Outtakes 1 - Cuarenta días.

Bella abrió los ojos cuando empezó a escuchar por el receptor sobre su mesilla los ruiditos que eran la máxima en su vida desde hacía un mes y medio: Lexie.

Ahora mismo no lloraba pero poco le faltaba. Conocía la mente de su bebé como si fuera la suya propia. Primero hacía unos ruiditos entre un quejido y un tosido, esperaba unos instantes y después rompía a llorar. Eso sólo significaba que tenía hambre. La señal de pañal sucio era ya otra cosa: llanto ahogado y ronco que estresaba al más calmado.

Se incorporó con cuidado porque Edward estaba dormido y se deslizó por la cama para salir de la habitación de puntillas. En medio del trayecto tropezó con algo - una zapatilla deportiva suya que por la noche creía haber recogido pero no había sido así - y al llegar a la puerta la manga de la camiseta que llevaba se enganchó con la manilla así que se tuvo que quedar quieta y sin respirar para comprobar que su torpeza no le había despertado: sólo carraspeó, se rascó la nariz con el dorso de la mano y se giró para quedar sobre su lado izquierdo.

Daba gracias en ese momento porque en la fase REM tuviera el sueño más profundo que el suyo.

Salió al pasillo y cruzó hacia la habitación de Lexie. Era una habitación preciosa, colorida y alegre: de color azul, blanco y amarillo y con letras pintadas en la pared con su nombre. El mobiliario era más bonito aún: una preciosa cuna de madera blanca con un dosel con un móvil de estrellas que sonreían, su cambiador, un armario para la tonelada de ropa que Alice le enviaba y un corralito lleno de juguetes. Además, habían puesto una mecedora a juego con los muebles junto al ventanal y lo había declarado el sitio predilecto suyo y de su bebé, para momentos como ese dónde le cogía para besarle y llevárselo allí.

-¿Cómo has dormido, peque? ¿Bien?- le besó otra vez- Lo sé, sé que tienes hambre.

Se sentó en la mecedora, se sacó la camiseta que llevaba por un brazo quedándose en una de tirantes y se la bajó para darle el pecho al bebé. Como la primera vez en el hospital, hacía dos meses y medio, Lexie hizo su parte para alimentarse así que sólo le quedó observarle mientras le acariciaba esa pelusilla rubia cada vez más espesa y cada vez más oscura que le confirmaba que solamente sus deditos era lo que ella le había dejado de herencia.


Edward bostezó antes de abrir los ojos e incluso estiró la mano hacia atrás para tocar el cuerpo de Bella, pero sólo halló el vacío de la cama, algo que no le gustaba en absoluto. No le gustaba ni despertarse antes de que sonara el despertador ni mucho menos hacerlo solo en la cama, así que se giró para comprobar que sus sospechas eran ciertas: Bella se había levantando.

Tenían una regla no escrita sobre atender a Lexie y él era inamovible en hacerlo cuando estuviera en casa, dado que todas las horas que estaba fuera, Bella se encargaba de él. Bella siempre le discutía que tenía que estudiar y que Lexie se despertaba por la noche y él madrugaba, pero Bella había dejado sus clases y se pasaba todo el día junto al bebé así que le parecía que era su parte a cumplir.

Se incorporó para revolverse los cabellos y sentado en la cama se quedó quieto al escuchar los ruiditos provenientes del receptor: Bella arrullaba a Lexie tarareando la nana que le estaba componiendo con una voz fina y preciosa. ¡Y eso que decía que no tenía cualidades para la música! Como para el baile. Bailaba a las mil maravillas y con sólo cerrar los ojos sonreía al recordar lo bien que se lo pasaron en la recepción de la boda donde Bella bailó con cada invitado que se lo pidió.

Salió sigiloso del cuarto, cruzó el pasillo y se asomó en el cuarto de Lexie. Los rayos de sol entraba por la ventana y como había nevado la tarde anterior - en enero, si vivieron en Forks llevaría nevando desde septiembre - había una claridad blanquecina preciosa que se colaba en la habitación del pequeño, dándole un aire casi mágico con sus juguetes y peluches decorándolo todo por doquier. Porque aunque tuviera un mes y medio nadie de la familia parecía comprender que aún no pudiera conducir un coche teledirigido y ya tuviera un par desde la última Navidad.

Ambos estaban en la mecedora, Bella le tenía en brazos, le arrullaba con las piernas flexionadas en la silla y…

-¡Bella!- exclamó- ¿En qué habíamos quedado?

Bella dio un respingo porque no quería haber hablando tan alto. Y el respingo fue tan sobresaltado que hasta el bebé se asustó y casi rompe a llorar, pero cómo seguro que en el segundo tras el susto sabía qué le iba a decir, arrulló más al bebé para que siguiera con lo que estaba haciendo.

-Habías quedado tú, Edward, yo no- contestó- La leche materna es beneficiosa para el bebé, para su sistema inmunológico. Y a mí me encanta darle el pecho, no sé por qué tendría que dejar de hacerlo.

Edward suspiró y se adentró en el cuarto para llegar hasta ellos. Antes de hablar - y verse envuelto de nuevo en la misma discusión - se arrodilló para besarle la cabecita a Lexie y entrelazar la mano de Bella. Ella le rehusó la mirada unos instantes, pero en cuanto sus dedos se enredaron se dignó a mirar hacia abajo como si le estuviera pidiendo una majadería.

En este mes y medio Bella había vivido para y por Lexie. Dormía en los mismos turnos que el bebé, hacia sus quehaceres entre una toma y otra y si alguien le hablaba de separarse de él le miraba como si hubiera perdido el juicio. Pero todo marchaba fenomenal: la casa estaba perfecta e impoluta, hacía la compra, la colada y unas comidas insuperables. Cuando Lexie empezaba a quejarse, Bella estaba al otro lado de la cuna para arrullarle y aunque en un principio prefirió que la cuna estuviera en su habitación para no tener que levantarse cada dos horas a darle de comer y le costaba tenerle tan lejos por la noche, la mecedora era su sitio predilecto de la casa y así podían compartir esos momentos de intimidad que le encantaban, donde sólo eran ella y Lexie.

Sólo le estaba pidiendo que empezaran con la lactancia artificial para que él también pudiera colaborar en esa parte del crecimiento de su hijo y Bella pudiera ir recobrando su vida… ¿era tanta locura?

-Porque así podrías estar más de dos horas y media separada de él y hacer un montón de cosas.

-No hay nada tan interesante que pueda hacer que me hagan querer separarme de él mas de dos horas y media.

-¿Tus clases no son interesantes? Te gustaban mucho.

-Oh, Edward- suspiró Bella- Un par de meses. Sólo un par de meses más. Aún es muy pequeñito. Y me necesita mucho. No quiero ser de esas madres horribles que dejan a su bebé en la guardería para que llame mamá a una completa desconocida.

¿Bella un madre de ese tipo? Tendría que volver a nacer y aunque así lo hiciera, sería igual de entregada y encantadora. Él sí que en ocasiones así se sentía un padre horrible, que pasaba diez horas fuera de casa perdiéndose cosas de su bebé aunque Bella siempre le dijera que sólo había comido y dormido todo ese tiempo. Por eso quizás quería ocuparse de cada quejido en cuanto cruzaba las puertas de su casa para que no le extrañara, del mismo modo que su familia le hacían regalos y regalos que no tenía ni edad ni tamaño para jugar para tapar así el tiempo que no pasaban juntos.

-Bella, Lexie te necesitará siempre. Volver a las clases es por ti. Y aún nos quedan por lo menos 18 años para seguir cuidando de él.

-¿18 años?- frunció el ceño- ¿Acaso pretendes que se vaya de casa con 18 años?

-Tú te fuiste de casa con 18 años.

-¡Porque querías que nos casásemos a toda costa!- exclamó vehemente- ¡Pero él no se irá! Vivirá siempre con nosotros. Ni siquiera tendrá citas- le volvió a arrullar- No escuches a papá, peque. Está completamente loco.

Edward se rió y volvió a besar la cabecita de Lexie. La verdad que era difícil de imaginarse una situación donde su bebé tuviera más allá de ese tamaño. Era extraño. Ver a Bella cambiar, crecer, envejecer. Él mismo. Una especie de fábula. Tener más hijos. Poder ejercer como médico. Estaba tan al alcance de sus dedos que ahora que era verdad le parecía más mágico que nunca.

-¿Lo intentarás? ¿Por favor?- insistió- Podemos empezar a darle el biberón y dejarle sólo la toma de por la noche, que os relaja a los dos.

-Y la de por la mañana- añadió Bella.

-Está bien- concedió- E ir reduciéndolo. ¿Lo harás?

Suspirando, arrulló de nuevo al bebé y asintió con la cabeza. Edward se incorporó para besarle la frente e insistió - como cada vez - que cuando acabara que le avisara porque él le haría expulsar los gases. Bueno, sabía en algún momento que esto llegaría. De hecho, cada vez que acudía a revisión y su médico se lo preguntaba le miraba asombrada porque ninguna chica de su edad soportaba la lactancia más de dos semanas. Ya llevaba seis y por ahora sólo le veía ventajas: compartía momentos únicos con su bebé, le relajaba y además ¡había perdido casi todo el peso extra! En cuestión de cuatro semanas su bebé glotón le había hecho perder todo el espacio que él no ocupaba y ya incluso le valía la ropa de antes. Además, ver que él la necesitaba le hacía sentirse única. Estar así con él le hacía darle sentido a todo.

Observó a Edward cómo salía del cuarto - en pijama y revolviéndose los cabellos - y hasta que no le oyó cerrar la puerta del cuarto de baño, no se centró de nuevo en Lexie. Tenía los ojos abiertos mientras comía y con una mano se cogía a su pecho. Con aquellos deditos tan pequeñitos tan perfectos. Bueno, todo en él era perfecto: su carita que copiaba a la perfección a la de su padre, incluso cuando se enfadaba frunciendo el ceño o cuando dormía, el color de los ojos cada vez más verdes,… incluso la manera de hacerla sentirse especial, cosa que antes sólo había conseguido Edward. Los días se le pasaban en un suspiro ocupándose de Lexie y ni siquiera le aburría o le agobiaba quedarse en casa, cosa que todo el mundo no cesaba de repetir. Levantarse con sus lloros y acostarse cuando se dormía se habían convertido en su rutina además añadiendo que por el medio debía de preparar la comida o la cena para Edward también, cosa que le encantaba.

Quizás las hormonas la habían trastornado y por eso se sentía tan bien siendo ama de casa. Porque eso era lo que era. Y para nada era horrible o deprimente.

Con un quejido agudo acompañado de un tosidito, Lexie anunció que ya no quería más así que se lo puso sobre el hombro a la vez que le daba palmaditas en la espalda. Así se cubrió para bajarse de nuevo la camiseta y despacio se levantó para tomar una toalla y bajar las escaleras.

-No eches ningún gas o tu padre se enfadará- dijo acariciándole la espalda.

Como cada día, tras su ducha y ya vestido y con aquel olor a Edward que llenaba la casa, ya estaba en la cocina preparando el desayuno. Definitivamente, no estaba mal ser ama de casa para una persona así: quería atender a Lexie en cuanto llegaba cuando él tenía un ciento de deberes que hacer y que estudiar porque quería graduarse lo antes posible para entrar en la Escuela de Medicina. Y la ayudaba con las tareas, haciendo la compra, la comida, la colada o con la aspiradora. No tenía la velocidad de antes, pero en ocasiones lo parecía. Y ya que ella estaba en casa todo el día pudiendo compartir ese tiempo con Lexie, ¿qué menos que tenerlo todo impoluto? Le parecía una parte justa del trato.

En cuanto les oyó se dio la vuelta para sonreírles como sólo les sonreía a ellos. Soltó lo que estaba haciendo - llenando la cafetera de agua - y le hizo un gesto con las manos para que le pasara el bebé, cosa que Bella obedeció, junto con la toalla. Se la puso al hombro, no fuera como días atrás Lexie le vomitara de arriba abajo y tuviera que ducharse de nuevo, y sería una pena porque aquella sudadera gris y sus pantalones negros le quedaban de maravilla, mejorando incluso el aspecto que le daba el cabello revuelto aún mojado y estar recién afeitado.

-Hola, pequeño- le arrulló al ponérselo sobre el hombro- ¿Has comido bien? No me odies por querer que tu madre empiece a dejar de darte el pecho, pero ahora me toca a mí también disfrutar de ella, ¿no crees? La has tenido para ti solo durante los últimos 40 días. Es la primera lección que quiero que aprendas: compartir.

Bella se rió, besó a Lexie en la espaldita, a él en los labios y siguió con lo que él había empezado. Le chistaría a mitad de la acción, pero se podía hasta arriesgar: llenó la cafetera de agua, la conectó, puso la tostadora…

-¿Hasta que hora tienes clase hoy?- preguntó Bella.

Antes de contestar y sin dejar los arrullos, Edward levantó la vista hacia la nevera donde estaba el horario de sus clases, lleno de tachones. Antes de final de semestre ya se había quitado unas cuantas asignaturas de en medio por el programa avanzado y tenía clases prácticas, así que comprendía perfectamente que en aquel caos, Bella no se aclarara.

-A las 5.

-¿Irás a ver a Carlisle al Hospital?

Entre todas sus clases prácticas y teóricas siempre que tenía un rato y sus ocupaciones se lo permitían, Edward pasaba un tiempo extra en el Hospital. La mayoría de las veces no podía hacer trabajo de campo porque la política del hospital era un tanto estricta respecto a la privacidad de los pacientes con estudiantes, pero al menos podía compartir la experiencia de Carlisle con sus charlas que sobre eso, nadie podía decir nada.

-Sí, iré a comer con él. ¿Dejarás a Lexie con Esme e irás a hacer algo interesante?

Se volvió con la taza en la mano lanzándole una mirada tan gélida que mejor eso que la taza a la cabeza. Y Bella enfadada daba bastante miedo. Había oído y leído sobre el instinto de protección de las madres sobre sus hijos, pero eso no era nada hasta que le hizo esa misma sugerencia a Bella días atrás.

-Edward- resopló- Te dije que lo intentaría. Intentaré darle esa horrible leche en polvo, pero no pienso dejar a Lexie con nadie ni mucho menos mirar las prestaciones de esa guardería tan cara.

Esme imploraba e imploraba cada día que le dejara a Lexie mientras Bella hacía la compra, la colada o incluso pasaba la aspiradora. Esme pasaba todo el tiempo que podía con ellos visitándoles - casi diariamente - o cuando no podían acercarse, ellos acudían a verles. Adoraba a Lexie lo mismo que Carlisle que le arrullaban, besaban y mecían sin descanso, pero que apoyaran a Edward en la misión de que se incorporara a sus clases o trayendo los bocetos de inscripción de la guardería le hacían sentirse la única en esa cruzada de seguir unida a su bebé porque tenía que amamantarlo.

-Esme solo te quiere ayudar, mi amor. Además de pasar tiempo con Lexie- dijo él en su tono suave y conciliador- Y creíamos que habíamos llegado a un acuerdo respecto al valor material de las cosas cuando te casaste conmigo y te convertiste, para todos los fines, en una Cullen.

-Sí- resopló de nuevo- Siempre te sales con la tuya.

-Bueno, eso no es del todo cierto- añadió ahora torciendo su sonrisa- Tengo a alguien en brazos que lo demuestra.

-Oh- suspiró Bella con su encantador rubor de mejillas- No recuerdo que te quejaras ninguna de las dos veces en la que pudimos concebir a Lexie: Fuiste tú el que quisiste perder la última clase para poder estar a solas en el coche y en casa de Charlie te faltó tiempo para empezar a desvestirme.

-¿Por qué siempre pones la vez del coche antes? ¿Vais a estar toda la vida recordándomelo tú y Emmett?- frunció el ceño.

-Porque como él, también creo que fue ahí. Y tú, por eso no quieres cambiarlo, aunque no lo admitas y te dé vergüenza. Los dos estábamos en ese coche y no fue para nada vergonzoso, al contrario.

Se rió para darle un último golpecito al bebé en la espalda y así lo recostó sobre su pecho, besándole antes la cabecita. Lexie emitió un balbuceo, movió una manita y después se rechupeteó el puñito como si fuera la cosa más interesante del mundo. Cogió un chupete sobre la encimera para dárselo y hasta que Lexie no empezó a moverlo acompasado con sus ruiditos, no habló.

-Vale: lo admito. También creo que fue ahí, aunque nunca podamos saberlo. Y no lo quiero cambiar por muchas razones, aunque una sea esa- volvió a mostrar su sonrisa torcida- Además, no debemos llamar la atención ni hacer desembolsos económicos muy grandes y ya cambiamos una vez el SUV.

-Entonces, puedo tirar la ficha de inscripción de la guardería- recordó Bella.

-No. La guardería es algo de primera necesidad.

-Pero nadie creerá que dos estudiantes sin beca en una Universidad privada puedan permitírsela.

-Sí, si tienen un fideicomiso a su nombre que sólo se puede usar para vivienda, manutención, estudios, sanidad y gastos generados de la descendencia.

-Contigo no se puede ganar nunca, o qué pasa- reprochó Bella.

Edward se volvió a reír y se acercó para darle un beso sonoro en la frente. Bella se relajó, suspiró divertida y alzó los brazos abarcándoles a los dos. Lexie emitió un quejidito de protesta, así que Bella lo tomó directamente en brazos y así recibió los besos de su padre acomodado en el regazo de su madre.

-Ahora yo comparto contigo, ¿ves, Lexie? El regazo de mamá antes era mío.

Bella se rió y le besó sonoramente para que él le devolviera el beso y mirando el reloj hiciera un gesto de lo tarde que se le había hecho para quitarse la toalla del hombro y continuar con su desayuno. Mientras, Bella, de pie, se movió por la cocina sin destino ninguno, sólo tarareándole a Lexie mientras le balanceaba para que se durmiera.

-¿La acabarás hoy? Ayer ya sonaba muy bien.

Llevaba varias semanas componiendo la que sería la nana de Lexie y esperaba acabarla antes de que su hijo cumpliera la mayoría de edad. Antes, cuando no dormía, componer le era extremadamente fácil, y después, en Forks, Esme y sus hermanos se ocupaba de las cosas más mundanas - como la comida o la colada - que ahora le robaban el tiempo que no le quitaban las clases, así que era un desastre pensar que un mes y medio después de su nacimiento Lexie compartía la nana con su madre, además de unos acordes de la canción de boda. Aunque ya iba encaminada y en dos o tres pulidas más seguro que podría tocársela de principio a fin.

-Además- añadió Bella- creo que le gusta mucho.

-Hoy, a decir verdad, había pensando en que tú y yo hiciéramos algo.

-¿Tú y yo?- repitió Bella extrañada- ¿Por qué?

-Bueno…- dudó- Sólo hemos salido de casa al supermercado, al Hospital a tus revisiones y de Lexie o a casa de Esme y Carlisle. Quizás…- volvió a dudar- pudiéramos ir a cenar y al cine, por ejemplo.

Bella frunció el ceño y se balanceó un par de veces más antes de responder. Besó a Lexie en la cabecita y comprobó que aún no se había dormido, por lo que habló con el tono medidamente más bajo.

-No me gusta eso de entrar en el aseo de señoras para darle el pecho. Es claustrofóbico y siento como si me estuviera escondiéndome de algo.

-De ahí la conversación anterior de empezar con la lactancia artificial y dejárselo a Esme- insistió él.

-Edward- volvió a decir seria y apunto de resoplar- Hoy es muy pronto. Si quieres que hagamos algo los dos, lo haremos, te lo prometo: intentaré que esté dormido para la hora de la cena y prepararé algo especial: no estaré en pijama y pondré la mesa del salón con la cubertería y la mantelería. Pero aún no puedo separarme de él.

Frunciendo el ceño, como si eso no fuera lo que esperar oír, la miró unos segundos para después y de dos sorbos acabarse el café y levantarse a dejar la taza en el fregadero. Abrió el grifo de golpe para aclararla y después se agachó para meterla en el lavavajillas. Lo hizo con tanto brío que a Bella sólo le quedó decirle:

-Te has enfadado.

-No me he enfadado, Bella- replicó.

-No quiero que te enfades. No me gusta cuando estás enfadado.

La miró otros instantes seguro que pensando "pues si no quieres que me enfade, haz lo que te pido" pero sólo resopló y añadió:

-Se me hace tarde, tengo que irme.

Y sin más, salió de la cocina para subir los escalones de dos en dos. Bella sopló, allí sola, con Lexie en brazos, mientras meneaba la cabeza. No le gustaba esas sensación, de hecho la odiaba. Odiaba sobre todas las cosas estar enfadada con Edward o que él se enfadara, y afortunadamente, pasaba en raras y contadas ocasiones, siendo normalmente por cabezonería de uno de los dos. Pero le recordaba tanto cuando estaban en Forks y temía que iba a hacer algo mal que haría que él se fuera o se arrepintiera de haber luchado por ser como era ahora que le dejaba un vacío tan grande que le impedía respirar.

¿Y tanto costaba entender que necesitaba a Lexie y Lexie la necesitaba a ella? Era lo más grandioso que había hecho nunca, quería disfrutarlo hasta la última gotita.

Cuando Edward volvió a descender la escalera ya llevaba una cazadora abrochada hasta la barbilla, un gorro de lana negro y unos guantes. Llevaba un par de libros en la mano y sólo entró en la cocina para coger del mueble las llaves del coche.

-Hasta la tarde.

Pretendía volverse y salir hacia el recibidor pero Bella exclamó:

-¡Espera!

Se quedó quieto y hasta que no le cogió del brazo, ni siquiera se volvió.

-Prepararé raviolis con setas, como los del restaurante de Port Angeles. Y llamaré a Esme para que venga a ayudarme con Lexie mientras.

Meneando la cabeza de nuevo como si eso tampoco fuera lo que esperaba escuchar, suspiró por la nariz y le besó a ella en la frente y a Lexie en la cabecita:

-Hasta luego- dijo.


Era gracioso como habiendo vivido tanto tiempo en Forks, ver todas las calles de Hanover cubiertas de aquel espeso manto blanco le ponía los pelos de punta. Su coche tenía una tracción perfecta además de un juego de neumáticos para el invierno recién puestos que le harían subir una colina nevada sin deslizarse, pero aún así le costó bastante cruzar la distancia entre el campus y el Hospital. Además, hoy las clases habían sido un caos, la mayoría de los estudiantes habían llegado tarde y los que habían sido puntuales venían mojados por las peleas de bolas de nieve en los jardines. Incluso alguno de los chicos de su clase de Anatomía, mientras el profesor no venía, habían salido a uno de los corredores del edificio de Ciencias a hacer un muñeco de nieve. Sonrió pensando que quizás el año próximo él podría hacer uno para Lexie. Y alguien le compraría un trineo. Emmett seguro. Para que se rompiera un hueso y él tuviera que romperle la crisma a su hermano por mentecato.

Aparcó en al subterráneo del Hospital y salió hacia la puerta de empleados. El guarda de allí ya le conocía así que no le dijo nada de verle salir casi diariamente con Carlisle. Subió al recibidor, preguntó a la recepcionista para saber si estaba en alguna urgencia y como le dijo que estaba en la sala de descanso ya no se detuvo con nadie más hasta que cruzó el pasillo de urgencias. Picó y la propia voz de Carlisle le dijo que pasara.

-Edward, hijo- se levantó cerrando incluso el periódico que leía- Llegas temprano. ¿Qué tal?

Antes de hablar, abrazó a su padre para besarle la mejilla y se quitó el gorro y los guantes. De hecho, allí hacía un calor bastante considerable dado que Carlisle sólo estaba con su pijama de quirófano de manga corta, mientras picoteaba algo a juzgar por las galletas sobre la mesa donde tenía apoyados los pies antes.

-El campus es un poco locura con la nieve y han suspendido varias clases. Espero que no tengas nada que hacer.

-Oh, no, no te preocupes. Aprenderás en tu primera rotación en urgencias que en días así los cirujanos trabajamos poco y te alegrarás de no haber escogido traumatología- se rió- ¿Quieres que vayamos a comer?

-No tengo prisa, no tengo clase hasta las tres.

-Bien- tomó asiento para que Edward lo tomara al lado- ¿Qué tal el examen de Anatomía?

-120 de 120- sonrió- Es una suerte que la Anatomía no haya cambiado en los últimos 90 años. Seguiré con las prácticas y así podré empezar con las clases avanzadas del programa de la Escuela de Medicina.

-Bien, bien- dijo con su tono de orgullo- ¿Has pensado a qué rama de la Medicina quieres encaminar tus pasos? Sé que aún falta mucho, pero…

-No lo sé- suspiró- Me gusta la Medicina General. O incluso la Medicina Interna. Cada vez que intento visualizarme en el futuro me veo en una consulta, recibiendo a mis pacientes. Aunque hay un lado bastante lúgubre de mí al que le llama la atención la Medicina Forense.

-¿Medicina Forense?- repitió Carlisle levantando una ceja.

-¿No lo apruebas?

-Oh, no, hijo, no es eso. Te apoyaré escojas lo que escojas, lo sabes. Sólo que… tras tantas década de vivir ocultos y en el mundo de los muertos, no creí que te pudieras decantar por algo así. Aunque, de por seguro, de todos tus compañeros de promoción es al que menos impresión le puede dar un cadáver- bromeó.

Edward suspiró divertido y antes de volver a hablar tomó una de las galletas de la mesa para darle un mordisco. Quizás desde la primera clase práctica de Anatomía se había planteado esa elección para su futura carrera y para nada le desagradaba. Quizás Carlisle tenía razón y es que a él no le impresionaría un cadáver ni el estado de descomposición del mismo, pero dado que ahora no tenía facultades especiales para ayudar a salvar una vida - como antes le ocurría a Carlisle - quizá pudiera emplear sus conocimientos para esclarecer un misterio o para darle paz a una familia. Sentía que ahora no haría nada grandioso, como Carlisle hacía antes. Por lo que añadió:

-Debería de hablarlo con Bella, quizás no le guste. Y pensar en Lexie.

-Sea lo que sea, ambos estarán muy orgullosos de ti- le palmeó la pierna- ¿Cómo están? Tu madre me llamó hace un rato para decir que iban a comer juntas.

La punzada de celos que sentía cada vez que descubría que Bella había hecho una cosa u otra con una persona que no era él, se le volvió a clavar en la mitad del pecho. Aunque esa cosa fuera comer y la persona fuera Esme. Era así, no lo podía evitar. Por mucho que hubiera seguido su consejo y su madre tuviera la oportunidad de pasar tiempo con Lexie, al que adoraba por encima de todo.

-Bueno- suspiró- Hoy no ha sido un buen día. Bella y yo hemos discutido y me he marchado de casa bastante enfadado.

-¿Por qué?- preguntó su padre interesado.

-Sigue fiel en la idea de seguir con la lactancia materna. No quiere ni oír hablar de volver a sus clases ni de la guardería. Sé que es egoísta por mi parte, pero debería de pensar que yo también quiero colaborar con esa parte del crecimiento de Lexie.

-Tienes que darle tiempo, Edward. Las hormonas después del parto hacen que cambien muchos caracteres de la mujer, además de su dependencia hacia el bebé. Si aún no se siente preparada no deberías de presionarla, aunque es muy noble querer también compartir el momento de la alimentación de Lexie.

-Lo sé, sólo que hoy… me ha exasperado totalmente: es el día… número 40.

Aunque en principio Carlisle no pareció entender a qué se refería - a lo que no contribuyó que lo dijera tan bajo como casi un suspiro - lo hizo a la misma vez que levantaba las cejas y suspiraba sorprendido, como si él tampoco se hubiera dado cuenta. Parecía que la fecha de hoy había pasado desapercibida para todo el mundo, empezando por Bella que evidentemente no la esperaba como él porque ni siquiera se había percatado que hoy habían pasado 40 días exactos desde el nacimiento de Lexie.

-Oh…- suspiró- Bueno…- musitó- Quizás…

-Sí, Bella parece no estar lista.

-No es una ciencia exacta, hijo- respondió Carlisle- Algunas mujeres necesitan un puerperio un poco más largo.

-Lo sé, sólo que he esperado este día desde hace mucho tiempo. Me encanta cómo cuida de Lexie y los momentos que compartimos, pero echo de menos estar con Bella.

Moviéndose cautelosamente despacio, Carlisle le alzó un brazo por encima de los hombros atrayéndole contra sí porque podía ver que su sentimiento de pesadumbre sólo se podía intentar borrar con un abrazo. Edward, al principio con los hombros tensos, se relajó con el contacto de su padre para incluso apoyar la cabeza contra él.

-Siento que soy una persona horrible- añadió- Pero no sabes lo que necesito leerle la mente para saber lo que piensa y lo que siente.

-¿Y si se lo preguntas?- dijo con una sonrisa- Siempre ayuda.

-No con Bella. Intenta hacer feliz a todo el mundo, es de la única manera de saber cómo piensa en realidad. Lo que hace sentirme de nuevo como una persona horriblemente egoísta.

-Edward, siempre te lo digo: no seas tan duro contigo mismo. Es completamente normal que te sientas así y que eches de menos a Bella: sois recién casados- soltó una risita- La llegada de un bebé entraña cosas muy diferentes para la madre y para el padre, y cada uno los estáis experimentando de una manera completamente natural. Pero para estas cosas sólo el tiempo tiene la respuesta.

Edward asintió mientras analizaba las sabias palabras de su padre. Claro que todo lo que sentía era normal, por eso quizás le daba miedo o le hacía sentirse horrible: porque no lo podía dominar. Del mismo modo que Bella sentía que aún no podía separarse de Lexie. Había leído mucho en este tiempo primero sobre el embarazo y después sobre el parto o los bebés. Y Bella había experimentado casi todas las etapas, incluyendo ahora la de haberse olvidado del sexo, del mismo modo que él sentía que no hacía lo suficiente por Lexie o que Bella no le necesitaba para cuidar de su hijo.

-Gracias, papá.

-De nada, hijo- le sonrió- ¿Animado para ver unas radiografías? Tengo un caso aquí del que me interesaría saber tu opinión.


-Oh, mira- dijo Esme en su suspiro de orgullo- Se está chupando los puñitos. Que cosa tan adorable. Eres la cosita más adorable del mundo, Lexie- añadió besándole mientras le sujetaba en el aire- La abuela te quiere mucho. Mucho, mucho.

Bella se rió y se aproximó al sillón para sentarse junto a Esme para tenderle el chupete. Esme lo aceptó pero antes de ponérselo le besó unas cuantas veces más.

-¿Y tú quieres mucho a la abuela? ¿Sí? ¿Sí?

Le hacía mucha gracia el poder que tenía Lexie para que todo el mundo a su alrededor cambiara desde su comportamiento hasta su tono de voz. Desde el primero al último de sus familiares: Esme y Rosalie eran todo suavidad, con sus arrullos, besos y cucamonas. Carlisle tenía la mayor paciencia del mundo a la hora de mecerlo aunque llorara sin descanso por un cólico de gases. Alice bajaba su hiperactividad aunque tuviera una decena de pijamitas o pantalones para ponerle. Charlie dejaba a un lado su tosquedad para quedársele mirándole sin pestañear como un ciego que mira el sol por primera vez. E incluso Emmett por mucho que quisiera enseñarle ya a jugar a todos los deportes del mundo ponía una vocecita ñoña que a todo el mundo le hacía partirse de risa.

Pero, parecía que ese era el poder de Lexie: tener a toda su familia en ese puñito que se metía en la boca cuando no tenía el chupete puesto.

-Hoy ha dormido muy bien, ¿a qué si, peque?- dijo Bella- Desde la toma de por la mañana hasta la hora del baño. Quería estar listo para cuando viniera la abuela. -O a lo mejor quería que mamá le preparase para pasar el día con la abuela. ¿Verdad, pequeño? ¿Quieres pasar el día con la abuela?- añadió en un arrullo.

Esme continuó con el despliegue de carantoñas hacia Lexie: besándole la mejilla, la frente, cogiéndole los puñitos que levantaba y haciéndole cosquillas. Pero Bella se tensó, tanto que cuando la madre de Edward le miró, sólo pudo preguntar:

-Bella, cariño… ¿qué…? ¿qué va mal?

-Nada- carraspeó- Sólo que… Edward y yo discutimos esta mañana.

-Oh, ¿por qué razón podría ser?

-Es por…- volvió a carraspear- eso que has dicho que Lexie se quede contigo y… No es que no quiera que te quedes con él, sólo que aún no estoy preparada para estar lejos de él.

-Claro, cariño. Y lo comprendo- añadió cogiéndole una mano- Tiene que ser muy duro estar más de dos minutos sin abrazar a esta cosita tan preciosa. Nada más lejos de mi intención o la de Carlisle: sólo queremos ayudar.

-Lo sé, Esme. Te lo agradezco un montón. Agradezco que Lexie te tenga tan cerca y que pueda contar con vosotros. Tú y Carlisle lo hacéis todo por nosotros.

-¿Nosotros por vosotros?- repitió- Estás muy equivocada, cariño. Tú lo has hecho todo. Tú nos has dado esta oportunidad. Conociendo a Edward y trayéndole luz a su vida en la penumbra, haciéndole sentir vivo: nos dio vida a todos los demás.

-Oh, Esme- suspiró- Aún puedo coger la depresión post-parto. No digas esas cosas.

Esme se rió y se estiró para abrazarla, pasándole antes a Lexie. Bella abrazó a su suegra y después besó sonoramente al bebé.

-Estamos aquí para ayudarte- insistió- como y cuando quieras. Venirnos a vivir aquí sólo ha sido un acierto, así que de nuevo sólo debemos darte las gracias.

-Fue Edward el que insistió en matricularnos en Dartmouth.

-Pero si tú hubieras querido ir a otra parte del país, él lo hubiera hecho sin mediar palabra.

-Creo que estás un poco equivocada en la manera de ser de Edward- bromeó- Es la persona más cabezota del planeta.

-Y que te quiere más que nada- respondió Esme con su sonrisa de orgullo- Os quiere, a los dos.

-Es cierto- besó de nuevo a Lexie- He leído que muchas mujeres consideran que no saben el significado de la palabra "amor" hasta que tienen a sus hijos en brazos, aunque en mi caso sólo lo completé porque ya quería a Edward así.

-Tener un hijo es una bendición- respondió acariciando la cabecita a Lexie.

Bella asintió con la cabeza a las palabras de la madre de Edward absorta contemplando la carita de paz de su bebé hasta que se dio cuenta del significado. ¡Oh! ¿Había sido capaz de llevarla a ese terreno? ¿Empezar contarle su discusión con Edward para escuchar sus consejos y hacerla sentir mal porque no conseguía quedarse embarazada? Ambas no lo habían hablado abiertamente pero Edward le había contado - porque Carlisle se lo había dicho - que desde el primer momento estaban intentando tener hijos, cosa que no parecía prosperar. Quizás había sido egoísta hablando sólo de ella, de la tonta discusión y de sus manías y Esme realmente necesitaba una amiga con la que charlar cuando los Cullen lo daban todo por ellos.

-Esme, no quería… entristecerte. Sé que Carlisle y tú estáis intentando tener un bebé y…

-No estoy triste- sonrió, aunque un tanto sombría- No te preocupes.

-Si quieres hablar de algo o… sabes que te escucharé.

-Claro que sí, cariño. No temas- insistió.

-Y si pudiera hacer algo, si hubiera algo que estuviera en mi mano…

-Bella, cariño- le acarició el pelo como sólo una madre sabía- Tú ya has hecho más de lo que puedes. Por eso tenemos esta conversación y tengo otra oportunidad de poder ser madre. Yo ya lo fui en el pasado y sé lo que se siente. Sólo lamentaría que Carlisle no sintiera lo que Edward sintió al tener a su hijo en brazos.

¿Podía ser el destino así de injusto? No estaba en posición de reprocharle nada al destino porque podía tener a Edward a su lado y que éste le hubiera regalado a Lexie, pero… ¡demonios! ¡Esme se lo merecía! ¡Esme y Carlisle! Que amaban a cada uno de los Cullen con fervor y deseaban tener su propio hijo. Esme tendría que sentirse muy frustrada porque ya había experimentado lo que era abrazar a su bebé, pero… ¿Carlisle iba a perdérselo? Ni hablar. Él era el padre de cada uno de ellos aunque no compartiera ningún gen.

-Pasará, estoy segura.

-Yo también- le sonrió Esme.

Bella le respondió al gesto y le cogió la mano para después pensar en lo tonta que había sido por su intransigencia de por la mañana. No pasaba nada si empezaba a probar con la lactancia artificial. Lexie siempre la necesitaría. Y darle el biberón seguro que la hacía tan especial como sus momentos a solas cuando le alimentaba. Y así más gente se sentiría igual de especial. Edward. Esme. Carlisle. El resto, cuando les visitaran. Era muy afortunada por tener un montón de cosas y se obstinaba com tonterías, así que:

-Es hora de que coma- dijo Bella- ¿Quieres ayudarme a darle su primer biberón?


No había vuelto a nevar en toda la tarde y su barrio, al contrario de por la mañana con la nieve recién caída que lo pintaba todo de blanco inmaculado, ahora tenía un leve tono blanco sucio: habían limpiado la calle e incluso las aceras, y la nieve se amontonaba en su jardín en pilas parduzcas porque el que fuera que hubiera despejado la calle, había decidido hacerlo junto a su buzón.

Bueno, hasta el fin de semana tenía tiempo a que se derritiera. En Forks nunca quitaron la nieve del jardín y crecía a la perfección. Y nevaba más a menudo.

Le haría una foto para mandársela a Alice para que supiera lo que se perdía en el desierto. En Nueva York Emmett le había dicho también que nevaba así que seguro que pasaba ganas de estrenar algún conjunto de ski que se hubiera comprado.

Accedió al garaje con el coche y cerró el portón antes de salir. Allí hacía un frío que pelaba. ¿Cómo nadie pensó en poner calefacción en el garaje? En Forks la tenían y durante bastantes meses sólo él era humano y notaba el frío. Cuando se mudaran - porque aquella casa era pequeña para tres personas por mucho que Bella le ignoraba al decírselo - encargaría un climatizador para el garaje.

Tomó sus libros, subió las escaleras y accedió a la casa por la cocina. Estaba encendida, olía a algo agradable - dulce, quizás un pastel de chocolate - y todo brillaba de limpieza: ni un plato en el fregadero, ni sobre la mesa, ni en la encimera…

-¿Bella?- preguntó dejando las llaves sobre el mueble junto con sus libros.

Oyó, desde el salón, murmullos y quizás la tele encendida, así que cruzó el hall para asomarse. Sparkles se cruzó por el medio pero ignoró al gatito porque estaba de lo más curioso. Las luces del salón estaban bajas, su vista fue a parar lo primero a la mesa del comedor puesta perfecta, con velas incluso y lo que sonaba era música de fondo. Pero Bella estaba tumbada en el sofá con Lexie sobre su pecho que dormía tapado con su mantita mientras ella… ¿sollozaba?

-¿Qué pasa, mi amor?- preguntó alarmado.

No es que corriera a por ella, es que voló. En un segundo estaba en el umbral, y al siguiente estaba arrodillado delante de ellos. Si pensaba que había sido sobre protector y paranoico como vampiro desde que era padre, no tenía calificativo. El terror de que le pasara algo malo a Bella, a Lexie o a ambos le podía dejar petrificado.

-Lo he intentado, Edward, de veras. Esme estaba aquí y te lo puede decir- sollozó- Incluso vomitó.

-¿Qué? ¿Está enfermo?

Le tocó la cabecita, una de las manitas que tenía sobre Bella e incluso la nuca. Temblaba. No, era él el que temblaba. Y Bella, al sollozar. Dormía con una paz increíble mientras chupaba el chupete rítmicamente.

-No- sorbió la nariz- No le gustan los biberones. Lo he intentando muchas veces. Y no quiero que le pase nada. ¿Y si pierde peso? ¿Y si…?

-¿Los biberones? ¿Lloras por los biberones?

-He probado cambiado las tetinas y…

Pero el discurso de Bella se vio interrumpido porque Edward… ¡se echó a reír! ¡A carcajadas! Se quedó incluso sentado en el suelo desternillándose de risa, mientras Bella le miraba perpleja y con sus ojos llorosos abiertos como platos.

-¿Qué es lo que te hace tanta gracia?- dijo, frunciendo el ceño.

-Me has dado un susto de muerte, Bella- rió- ¡Pero todo esto es porque a Lexie no le gustan los biberones!- añadió en otra carcajada.

-No emplearía la palabra "gustar" para definir su comportamiento, porque los detesta. Deberías de ver su carita. Hace mil gestos de desagrado. Y me partía el corazón.

-Probaremos poco a poco, no te preocupes, mi amor- respondió- aunque, sinceramente, yo tampoco cambiaría tu pecho por una estéril tetina de plástica.

-Edward…- suspiró con su rubor de mejillas tan adorables.

Se rió, se incorporó y les saltó para tumbarse con ellos en el sofá. Parecía difícil pero ya lo habían logrado varias veces, más contando que solían pasar así muchas tardes cuando Bella aún estaba embarazada y con más volumen que ahora. Le pasó una mano bajo la espalda para abarcarla, él se quedó de lado y con el otro brazo los atrajo hacía sí.

-Siento haberme enfadado esta mañana- le susurró- No quería disgustarte.

-Yo tampoco me porté bien- respondió Bella- Y tenías razón: me es muy duro separarme de él, pero si pasamos a los biberones Esme podría ocuparse de él y creo que lo necesita. Me entristece tanto que no pueda quedarse embarazada…

-¿Habéis hablado?

-Dice que lo siente mucho por Carlisle, porque ella ha experimentado ser madre. Pero sólo hace falta verla con Lexie para saber lo que lo desea- contestó Bella- Ojalá pudiéramos hacer algo para ayudarles.

Edward asintió y en su susurro añadió un beso a Bella en la mejilla. Aunque más que en la mejilla, dada su postura fue hacia la oreja por lo que resbaló los labios por su cuello. Bella llevaba un jersey de cuello subido así que solamente se lo apartó para poder acariciar la suave piel de su mujer. Además, olía de maravilla. Olía como siempre aunque - quizás era una tontería - desde que Lexie había nacido había algo más en su esencia, que no era ni los polvos de talco o la propia fragancia de Lexie en la que siempre estaba envuelta.

-Siempre podemos tener otro bebé y dárselo- bromeó contra su piel.

-¿Lo harías?- preguntó Bella sonriendo.

Iba a contestar un "ahora mismo" y meterle la mano por alguna parte de la ropa que no era nada idóneo con su hijo durmiendo sobre su pecho, así que lo borró de su mente. Aunque su mente ya ni siquiera era suya desde que llevaba tachando los últimos 40 días en el calendario que parecían que se iban a alargar más dado que Bella pensaba en otros menesteres como biberones.

-Pasará cuando menos lo esperemos, debemos confiar en ello.

-Y será el tío o la tía de Lexie. Curioso, ¿verdad? Y tu hermano o hermana pequeña. ¿Te gustará tener un hermano o hermana pequeña? Así dejarías de ser el menor de los hermanos.

-No soy el menor de los hermanos- frunció el ceño- Tengo unos cuantos años más que Esme, Rosalie y Emmett. Incluso un par más que Alice, por lo que sólo Jasper y, evidentemente, Carlisle, son mayores que yo.

-Pero en la versión oficial de la historia, eres el menor de los Cullen. ¿No te sentirás destronado?- bromeó- Te gustaba mucho cuando eras hijo único en una casa de vampiros.

-No lo creo- bromeó de nuevo contra su piel- Sería bonito, ¿verdad? Que Lexie tuviera alguien con quien jugar.

Bella asintió sonriendo mientras acariciaba la cabecita a Lexie con aquella cara de adoración que se le ponía cada vez que miraba a su hijo. Le acarició la manita estirada con un dedo, siguió el trazo de sus cejas y después incluso le tapó más con la mantita, hasta cubrirle la nuca.

¿Se le pondría a él también a esa cara cuando miraba a su pequeño? Era una cosita fascinante, la mezcla de lo que él y Bella sentían uno por el otro, un ser increíble y con su propia personalidad, que con apenas un mes y medio les dejaba muy claro lo que le gustaba y lo que no, con sus lloros, muequitas y ruiditos, que Bella conocía a la perfección. En ocasiones le oían desde el receptor de su habitación y antes de llegar a su cuarto, Bella ya sabía lo que le pasaba: si era hambre, pañal sucio o simplemente se sentía solo.

Sin lugar a dudas, era una madre excepcional. Más que eso, si existiera otra palabra para definirla.

Sus manos se encontraron acariciando la espaldita de Lexie y se la tomó. Las alianzas chocaron la una con la otra al entrelazarse, y como Bella le sonrió aprovechó para volver a besarle la mejilla, el hueco entre la oreja y el cuello y deslizarse después por el cuello. Olía tan bien ahí, mejor incluso que antes, cuando ese olor le hacía perder el control. Aunque bien pensando más perdía el control ahora. En los últimos días - o quizás semanas - tenía la mente totalmente dominada por una única cosa que le hacía exasperarse de una manera que nunca le había pasado como para irse de casa esa mañana como lo había hecho.

Bella suspiró profundamente, de esa manera que sólo ella sabía, que si la hubiera estado mirando seguramente habría puesto los ojos en blanco, por lo que ya que estaba tan receptiva empezó a ascender por el cuello hacia la barbilla con un único objetivo: sus labios. Para emplearse lo máximo que pudo como si hiciera una eternidad que no la besaba.

Era agradable estar así: con Lexie durmiendo sobre su pecho y besando a Edward. El bebé dormía placidamente desde que rompió a llorar por enésima vez con el último intento de la tarde con el biberón y terminó dándole el pecho. Cuando se cansó de comer hizo su gesto de que estaba saciado y tras expulsar los gases se quedó dormidito, respirando pausadamente mientras movía el chupete rítmicamente. Había sido un día duro para él, un día de muchos cambios - o al menos intentos - así que se merecía poder descansar escuchándole el corazón y ella escuchándole a él inspirar y expirar, cosa que le encantaba.

Casi tanto como besar a Edward. ¡Hacía tanto que no se besaban así! No es que normalmente no se besaran, pero desde el nacimiento de Lexie todo giraba en torno al bebé. Se daban los buenos días, se daban las buenas noches, la besaba cada vez que salía o volvía a casa y Edward seguía teniendo sus demostraciones afectivas, pero en ocasiones se daba cuenta que pasaba el día y que ni siquiera habían hablado de algo que no fuera el bebé, la casa, los estudios o la compra que hacer en el supermercado.

Quizás por eso hoy quería que hicieran algo juntos. Que tonta. La echaba tanto de menos como ella le echaba a él.

Notó como incluso Edward sonreía mientras terminaba el largo beso con besitos cortos en los labios así que abrió los ojos para ver su mirada verde. Le acarició la mejilla con la mano que le dejaba libre Lexie y dijo:

-Te prometí una cena especial y espero que no se haya enfriado. Voy a subirle a su habitación y podremos tener un rato para nosotros solos.

Antes de incorporarse Edward le besó una vez más, así que ahora fue ella la que sonrió contra sus labios para levantarse arrullando a Lexie. El bebé emitió un quejidito al cambiarle de postura, movió incluso la manita pero los besos de su madre y sus caricias enseguida le hicieron caer de nuevo en el más profundo de sus sueños.

-Vamos a la cuna, peque- dijo entre besos.

En la altura del primer escalón, mientras le tapaba bien con su mantita para que no notara que perdía el calor que emanaba su cuerpo, Edward también se levantó del sofá y llegó hasta ellos. La cogió a ella de la cintura y acariciando la espaldita al bebé, le siguió hasta llegar al cuarto de Lexie. Sin decir nada, Bella abrió la cuna con una mano, tumbó al bebé en el medio para arroparle y poniéndole el peluche del león junto a su almohada como siempre, volvió a susurrarle:

-Shh! Lexie, shh...

Batió las manitas e incluso abrió los ojos un segundo para volver a cerrarlos mientras fruncía el ceño y su boquita se curvaba hacia abajo por detrás de su chupete. Bella le arrulló más y movió la cuna para mecerle suavemente.

-¿No hace un poco de frío aquí?- preguntó sin quitarle la vista al pequeño.

Tras comprobar que la ventana estaba bien cerrada e incluso bajar las cortinas que dejaron la habitación infantil solamente iluminada con una lamparilla de color azulado, Edward miró el termostato. Estaba a la temperatura idónea, como toda la casa, que parecía una isla privada en medio de la locura que había sido hoy el campus. Aunque con Bella ocupándose de todo, siempre se lo parecía, con aquel olor tan especial, el toque que le daba a todo y el calor perfecto.

-Está bien- contestó en un susurro llegando hasta ella para volver a tomarla de la cintura- Sólo te echa de menos, como yo- añadió besándole la coronilla.

Bella volvió a sonreír y meció a Lexie una vez más. Despacio subió los barrotes, le arropó más con su mantita y se incorporó. Pretendía darse la vuelta, decirle a Edward que salieran del cuarto para cerrar la puerta, pero él no le dejó: la cogía de la cintura y también sonreía, pero cuando estuvieron frente por frente… la besó. La besó cogiendo su cara con la otra mano para dejarla casi, casi sin aliento.

¡Así sí que hacía tiempo que no besaban! De esa manera que cuando se quería dar cuenta ya tenía una pierna enroscada en su cintura, el corazón le empezaba a latir de una manera errática, se olvidaba de respirar y se mareaba ligeramente.

Pero ya el mareo empezó casi a ser lipotimia cuando la mano de Edward en su nuca empezó a resbalar por la espalda para llegar al ¡trasero! apretándola más contra su cuerpo además de empezar a resbalar sus labios por su cuello.

-Edward…- fue lo máximo que aceptó a suspirar.

Tuvo que poner los ojos en blanco porque esa reacción era la que evocaba cada vez que Edward hacía eso: deslizar la punta de la lengua por su cuello y estrecharla más contra él. Además, que el sonido cadente de su respiración estaba haciendo que su temperatura corporal subiera considerablemente

-Vamos a la cama- le susurró entre besos en el cuello.

-¿A… la cama?- balbuceó, en un tono que fue de todo menos sexy.

-No sabes lo que te echo de menos, Bella- susurró en respuesta.

El corazón se le disparó más que nunca y no sólo porque ahora la apretó más que nunca contra él, tanto que se subió a horcajadas. Ir a la cama… Acostarse… ¡Sexo! Era algo en lo que no había pensando desde que había nacido Lexie y quizás mucho antes, desde que había estado castigada sin moverse para que no le pasara nada en las últimas semanas de embarazo. Y no porque Edward le hubiera dejado de atraer, ¡ni mucho menos! Era que… tenía otras cosas en la cabeza. Lexie requería toda su atención durante las 24 horas del día cada dos y media para comer, cuando no era para bañarle, cambiarle o vestirle, y en medio de eso se ocupaba de la casa.

Pero quizás ya era el momento de ampliar ese horario para algo más.

Recordó vagamente que en su última revisión su médico le había dicho que ya estaba totalmente recuperada del parto. En ese momento ni siquiera le dio importancia porque estaba oyendo a Lexie llorar en el otro lado de la sala de examen y estaba más preocupada en ir a mirar qué le pasaba si Edward no le podía calmar en aquel llanto tan estridente. Y también le vino a la mente que aunque la doctora le aconsejaba que dejara pasar la cuarentena para reestablecerse totalmente, si se sentía bien físicamente podría volver a mantener relaciones sexuales.

Ahora le veía total sentido y ni siquiera le estaba dando tanta vergüenza como cuándo su doctora se metía en su vida sexual porque para tal actividad eran necesarias dos personas y la otra parte integrante de la pareja no había pasado por tantos cambios físicos como ella.

Entonces, como en un bucle, se repitió la conversación de esa mañana: la idea de salir a cenar y al cine, lo que se había enfadado porque ella no dio su brazo a torcer y… ¿había dejado caer que era el día 40?

¿Por eso se había enfadado tanto?

¿Acaso llevaba contando los días?

Edward era tan caballero, tan antiguo en esos aspectos, que bien tendría una alarma en el móvil para avisarle que el periodo de cuarentena acababa hoy y se marchaba de casa con un portazo antes de decírselo. Y después de la isla, después de haberse casado, creía que esos tabúes habían pasado a la historia de su relación y que hablarían de todos esos temas con la misma naturalidad que sabía que los hablaba con Carlisle, del mismo modo que ella podía hablar con su suegro de ciertas cosas que jamás le diría a Charlie. Pero quizás esa era la única cosa mala de estar casada con alguien educado en 1900.

-No puedo esperar para leerte la mente de nuevo, mi amor.

El pulso se le aceleró más que nunca con una mezcla de nervios e impaciencia. Era ridículo porque llevaban seis meses casados y habían disfrutado en la isla por este último periodo de abstinencia, e incluso más. Pero aún así estaba igual de nerviosa como si fuera la primera vez. Había pasado demasiado tiempo. Y un tiempo que no le había favorecido a su físico. Aunque Edward había amado y comprendido su cuerpo cuando iba engordando por el embrazo de Lexie, ahora era una cosa completamente distinta. Para empezar, los sujetadores que llevaba - para la lactancia - eran de todo menos sexy y las braguitas las había salvado de la basura en la última visita de Alice. Y para seguir, en todo ese tiempo apenas habían compartido alguna que otra ducha en la que lo único que había hecho era enjabonarse el pelo…

Pero sobre todo eso prevalecía la impaciencia.

-Yo tampoco- respondió Bella.

Ya estaba todo dicho: la sujetó mejor para caminar con ella a horcajadas fuera de la habitación, arrimó la puerta del cuarto de Lexie con el pie, abrió la de la principal y volvió para cerrarla tras dejarla sobre la cama, quitándose la ropa en el trayecto.

Una vocecilla en su interior le decía que se calmara y que fuera despacio porque no tenían ninguna prisa, pero las ganas de Bella le decían que se callara y que no esperara más por lo que tras cerrar la puerta con el pie allí mismo ya se quitó la sudadera. Puede que diera pasos para volver a la cama o que se tirara en plancha porque lo siguiente que recordó era estar encima de Bella besándola hasta que le empezó a faltar el aliento. El aliento y manos: porque una sujetaba su muslo para que se le enroscara la pierna a la cintura y en la otra le subía ese condenado jersey con toda su lana.

Le besó en los labios, le besó la mejilla, le besó el cuello -¡iba a arrancar toda aquella tela!- bajó hasta el vientre y pretendió incluso meter la cabeza por el jersey arremangado hasta la mitad, pero Bella le detuvo.

-¿Y si apagas la luz?

Para decir eso incluso se incorporó en sus codos y tiró del condenado jersey hacia abajo de nuevo, tapando la porción de vientre descubierta y el ombligo, así que se quedó mirándole como si fuera la primera vez que hablaban en años.

-¿No quieres la luz encendida?- preguntó extrañado.

No es que ninguno tuviera manías especiales en su intimidad, pero desde luego la ausencia o presencia de luz jamás había sido problema. Y si lo había sido, después de la isla, era un tanto curioso reparar en ello.

-No, apágala y deja las cortinas abiertas para que entre la claridad de la calle.

Miró al ventanal de la habitación donde la noche caía sobre el barrio y después miró a Bella. Se deslizó por el edredón hasta quedar sentada - aunque con él encima custodiándole por los dos flancos - le sonrió con sus mejillas encendidas.

-No voy a apagar la luz- respondió- Llevo demasiado tiempo esperando esto para ahora perdérmelo.

Se volvió a abalanzar sobre ella para besarla. Literalmente. Puede que hasta que la asustara porque le cortó un suspirito que sus labios amortiguaron mientras tomaba esa pierna que sólo debía de estar en su cintura. ¿Y para qué llevaba unos vaqueros? Se había pasado las últimas semanas en pijama o con pantalones de deporte que definitivamente eran más fáciles de quitar.

Pero ahora Bella no respondió al beso, meneó la pierna para que se la soltara e incluso se apartó.

Brusco, brusco, brusco… ¿Por qué no habría hecho caso a la voz antes?

-¿Qué… pasa?

Antes de contestar e incluso dándole otro golpecito para que se quitara de encima, volvió a deslizarse por el edredón, quedándose en medio de la cama, con las piernas cruzadas. Jugueteó unos segundos con la manga de su jersey y cuando levantó la cabeza tenía las mejillas más encendidas que nunca antes.

-¿Y si no te gusta lo que ves?

-¿Cómo?- repitió, como si estuviera sordo.

-He… cambiado mucho. Y aunque todo vuelve a estar más o menos en su sitio ya no es… como antes.

Edward se quedó allí, mirándola, maravillado, sentándose incluso sobre sus rodillas en vez de quedarse en aquella postura como si fuera un animal acechándola. ¿Aún sentía ese tipo de cosas? ¿Esas inseguridades? Cuando a él no le latía el corazón siempre decía cosas así, sintiéndose inferior porque decía que él era perfecto, cuando sólo era un monstruo que deseaba su sangre. Y ahora que le había enseñado la grandeza de estar vivo, que le había dado algo tan maravilloso como era Lexie, haciéndole hasta prometer que le escogería a él antes de ella si ocurría algo mal durante el parto… ¿tenía miedo a que no le atrajera físicamente?

Era completamente ridículo.

-Mi amor, no hay nada en ti que no me guste. Eres perfecta, maravillosa. Y muy sexy.

-Eso no es verdad- dijo cruzando los brazos sobre su pecho haciendo un mohín- El sujetador de la lactancia no es precisamente uno de camisones que me compra Alice.

-Entonces deberías de estar contenta porque quizás salgan entero de esto- bromeó mostrándole su sonrisa retorcida- Y no es la ropa la que te hace sexy, eres tú con la ropa. Te apuesto lo que quieras a que le encontraré la parte erótica a esa prenda que tan poco te gusta. Se la encuentro hasta a tus pijamas viejos…

Bella meneó la cabeza, suspiró divertida y tras unos segundos de juguetear de nuevo con la manga de su jersey se adelantó para besarla él. Bien. Primer misiva a partir de ahora, esperar a que tomara la iniciativa. O al menos intentarlo, porque cuando en medio del beso empezó a desabrocharle el pantalón para después subirle la camiseta, el cerebro no le respondió como él hubiera querido porque se volvió a dejar caer sobre ella para que le enroscara las piernas en la cintura.

Sin romper el beso, primero le quitó las zapatillas que cayeron estrepitosas sobre su suelo de madera. Después volvió a atacar el jersey con el que no se detuvo hasta que salió por la cabeza de Bella y después empezó con los pantalones. Porque cuando volaron fuera de la cama y él se bajó los suyos en bloque para pegarles una patada, pudo abrir la cama para que se metieran dentro no fuera que además de sentir tontas inseguridades, cogiera frío.

Le quitó la prenda de la desdicha entre miles de besos para desterrarla de la cama. Bajó por el pecho hasta el vientre - plano y perfecto como antes y muy diferente a la última vez que hicieron algo así - sin dejar de besarla repitiendo cada vez que paraba a tomar aire lo hermosa que era y todo lo que la quería. Llegó a las braguitas y también se fueron fuera de un empujón. Y como era muy injusto tenerla ya desnuda y él seguir con la ropa interior, dejó que le hiciera lo mismo.

Perder el control cuando le besaba y le acariciaba era muy fácil. Además de los suspiros. Había algo en los suspiros de Bella que le volvían loco. Que le hacían retroceder a su primera vez. Sí, eso era. Ahora mismo sentía los nervios de la primera vez cuando le deslizaba la yema de los dedos por la espalda como si su piel fuese la joya más preciada del mundo. Y era una tontería, si allí había una joya, era Bella.

Los nervios se apoderaron desde sus rodillas hasta su estómago y sus manos que temblaron al coger de nuevo su muslo para que enroscara sus piernas en su cintura y colocándose frente por frente, entre un beso y pasándole un mechón tras la oreja, le dijo:

-Intentaré tener mucho cuidado, pero si te hago daño y no lo puedo leer

-No te preocupes- respondió para besarle.

Después asintió como hacía siempre, se cogió a sus hombros para aferrarle mejor, él alineó su cintura con la suya y a partir de ahí ya desconexionó su cerebro porque si lo necesitaba para algo era para que se llenara de las sensaciones y pensamientos de Bella.

Su mente era una cosa maravillosa: saltaba de un tema a otro en décimas de segundo e incluso se entremezclaban. Lo mismo se veía correteando por su pradera de Forks que bañándose en su laguna de la isla que tumbados en la cama con Lexie en medio. Y le gustaban mucho las mariposas, algo que nunca le había dicho. Porque siempre en un momento u otro de cada vez que podía leerle la mente, ahí estaban. Seguro que unas cuantas emprendieron el vuelo del susto cuando se cargaron las patas de la cama de la isla.

Pero llegar a ella le costó bastante. Quizás que nunca antes. Era frustrante. Y por la frustración se estaba hasta obcecando. Los suspiros de Bella empezaron a ser gemidos de molestia y los nervios se empezaron a apoderar de él. ¿Cómo la primera vez? ¡Mucho peor! Entonces no sabía lo que podía esperar.

-Te estoy haciendo daño, mi amor- se le escapó entre los dientes.

-No- gimió Bella- Estoy bien.

Por eso no podía seguir los consejos de Carlisle de preguntarle qué era lo que le pasaba porque ni en un momento como este en el que estaba a un tris de leerle la mente dejaba de intentar hacer feliz a los demás. Ahora, a él porque sabía lo que lo deseaba. Quizás era muy pronto, su médico le había dicho que estaba recuperada físicamente del parto, pero tal vez no le apetecía o…

Intentó ser más cuidadoso pero eso sí que era frustrante: no dejar todo su peso sobre su cuerpo, apoyarse sobre un brazo o incluso cambiar de postura, elevar más su cuerpo o…

-Déjalo ir, Edward, déjalo ir- le volvió a gemir aferrándole más los hombros.

Entonces ese universo maravilloso se coló de golpe en su mente: las mariposas, las sonrisas, lo que le gustaba la sensación del sol que se filtraba en la vegetación cuando se bañaban en su laguna en la isla o lo hermosa que le hacía sentir cuando la besaba de esa manera. Lo poco que le gustó hoy mirar por la ventana y ver la nieve fuera, pero lo agradable que era pasar todo el día en casa con Lexie. O la cena. Preparar la cena de esa noche pensando que los raviolis con setas eran su plato preferido porque no quería verle más enfadado.

-Prométeme que no te enfadarás nunca más conmigo.

-Te lo prometo- respondió antes de seguir besándola.

Diría algo más si con ello no perdiera la concentración porque después le mostró imágenes aún más bonitas: de él con Lexie en brazos, de él afeitándose y de él en una ducha que habían compartido. Y con un:

-Te quiero mucho.

La mente de Bella se cerró porque los gemidos subieron de intensidad, sus suspiros de esfuerzo también y lo único que pudo hacer ahora fue acompasar sus movimientos con los de Bella hasta que ambos colapsaron uno con el otro. La besó una vez más, le preguntó su estaba bien, Bella sólo asintió y en esa felicidad tan enorme que sentía tras poder leerle la mente, se quitó de encima para tumbarse de lado y estrecharla contra él de esa manera que ni un huracán podría separarlos.

-Está nevando- dijo Bella en el silencio del cuarto tras un buen rato.

Podía contestar que le importaba un bledo, así hubiera una ventisca fuera y mañana tres metros de nieve en la puerta que le impidieran salir de casa porque estaba mejor que nunca allí, abrazado a ella, pero abrió los ojos. Bella tenía la cabeza daleada y miraba hacia la ventana donde era cierto, en el color de la noche fuera, caían copos blancos que se pegaban al cristal. Así que contestó arropándoles más como si el frío que hacía en la calle les afectara allí.

-Como en Forks- añadió Bella- En la noche de Año Nuevo.

Giró la cabeza para mirarle y le sonrió. Tenía aún las mejillas encendidas por el esfuerzo pero seguro que se lo encendían más como cada vez que le decía algo fuera de su mente bastante subido de tono de una manera brillante que le encantaba.

-No sé por qué me siento como si fuera esa noche- insistió.

-Y yo también- contestó- Porque parece que llevo reprimiéndome y esperándolo 90 años. No sé cómo he podido soportarlo.

-¿Por qué no me lo dijiste? Quiero que lo hablemos todo- dijo Bella.

-No quería que te sintieras presionada. Parecías demasiado ocupada con Lexie para darte cuenta que yo también necesitaba un rato de ti.

Bella se rió y se giró para quedar de lado también, uno mirando al otro. Le acarició la mejilla, le siguió el trazo de las cejas con el dedo y añadió tras darle un beso sonoro en los labios:

-Nunca estaré demasiado ocupada para ti- le dio otro sonoro beso- Sobre todo para tener sexo. Otra vez.

Se volvió a reír, le besó de nuevo pero ahora lo hizo recostándose sobre él. Miró el reloj y como faltaba por lo menos una hora y media para que Lexie empezara a estar hambriento tenía tiempo suficiente para recuperar los meses perdidos.


Había un sitio mágico al que iba Edward después de que tuvieran sexo: era un sitio donde se quedaba adormilado mientras su pecho se calmaba y se regulaba su respiración. En la isla pensaba que se trataba del calor o por tener que cargar con ella de arriba abajo cuando se cansaba de caminar, pero aquí le pasaba lo mismo así que quizás el esfuerzo de intentar leerle la mente o de mantener sus conversaciones mentales le dejaban tan exhausto que entraba en esa fase de ensoñación donde se le pintaba una carita de felicidad que le daban ganas de pellizcarse si ella se la había causado.

Levantó la cabeza porque le pareció oír a Lexie quejarse y el receptor estaba apagado pero sólo era Sparkles por el pasillo con su cascabel, así que se volvió a recostar y siguió acariciándole la espalda con la yema de los dedos. Todas las fibras musculares se le marcaban bajo la piel y eso que desde que Lexie había nacido había dejado su rutina de ejercicio que constaba en ir a nadar dos veces por semana y correr por el barrio, así que debía de recuperarlo ahora que estaban recuperando otras cosas porque le encantaba cómo evolucionada su cuerpo. Quizás también ella debería apuntarse a hacer deporte. No, definitivamente lo suyo no era el deporte.

Se acurrucó más contra él - bocabajo en la cama con la cabeza hundida en las almohadas - y ahora subió a la nuca para hacer que sus cabellos resbalaran entre los dedos. Alice en Navidad se había empeñado ella misma en cortarle el pelo y le persiguió por casa con la maquinilla hasta que cedió. Se lo había dejado muy cortito por detrás y de punta por delante, pero ya le había crecido. Ahora le gustaba más, le encantaba el tacto de sus cabellos entre sus dedos.

Y así se evadió en todo lo que tenía que hacer al día siguiente: la colada, cambiarle la arena a Sparkles, pasar la aspiradora en el estudio, devolverle una llamada a Rosalie,…

-¿Duermes?- preguntó en un susurro sin dejar de acariciarle los cabellos.

Edward musitó algo contra la almohada y después giró la cabeza para quedar mirando hacia ella, aunque aún con los ojos cerrados.

-Tendría que pedir cita en el médico para que nos aconseje algún método anticonceptivo.

Pero de repente ese aturdimiento en el que estaba sumido Edward, desapareció por completo. Levantó incluso la cabeza de la almohada para mirarla con ojos desorbitados mientras dejaba la boca en forma de "o".

-No…- musitó.

Se quedó incluso sentado de un salto en la cama mientras sentía cómo la nieve que caía fuera estaba toda encima de él. ¿Era posible que hubiera sido tan irresponsable? ¿Y… dos veces además? Tachando día a día en el calendario y sin volver a reparar en la parte humana de la actividad. ¡Que pasaba con él! Sabía lo suficiente de Biología para no cometer los mismos errores, pero parece ser que su parte de educación de 1900 mandaba sobre todo esto.

¡No le extraña que Charlie no le apreciara en demasía!

Volvió a musitar totalmente fuera de sí:

-Cómo no me he dado cuenta. No me lo puedo creer. Así deberían prohibirme el acceso a la Escuela de Medicina. ¿Programa avanzado? Tendría que quitarme todos los créditos ahora mismo. Bella, lo siento muchísimo, no…

Vaya, qué poco tacto había tenido. Tenía que habérselo imaginado. Siempre se echó la culpa del embarazo de Lexie aunque había sido la misma culpa a partes iguales porque ella tampoco reparó en que debían de utilizar protección, así que, ¿por qué ahora iba a ser diferente? Él siempre echándoselo todo sobre los hombros. Quizás por eso había dejado de ir a nadar y su cuerpo no lo había notado. Había costumbres que nunca cambiaban.

-¡No, no, no!- exclamó Bella haciendo un aspaviento- Ahora no pasa nada si sigo al completo con la lactancia materna, pero sí si pasamos a los biberones, así que debería ir cuanto antes. Porque no quiero que sigas reprimiéndote.

Esa última frase la hizo deslizándose de nuevo hacia él para besarle y utilizando el tono más susurrante que pudo, pero no sirvió de nada. De echo los labios de Edward estaban fríos y ni siquiera le devolvieron el beso. Así que suspiró al encontrarse con su mirada verde de desconcierto.

-Esto es muy serio, Bella. Tener a Lexie ha sido grandioso y quiero que tengamos más hijos, tantos como tú quieras porque eres quien los debes alumbrar, por lo que debemos de ser responsables. Debo de serlo porque sólo quiero lo mejor para ti.

-La pediré mañana- dijo en un suspiro- Y le diré que me recete anticonceptivos orales. Puedo tomarlos si le sigo dando el pecho a Lexie y es el método con el que me voy a sentir más cómoda. Rosalie los u…

-¡Eh! ¡Eh! ¡Eh!- exclamó batiendo las manos- No quiero saber nada de lo que usa Rosalie. Ni Alice. Ahora no les puedo leer la mente así que voy a darles la intimidad que antes no podía.

Bella se rió y ahora intentó darle otro beso que esta vez sí que le respondió incluso abrazándola. Le preguntó que si estaba más tranquilo y le respondió que sí, así que añadió que no se preocupara y que para todo estaban juntos. Edward sólo suspiró, asintió y le besó sonoramente la frente, así que se recostó sobre su pecho, hasta que como un reloj suizo, Lexie rompió a llorar:

-Tiene hambre- explicó, como si de un traductor se tratara.

Sin más, como cada vez que estaba en casa y Lexie se quejaba, antes de que a Bella le diera tiempo a añadir más, Edward se incorporó para salir de la cama. Dio dos pasos desnudo por el cuarto hasta que encontró la ropa interior y poniéndosela fue hacia el vestidor para añadir a su indumentaria un pantalón de pijama y una camiseta para salir del cuarto dejando la puerta abierta.

¿Podría acostumbrarse a verle desnudo, vestirse y desvestirse? Jamás. Y bien pensando, así cambiara, que le seguiría atrayendo igual. Que tonta era con sus inseguridades.

Se deslizó también fuera de la cama por su lado y dio dos pasos hasta rescatar del suelo el sujetador y las braguitas. Pero antes entró en el cuarto de baño para refrescarse y con ropa para dormir - un pantalón de Edward y una camiseta vieja - volvió a la cama justo al mismo tiempo que Edward regresaba con Lexie en brazos.

La toma de por la noche, justo antes de dormir, siempre se la daba en su habitación y a ser posible, dentro de la cama. Por eso quizás le relajaba tanto. Se recostaba contra Edward mientras Lexie comía y así sintiéndoles a los dos, el tiempo hasta se podía parar. Y cuando Lexie daba por acabado su festín le dejaban en el medio hasta que se quedaba dormidito y Edward se levantaba a llevarle a su cuna dado que día a día le repetía que no era nada seguro compartir cama con el bebé por si se daban la vuelta y alguno le aplastaba. Y aunque tenía toda la razón, el mundo se completaba cuando estaba en la misma habitación con los dos.

Se lo tendió, Bella le recibió con un beso, Lexie emitió uno de sus quejiditos que sólo significaba lo impaciente que estaba para comer y en su ritual de cada dos horas y media se descubrió. Edward les abrazó y el día no pudo acabar mejor cuando dijo:

-Hoy podemos dejarlo a dormir aquí con nosotros. Creo que ha sido un día muy duro para él, se lo merece. Pero de mi lado, - puntualizó- que casi no me muevo en sueños.

Bella se rió jovial para agradecérselo con un beso en los labios, añadiendo:

-Tu tío Emmett tiene razón, peque: a papá se le quita la cara de muermo cuando tiene sexo- bromeó- Así que siento si no te gustan mucho los biberones, porque no te va a quedar más remedio de aquí en adelante.

-Es imposible con vosotros dos…- suspiró divertido con su rubor de mejillas.