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Ambición
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Caminó por la valla como era su costumbre, observándola fijamente de reojo. Por mucho que pasará el tiempo, el sentimiento que se acumulaba en su pecho hacía aquella chica, cada vez se agolpaba con más fuerza queriéndose salir. Un suspiro salió de sus labios y levantó su mirar al cielo. En esos momentos, las estrellas parecían más relucientes y felices de lo que él era.
Quien diría que aquel leve sentimiento que se había formado cuando la vio por primera vez, llegaría a crecer tanto hasta convertirse en una cruel tortura. Sin siquiera proponérselo ni imaginárselo, se había enamorado de aquella chiquilla, de su hermosa y cautivante sonrisa. De aquellos ojos color chocolate que lo hacían perder la razón. Aquel día que había llegado a Nerima, arrastrado por aquel enorme panda, había sido su perdición.
Muchas veces se preguntó lo mismo que se preguntaba en ese momento: ¿por qué no se fue ese mismo día? Pudo haber regresado a China y haberse hecho cargo de esa tonta maldición, pero no lo hizo. Todo lo contrario: se quedó, se estableció y se enamoró hasta más no poder. Se dejó aprisionar por ese fuerte sentimiento, un sentimiento que hasta el momento se le había hecho difícil de romper. ¿Difícil?, no, ¡imposible! Ese sentimiento se había hecho imposible, insuperable. Lo había condenado a su lado. Ella era la única que había sido capaz de aprisionarlo y retenerlo, sin siquiera proponérselo.
Si alguien le preguntaba acerca de sus adicciones o debilidades, él solo tenía una: Akane Tendo, su terca prometida. Era su adicción, su debilidad, su perdición y a la vez su mundo entero. Ya ni siquiera podía imaginar la vida sin ella a su lado. Y, ¿cómo hacerlo si ella iba a todos lados con él? Lo acompañaba hasta a sus entrenamientos, trabajaban juntos, comían juntos, vivían juntos. Ya nada más les faltaba dormir juntos.
Un sonrojo iluminó sus mejillas ante este pensamiento. Había veces que ni el mismo se reconocía antes estos. Había cambiado mucho con el paso de los años, hasta su trato hacía ella había variado. Pero eso no dejaba de lado que la molestara de vez en vez. No, claro que no, eso era más que divertido. Además, era la única forma que encontraba que ella centrara toda su atención hacia él.
Levantó sus manos frente a él, y después de pensarlo un segundo, giró las palmas cerrando cuatro de sus diez dedos. Seis años, habían pasado seis años desde que la había conocido, y en lugar de que su corazón se alejara de ella, parecía un imán que insistentemente buscaba fusionarse al de ella. No importaban las dificultades, mucho menos los hechizos o insinuaciones de sus "prometidas". Nada importaba, su destino había sido fijado desde antes de nacer.
¿Por qué entonces se sentía tan afligido, tan incompleto? ¿Porque había un vacío en su vida?
Era inaudito que su sola presencia o compañía le resultaran tan poco. Se había vuelto un ambicioso. Sí, su ambición de tener más de ella iba en aumento, y no parecía tener fin. ¿Acaso no se detendría? ¿No estaba dispuesto a parar? Dudaba mucho que así fuera.
— ¿Estás bien? — escuchó su suave y melodiosa voz. Su tono preocupado, le había sonado tal coro angelical que lo llamaba a despertar de su letargo. ¿Tan hipnotizado se encontraba por aquella chica?
—¿Eh?, sí…estoy bien — respondió repentinamente ofuscado por sus propios pensamientos — solo he estado pensando que…— la fija mirada de ella en espera de sus palabras, lo hicieron flaquear, desistiendo de lo que estaba dispuesto a decir.
La joven afiló la mirada, al ver que él guardaba nuevamente sus intenciones de exponerle sus pensamientos. Se acercó a él, colocándose de frente a la valla y le regaló una sonrisa para transmitirle seguridad.
—Has estado muy raro últimamente, Ranma — le dijo retomando su camino— deberías madurar un poco y comportarte como un adulto, ya no eres un niño.
Él la miró sorprendido y, antes de pensarlo un poco más, saltó aterrizando frente a ella.
— Muero de hambre…¿Te gustaría ir a comer algo? — preguntó ladeando su enrojecido rostro y ofreciéndole su brazo. Era claro que era una invitación…a una cita tal vez.
Ella no podría culparlo, mucho menos ponerlo en evidencia con sus intenciones. Después de todo, ella misma le había dicho que se comportará como un adulto y eso, sería lo que precisamente haría. Comenzaría a comportarse como un adulto y dejaría que por una vez, sus impulsos lo guiaran. Y quien sabe, tal vez al fin lograría saciar su ambición de ella, y dejaría de sentirse incompleto.
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Hola, ya sé que no dice mucho, pero no pude evitarlo. Ando en un momento difícil y creo que estoy un poco melancólica.
