Disclaimer. Todo el universo de los Juegos del Hambre pertenecen a Suzanne Collins, pero los personajes son (casi todos) míos.

Los primeros Trágicos Amantes

Tic Tac Tic Tac

Lentamente el tiempo transcurría, mientras los ojos grises observaban el reloj de la cocina.

-Marlene-llamo una voz pero la joven pelirroja de ojos grises no se movió. Marlene era una chica pequeña para su edad, era asombrosamente pelirroja para pertenecer al Distrito 12, portaba unos característicos ojos grises y estaba ligeramente bronceada. Marlene no aparto la mirada del reloj-Marlene-repitió la voz.

-¿Si, madre?-pregunto todavía sin apartar la mirada de aquel objeto que le estaba llevando lentamente al matadero.

-¿Marlene estas lista?-una mujer alta, de cabello oscuro y ojos grises apareció por la puerta.

-Sí, madre-la mujer observo los ojos perdidos de su joven hija y la abrazo.

-Tranquila princesa, no te va a pasar nada, te lo prometo-la mujer la cual lloraba miro directamente a los ojos de su hija- esta vez estás segura, no hemos pedido ninguna tesela Marlene, esta vez estás segura-repitió, pero a la pequeña Marlene le pareció que mas que ánimos a ella, su madre se estaba dando ánimos a sí misma.

-No estaré a salvo hasta que no cumpla 18, madre-la pequeña se levanto de su silla, observando el rostro desconcertado de la mujer, alisando su vestido azul se encamino hacia la puerta, para salir y dirigirse a la plaza. Marlene tenía 13 años y lo que más odiaba de su edad es que siempre seria la misma a la de los Juegos del Hambre, claro mientras siguiera viviendo. Hizo cola junto a sus compañeras, las cuales estaban igual de decaídas que ella, antes de que le sacaran sangre, Robert, su mejor amigo la saco de la cola.

-Hola Reddy, ¿Qué harás después de esta estupidez?-y la chica rio, por primera vez en todo el día rio.

-¿Dices, en el hipotético caso de que no sea mandada a la muerte?-pregunto divertida.

-Ni yo lo hubiera dicho mejor

-No sé, ¿Qué harás tú?

-Ya sabes, cosas de quinceañeros-Robert tenía dos años más que Marlene y lo que más le gustaba a ella de él era que no la tratara como una niña como hacían los demás chicos de su edad, si no que la trataba como un cómplice mas. Robert era alto y tenía el pelo tan oscuro como el carbón que dentro de unos años tendría que sacar de las minas del distrito, y sus ojos eran tan grises como cuando las nubes decidían tapar el sol.

-Vamos, que no vas a hacer nada.

-Exacto-los dos rieron, de pronto una pequeña niña de cabellos negros y ojos grises vino corriendo, abrazando al chico.

-Susan… ¿Qué haces aquí?, tienes que ponerte rápido en tu sitio.

-No quiero Rob, no quiero-decía entre sollozos-no quiero…-el chico la abrazo, pidiendo disculpas a la pelirroja mientras lo hacía.

-Tranquila pequeña, tranquila, tu nombre solo esta una vez, es imposible que salgas tú, confía en mí-la morena alzo la vista.

-¿Me lo prometes Rob, prometes que no tendré que ir… con ellos?

-Te lo prometo-dijo mientras besaba la cabeza de la pequeña.

-Susan, ¿vienes conmigo?-pregunto Marlene y la chica asintió, hicieron cola y cuando les estaba a punto de tocar la pequeña retrocedió asustada.

-Tienen agujas Marlene, agujas-susurro la pequeña, la mayor le abrazo.

-Apenas hacen daño, confía en mí, recuerda que yo ya he pasado una vez por esto-después de que les sacaran sangre cada chica fue a la zona que les correspondía, aun así intentaron estar lo más juntas posibles, siendo separadas solo por otras cuatro chicas.

Después del discurso habitual por parte del alcalde y después de presentar a nuestro único ganador (porque aunque parezca imposible, en los 10º Juegos del Hambre gano un chico del Distrito 12), Erika Turlen, que es una de esas extravagantes mujeres enviadas por el capitolio, agita su larga melena verde y con su habitual voz chillona exclama.

-¡Felices Juegos del Hambre!, ¡Y que la suerte este siempre, siempre de vuestra parte!-y alza los brazos, como esperando que alguien le aplauda, tampoco parece importarle que nadie lo haga. Empieza a hablar sobre lo feliz que esta de que la hayan asignado a este Distrito, y creo que dice la verdad, al fin y al cabo solo 6 Distritos tienes campeones.

-¡Bueno comencemos!-dice entusiasmada y da un giro completo haciendo que su vestido rosa chillón se eleve un poco sin enseñar nada-¡Las damas primero!- y mientras camina hacia el cuenco con esa actitud infantil, como si no estuviera a punto de enviar a un inocente menor de edad hacia la muerte, se quita el blanco guante.

-"Porque lo blanco es puro, y lo que va ha hacer es de todo menos puro"-piensa Marlene. Entonces la mujer escoge una papeleta y se acerca al micrófono, mira la papeleta y sonríe y tarda en decir el nombre como si creara expectación, aunque en realidad lo que crea es desesperación, dice, dulcemente, con una voz que ni siquiera los más pequeños podrían infantilizar mas.

-¡Susan Hank!- y Marlene no lo puede creer, el nombre de Susan solo estaba una vez, Robert se encargaba de pedir teselas a su nombre para que la pequeña no corriera peligro-¡Vamos Susan, sal de donde estés y sube aquí para recibir un gran aplauso!-Marlene vio como lentamente, con un andar parecido a un zombi, de esos que su padre le hablaba cuando de pequeña y no quería oír hablar de princesas y arcoíris, la pequeña Susan caminaba hacia el escenario, en su cara reflejado el pánico.

-¡NO, SUSAN, NO!-la pelirroja se giro, viendo como por el pasillo corría Robert antes de ser placado por los agentes de la paz, Marlene sabía que si no fuera porque Robert quería tanto a su madre y no sería capaz de hacer que sus dos únicos hijos murieran en la arena, él se presentaría voluntario y entonces lo pensó, Robert tenía una encantadora madre, un padre trabajador y una dulce e inocente hermana pequeña. En cambio ella solo tenía una víbora como madre, y es que esta había engañado a su padre, provocando que se fuera y no volviera nunca más, además había perdido a su único hermano en una explosión de la mina, no lo pensó mas, pues sabía que si no, no se atrevería a hacerlo, corriendo salió al pasillo, y antes de que los agentes de la paz la placaran a ella también, dijo alzando la voz y utilizando un tono seguro:

-¡Me presento voluntaria como tributo!