Este es nada menos que mi primer fic, ¿Que qué significa eso? Que no va a ser la cosa más maravillosa que habéis leído *gota*. Pero bueno, ya que estáis, leerlo y hacerme un favor, ¿Sí? ^^

Hetalia no me pertenece, sólo la historia.

Cap 1: Todo tiene un comienzo

Y todo comienzo tiene un final. Francia, mes X del año 0.

Francis Bonnefoy paseaba inquieto por los sobrecargados pasillos de palacio, atento a la puerta tras la que se moría su padre. No era algo extraño, no les había pillado por sorpresa, el rey llevaba largo tiempo enfermo, pero eso no aminoró la inquietud que recorría a su hijo por dentro. A su lado, Arthur Kirkland, un noble de la Corte, intentaba ignorar los paseos del nervioso francés, que lo estaban sacando de quicio.

-¿¡Te quieres estar quieto?! damn it! –le gritaba una y otra vez, pero Francis hacía oídos sordos y seguía metido en sus propios pensamientos. Pronto sería el rey, ¡Él!, que apenas había disfrutado la vida. Esa idea le atormentaba, en cuestión de unas horas acabarían las escapadas de palacio, las visitas a sus numerosas amantes, las noches con sus amigos, todo eso habría terminado. Un portazo lo sacó de su ensimismamiento. Miró hacia la puerta de los aposentos de su padre, pero ésta seguía cerrada. La que se había abierto estaba a escasos metros de él. El enfado de Arthur no hizo más que aumentar al ver quién se acercaba a toda prisa hacia ellos, huyendo de una criada que gritaba enfurecida. Era Alfred, un niño hiperactivo que cada poco estaba armando jaleo. El inglés, su tutor, tuvo que apoyarse contra la pared para no caer cuando el pequeño se escondió tras sus rodillas, jadeando y mirando a la criada con los ojos como platos.

-¡Este niño se ha cargado por lo menos media vajilla! –le reprochó a Arthur temblando por el cansancio y de ira- ¡Ha destrozado la cocina!

-It's not fair!, fue ella la que me asustó –se defendió Alfred mientras tiraba de la pernera del pantalón de su tutor-

Arthur le lanzó una mirada asesina.

-¿Y qué hacías metido en la cocina, you brat?

La criada recuperó la compostura, se colocó bien el delantal y se marchó con aire de indignación, amenazando a Alfred con encerrarle en cualquier sitio si volvía a armar tal destrozo. Cuando el pequeño ya se había relajado, pensando que se había librado, un cachete de Arthur le hizo pegar un grito. Después de lloriquear un rato recuperó su alegría de siempre y salió correteando de nuevo por el pasillo. Arthur soltó un suspiro, aquel niño le agotaba.

Francis había observado la escena desde un rincón, soltando alguna que otra risita al ver al inglés tan enfadado. Poco después, de la habitación del rey salió otro criado, que pidió al francés que pasase. Este suspiró y entró con desgana. En la sala solo estaban el rey, que reposaba en su cama, el médico, que recogía sus cosas, el criado que le había mandado pasar y su madre, que lloraba en un rincón. Era una mujer muy hermosa, de pelo castaño claro que relucía con cada movimiento, de ojos azules que brillaban más que nunca a causa de las lágrimas. Al entrar su hijo, la mujer alzó la cabeza, mirándole con desesperación. Francis inclinó la cabeza a modo de saludo y se acercó al lecho de su padre. El rey parecía dormir, su respiración era pesada y lenta. Cada vez más lenta, pensó Francis. Se mordió el labio para aguantar las lágrimas, aquella iba a ser una tarde muy larga.

Pocas horas después las campanas resonaban por toda la ciudad. Francis, meditabundo, observaba el atardecer desde un balcón. Tenía demasiadas cosas en la cabeza, no podía centrarse en un solo pensamiento. Cuando llegó a su cuarto se tiró sobre la cama, agotado. Al apoyarse contra la almohada notó un objeto duro debajo. Lo sacó, era una extraña caja, con cuadrados blancos y rojos en la tapa, imitando a un tablero de ajedrez, con la diferencia de que faltaban cinco huecos, como si alguien hubiese arrancado cuadrados al tuntún. Cuadrados que por lo visto podían cambiar de posición. Francis se entretuvo cambiando los cuadrados de sitio durante unas cuantas horas, hasta que el sueño le venció y se quedó dormido con la caja bajo el brazo. No tenía ni idea de cuánto iban a cambiar las cosas por culpa de esa caja.

Acepto consejos, supongo que es evidente que los necesito *risas*.

Nota:

Madre de Francis-Fem!Francia