Algo azul
El mañana del que tanto había intentado huir finalmente había llegado; Amy Pond había dicho "sí".
Había crecido. Ahora era una mujer casada.
Amaba a Rory. Por supuesto que le quería. El divertido, patoso, adorable Rory. El niño que se disfrazaba con chaquetas de pata de gallo y pajaritas para hacerla feliz; el hombre que esperó por ella durante dosmil años. Tendría que ser idiota para no quererle.
Sólo hay un problema, y es que Amelia Pond también está enamorada del Doctor.
Está mal. Y lo sabe. Y el hecho de que lo único que quiere hacer en cuanto se abrió la puerta de la TARDIS y le vio aparecer -y volver de nuevo a la existencia- sea besarle hasta dejarle tonto con su prometido (marido, se corrije mentalmente) a sólo a tres metros de distancia, tampoco ayuda mucho a hacer que se sienta menos culpable.
Pero no puede evitarlo.
Estaba llorando en el día de su boda. El que, se supone, tenía que ser el más feliz de su vida. Pero no eran lágrimas de felicidad. Lo sentía dentro.
Faltaba algo. Faltaba alguien.
Alguien muy, muy importante.
Algo nuevo, algo viejo, algo prestado y algo azul.
Habla con Rory. Y él lo entiende.
Oh, Rory. Maravilloso, afable Rory. ¿Cómo no iba a entender?
Rory entiende que, para la ecuación de su felicidad, su Amy necesita a este hombre -alienígena- absolutamente chalado con una cabina y que cayó una noche del cielo a sus vidas. Fue él quien trajo a la familia de Amy de vuelta a la existencia.
Pero, sobre todo, fue el chalado con una cabina que salvó al amor de su vida. Y aunque no sabe si eso pasó hace cientos de años; si pasó en realidad o no pasó en absoluto, Rory Williams (o Señor Pond, porque sí, siempre ha sido propiedad de ella) no puede menos que querer él también al Doctor.
(Además, él fue la stripper que salió de la tarta en su despedida de soltero).
"Oh, Amy. Magnífica, imposible Amy Pond".
Es lo único que el Doctor puede que decir.
Amy y Rory deben decir adiós.
Los tres han vuelto a la TARDIS, de nuevo en el negocio de viajar juntos por el tiempo y el espacio. Y esta vez, Amy no tiene que hacer ninguna elección, porque puede tenerlos a los dos.
Es ahora cuando las piezas realmente comienzan a encajar.
En cuanto el Doctor termine con el teléfono, Amy buscará en la base de datos de la TARDIS el planeta más cercano en el que celebren bodas de tres contrayentes.
Están en un planeta llamado "Benzaddon5". Aquí no se intercambian anillos, sino una especie de sombreros verde lima con plumas de colores, muy parecidos a un fez. Pero su nombre no suena absolutamente en nada a la palabra "fez", sino más bien a "gfay" o algo por el estilo.
"No puedo creerlo", dice Amy.
Debe ser el universo gastándoles una broma.
"Los gfays son molones", dice el Doctor.
Cuando los no-fez han sido intercambiados (y el oficiante ha dado seis vueltas alrededor de los tres contrayentes y un salto hacia adelante con los dos pies juntos), Amy besa a Rory con el amor de todos los mundos.
Después, llega el momento.
Esta vez, el Doctor no va a quedarse absoluta y definitivamente sin besar a la novia.
La chica que esperó, la chica con nombre de cuento, está llorando en el día de su (segunda) boda.
Ahora sí, de felicidad.
El Señor, la Señora y el Doctor Pond.
Le gusta cómo suena.
Amy Pond, natural de Ledworth (Inglaterra) se ha casado hoy con su amigo imaginario; vive con sus dos maridos en una nave espacial que viaja en el tiempo y están pensando en visitar a Rembrandt durante su luna de miel.
¡Tomad eso, cuatro psiquiatras!
