antes de volverse hacia él.
— ¿Un libro sobre qué?
—Filosofía de la magia.
La cara que puso ella paso a ser aburrida. Negó con la cabeza antes de lanzar un suspiro, colocándose bien las cosas que tenía en sus brazos.
— ¿Otra vez vuelve a llevarse ese tema?
Cruzándose de brazos, Jean Paul se quedó mirando a la joven. Desde luego también había gente que pensaba que lo que había decidido ser su trabajo era una perdida de tiempo. Pero debía de saber llevarlo.
—Bueno, creo que nunca se fue. —Se encogió de hombros. —Además, es un tema bastante interesante. Y hay muchos ámbitos que tratar.
—Parece que sabes bastante del tema. —Aunque realmente lo estaba poniendo en duda.
—Bueno, de algo me tiene que servir el que sea el autor del libro.
Se la ha quedado mirando. En su rostro pasaron distintas emociones. Primero la sorpresa, luego intentó imitar la indiferencia, que pasó al desconcierto para acabar con una expresión de "haber metido la pata", sin embargo, la expresión tranquila de Jean le llevó a que volviera a la indiferencia.
—No quería ofenderte o algo así…
Un bufido salió de los labios del joven, aunque más pretendía ser una risa que no acabó por surgir, siempre solía pasarle. Se llevó una mano para acariciarse la barba castaña.
—No sabes cuantas veces he escuchado esas cosas. —Posiblemente ese sería el momento ideal para irse, despedirse de ella, pero pudo ver como en aquel momento se comenzaban a acercar un grupo de hombres que parecían decididos a destripar su obra y que se habían declarado como escépticos durante la ronda de preguntas. En otro momento, a Jean Paul no le molestaría entablar conversación con ellos, puesto que era bastante interesante su postura, sin embargo estaba demasiado cansado mentalmente como para soportar una larga charla. — ¿Te parece que hablemos de esto con más calma en alguna cafetería? —Se tomó la osadía de cogerla de las manos y tirar de ella suavemente. Ahora que la veía mas de cerca podía ver las numerosas pecas que adornaban sus mejillas.
— ¿Cómo? —Aquel ofrecimiento la descolocó por completo. ¿Intentaba tomarle el pelo o era un burdo intento de ligar con ella?
—Vamos. Me encantaría hacerte cambiar de opinión.
De reojo, la joven vio como el grupo se acercaba y rápidamente lo comprendió todo.
—Solo me utilizas para librarte de ellos.
—No sabes lo pesados que pueden llegar a ser. —Le susurró mirándola fijamente.
—Tú invitas.
—Por supuesto. —Y volvió a tirar de ella pasando de largo por delante del grupo a quién saludó con un gesto de mano. —Por cierto, soy Jean Paul.
—Moira.
