No era una situación normal, no importaba cómo se mirara, y Ritsu era perfectamente consciente de ello. Cosas así no pasaban en el mundo o no deberían al menos. Cualquiera lo sabría.
-R-ritsuu…
Sin embargo era así como vivían ahora.
-Guarda silencio, hermano. Vas a despertar al señor Arataka.
Su hermano apretó la mano contra su boca en un intento por silenciarse, pero en cuanto el movimiento de la mano de Ristu se volvió frenético ni siquiera morderse los nudillos era suficiente para contener los sonidos que escapan de él. No era una mentira que la posibilidad de despertar al maestro era una indeseable, por lo que Ritsu se acercó y se tragó los gemidos lo mejor que pudo mientras una familiar humedad empapaba su mano.
Había traído unos pañuelos descartables consigo que utilizó de inmediato para limpiar cualquier rastro. Luego de lo cual juntó todo en una bola y la desechó en una papelera puesta en un rincón apenas haciendo un arco con el brazo. Ritsu contó los segundos, diez, quince, pero parecía que el pequeño departamento estaba en total silencio. Soltó el aire que había estado conteniendo y sólo entonces se permitió relajarse de nuevo sobre el futón.
Shigeo todavía no había levantado la vista del espacio entre ellos y un sonrojo evidente todavía se mantenía en su rostro. Ritsu había creído que después de una primera vez reacciones así le iban a resultar irritantes o por lo menos frustrantes, pero en cambio estaba aprendiendo a disfrutarlas de una nueva manera que no se esperaba. Él era el único ser sobre la tierra, que supiera, que podía causar ese cambio de expresión en su hermano, el único que conseguía afectarlo de aquella manera, y eso, considerando la clase de persona que era (que debía ser a causa de sus poderes), podía bien ser un logro considerable. Aparte el hecho de que la estampa era demasiado adorable a pesar de tratarse de su hermano mayor. Sencillamente ¿cómo se suponía que uno debía resistirse? Incluso si existiera una respuesta, Ritsu había dejado de interesarse por ella hacía tiempo.
-¿Cómo estás ahora? –preguntó gentilmente, acariciándole la mejilla.
Estaban tan cerca debajo de las sábanas que podía percibir el calor de su cuerpo, escuchar el pequeño jadeo ante su contacto. Quería besarlo de nuevo, pero no debía ser codicioso. De por sí Shigeo ya estaba soportando bastante estrés al mantener el secreto y cada vez que lo hacían estaba el implícito peligro de empujar más de la cuenta. Lo curioso era que en un principio se suponía que debía hacer todo lo contrario, sólo una manera para relajar a su hermano antes de dormir, pero a medida que quedaba claro no iba a ser un incidente aislado o reservado sólo para días especiales la presión se había vuelto mayor.
Ritsu procuraba poner la mayor atención posible en su hermano después de cada vez. Si le rechazaba su mano, si evitaba su mirada a toda costa, si las palabras le salían con dificultad, si respiraba más rápido de lo normal, entonces estaba cerca del borde y debía alejarse cuidadosamente para dormir en su propio futón. No habían sido muchas las ocasiones en las que se daban cualquiera de esos signos, pero que alguna vez hubieran estado ahí era suficiente para mantenerse en guardia. No podía darse el lujo de ser descuidado.
Claro que una persona de verdad prudente habría dejado de tentar al destino de semejante forma en primer lugar, pero no le daba importancia a ese hecho.
Afortunadamente, esa no era la noche en la que su hermano quisiera escapar de lo que habían hecho o al menos no ahora. La mano de Shigeo se posó en la palma sobre su rostro y le apretó los dedos suavemente.
-Gracias –murmuró Shigeo, todavía desviando la vista pero sin que pareciera un esfuerzo consciente.
Ritsu creyó que no pasaba nada si le daba un rápido beso en la frente y eso hizo, sonriendo al ver el gesto de plácido contento en el otro. Todo el estrés generado por ese examen para el cual no estaba preparado se había desvanecido de su sistema. Una vez más estaban a salvo.
-¿Seguro que ahora estás bien? –preguntó, sólo por si acaso.
-Hum –emitió Shigeo de forma positiva, hundiéndose en la almohada-. Muy bien.
-Me alegro –dijo sinceramente y se movió para salir de debajo de las sábanas.
No sabía qué hora era, pero debía ser muy avanzada la noche y mañana tenía justo reunión con el consejo escolar. Si se iba a dormir ahora quizá no iba a estar tan cansado como se temía.
-Ritsu –dijo la voz de su hermano, deteniéndolo cuando ya tenía una pierna afuera.
-¿Mmm? –dijo Ritsu, inspeccionándolo con la vista en busca de señales de perturbación.
Pero lejos de eso, Shigeo se presionaba un nudillo contra los labios, como si no supiera bien qué frase utilizar para expresar lo que tenía en su mente. Ritsu sabía que entonces sólo se podía tener paciencia y aguardó, notando un raro fruncimiento en el ceño generalmente liso de su hermano.
-¿Por qué siempre soy yo el único al que se le hace eso? –preguntó Shigeo, elevando la vista.
Decir que Ritsu estaba sorprendido habría sido quedarse corto. En su pecho hubo una palpitación que se negó a reconocer de pleno como alegría y prefirió tomar como mero optimismo. Si Shigeo había llegado a un punto en el que incluso pensaba en devolverle el favor, eso sólo podía significar buenas cosas.
-Digo –continuó su hermano, bajando la cabeza-, es sólo… no parece justo que yo…
-¿Tú quieres hacerlo? –preguntó Ritsu suavemente-. Eso es todo lo que importa, hermano. No quisiera que hicieras nada por sentirte obligado o porque crees que me lo debes. Así no tiene sentido nada de esto.
-Em… -Shigeo cabeceó pasados unos segundos al no poder encontrar palabras-. Quiero intentarlo al menos. Hacerte sentir bien, digo. Em… ¿está bien eso contigo?
-Por supuesto que sí –afirmó Ritsu y deslizó una mano a la cadera de su hermano, acercándolo hacia su pecho sólo para darle un beso un poco más largo que el anterior en la coronilla. Shigeo por un momento se permitió acurrucarse contra él y tuvo la loca idea de dejarlo dormir de ese modo, permanecer pegados lo que restaba de la noche antes de que tuvieran que ir a la escuela, pero sabía mejor que dejarse llevar por esos impulsos-. Lo arreglaremos más tarde, ¿de acuerdo? Ahora intenta dormir.
Shigeo asintió en silencio, los ojos ya cerrados obedientemente. Ritsu le arropó lo mejor que pudo suprimiendo un bostezo y luego se volvió a su propio lecho, apenas a unos pasos de distancia. Se acomodó bajo las sábanas, apoyó la cabeza en su almohada y se volvió a su costado.
-Buenas noches, hermano –dijo sin saber si Shigeo llegaría a escucharle o no.
-Buenas noches, Ritsu –fue la adormilada respuesta.
Con su vista acostumbrada a la oscuridad Ritsu pudo distinguir la pequeña sonrisa perezosa en el rostro de su hermano.
Había costado lo suyo, avanzar desde inseguros toques en los que ni siquiera sabía bien lo que estaba haciendo hasta toques a otras partes del cuerpo, como manos, cuello u hombros, pero parecía que finalmente estaban llegando a un punto en el que Shigeo se estaba sintiendo cada vez más cómodo al ser receptor de esos gestos. Tanto así que ahora incluso quería devolverlos. Era todavía mejor de lo que esperaba.
Las primeras noches no eran así. Demasiada culpa y remordimiento. Demasiado miedo de que estaba dejando a su hermano menor corromperse de forma irreparable y que era su deber preservar el último rastro de inocencia que le quedaba, por no mencionar las repercusiones por si su guardián, el hombre que más admiraba en su vida, haría si los descubría. Ritsu también se preocupaba, pero más acerca de si acabaría despertando al león cuando intentaba adormecerlo e intentó todo lo posible por convencer a Shigeo de que estarían a salvo, de que no serían tontos, y que cualquier cosa que hicieran, no importaba que fuera, no iba a tener un efecto negativo en él. Él sólo quería ayudar, después de todo, y si para ello debía ser más libertino con la forma en que se manifestaban afecto entre ellos, entonces no tenía problema con ello. El hecho de que todo había su idea en primer lugar parecía tener mínima o nula importancia para su hermano.
Pensar en aquellos tiempos le traía una mezcla agridulce de triunfo y frustración. Shigeo temía llevarlo por un mal camino, algo resultaba hilarante para cualquiera que se molestara en conocerlo un poco. La idea de que fuera Ritsu quien hubiera pavimentado el camino y ahora lo estuviera llevando de la mano hacia adelante del mismo ni siquiera cruzaba su mente. Su ceguera era beneficiosa pero también un poco irritante. Shigeo simplemente no sabía. Ni siquiera podía imaginarse hasta qué punto su inocencia, si es que alguna vez la tuvo, había sido destrozada.
Desde el primer instante es que su hermano había doblado una cuchara en frente de él sin usar as manos, Ritsu había querido hacerlo por su propia cuenta. A medida que Shigeo demostraba un mayor manejo de sus poderes y que éstos a su vez parecían crecer, no había hecho otra cosa que esperar el día en que fuera su turno. Tenía que llegarle, ¿no era así? Eran hermanos, después de todo, y tenía todo el sentido del mundo que algo tan grande llegara a ser hereditario, un gen dormido en el código de sus padres que sólo despertaría para su generación.
Pero a medida que pasaba el tiempo, todos sus intentos por despertar no hacían otra cosa que traerle frustración y enojo contra su hermano y sigo mismo. ¿Por qué no funcionaba para él? ¿Qué estaba haciendo mal? ¿Qué le faltaba a la mezcla que no lo estaba consiguiendo? Hasta que un día, un tiempo más tarde desde el incidente con aquellos matones que le dejara inconsciente, descubrió que eso por lo que tanto había estado esperando estaba finalmente al alcance de su mano, incluso si no era exactamente lo que deseaba. No podía hacer elevar el agua en una burbuja compacta ni levantar a un perro en el aire. No, él era un esper de otra clase.
Con la correcta emoción, con la concentración adecuada, podía crear fuego a voluntad. Todavía no se lo mencionó a su hermano porque las primeras veces sólo eran estallidos, velas encendidas al toque de sus dedos, y él quería tener algo de verdad impresionante que mostrarle. Quería algo que pudiera dejarle con la boca abierta. Algo para demostrar que ya no tenía razón para temerle y era capaz de protegerse, que ya no era el niño indefenso que lloraba por la herida en su cabeza.
De modo que dejó de intentar mover cosas y buscó ahora fundirlas lo más posibles, todo en secreto para no arruinar la sorpresa. Sus experimentos pronto le enseñaron qué materiales podían dejarlo mareado con sus humos o eran demasiado inflamables para hacerlo en su cuarto a solas. Salía a los parques, a las zonas de construcción, a cualquier sitio al aire libre adonde no parecía haber personas y practicaba, practicaba, practicaba, sin jamás conseguir otra cosa que un mareo por los olores. Parecía incapaz de elevar la temperatura más allá de cierto límite, más allá de cualquier esfuerzo suyo.
Hasta que una tarde se quedó afuera por más tiempo del que tenía planeado y mamá no estaba contenta. Papá todavía no había vuelto del trabajo para actuar de mediador, por lo que Ritsu tuvo que recibir la ración completa de su reprimenda. Normalmente era bueno para distender el ambiente a fin de no perturbar a su hermano, pero esa noche estaba ya frustrado, cansado, sus sienes palpitaban y nunca antes se había dado cuenta de cuán chillona la voz de su madre podía ser. Respondió, no pudo evitarlo. Mamá no se lo esperaba, pero pronto recuperó la compostura y le discutió por su atrevimiento. Cada intercambio alguna de las partes aumentaba el volumen hasta que Ritsu creyó que la cabeza iba a estallarle y de pronto mamá liberó un grito diferente a cualquiera de los otros, moviendo las manos furiosamente para apagar el fuego prendido a su delantal. Ritsu se quedó asombrado porque de pronto su jaqueca se había atenuado.
Mamá al final pudo apagar el fuego, no sin antes perder la mitad inferior de la prenda, y Ritsu se recordó que ella podría haber salido de verdad lastimada y eso probablemente sería malo, por lo que se acercó para preguntar si estaba bien y mamá le dijo que se quedara donde estaba. Ritsu vio su expresión, primero de alivio porque nada más grave hubiera pasado y luego de aprehensión mientras volvía la mirada hacia él.
-¿Tú también?
Ritsu cabeceó, bajando la vista. Algo en la mirada de su madre le hacía difícil mantenerla en alto, como si la hubiera decepcionado de alguna manera. Pero eso no tenía sentido. Todavía tenía cosas por aprender, sí, pero ¿no debería más bien alegrarse? Ahora tenía dos hijos especiales en lugar de sólo uno. Lejos de querer hablar más al respecto, mamá suspiró con fuerza y lo envió a darse un baño rápido antes de cenar. La comida transcurrió en silencio, con papá presente y Shigeo actuando como si nada, de modo que Ritsu supuso que mamá no les había dicho acerca del incidente. El delantal había desaparecido como por arte de magia y nunca volvió a ser visto. Parecía que nada iba a cambiar entre ellos y eso le parecía perfecto, por lo que aceptó esa situación.
No fue hasta una tarde que Ritsu se enteró de cuán fuerte había sido el cambio en su familia. Estaba a punto de salir al parque para intentar fundir rocas de nuevo cuando escuchó a su madre hablando por teléfono. Eso no habría sido suficiente para detenerlo si no hubiera sido porque escuchó su nombre ser pronunciado.
-Sé que Ritsu no quería hacerlo, pero todavía me asustó mucho –decía su mamá por teléfono, caminando de un lado al otro del mueble en el que estaba el teléfono-. Y con lo que Shigeo hizo aquella vez, no creo que pueda manejar a tener a dos niños así a la vez. Hasta ahora no ha habido mayores problemas pero ¿y si los dos llegan a perder el control al mismo tiempo? ¿Cómo se supone que debo manejar eso? Por eso te decía… -Mamá se quedó en silencio, escuchando-. No, con Shigeo ya sabemos más o menos qué hacer. Es Ritsu el que me preocupa. No quiero imaginar lo que pasaría si se meten en una pelea y cualquiera de los dos sale herido. Creo que les hará bien estar separados por un tiempo, al menos hasta que aprendan a controlarlo mejor, sólo para reducir riesgos. Te juro que no te arrepentirías, Ritsu dentro de todo es un buen chico, te aseguro que no será mucho problema…
En ese punto Ritsu dejó de ponerle atención a la conversación y se fue a su habitación en lugar de al parque. Pasó el resto de la tarde tratando de imaginar cómo sería eso, el vivir lejos de su hermano y no le sorprendió que ninguna imagen o idea le viniera a la mente. Lo que sí le sorprendió fue la necesidad de ir a su madre para reclamarle por la locura que se le ocurría. Él podía manejar a Shigeo y a sí mismo si hacía falta. Más que nada le irritaba la idea de que hubiera alguien que lo creyera incapaz de hacerlo, y ni bien la tuvo formada en su cabeza continuó creciendo hasta ser lo único que la ocupaba.
Para el momento en que mamá le llamó a la mesa, Ritsu había llegado a la conclusión de que una separación era inaceptable. Pero no era tan tonto para no darse cuenta de que un simple niño no podía ir contra la voluntad de los adultos, así que por un largo tiempo no pudo conjurar ningún plan concreto y además tenía la esperanza de que quien sea a quien hubiera contactado su madre hubiera declinado la oferta. Después de todo, a nadie le gustaría ser cargado con un niño de repente.
Eso pensaba hasta que volvió a casa después del colegio y una tía vieja suya que nunca había visto antes le estaba esperando para "hablar con él y ver qué tal andaba." Shigeo todavía no estaba en casa. Pasaría al menos otra hora antes de que apareciera por casa. Ni bien se hicieron las presentaciones, no le cupo la menor duda acerca del por qué de esa repentina visita. Estaba siendo probado antes de que se lo llevaran.
Se negó a sentarse a la mesa, se negó a hablar. Se negó a comportarse como el niño educado que habría sido de no haber escuchado esa familia y mamá no estaba para nada contenta. Pese a los intentos de su padre por calmar la situación, la voz de su madre se elevó por sobre la suya y Ritsu no quería escuchar, por lo que gritaba también para acallarla.
En algún momento dejó de mirar a su madre en frente de sí. La cabeza le estaba dando vueltas junto a la única idea que parecía tener la menor relevancia. No iba a dejar que se lo llevaran. No podía dejar que acabaran la historia que tenía con su hermano y le quitaran su momento de revelación. Todo su esfuerzo por superar a Shigeo se iba a la basura. Extendió una mano para deshacerse de aquellas interferencias y eso fue exactamente lo que pasó.
Las llamas lo envolvieron todo, rojo y amarillo empaparon cada superficie, y su rugido feroz devorándolo todo le traía alivio a la vez que un nuevo hambre. Los gritos de los adultos eran apenas ruido blanco de fondo, el aleteo de una mosca. Mientras se abría paso hacia la puerta, Ritsu sintió ese algo en su cabeza que ya experimentara antes volverse elástico, maleable, más grande que el mundo entero. Corriendo hacia la acera como iba, Ritsu no pudo evitar reír, llamando a las llamas para crecer a sus espaldas. ¿Era eso lo que la otra versión de su hermano había sentido cuando le dejara aquella herida en la cabeza? Si así había sido no le extrañaba que hubiera seguido adelante incluso en tanto le rogaba que se detuviera. ¡Era tan fantástico dejarse ir, liberarse de todas las amarras! ¡Nadie iba a detenerlo!
En cuando llegó a la calle y se volvió atrás, su carcajada se había vuelto tos y luego jadeo, su nariz llena del aroma a quemado en el aire. Pero incluso entonces la sonrisa no quería abandonar su rostro mientras contemplaba las llamas saliendo de las ventanas. Él había hecho eso y algo dentro de él le decía que podría hacer todavía más si quería, que había todavía más libertad esperándolo. Se sentía intocable.
Para el momento en que Shigeo apareció, un grupo de gente se había congregado a su alrededor, entre curiosa y alarmada. Alguien informaba que ya había llamado a urgencias. No les prestaba ninguna atención. Las llamas ahora se movían por su cuenta y representaban un espectáculo mucho más interesante. Por eso no escuchó a su hermano llamándole hasta que de pronto sus brazos le atrajeron hacia su persona. Shigeo todavía era más alto que él, por lo que Ritsu encontró su rostro siendo enterrado contra el pecho del otro y las manos aferrándole la nuca.
-Gracias a dios, gracias a dios… -gimoteaba su hermano, sus lágrimas empapándole el hombro.
Ritsu apenas podía moverse de lo apretado que lo tenía, pero todavía se las arregló para darle una torpe palmada en la espalda. Una parte de sí estaba aliviada que lo único que Shigeo hiciera fuera llorar en lugar de perder el control, pero más que nada estaba consternado. Su hermano no se había permitido mostrar muchas emociones, mucho menos llorar, desde el incidente. No sabía cómo reaccionar al darse con ese súbito reencuentro.
Más adultos llegaron. Shigeo se negó a separarse de él incluso mientras lo examinaban en el interior de una ambulancia, aferrándole la mano dentro de la suya. Ritsu trataba de darle un apretón cuando percibía que temblaba demasiado, pero no intentaba liberarse de ningún modo y los adultos tampoco insistieron demasiado en que lo hiciera.
Luego de que los enfermeros lo dejaron, una señora policía se acercó a preguntar lo que había pasado. Ritsu sólo pudo quedársele viendo sin ninguna expresión. La verdad era que ni él mismo sabía bien qué había pasado. Se le hacía difícil recordar las sensaciones que había tenido no hacía mucho, como una película que había adorado pero cuyos detalles se le perdían. Los bomberos luchaban por apagar el fuego, pero estaba seguro de que ahora sólo perdían su tiempo.
Acababa de matar a sus padres, gente inocente, y no como Shigeo cuando se enfrentara a los abusones, pues no dudaba de que todavía hubiera sido él en una versión distinta. Esa idea le selló los labios frente a las autoridades más que cualquier otra cosa. Necesitaba asimilar esa nueva información. Afortunadamente nadie intentó presionarlo para romper su silencio y los llevaron a ambos a la estación de policía, adonde los dejaron al cuidado de la señora policía y un hombre joven.
-¿Saben de alguien a quien puedan llamar ahora? ¿Algún amigo de la familia, quizá? –preguntó la mujer, entregándole a Ritsu una lata de bebida dulce.
Hasta que empezó a dar sorbos, no se había dado cuenta de cuán sediento realmente estaba y del sabor a ceniza atorado en su paladar hasta que consiguió ahogarlo. Shigeo había pasado de tener su mano a rodearle el hombro, como si aún ahí intentara protegerlo de algo. No le molestaba sino todo lo contrario. Era hasta agradable tener toda su atención incluso en esas circunstancias.
-N-n-no –respondió Shigeo. Su voz sonaba insegura, pero más que nada confusa, demasiado abrumada para de verdad comprender su nueva situación. Él también tenía su propia lata pero no parecía saber qué más hacer con ella que sostenerla-. P-pero… creo que quiero llamar a alguien. ¿P-puede quedarse con Ritsu, por favor?
-¿No prefieres que yo haga la llamada? –ofreció la señora.
-N-no, está bien. Yo puedo.
-Ven conmigo entonces –dijo el hombre-. Puedes usar el teléfono en mi oficina.
-Quédese con Ritsu, por favor –dijo Shigeo y esperó a que la señora asintiera antes de levantarse.
Shigeo le dio un último apretón antes de dejar la lata en su asiento y seguir al hombre. Ritsu no despegó la vista de su hermano hasta que este desapareció tras una puerta. Continuó bebiendo con calma en tanto la mujer ocupaba el lugar vacío a su lado.
-Tienes un muy buen hermano mayor –comentó ella.
Ritsu pensó que lo mismo podría haberle hablado de cualquier tema antes de lo que acababa de pasar. Sólo estaban matando el tiempo hasta que les dieran el anuncio oficial de que eran un par de huérfanos. En realidad él tampoco quería hablar sobre eso. ¿Qué más se podía decir? ¿Cómo expresar que estaba satisfecho con tener a su hermano y no necesitaba más, que ni siquiera sentía que hubiera perdido nada de real importancia? Entendía lo raro que sonaría y así prefería el silencio.
-Mmm –dio como respuesta.
-No es muy común ver a dos hermanos tan unidos. De verdad calienta el corazón –siguió la mujer, sonriéndole.
Ritsu casi le comentó que eso no era, que Shigeo sólo estaba asustado, pero él tampoco quería romper con la ilusión. Se sentía bien pretender que tenía un buen hermano mayor, uno que no le haría daño y estaría ahí para él. Era reconfortante.
-Espero que esté bien –comentó al darse cuenta de que la policía seguía esperando su partea. Quizá un poco de charla tampoco haría mal-. Mi hermano… no es muy bueno bajo presión.
Imprimió una falsa preocupación a su voz. Si Shigeo fuera a hacer algo drástico debido a los eventos de esa noche ya lo habría hecho. O al menos en eso confiaba.
-Mucha gente no lo es –comentó la señora, cabeceando-. Pero ¿sabes? Sólo porque tu hermano pase por un mal momento no quiere decir que tú debas reprimirte tampoco. Eso no es sano. Si no te sientes bien mereces tanto cuidado y atención como Shigeo.
Ritsu levantó la vista hacia ella, sin la menor idea de qué hablaba. ¿Acaso se creía que sabía acerca de ellos? ¿De lo que podría pasar si se descuidaba? Claramente no sabía nada, pero hablaba con ese tono que usaban los adultos cuando creían estar impartiendo sabiduría y sólo quedaba darles la razón para aplacarlos.
-Lo sé –dijo, bajando de nuevo la mirada-. Estoy bien, de verdad. Cansado, es todo.
-Por supuesto, ha sido un día agotador –afirmó la mujer y le dio una palmada en la coronilla. Ritsu casi le dio un manotazo pero se contuvo-. No te preocupes. Nos aseguraremos de que tu hermano y tú estén bien esta noche, ¿de acuerdo?
Ritsu no abrió la boca. Se limitó a dar un débil cabeceo.
Unos minutos más tarde Shigeo apareció de nuevo, acompañado por el hombre policía. Ni bien se detuvo a su lado Ritsu sintió la mirada de su hermano recorrerle de arriba abajo, como si de verdad hubiera temido que le pasara algo durante su ausencia. Ritsu aprovechó la leve inspección para mirarlo a su vez. Él había dicho que se sentía cansado y era verdad, pero Shigeo se veía absolutamente agotado, desolado, igual a alguien se mantenía despierto sólo para no enfrentarse a la oscuridad. Esta vez Ritsu fue el que extendió la mano para tomar la suya y se alivió un poco cuando Shigeo se la aceptó.
-¿Qué tal les fue? –preguntó la policía.
-B-bien –respondió Shigeo, parpadeando en su dirección-. Mi maestro sonaba como si acabara de despertarse. Espero que no esté molesto.
-Dijo que ya vendría de inmediato –explicó el hombre.
-Eso es bueno. ¿Así que tu maestro? –inquirió la policía y Ritsu podía compartir su curiosidad.
Iban a la misma escuela y él conocía a todos los profesores de su hermano. Nunca había notado que tuviera una relación especialmente cercana con ninguno de ellos.
-Aja –dijo Shigeo, su voz bajando el volumen a medida que hablaba-. Yo… no sabía a quién más hablarle. ¿Hice bien?
-Hiciste estupendo, Shigeo. Tu maestro parecía un buen hombre y seguro que no le molesta hacer todo lo posible por ayudar –afirmó el hombre, dejando caer su palma sobre la coronilla de pelo negro.
Ritsu notó que su hermano no se sentía incómodo en lo absoluto por ese gesto y eso de alguna manera le molestó. Le dio un leve apretón que consiguió atraer su atención de vuelta y lentamente, para no parecer grosero, Shigeo salió de debajo del adulto para ocupar el asiento a su otro lado.
-Te va a gustar –le comentó Shigeo, sonriéndole un poco. Ritsu percibía al par de policías intercambiar unas palabras a su lado, pero ya había perdido interés en ellos. Sentía ahora más curiosidad por ese hombre que era lo bastante importante para que su hermano lo llamara esa de todas las noches-. Lo conocí el año pasado. Es un adulto con poderes especiales, como yo. Trabaja ayudando a la gente y es muy sabio.
-¿Tan bueno es? –preguntó Ritsu.
-Es el mejor –dijo Shigeo con una convicción que jamás le había oído-. Ya lo verás.
Media hora más tarde se presentó en la estación un hombre en pantuflas, camisa mal abotonada y pelo alborotado. Luego de que hubiera hablado con los policías, fue conducido hacia el rincón adonde se encontraban ellos. Shigeo, contra quien Ritsu ya estaba empezando a dormirse, se irguió de golpe al verlo, alarmándolo.
-Mob –dijo el hombre y tras contemplarlos por un momento, les hizo un gesto de que se apresuraran-. Vamos, tengo al taxi esperando afuera. Ya firmé todo lo que hace falta de modo que no hay problema. ¿Quieren ir por helado?
Esa fue la noche en que Ritsu conoció a Reigen Arataka, psíquico autoproclamado. Su nuevo guardián.
