1º Confusión
Llovía, una lluvia torrencial caía sin compasión sobre las calles de aquella ciudad. Una chica caminaba por ellas sin importarle mucho dicho hecho. Estaba mojada de arriba a bajo y aún así seguía sin importarle. Llegó a una plaza, y sus ojos blancos y apagados observaron la soledad en la que se hallaba el lugar, no había nadie. Se sentó en uno de los múltiples bancos mojados por la lluvia, agachó su cabeza y se quedó así un buen rato.
Una silueta que observaba a la chica desde la acera de enfrente, sin decir nada, sin hacer ningún gesto, tan solo la miraba. Se decidió por fin y entró a la plaza, llegó hasta ella empapado pero con tranquilidad, sin embargo, la chica parecía no darse cuenta de su presencia.
- ¿Qué haces aquí? – la voz sonó más alta de lo que hubiese querido, pues con el ruido de la lluvia apenas se le oía.
- ¿Quién eres tú? – ella elevó la vista, y se dio cuenta de que miraba a un joven rubio de ojos azules.
- ¿No me reconoces? - unos ojos sin vida se mostraron ante él, cosa que le hizo fruncir levemente el ceño.
Ella solo negó.
- Soy yo – pero no dijo nombre.
Ella debió de haber recordado porque alzó su mirada hasta encontrarse con la de él.
- Tú... no eres real... tú estás muerto... – lágrimas que se confundían con la lluvia salieron de sus ojos y corrieron por sus mejillas, su pelo negro azulado y largo hasta su cadera se seguía pegando a su cuerpo debido a la lluvia.
- ¿Qué dices? Claro que soy real... aunque es verdad que estoy muerto – unas alas blancas surgieron de su espalda y la rodearon, protegiéndola de la espesa lluvia.
- No... no... ¡No! – se alejó de él y cayó sentada en el banco de nuevo.
El joven de las alas blancas soltó un suspiro cansado, la miró, ella tiritaba y sus ojos amenazaban con seguir llorando, un destello de ternura asomó en sus ojos, y finalmente dijo:
- Venga... he venido a buscarte, para llevarte conmigo... no tengas miedo – le tendió la mano, y ella la tomó con suavidad, tiró un poco de ella y la hizo levantarse, pero ella no se movió.- Ven... Hinata...
- No sé si eres real... no sé si realmente eres él... porque no veo bien tu rostro... pero solo te pido un favor – sus ojos blancos, llenos de lágrimas, se cruzaron con la mirada azul de aquel... ángel.
- ¿Un favor? – retiró sus alas para poder verla de frente.
- ... Abrázame... – dijo con voz débil, pero clara.- Si tienes algo que ver con él... abrázame... abrázame, Naruto.
Él no se extrañó, solo sonrió con dulzura, le puso una mano en la cabeza y la acercó a su cuerpo, abrazándola con calidez a pesar de la helada lluvia.
Las alas de su espalda rodearon sus cuerpos y desaparecieron, dejando atrás un remolino de plumas blancas.
