Bueno, estaba revisando algunos archivos en la computadora que escribí hace tiempo y me encontré con éste. Ojala les guste.

(2 Enero 2012)


Una cita bajo la lluvia

Edward se hallaba sentado a mi lado, con sus brazos alrededor mío.

—¿Considerarías, entonces, tener una cita real conmigo? No recuerdo la última vez que salimos sólo tú y yo.

—Eres un vampiro. –Aseveré muy seria. –No puedes olvidar.

—Es verdad. —Me dedicó una sonrisa traviesa lo cual me hizo sospechar más de él. —Lo recuerdo a la perfección. —Inclinó la cabeza para que su aliento pudiera acariciar mi cuello. –Fue la noche en que te mordí. —Sus labios rozaron la imperceptible cicatriz que me dejaron sus colmillos. Un estremecimiento de placer me recorrió simplemente por el mero recuerdo.

—Bien. —Dije sin aliento. –Tú ganas.

Me levanté y le di un rápido beso en la mejilla, empecé a caminar y pude sentir sus ojos clavados en mí.

—¿A dónde vas? –Me preguntó sorprendido desde donde estaba.

—A arreglarme, te veré esta noche. –Era lo más obvio del mundo, no podría salir con el hombre más guapo del planeta vistiendo así.

Lo asombré tanto que no supo que responder, eso era una novedad, di media vuelta y me alejé, saqué mi celular y marqué el número.

—Leah, necesito tu ayuda.

.

Estaba en mi habitación viendo la tele, Leah acababa de irse, me había maquillado y planchado el cabello. Me vi en el espejo sin poder apartar la vista, llevaba una minifalda y una blusa que dejaba al descubierto mi cuello y hombros pero, lo peor eran los tacones, ni siquiera eran muy altos, sin embargo, yo ya sentía que azotaría contra el suelo.

Oí que tocaron la puerta y Charlie me gritó que bajara. Descendí por las escaleras tan rápido como podía con esos horribles zapatos, me apresuré para coger mi bolsa, mi padre estaba sacando una cerveza del refrigerador y me estudió con la mirada, alzó una ceja.

—Puse un gas de pimienta en tu bolso. –Agregó con tono firme.

—Gracias. –Le di un beso en la mejilla y le sonreí tan inocente como pude. A mi padre no le hacía ninguna gracia verme vestida así para salir con mi novio.

Edward me esperaba en el umbral de la puerta, llevaba una camisa negra y una chaqueta azul marino con unos pantalones negros. Mi corazón empezó a latir con el doble de rapidez y luché por no sonrojarme… o comérmelo con los ojos. Me sonrió orgulloso, podía escuchar mejor que yo el latir desbocado de mi corazón.

Encendió el motor y ladeo la cabeza, en sus ojos descubrí un matiz de perspicacia.

—¿No confías en mí?

—Claro que sí. –Repuse perpleja.

—¿Y por eso te alegra llevar un gas pimienta en tu bolso? –Dijo cuidadosamente.

—Tengo mala suerte, es mejor estar preparados. –Aseveré sin alarmarme. –El gas pimienta no es lo único que llevo. –Le guiñé un ojo y le di unas palmaditas a mi bolsa.

Él rió entre dientes, suspiré aliviada por el frío tacto del metal afilado del cuchillo que llevaba junto a mi pierna.

El restaurante estaba adornado con foquitos titilantes, se veía lujoso, conociendo a mi vampiro seguramente lo era. Estábamos en una fila esperando a que nos mostraran nuestra mesa, Edward estaba parado muy cerca de mí, sujetando mi mano. Observé cuidadosamente y cuando sólo quedaba una pareja delante de nosotros, lo tomé del cuello y lo besé, me sentí satisfecha porque me correspondió con mucho entusiasmo, sabía que la mujer encargada de las reservaciones nos estaba viendo, finalmente nos separamos, Edward me dedicó una mirada de complicidad y se volteo para dar su nombre. La mujer se veía confundida y actuaba algo torpe, lo sé, estar cerca de Edward causa ese efecto. Mi galante novio recorrió la silla para que me sentara, yo no cabía en mi satisfacción al comprobar que ignoraba a aquella mujer que lo desvestía con la mirada. Ella se marchó y Edward intentaba contener la risa.

—Lo hiciste a propósito. –Me acusó.

—Sí. –Le aseguré sin arrepentimiento.—No te opusiste. –Comenté encogiéndome de hombros.

Edward se inclinó sobre la mesa y gentilmente acercó mi rostro al suyo, me dio un largo y profundo beso. Estaba a punto de quejarme cuando lo terminó pero, entonces me percaté de que la camarera estaba frente a nosotros con los menús en la mano y la boca abierta. Reaccionó tras unos segundos y nos los tendió sin decir palabra, como siempre Edward concentró su atención en mí.


Si me dejas un comentario me ánimo a escribir más ;)

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