VIVIR PARA SIEMPRE
PROLOGO
Voldemort estaba muerto. Lo había matado su propia maldición al rebotar y Harry se quedó allí, inmóvil, con las dos varitas en las manos, contemplando el cadáver de su enemigo, aun atónito, jadeando pesadamente. Hubo un estremecedor instante de silencio en el cual la conmoción de lo ocurrido quedó en suspenso.
Y entonces los gritos y los vítores rasgaron el aire. Sus amigos le rodearon y sus palabras era incomprensibles, sin sentido para el Griffindor. Porque solo una cosa atrajo su atención. Una figura desaliñada se abría paso trabajosamente y con torpeza entre la multitud, vacilante, y el moreno se encaminó hacia ella, ignorando a los demás.
Por fin, había acabado todo y podían estar juntos, libres al fin, y una sonrisa iluminó su agotado rostro. Devolviendo débilmente el gesto, casi se dejó caer en sus brazos, mientras tropezaba una vez más.
Un hilo de sangre negar y densa brotó de las comisuras del pálido rubio y Harry se heló, aterrado, sujetándole con firmeza. Su madre apareció tras él, y el Griffindor vio a desesperación en sus ojos azules, secundada por el dolor de Lucius Malfoy que la sostenía por la cintura. Las rodillas del Slytherin flaquearon y tosió, salpicando se sangre el pecho del moreno, que le ayudó a arrodillarse en el suelo, junto a él.
La mirada de los ojos de Draco buscaron las esmeraldas de su amante y sus labios, pálidos y manchados de sangre, se distendieron de nuevo en una sonrisa, iluminando por un instante su pálidos semblante.
-Harry…
Susurró débilmente el muchacho, mirándole con ojos casi extraviados.
- Shhh… todo va a salir bien, Draco, vas a ponerte bien, te lo prometo.
Las lágrimas rodaban a raudales por las mejillas de Harry mientras abrazaba a su amante, visiblemente malherido por alguna maldición de efecto lento que le estaba devorando.
- Mentiroso…
Murmuró el Slytherin, mirándole con ojos cada vez más nublados, mientras su mano se enredaba en su revuelta mata de pelo negro. Poco a poco el silencio se había hecho alrededor de los dos jóvenes amantes y nadie osó interrumpirles ni por un instante. EL Griffindor notó que el pulso de Draco se enlentecía y con ojos arrasados de lágrimas, le besó en los fríos labios.
Esos labios de seda se abrieron bajo los suyos y el metálico sabor de la sangre se unió a su dulzura en su boca. Con un gemido, el rubio aflojó su presa en su cabelló y se quedó casi inmóvil entre los brazos de Harry.
Aferrando con fuerza y determinación la Varita del Destino entre los dedos, Harry dejó el ahora casi inerte cuerpo de su amor, su único amor, sobre el suelo del campo de batalla, mientras los sollozos de su madre rompían el aterrador silencio a su alrededor.
Harry no temía la muerte, después de todo, ya la había enfrentado esa misma noche, ya había muerto y eso era algo que podía aceptar, pero no podía vivir sin Draco. Arrodillado en el suelo, el moreno comenzó a susurrar un extraño cantico, una especie de letanía o lamento, una plegaria surgida de lo más profundo de su corazón, un ruego susurrado que nadie entendió porque el moreno estaba hablando en parsel.
-Por tu vida, ofrezco mi sangre...
Con un gesto firme, el joven abrió su muñeca con la varita y derramó su sangre sobre el pecho y los labios de su amado.
- que ella te alimente y te fortalezca.
El pulso de Draco se intensificó un tanto, y su pecho se alzó, llenándose de aire una vez más.
Por tu vida ofrezco mi vida y mi poder, que ellos sean para ti hasta que mi alma se reúna con la tuya…
Abriendo la otra muñeca mientras hablaba, los ojos llenos de lágrimas, una esfera de poder deslumbrador les envolvió, surgiendo de la varita en cuento Harry terminó su invocación, como una cortina cegadora de luz. Con un gemido de dolor, el moreno se derrumbó sobre el pecho de Draco, desangrándose rápidamente. Con su último aliento, Harry besó los dulces labios sonrosados de Draco y este entreabrió los ojos de nuevo. Su malestar había cedido, y por un instante, pensó que había muerto, pero los labios de Harry sobre los suyos le sacaron de su error.
Los brillantes ojos verdes se encontraron con los grises de Draco y por un instante, dentro de la refulgente esfera de luz, todo fue perfecto. Pero entonces, los ojos de verdes esmeraldas se apagaron y sus parpados se cerraron lentamente, mientras cada gota de sangre era finalmente absorbida por la piel del rubio joven, que había ido recobrando parcialmente el vigor a cada segundo.
Con un fuerte destello cegador, la esfera implosionó y la multitud que les rodeaba, aterrada y conmocionada, contempló la singular escena, ya que solo habían podido ver la silueta de ambos en los últimos minutos. Semirecostados sobre el suelo estaban las figuras ensangrentadas de los dos jóvenes. El rubio sostenía ahora entre sus brazos el cuerpo inmóvil del Griffindor, que aun aferraba en las manos ambas varitas.
Con un rugido de dolor, abrazando aun mas fuerte el cuerpo roto, Draco llamó sollozante al Griffindor, arrancando exclamaciones de sorpresa e incredulidad a su alrededor.
-¡HARRY!
El rubio joven no se dio cuenta de que la varita de sauco se había quebrado entre los dedos de su amado, roto por fin su poder, al sacrificar el joven su vida por la de su amor, entregándola para que él viviera.
El Slytherin cayó en una profunda depresión, porque su pesar y su amargura eran tan grandes, que su desinterés por todo era absoluto y solo los preparativos del entierro lograron apartarle del cuerpo inerte de Harry. Draco enterró el cuerpo de Harry días más tarde, junto a los de sus padres en el valle de Godric, y visitó su tumba a diario, hasta su muerte, cinco años después.
Sus padres, estaban desesperados al verle pasar las horas sentado junto a la lápida del moreno, llorando y hablando solo, comiendo tan solo lo imprescindible para no desfallecer y mantenerse en pie, ignorando suplicas y amenazas, los ojos vacios, llenos tan solo de un dolor tan grande que era imposible de ignorar.
Atado a la vida por un poder que nadie sabía explicar, ligado a la existencia por el sacrificio de su amado Harry, incluso intentó quitarse la vida, pero al parecer, ni siquiera esa salida le estaba permitida y fracasó, tan solo ocasionándose a sí mismo y a sus padres más dolor, atado a la vida por el ultimo hechizo de su amado.
Así que Lucius Malfoy tomó una triste y dura decisión y entregó a su único heredero a un poderoso vampiro, Hades, que apiadado del dolor del muchacho, puso fin a su sufrimientos.
Renacido como vampiro, Draco durante décadas y décadas, siglos, vivió una nueva vida. Parte de sus memorias como humano se volvieron borrosas al renacer, y su dolor y desesperación por su pérdida de su único amor, nublados y apagados por la voluntad de su Sire, dándole una nueva oportunidad para vivir. Y Draco se juró a si mismo aguardar el regreso de su amor, su retorno a sus brazos, aunque eso significase vivir para siempre.
Los tiempos cambiaron y con ellos, el mundo llego al borde de la extinción, la locura a punto de destruir el planeta, llevándonos a todos a la aniquilación. Los magos de todo el mundo se unieron y cambiaron el curso de los acontecimientos. Un hechizo, un poderosos hechizo sanó a nuestro mundo y la vida cambió.
La sociedad retornó al campo, se hizo sostenible y aunque aun existían los avances médicos y la electricidad, ya nadie usaba automóviles. Las bicicletas o los caballos y carruajes eran el método de transporte en cortas distancias y para las más largas, existían los trenes y los barcos.
Muggles, magos criaturas mágicas compartían abiertamente este nuevo mundo, y aunque cada comunidad tendía a mantenerse aislada de las demás, todos eran conscientes de la existencia paralela de los otros. Los magos se hicieron cargo del sistema de transportes del mundo, y los trenes mágicos cruzaban los campos con largas estelas de humo blanco. Los muggles no eran conscientes a veces de la naturaleza real de las criaturas con las que trataban, imbuidos de conceptos falsos.
Y en este mundo donde magos y muggles volvían a compartir un planeta sano y limpio, un niño de ojos verdes como esmeraldas y negro pelo revuelto, un pequeño huérfano llamó a atención de un solitario vampiro rubio.
DONDE NO LO BUSCABA, ENCONTRE UN DIAMANTE
En su periódica búsqueda de donantes de sangre, y tal vez, posibles parejas, dos vampiros, Hades Stonehill y Draconis Malfoy recorrían periódicamente los orfanatos, valorando a nuevos candidatos, restringidos ahora por las nuevas leyes a este nuevo medio para lograr la tan necesitada fuente de sangre.
Los muggles, aunque conocían de sus existencia, a menuda albergaban ideas equivocadas y prejuicios descabellados sobre todos ellos. El terror que inspiraban incluso entre muchos adultos era un obstáculo insalvable para forjar el primer e imprescindible vínculo de confianza con la raza de los vampiros, por lo que muy pocos muggles entraban en el reino de los vampiros por esta vía.
Pero a veces encontraban niños con brillantes personalidades, que se salían de las normas y por eso, seguían visitándolos. Lo que era muy infrecuente era encontrar un niño con habilidades mágicas, rodeado de muggles.
La única familia que le quedaba eran unos lejanos primos políticos de su padre, y mientras se decidía sobre su custodia, el niño estaba viviendo en aquel orfanato, el más próximo a su último lugar de residencia, aunque sus padres habían sido magos.
Callado y tranquilo, el chiquillo de poco mas de 7 años estaba sentado en le suelo, asilado del resto de sus compañeros que jugaban bulliciosamente en el patio bajo el tibio sol otoñal.
Durante un rato, los dos vampiros, uno rubio, joven, alto y delgado, el otro moreno, de pelo negro y complexión más robusta, se limitaron a observarle jugar en silencio con las piezas de madera de un juego de construcción. Imperceptible tal vez para otros ojos, pero no para los agudos sentidos de los vampiros, estos apreciaron como el niño hacía desplazarse hasta las yemas de sus dedos algunas piezas cuando estas quedaban fuera de sus alcance, apenas unos cm, repetidamente.
Su presencia entre sus compañeros había causado revuelo y temor. Pero cuando entraron en el cuarto de juegos, acompañados de una de las niñeras que desapareció aliviada en cuestión de segundos -. "Harold, cielo, los señores vampiros quieren hablar contigo".- El niño tan solo les miró durante un instante, impávido ante sus sonrisas de agudos colmillos, por si la somera presentación de la enfermera no hubiera sido suficiente y asintió.
- Hola Harold, soy hades y este es Draconis.
Las largas capas negras fueron abiertas y retiradas hacia atrás, mientras los ojos verdes del pequeño les estudiaban intensamente durante un rato. Silencioso, el niño dio un par de pasos elásticos y suaves hacia sus visitantes y tendió su mano hacia Draco.
Una profunda tristeza nublaba su rostro, enmarcado de negros bucles desordenados, indisciplinados y caóticos, resaltando aun más la hermosa y pálida tez del chico y sus enormes ojos verdes. Sus labios jugosos y rojos, apretados con firmeza hasta un segundo antes, se distendieron en una breve y tímida sonrisa. Ambos vampiros le estrecharon la mano y Hades le susurró que continuara jugando. Le vieron jugar calmadamente por un rato, aunque sus ojos les observaban de tarde en tarde.
Hades se incorporó y tomó al pequeño en brazos, mientras Draco se situaba a su lado, examinado más de cerca el rostro del niño, que le sonrió de nuevo tímidamente, como si nada de aquello pudiera afectarle en modo alguno.
Apartando tiernamente los rebeldes rizos, descubrió bajo estos una tenue marca de nacimiento olor rosado, un relámpago que cruzaba su frente. La siguió delicadamente con su dedo helado, deslizando la yema por la suave y cálida piel del niño.
-¿Harold? ¿Te gustaría vivir con nosotros y otros como nosotros?
La voz del rubio y extraño desconocido era cálida y fría a la vez, pero inspiró inmediatamente confianza a Harry, que tras una leve meditación en los brazos de Hades, asintió levemente, muy serio y formal.
Sus padres habían muerto repentinamente hacia poco, y la gente que le rodeaba no comprendía en absoluto como se sentía, vacío y solo, separado de todo lo que le era familiar, porque su casa también había sido destruida en la explosión.
Harry recordaba los cuentos e historias de vampiros de sus padres, y no estaba asustado de ellos. Por alguna razón, el vampiro rubio parecía… familiar, cercano, como si ya le conociera de antes y volvió a sonreírle, haciendo relucir sus ojos verdes. Draco tomó entre sus brazos al niño, y le acarició una vez más el negro cabello con cuidado, mirándole a los verdes ojos, atraído como una polilla por la luz de la llama. Su olor personal era exótico, lleno de matices especiados, y sonrió, fascinado y entusiasmado. Con dulzura, añadió:
- Aun eres pequeño, Harry…pero cuando cumplas 17 podrás venir a vivir con nosotros. Unos años solamente o para siempre si tu quieres…¿De acuerdo?
El rubio vampiro sonrió, aguardando expectante la respuesta del chiquillo y ante su sorpresa, este acerco su manta a su cara y la yema de su índice toco suavemente uno de sus afilados colmillos por un instante. Desplegándolos en toda su longitud, el joven vampiro permitió que el chiquillo curioseara ávidamente con los ojos y este de nuevo acercó el dedo a ellos, mientras el vampiro permanecía completamente inmóvil, los labios entreabiertos para permitirle ver mejor.
Fascinado por aquellos agudos colmillos, Harry olvidó cualquier otra cosa, absolutamente enfrascado en su contemplación. Y decidió volver a tocarlos una vez más. Los caninos sobresalían de ambas mandíbulas, pero los superiores eran especialmente llamativos. Su yema presionó la afilada punta y la piel se desgarró sin que el niño se diese cuenta siquiera de ello. Una gota de sangre brotó de la diminuta herida y los ojos gris plata de Draco se dilataron instantáneamente de estupefacción al notar el dulce sabor de la sangre.
Hades vio y olió la reacción de su compañero, mezclada a la embriagadora fragancia de la sangre.
"¡Es algo prohibido alimentarse de un niño! Y este estúpido…"
Arrebatándole al crio de entre los brazos el furioso vampiro moreno casi le escupió las palabras a la cara, rabioso.
-¿Estás loco Malfoy? ¿Sabes lo que podrían hacerte por morderle? ¡Voy a matarte yo mismo!
El rubio retrocedió bufando y enseñando los colmillos, ante la furia de su Sire, su hacedor, sin encontrar palabras para explicar lo sucedido, y la mano libre de hades e rodeó la garganta con brutalidad, mientras el vampiro de más edad exhalaba un iracundo gruñido de amenaza.
Y entonces, un inesperadamente, alguien acudió a su rescate. Aun sujeto en el prieto abrazo del colérico vampiro, Harry le pateó con todas sus fuerzas en la ingle, mientras le tiraba del pelo con ambas manos con un grito de rabia.
No es que la fuerza de un niño de siete años pudiera dañar en modo alguno a un vampiro, pero el inesperado dolor – los vampiros son casi indestructibles, pero no insensibles - y la sorpresa de ser atacado le distrajeron lo suficiente como para Draco se soltara de sus presa y se alejara un par de pasos. Con una nueva y furiosa patada, que dejó al vampiro boquiabierto de asombro, el niño se escabulló de sus brazos y corrió a situarse delante del aun enmudecido Draco, dedicando una mirada de malas pulgas a la impresionante criatura que se alzaba ante él.
Con una agresividad hasta ahora insospechada, el niño defendió a su amigo con las únicas armas disponibles: las piezas de madera de su juego de construcción. Con una puntería envidiable y dando un agudo grito, arrojó en rápida sucesión dos cubos que habían volado hasta sus manos y estos impactaron con sordos golpes en la cabeza de hades, haciéndole retroceder hasta lo que Harry consideró que era una distancia segura.
Con un ojo en su enemigo, el niño tiró de la ropa de Draco, y le hizo arrodillarse junto a él. Sus ojos verdes le examinaron con preocupación, y en un súbito arranque afectuoso, le echo los brazos al cuello y le abrazó. Levantándole cuidadosamente entre sus brazos, Draco susurró en voz conciliadora, mientras miraba al otro vampiro:
- Te lo juro Hades, yo no le he mordido…
Se giró hacia el chiquillo y preguntó con dulzura, la boca aun llena del increíble sabor de su sangre:
¿Te he mordido? Díselo a él.
El niño denegó con firmeza, mirando a Hades, haciendo alzar una ceja a este con perplejidad y desconfianza.
-¿Pero entonces…como?
La cara de asombro del vampiro era increíble. Sus ojos negros se abrieron por completo y su boca se quedo entreabierta cuando el niño se introdujo un dedo en la boca, entre sus pequeños y blancos dientes y deslizó la yema por la punta de sus propios colmillos. La comprensión brilló en los ojos negros, pero su asombro no disminuyó.
- ¡Hace siglos que no había visto nada remotamente igual Draco! Aunque no creo que existan precedentes de esto, al menos no documentados desde que rigen las nuevas leyes.
El vampiro de negra cabellera lisa como la seda y ojos oscuros paseó nervioso por la habitación, ante la atenta mirada de Harry, que aun tenía entre las manos un arma arrojadiza dispuesta a ser utilizada en caso necesario. Hades se aproximó hacia ellos y el niño le amenazó con furia repentina. Alzando las manos, hades sonrió y murmuró con contrición:
-Siento haberme enfadado, de veras, pero creí que te había lastimado. No voy a hacerle ningún daño a Draco, te lo prometo Harold.
Estudiándole por unos momentos, el niño acabó por volver los ojos hacia Draco, con una ceja elevada en muda pregunta, confiando en su criterio. El joven rubio susurró con calma, perdido en sus ojos:
- Es cierto Harry. Hades solo estaba preocupado por ti. No es…apropiado morder a un niño.
El chiquillo estudió a ambos adultos por un rato, y finalmente, tras acariciar el rostro de Draco una vez más, asintió y sonrió suavemente, retornando a su anterior actitud, tranquila y calmada, aunque no soltó su improvisada arma defensiva.
Su mutismo era fruto del trauma de perder a sus padres repentinamente, su forma de sobrellevar el dolor a su manera, encerrándose y aislándose de los demás. Los tres se sentaron juntos en un sofá, Harry entre ambos vampiros, aun reteniendo la mano del joven vampiro en la suya. Mirándole con admiración Hades pensó:
"Por Merlín, que es todo un León disfrazado de cordero!"
Frotándose los lugares donde había recibido los certeros impactos, hades agitó la larga y sedosa melena negra y preguntó con inquietud:
-¿Harold? ¿Sabes algo de tu familia? ¿Abuelos, tíos, primos?
EL crio denegó con la cabeza en silencio y su rostro se volvió serio de nuevo.
- ¿Recuerdas algo especial o diferente de tus padres? ¿Alguna costumbre o cosa curiosa que vieses alguna vez?¿Algo que los demás no hiciesen? Es importante Harold…
El niño se agitó antelas preguntas entre los dos adultos, al parecer no deseaba hablar, pero entonces el rubio vampiro estrecho su mano con suavidad y el moreno de ojos verdes le miró, arrebolado, sonrojado, con ojos tímidos.
- Por favor Harry...
Rogó con suavidad, sus ojos de plata llenos de suplicas.
-Por favor…
E niño titubeó en su decisión, pero finalmente suspirando, susurró casi inaudiblemente:
-Solo por ti, Draco…
Su voz sonó suave, dulce, melódica y cadenciosa, y envolvió a los adultos en su sutil encanto.
- No conozco a nadie de mi familia, creo que todos habían muerto antes e nacer yo. Pero mi padre era un hombre lobo.
Los ojos verdes se volvieron soñadores, y la voz infantil se tiñó de nostalgia y añoranza.
-Era un lobo muy bonito, casi color chocolate, muy suave y muy grande.
Miró a Hades y Draco y añadió en un susurro:
-A veces me dejaba montar en su lomo y me llevaban con ellos al bosque…
El niño bajó la vista a sus zapatos y se quedó en silencio durante un rato, evidentemente apenado por los recuerdos y Hades parpadeó aturdido. La voz del niño le resultaba extrañamente familiar, era algo que ya había visto en su dilatada vida, pero no cuadraba no acababa de saber exactamente qué. Draco preguntó con ternura, percibiendo la desazón del crio:
-¿Y tu madre, Harry?
Casi en un murmullo inteligible el chico respondió algo que añadió aun más sorpresa:
-Papa canutaba para mí, su voz era tan dulce, tan bonita…
Tarareando una melodía, Harry empezó a cantar muy bajito una nana
Arrorró mi niño,
arrorró mi sol,
arrorró pedazo,
de mi corazón.
Este niño lindo
ya quiere dormir;
háganle la cuna
de rosa y jazmín.
Háganle la cama
en el toronjil,
y en la cabecera
pónganle un jazmín
que con su fragancia
me lo haga dormir.
Arrorró mi niño,
arrorró mi sol,
arrorró pedazo,
de mi corazón.
Esta leche linda
que le traigo aquí,
es para este niño
que se va a dormir.
Arrorró mi niño,
arrorró mi sol,
arrorró pedazo,
de mi corazón.
Este lindo niño
se quiere dormir...
cierra los ojitos
y los vuelve a abrir.
Arrorró mi niño,
arrorró mi sol,
duérmase pedazo,
de mi corazón.
Los vellos de la nuca del vampiro moreno se erizaron y Draco susurró, frunciendo el ceño:
-¿has dicho..papa?
Alzando los ojos hacia él, Harry asintió y murmuró:
-No tengo madre. Charley y Richard eran mi padre y mi papa.
Ambos vampiros sonrieron y Hade insistió:
-¿Además de una bonita voz, ¿Tu papa era diferente en alguna otra cosa?
Con gesto cansado el niño murmuró:
-Tenia colmillos afilados, mucho mas pequeños que los vuestros y unas preciosas alas de plumas doradas y blancas.
Con un pequeño abrazo de confort, el rubio recompensó al chiquillo por su esfuerzo, y este le devolvió una luminosa sonrisa.
-Lo has hecho muy bien Harry. Ahora juega un rato, vale?
Levantándose y recolectando las piezas de su arruinado proyecto de construcción, el chiquillo se sentó, silencioso y tranquilo de nuevo como antes, aunque de vez en cuando observaba la charla de los adultos.
Hades estaba muy confuso.
"¿Cómo podía ser posible?"
Pero si era cierto, era realmente el caso de un hibrido totalmente extraño e inusual. EL relato del niño hacía pensar que Charles, su papa, podía ser una extraña mezcla de veela tal vez con una pizca de sirena, y ciertamente, su padre era un hombre lobo. Era un mestizaje inusual, sorprendente, y eso hacía de Harry un niño muy especial, aparte de sus propias peculiaridades.
Si bien las sirenas eran de las peores parejas imaginables en el mundo mágico, las veelas y los hombres lobo eran cariñosos y atentos, muy protectores para con sus parejas. Y eso podía explicar la reacción del crio ante el enfado de Hades, porque a diferencia de otras criaturas, los hombres lobo sienten ese impulso protector mucho antes de alcanzar la madurez sexual y ser conscientes de lo que significa una pareja.
Draco entendía las implicaciones de su naturaleza, al menos en parte, ya que ofrecerle su sangre les vinculaba a ambos. Pero no estaba seguro, Harry era aun tan pequeño…
-¿De veras crees… que es mi compañero? ¿El que he estado esperando?
Su voz sonó insegura, al tiempo ansiosa y esperanzada, mientras sus ojos se posaban de nuevo en la frágil criatura que jugaba en el rincón de la habitación. Su corazón gritaba que era cierto, pero no era la primera vez que Draco concebía esperanzas de haber encontrado finalmente su pareja para ver sus ilusiones rotas en pedazos. Hades asintió con una sonrisa.
- Estoy seguro de ello, Draco, estoy seguro.
Los ojos de plata recorrieron el cabello negro, la suave curva del cuello y la tez levemente bronceada del niño, y el vampiro murmuró esperanzado, abriendo la puerta de su corazón, tan celosamente guardado bajo tantos y tantos candados:
-Tan solo un poco más de espera, entonces…
Hade hizo una floritura con su varita y desenrolló el contrato mágico que se constituía cuando un niño aceptaba su oferta, sellando su compromiso. Lo entregó al rubio que lo leyó detenidamente una y otra vez. En el mismo, efectivamente, se reflejaba un vínculo exclusivo entre ambos, de manera que Harry estaba unido a él personalmente no a los vampiros en general, señalándole como su pareja de enlace, su compañero y alma gemela. Con una sonrisa radiante, el joven llamó al niño:
-Harry, por favor, ven aquí un momento.
El moreno se levantó con presteza y se situó junto al rubio vampiro, expectante. Este le miró con ternura y pena encubierta y murmuró:
-Harry, cielo, ahora tenemos que marcharnos, pero te prometo que volveré a por ti.
Una mirada de desconsuelo cubrió las facciones del niño y sus labios rojos temblaron por un momento. Los ojos verdes se humedecieron y con cara de profundo dolor el chiquillo se aferró a la ropa del vampiro, con desesperación:
-¡Por favor, no te marches!
Un sollozo ahogado le interrumpió y el niño luchó valientemente con sus lágrimas parpadeando con furia para disiparlas.
- ¡Hare lo que quieras Draco, lo prometo!
Sus puños apretaron el tejido de la túnica del angustiado vampiro con vehemencia, y añadió mirándole con ojos desolados, dando la espalda deliberadamente a Hades:
- Soy fuerte, Draco, puedes morderme si quieres, no me importa…
Draco se sintió dividido y sus ojos se ribetearon de rojo, dándole un aire peligroso y feral. Por un lado se le rompía el corazón ante la mera idea de dejarle, y sus instintos calmaban por tomar y reclamar lo que era a todas luces suyo, por protegerle y llevarle inmediatamente consigo. Aunque él podía esperar y comprender racionalmente lo que ocurría, dudaba que el chiquillo pudiera hacer lo mismo, a juzgar por su súplica y por el fiero afecto que le demostraba.
Pero era imposible, pese a que era la naturaleza la que les unía a ambos, era totalmente ilegal en la actualidad, le darían caza como a un lobo rabioso si tan siquiera sacaba al niño del recinto del orfanato o volvía a aproximarse a él hasta su mayoría de edad. Denegó pesaroso, acariciando los suaves rizos negros. Harry se mordió nerviosamente le labio inferior, y sus ojos se ensombrecieron. Soltó lentamente la presa de las elegantes ropas y sus brazos pendieron inertes a sus costados, mientras su dolida mirada se desviaba hacia el suelo, apesadumbrado y triste. Su voz sonó apagada, apenas audible cuando preguntó, conteniendo los sollozos:
- ¿Por qué? ¿Acaso no soy…suficientemente bueno para ti?
Hades dejó escapar una risa y el niño le miró con furia. Draco le atrajo con suavidad por la muñeca y le hizo sentarse en su regazo, acariciándole con dulzura el negro cabello, hasta calmarle un poco. Sus delicadas manos alzaron la barbilla infantil y el niño contempló sus hermosos ojos de mercurio, brillantes y refulgentes como espejos ahora, llenos de afecto, enmarcadas por largas pestañas color caramelo, libres de nuevo de la extraña orla roja.
Sin duda la veela en Harry se sentía rechazada, pese a su temprana edad, y Draco depositó un suave beso en su frente, justo en la rosada marca de nacimiento y susurró con cariño:
- Eres perfecto, Harry, te lo prometo. Y nada me gustaría más, pero está prohibido que vengas ahora conmigo. Me mandarían a la cárcel. ¿Lo entiendes?
Harry asintió, los ojos dilatados. Sabía lo que era la cárcel y se estremeció de miedo. Acarició las mejillas del vampiro con sus manos, una y otra vez, contemplándole con adoración. No dejaría que nadie le hiciese daño a Draco, aunque eso significase quedarse solo de nuevo. Con un pequeño nudo de congoja disolviéndose en su pecho, le acarició de nuevo y sin pensar, tan solo sabiendo que eso era lo único importante, sus pequeños y rojos labios infantiles depositaron un suave beso en los rosados labios de Draco, sellando su vínculo y haciendo enrojecer súbitamente al vampiro. Este le estrechó contra su pecho, confuso por las sensaciones.
-¡Oh Merlín! ¿Qué voy a hacer contigo, Harry?
Le volvió a besar en la frente y le acarició con dulzura, meciéndole lentamente. Hades se levantó y tomó a Harry entre sus brazos y aunque este no protestó, su rostro se tornó serio. El vampiro puso en sus manos una copia del contrato y musitó:
- Volveremos a por ti, Harold.
-Lo prometo Harry.
Añadió Draco, acariciándole el rostro una vez más, los ojos húmedos. Hades le dejó en el suelo y ambos se marcharon, dejando al niño en el centro de la estancia, aferrado al trozo de pergamino con ojos enrojecidos por el reciente llanto.
