Disclaimer: Slam Dunk no es mío y se nota… XD
Advertencia: Yaoi.
¡Espero que disfrutéis de esta historia!
CRUCE
Encargo
Encajó una llave en la cerradura y giró un par de veces. Dejó su maleta en el suelo del recibidor mientras cerraba la puerta. Se dirigió a la cocina del apartamento, dejando la ropa que se quitaba esparcida en el pasillo; cuando abrió la nevera para coger una lata de cerveza, ya estaba en boxers.
Miró la lata y, con un gesto hábil, la abrió con una sola mano. Dio un par de sorbos distraídamente y, camino al sofá, marcó un par de teclas del teléfono inalámbrico que recogió del suelo. Mientras este conectaba con el número, miró el reloj que estaba encima de la televisión. Las dos y media de la madrugada.
xXxXx
En el otro lado de la ciudad, una joven de unos veinte años refunfuñaba mientras, a tientas, buscaba uno de los dos móviles de la mesita de noche. Era la melodía del móvil que usaba para su jefe y si no respondía, la iba a matar.
- Hola… ¿Qué tal el viaje a Argentina¿Es bonito? Me han dicho que sí, que tiene unos paisajes espectaculares. Yo nunca he estado, pero me gustaría mucho - a pesar de que la hubiera despertado, Sarah era incapaz de enfadarse con su jefe.
- No he ido a hacer turismo – la voz de la persona que estaba al otro lado del auricular sonaba cansada.
- Es verdad – rió. - ¿Qué tal el trabajo¿Has dormido algo? Tienes que cuidar más de tu salud...
- Limpio. ¿Noticias?
- He pasado por tu apartamento a regar las plantas, el Sr. Bigotes come tanto que creo que está embarazado, han abierto la cabeza a Roberto en una pelea, Matt quiere charlar contigo, tengo unos trabajos para ti y he roto con Charlie – soltó la chica del tirón.
- Los gatos no se quedan embarazados... ¿Quién es Charlie?
- Un imbécil, los tíos siempre lo son.
- Ya... – contestó el hombre al teléfono. - Dile a Roberto que es idiota y a Matt lo de siempre.
- Mañana a las 9 me paso por ahí¿vale?
- Ng.
- Duerme algo.
- Ng.
- En serio, Kaede, deberias descansar.
- No me llames Kaede.
- Te llamas Kaede.
- Ng.
- Buenas noches - y en un arranque de travesura, la chica añadió, – Kaede.
Sarah oyó un click como respuesta; rió y se tapó de nuevo con las sábanas.
XXxXx
Oyó que alguien entraba en su apartamento. Alargó la mano con intención coger la pistola que escondía debajo de la cama, pero reconoció los pasos, era Sarah. La había encontrado hacía unos cinco años, escribiendo ecuaciones en una servilleta de la cafetería donde trabajaba.
Le propuso que fuera la mediadora entre sus clientes y que se ocupara de su casa cuando él trabajaba; a cambio de un suculento sueldo, claro está. Y acertó. La chica no sólo resultó saber hablar cinco idiomas, entre ellos el japonés, y un talento especial para las matemáticas; sino que hacía bien casi todo lo que se propusiera.
Vio que Sarah entraba en la habitación y se decidió a salir de la cama. Tampoco es que hubiera dormido mucho, desde hacía unos años, tenía el sueño muy ligero. Quién lo diría del zorro dormilón.
- Hola Sarah – saludó mientras se ponía unos vaqueros que sacó del armario.
- ¡Buenos días! – contestó ella con vitalidad - ¿Quieres que prepare el desayuno?
- No, cocinas de pena, ya lo preparo yo.
- ¡No cocino tan mal! – replicó la muchacha, con gesto ofendido.
Se ganó una mirada sarcástica de Rukawa, que se puso una camiseta negra de algodón y se dirigió a la cocina.
- He traído al Sr. Bigotes – dijo Sarah, mientras sacaba un gato negro de la cesta de transporte que había dejado en el suelo.
- Tiene un nombre estúpido – comentó el hombre.
- No seas malo... – replicó ella.
xXxXx
Después de un desayuno a base de tortitas y café, Rukawa y su ayudante se sentaron en el sofá. La joven sacó una carpeta de su mochila, la abrió y le tendió unos papeles al moreno; foto, información, historial...
- Me han llegado dos trabajos. El primero es un empresario ruso que vendrá a Los Ángeles la semana que viene. Joe le tiene rencor por no se qué historias y le quiere muerto – explicó Sarah.
- Hecho – dijo, dejando los papeles sobre la mesita.
- Y el otro es de un cliente nuevo, un contacto de Marie. Pero... – la chica le miró unos instantes.
- ¿Pero qué? – preguntó Rukawa intrigado.
- Es un hombre que se dedica a vender obras de arte. El cliente quiere ajustar cuentas con él. Pero tienes que viajar a Japón; – al ver la cara contrariada de su jefe, se apresuró a añadir, – aún no le he confirmado nada, sé que nunca quieres ir a Japón, pero por si acaso... Tienes un mes para pensarlo, dice que no corre prisa.
Rukawa no sabía qué hacer. Hacía unos diez años que no visitaba a su país natal y lo añoraba. Pero no quería verle; y si volvía su mala suerte le ayudaría a toparse con el causante de sus problemas.
Notó que su ayudante le zarandeaba del brazo y volvió a la realidad. Le tendía una carpeta idéntica a la anterior. El moreno la cogió y la abrió.
- No... – un susurro es lo único que alcanzó a salir de la boca de Rukawa, que miraba los papeles, blanco como un papel.
Sarah miró a su jefe sin comprender su reacción. Miró por encima de su hombro y observó extrañada los papeles que había preparado hacía días, buscando algo que hubiese hecho tanta mella en Kaede. Nada que ella considerara demasiado especial, un historial clínico casi perfecto salvo por una lesión de espalda a los 16, una vida normal, un trabajo interesante y una foto de un hombre de menos de treinta años, bastante guapo, con los ojos castaños y el pelo teñido de rojo. Todo ordenado y sujeto con un clip plateado.
¡Gracias por leer!
