.

.

.

Los personajes son propiedad de Kishimoto, sólo la trama y algún otro personaje con míos.

.

.

.


.

.

.

Prefacio

.

.

.

Todo es más fácil cuando no te interesa nadie, cuando tu estado de ánimo no depende de si te saludo o en que tono lo hizo. Todo es más fácil, sin preocupación alguna. No hay motivo por el que no duermas en las noches, ni por el cual pases la mitad del día en las nubes pensando "¿qué estará haciendo?". Tu situación sentimental es estable. No lloras, ni ríes, ni vuelves a llorar ni a reír; todo en los mismos 10 minutos. Simplemente todo es más apacible. Pero, ¿Qué haces cuando te das cuenta que comienzas a perder esa tranquilidad que predominada en ti? Tu vida tan normal y fácil poco a poco comienza a cambiar, y todo sucede sin que te puedas detener a siquiera a pensar en ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? Y aun más importante ¿Por qué sucedió? Y justamente esa persona tiene una capacidad innata para alterar tus emociones, con una sola sonrisa suya o mirada puede provocarte sensaciones que nunca cruzaron por tu atolondrada mente.

El primer amor. Cuan dulce y doloroso puede llegar a ser. Dicen que con el primer amor no importa si se quedan juntos hasta el final o si su amor dura tanto como el de Romeo y Julieta, este dejará una marca imborrable. Unos dices que se debe a que sólo se ama una vez en la vida, y en las veces restantes buscas a quien te haga sentir lo mismo.

—Hola, Sakura. —Sonreía igual que siempre, travieso y divertido, como si disfrutara de un chiste privado. Por un momento olvide como se respiraba. ¡Maldita sonrisa! ¿Cómo puede alterarme tanto?

¿Hasta qué punto eres capaz de llegar por las personas que amas? Porqué por amor se ganan batallas, pero también por amor, se pierden.

Un viejo dicho dice que después de la tormenta viene la calma, y no podría estar más en lo cierto, claro, si esa calma significa que mueres, porque en la vida real, detrás de la tormenta sigue otra más fuerte, y luego un ciclón. Uno tiene que aprender a vivir bajo la tormenta, y cuando te acostumbras a ello, no cualquier trueno te asusta. Y ella lo aprendió. La gente no quiere oír que estás mal, no quieren sentirse moralmente obligados a intentar animarte, te preguntan por cortesía, o rutina. No confíes en cualquier palabra, cualquier sonrisa, cualquier beso, cualquier abrazo. Las personas saben fingir demasiado bien.

¿Alguna vez quisiste preguntar algo pero no lo hiciste porque en tu corazón sabias que no serías capaz de soportar la respuesta? Debemos empezar a aceptar que no hay finales felices para todos.

La Tierra es redonda, no importa a donde vayas, siempre volverás a donde empezaste., pero no importa después de todo, nadie arde dos veces en el mismo fuego.

.

.

.


.

.

Hay un cambio en el prefacio, ¿les gusta?

.

.

.