Como siempre nada me pertenece, solo la idea.

Aviso, este AU contendrá menciones de violación, prostitución forzada , esclavitud y posiblemente escenas de sexo explicitas. Si eres sensible, no lo leas por favor.


Intento mantener la mirada fija al frente ignorando la figura que se se iba acercando con cortos pasos envuelta con aquellas telas vaporosas que dejaban ver su figura.

¿Por que siempre ella? De entre todas las que había en la casa siempre la elegía a ella. Aunque era obvio, una belleza albina de ojos azules llamaría la atención del emperador aunque fuese una simple mendiga.

Se detuvo a su lado, frente la gran puerta tras la que se encontraban los aposentos del emperador. Lo sabia. No había otra explicación del porque siempre la llamaba cuando le tocaba a el hacer la guarda. Pudo oler su aroma a flores blancas, haciendo juego con ella como los colores de sus ropas, mientras llamaba a la puerta.

"Por favor, que no haya respuesta"pensó Wan sin desviar la vista, manteniendo la seria expresión cuando el emperador le permito la entrada.

Raava nunca pensó si lo que hacia estaba bien o mal, había sido siempre así. Su familia la vendió a la casa a la primera oportunidad. Una boca menos que alimentar, y encima la boca que alentaba todos los chismes de infidelidad; aunque eso era en el mejor de los casos, algunos de los vecinos llegaron a decir que era el fruto de un demonio. Así que tener un buen techo y el estomago lleno lejos de esas malas lenguas fue una mejora, el precio a pagar no era nada en comparación con la vida que podría haber tenido en el campo.

Suspiro y entro en la habitación iluminada con una luz roja, manteniendo la misma expresión de seriedad que el guarda. Lo único que los podía unir mientras ambos cumplían su trabajo.

Ella entretener al emperador Vaatu.

El impedir de que fueran interrumpidos.

-No vas a necesitar ese vestido esta noche…-oyó Wan murmurar al emperador antes de que las puertas se cerraran tras la cortesana.

Mantuvo el rostro impasible, aunque el agarre a su arma fue mayor. Su imaginación le torturaba en aquellos momentos. Siempre era igual.

Y eso que todavía no salia ningún sonido del otro lado de la puerta.

Solo pensar como aquellos fríos ojos la recorrían con aquel brillo rojo era peor que una patada en el estomago, sus manos acariciándola era peor que le amputaran todos los miembros, que sus labios rozaran su piel era peor que le apuñalaran el corazón.

¿Por que ella?

Recordó la primera vez que hablo con ella, fue la mañana después de que el emperador la llamara por primera vez. Estaba escondida en el rincón donde los sirvientes solían encontrarse con sus amantes, llorando sin hacer sonido alguno. Cuando la reconoció se quedo petrificado, todo el mundo en el palacio sabia de la joven con el cabello como la nieve, y que la noche anterior había sido por fin solicitada. No había que ser muy listo de entendederas para saber la razón de su llanto.

¿Que haría? Le habían enseñado a preocuparse y cuidar a las mujeres, pero el solo hecho de haberla mirado… Fue entonces cuando recordó que sobre esa hora una joven de su misma edad mas o menos entrenaba cerca de la casa, era una guerrera del sur así que el emperador le había permitido vivir a cambio de ser la espada que protegiera a las mujeres de aquel lugar, en especial su favorita. Sin hacer ruido se alejo de ella en busca de la guardaespaldas.

No tardo en encontrarla, practicando sola en medio el patio vacío, al igual que la consorte sus rasgos eran bastante llamativos; pero al contrario ella tenia la piel oscura tosca por los ejercicios, hombros anchos para ser una mujer debido a sus músculos. Tenia entendido que cuando llego muchos quisieron hacerla caer debido a su genero pero los batió a todos ya hora nadie quería entrenar con ella, aunque fuera una de las temibles guerreras del sur nadie se podía permitir perder contra una mujer.

-Di...disculpa.-la llamo encontrándose con aquellos azules como las aguas del océano mirándole con fiereza. Trago saliva.-He encontrado… escondida a….

Miro hacia la casa nervioso esperando hacerla entender, pero después de eso soltó un gruñido y le dio la espalda. Un día descubriría que muchas de las consortes del palacio, sobretodo las que aun no había sido llamadas o las que ya eran demasiado mayores para tener la atención del emperador, tenían amantes con los que se encontraban a escondidas. Y ella hacia la vista gorda al respecto, solo tenia que protegerlas, si ellas querían estar con alguien aun poniendo sus vidas en peligro no era su problema. Ella no diría nada al emperador y ellas la exculparían de toda responsabilidad si eran descubiertas.

-Estaba llorando.-logro decir consiguiendo recibir la atención de ella.

-¿Cual de ellas? ¿Donde?-le inquirió amenazante.-Y pobre de ti si la han atacado y has dejado escapar al agresor

-En el escondite cerca del almacén de las prendas de invierno.-se apresuro a decir Wan.-Era la del cabello blanco…

La guerrera dejo caer su arma como si hubiera recibido una terrible noticia.

-Raava…-murmuro y sin recoger su espada se apresuro hacia donde le había indicado.

Wan no sabia que hacer. Estaba claro que la albina era muy preciada para la sureña, así que se apresuro a seguirla por si necesitaba ayuda, aunque técnicamente ella era de rango superior al de el.

No tardaron mucho en llegar al lugar la guerrera lo ignoraba mientras se acercaba con sigilo hacia el escondite, llamando a la consorte con una voz baja y preocupada.

-¿Korra?-se giro sorprendida y se apresuro en secarse las lagrimas.-¿Como…?

Esta se limito a señalarlo por encima del hombro haciendo que clavara sus ojos en el. Unos ojos claros como el cielo sin nubes.

Inmediatamente hizo una reverencia, el único gesto que podía hacerle directamente.

-Vamos-dijo Korra agarrándola con cariño de la mano.-Ya te dije que mandaras a una sirvienta a buscarme en cuanto el emperador te dejara ir.-

Raava no dijo nada.

-¿Te ha dejado ir verdad?-otra vez sin respuesta.-Tu misma me dijiste que debías ser la favorita, si te escapas la primera noche…

Se callo siendo consciente del guarda que seguía en posición de reverencia.

-No has visto ni oído nada.-ordeno tajante

-Si, señora.-dijo sin levantar la vista del suelo, fue entonces cuando entro en su campo de visión el dobladillo de las ropas de Raava y aquel olor, aunque leve, de flores blancas.

-Gracias.-dijo con una voz solemne. El solo se limito a asentir con la cabeza

Esa fue la primera y ultima vez que le hablo. Al menos directamente. La guerrera empezó a llamarle para entrenarse con el todas las mañana en los que ambos no tenían turno, gracias a ella mejoro bastante rápido ganando ascensos, hay quien decía que tenia el favor de esta porque le gustaba. Aquello solo le hacia reír, sobretodo cuando descubrió la única cosa , o mas bien persona, que podía distraerla; una de las mujeres de la casa dos años mayor que ella. Lo descubrió durante sus típicas charlas tras el entrenamiento.

Aquellas charlas eran la autentica razón de que lo llamara. No era la atención de Korra la que se había ganado aquella mañana, si no la de Raava.

Con sutileza, haciendo comentarios de su trabajo y su día a día, le dejaba mensajes de la consorte. Y de la misma manera empezó a hacer el, mas adelante noto como era observado y las pocas veces que sus miradas se cruzaban apartaba la vista rápidamente haciendo que la guerrera se apresurase en saludarla y le comentara alguna cosa sobre el entrenamiento o cualquier otro tema. Algunas veces ella respondía. Otras veces dejaba la ventana que daba al patio donde entrenaban abierta mientras practicaba su canto.

Su voz, ya fuera al cantar o al hablar con Korra, le enloquecía.

Pero en aquel instante guardando las puertas de los aposentos del emperador lo ultimo que quería oír era su voz, aprendió a diferenciar los tonos de Raava. Sabia cuando estaba actuando y cuando era ella natural, era una persona seria si, pero podía llegar a ser dulce con aquellos que le importaban. Korra era un claro ejemplo, a pesar de que la guerrera era su protectora la trataba de una manera materno-fraternal.

Y ya empezaron los sonidos, no quería oírlos, sabia de primera mano que todo era una farsa por parte de ella, pero aun así…

Era de las peores de las torturas.

Se había tenido que enamorar de una de las consortes. De la favorita.

Y ella sentía lo mismo por el.

"

¿Por que? Era siempre su pregunta ¿Por que ella? ¿Por que tenia que ser una consorte? ¿Por que era ella la dueña de su corazón?

Una parte de el deseaba haberse fijado en otra, Korra incluso, pero no sentía mas que un cariño fraternal por la guerrera. No tardarían en llamarlos a ambos; o les ordenaban dejar de entrenar juntos terminando con toda posibilidad de comunicación entre el y Raava, o les permitirían casarse. Tendrían que aceptarlo si se diera el caso, ya lo habían acordado. No podían levantar sospechas.

¡Maldita sea! Quería taparse los oídos, los sonidos ahogados eran los peores.

El emperador Vaatu era frio y cruel.

Y cuando su sangre hervía era peor.

Wan sabia que Raava era lo suficientemente orgullosa como para mostrarse débil de cualquier manera. Los únicos que la habían visto llorar habían sido el y Korra mientras amanecía tras su primera noche como cortesana.

Pero los quejidos de dolor no eran ta fácil de retener como las lagrimas.

"Que termine, por favor"suplicaba para sus adentros. "Que termine ya y manden a llamar a Korra para que se la lleve"

Se le hizo eterna la noche, la guerrera apareció poco antes de despuntar el alba, cuando lo tuvo frente a frente se miraron. Sus ojos mostraban preocupación, una que no le había visto nunca cuando iba a recoger a Raava.

No.

Había oído rumores de las cocineras debido a los alimentos que debían preparar. Pero no quería creerlo.

Lo siento. Articulo con sus labios.

El emperador quería concebir un heredero.